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En los países industrializados se ha difundido una moda que debería encontrar seguidores en las sociedades seducidas por los usos y costumbres del Primer Mundo. Se trata del patriotismo económico.
Por Julio Sevares
Clarín Buenos Aires, 20 de septiembre de 2005
La vanguardia de esta corriente es el gobierno francés, que se opuso a que la empresa Danone fuera comprada por la estadounidense Pepsico. El liberal primer ministro francés Dominique de Villepin reivindicó el concepto del "patriotismo económico" como la guía del gobierno galo para resguardar los intereses nacionales, defendiendo las empresas francesas. Sin embargo, al mismo tiempo la francesa Suez quiere convertirse en el único accionista de la franco belga Electrabel (despertando el patriotismo económico belga, cuyas empresas penetran, por otra parte, a otros países) y France Telecom quiere comprar la telefónica española Amena.
Luego del 11-S, ante el temor de una retracción de la demanda, el presidente George W. Bush recurrió al concepto al proclamar "consumir es de patriotas" (en los Estados Unidos dos tercios de la actividad económica dependen del consumo privado). Más recientemente, el Congreso de ese país avanzó en la línea patriótica oponiéndose a que la petrolera china Cnooc comprara la estadounidense Unocal, la cual fue entregada a la local Chevron.
En estos días, el banco central italiano es acusado de favorecer a interesados locales frente a los extranjeros en la compra de dos entidades bancarias.
La difusión del virus patriótico entre los apólogos de la globalización se debe a la combinación del bajo crecimiento con aumento de la competencia china.
La periferia experimenta desde hace tiempo los efectos del patriotismo económico de los ricos, bajo la forma del proteccionismo agrario e industrial, con el cual defendieron y defienden sus productores de textiles, alimentos, aceros y otros, con instrumentos diversos. Por ejemplo, según el último Informe sobre Desarrollo Humano del PNUD (ONU), "los países industriales habitualmente aplican aranceles bajos a los productos básicos sin procesar, pero elevan considerablemente los niveles de productos intermedios o finales", desalentando la industrialización periférica.