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La serpiente es un símbolo universal. Atraviesa todas las culturas representando la dualidad, lo infinito, la renovación, también está presente en la medicina popular y la rodean un sinfín de creencias y supersticiones.
En la cultura mapuche representa la dualidad. Cuando los reche, las primeras gentes, dejaron de agradecer el alimento diario a la naturaleza, Kai kai, la serpiente dueña de las aguas, se enojó tanto que sus movimientos provocaron grandes inundaciones y derrumbes, y el paisaje cambió completamente. Los reche que se quedaron en el agua se convirtieron en animalitos acuáticos y los otros, que se agarraban de donde podían para no caer, de pronto sintieron que la tierra se movía. Era Tren Tren, la otra gran serpiente, que para salvarlos los levantó alto formando montañas y los llevó tan cerca del sol que por eso los mapuche son de tez oscura. Las serpientes son la representación del bien y del mal, una se enoja, la otra ayuda.
Es tan importante para la nación mapuche, que la imagen de dos serpientes está en el primer escudo de Chile de 1813, envolviendo un chemamull, una escultura amorfa de madera que representa la muerte. Además, lo acompañan un hombre de un lado y una mujer del otro. En la parte superior hay estrellas y dice en latín « Post tenebras lux », que quiere decir, « después de la oscuridad, la luz ».
Mucho antes, en 1609, el Inca Garcilaso, en sus « Comentarios Reales », cuenta sobre el escudo que se mandó a hacer diseñado por él. A la izquierda con los símbolos de su ascendencia española y a la derecha los de su familia materna, Inti, sol, Quilla, luna y las amaru, las serpientes, a quienes se les rendía culto y daban forma a la mascaypacha, la corona real del imperio incaico.
Cuenta su leyenda que un joven llamado Amaru Inca Yupanqui se encontraba en una fiesta en Qosqo y ahí se enamoró de Cusi Chimbo, una mujer preciosa pero que no le correspondió. Amaru quedó con el corazón roto y caminó hasta un gran risco donde pensaba suicidarse, pero algo lo distrajo. Abajo, cerca de un lago, vio a una serpiente macho cortejar a una hembra. Como ella lo rechazó, el macho se convirtió en una bella flor de kantuta y se entregó a ella. Enseguida la hembra se embelesó con su perfume y se unieron para siempre. Amaru imitó el gesto y fue a darle flores a Cusi y, como las serpientes del valle sagrado, se mantuvieron juntos. Ese suceso se recuerda con las amaru, las serpientes entrelazadas que se pueden ver en el arte del Perú.
También los aztecas tienen la suya, que explica sus actuales símbolos nacionales. Cuando los habitantes de Aztlán, norte de México, tuvieron que emigrar por consejo de los dioses, debían encontrar tierras aptas para vivir y la señal sería un águila devorando una serpiente. Eso ocurrió en año 1323 y dos años después fundaron Tenochtitlán. En la cultura de los toltecas, mexicas, teotihuacanos, olmecas y mayas, Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, es una de las deidades más importantes, representativa de la dualidad entre lo físico y lo espiritual. Creó a los hombres con su propia sangre y les dio los conocimientos del universo que otros dioses no les brindaban, para que pudieran subsistir sabiamente. Una de las versiones dice que su rival, el dios de la noche, lo embriagó y terminó cometiendo actos que lo avergonzaron tanto que se tiró a una hoguera y se convirtió en una luz brillante en el cielo, Venus. Otra, cuenta que desapareció en el mar prometiendo volver desde donde nace el sol. Dicen que, con la llegada de los conquistadores españoles, los lugareños, esperando la vuelta de su dios, creyeron que Cortés era Quetzalcóatl y por eso lo recibieron pacíficamente con ofrendas.
A la serpiente se la asocia simbólicamente con lo infinito, su capacidad de cambiar de piel, pero también se la considera en algunas culturas enemiga de la mujer. En algunas regiones de Bolivia, se la responsabiliza por el período femenino. Cuando una niña comunicaba a su madre su paso a la adultez, una anciana salía con la mujercita con un palo en la mano, a dar golpes aquí y allá para encontrar a la serpiente que se había escondido en algún lugar. Misma creencia tienen los sioux, que una serpiente muerde las partes secretas de la mujer hasta que sangra. Otros afirman directamente que vive una muy pequeña dentro del cuerpo femenino, que la muerde y lastima.
Abunda en la decoración del arte precolombino. En la región calchaquí de Argentina, las urnas funerarias estaban pintadas o talladas siempre con una víbora. El naturalista Juan Bautista Ambrosetti, que recorrió gran parte del territorio argentino desenterrando estas urnas en lugares sagrados, se mostraba muy descontento con los paisanos que no querían saber nada con desenterrarlas. Es que la mayoría tenía la figura de una serpiente como custodia de ese cuerpo y ese espíritu. La creencia era y sigue siendo que quien la expone enloquece, desequilibra su estado mental, igual que como le ocurre al animal cuando pierde su veneno. Y ahí viene otra explicación, porque como las serpientes son excelentes nadadoras, la oralidad cuenta que antes de vadear las aguas se sacan la bolsita de veneno y la esconden entre la hierba, bajo un montoncito de guano. Si por casualidad alguien la encuentra y la desaparece, al volver y no encontrarla la serpiente enloquece, yendo y viniendo, pega saltos y se mata ella sola a mordiscones. Los paisanos le temían a la locura y se negaban terminantemente a desenterrarle los tesoros arqueológicos a Ambrosetti, que igual encontró la forma para hacerse de ellas y armar su propia colección de piezas sagradas.
Para obtener los conocimientos mágicos de la hechicería, se habla de la Salamanca, también llamada Renú en mapuzungún, la cueva donde habitan los brujos. Por estas tierras siempre es una serpiente quien da la bienvenida al aspirante, una que camina erguida como humano y habla todos los idiomas. Para aprender un oficio basta con animarse a entrar y ser muy hábil para adivinar los acertijos que hace la víbora. Quien acierta ingresa. Un hombre que relató su encuentro de casualidad con una renú, contó que de pronto estuvo rodeado de serpientes, que algunas le subían por la espalda y que una, la más grande le habló en mapuzungún. Después de preguntarle algunas cosas sin sentido lo invitó a compartir una fiesta, una especie de consagración con baile y guitarreada. El hombre despertó en medio del bosque de pinos, por donde había salido a buscar animales. Su caballo lo esperaba comiendo unas hierbas y él todavía con la sensación de que cientos de víboras le andaban por el cuerpo. Nunca dijo qué oficio había aprendido, pero era uno de los mejores domadores del pago.
Otro rol fundamental para las ahí abajo es entregar a las mujeres los gualichos, los brebajes, polvos buenos para el amor y los capaces de ocasionar la muerte. En el siglo XVIII las consecuencias para las mujeres acusadas de hechicería podían ser terribles, eran interrogadas, juzgadas y condenadas. Tenían que confesar si habían entrado o no en una Salamanca. Un caso poco conocido ocurrió en la provincia de Santiago del Estero en 1761, un proceso judicial que tomó declaración a una mujer acusada de brujería. En su confesión dijo que había entrado a una Salamanca y « que se desnudaron y vieron un viborón que sacaba la lengua mirando a todos y éste le dio a la mujer acompañante (de la india), un papel con unos polvos, el que estaba liado con un hilo colorado y cabellos ». La víbora le aclaró que los polvos eran para matar dándolos en comidas o bebidas.
En la medicina popular se habla de serpientes, víboras y culebras. Por ejemplo, se conoce a un determinado tipo de herpe con el nombre de « culebrilla ». Según se cree es originado por el contacto con una piel de culebra y el paciente se las va a ver fea si la culebrilla junta la cabeza y la cola a la altura del tórax. Por el miedo a esta enfermedad es que en el campo se acostumbra hasta hoy a planchar la ropa de los chicos, no vaya a ser cosa que una de estas bichas le haya pasado por encima. Los curanderos dicen que para combatir a la culebrilla lo hacen con un sapo, que es el enemigo acérrimo de las víboras.
Existe también lo que se llama « botica repugnante », que son las medicinas preparadas con distintas partes de la serpiente, mezcladas con bebidas fermentadas o resinas, usadas para distintos males. Con respecto a su veneno, en Brasil y Argentina los antiguos mascaban tabaco y lo colocaban en la zona mordida. Así perdía su efecto. La relación de la víbora con el tabaco tiene su historia. Una de las tantas leyendas, cuenta que hace muchos años un caminante árabe vio una serpiente casi muerta, lo recogió para curarla, pero cuando el animal reaccionó le clavó los dientes y el veneno. Indignado, la tiró lejos y, succionando la herida sacó el veneno y lo escupió. En el lugar donde cayó el veneno, brotó la primera planta de tabaco.
Hay un listado interminable de supersticiones y pociones mágicas que tienen como principal ingrediente a las serpientes. En Chile, por ejemplo, está la creencia de que quien ve una y no la mata, queda sin fuerzas para toda la vida. O para conquistar a la persona deseada, se usa una aguja manchada con sangre del animal y se la prende del lado del corazón. Lo que indica que se necesita mucha valentía para enamorarse. Si se quiere ser buen cantor y guitarrero, hay que poner un cascabel de serpiente dentro del instrumento y la voz se le afinará de la noche a la mañana. Si se encuentra un par de víboras en celo deben cubrirse con un poncho que se volverá a usar. Después, en ese lugar se encontrará una piedra blanca, que se supone es el semen solidificado. Llevándolo como amuleto, no habrá persona que se resista a los encantos de su poseedor. El listado de propiedades y de significados es infinita en todo el mundo. Los mapuche dicen que si se ve una color verdosa es de buena suerte y hasta tiene su tail, su propio canto sagrado para honrarle respeto, Koióle koiolé kümey filú, karri filú kümey rupú, koióle koiolé. Su movimiento hecho canto, buena filú verde, buen camino filú, su movimiento hecho canto.
Carina Carriqueo* para Página 12
Página 12. Buenos Aires, 22 de agosto de 2025