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10 de enero de 2007

Nuevo Encuentro del Mercosur: ¿Qué hay detrás de los velos?

por Rocío Cerdá

 

A diez días de la Cumbre de Jefes de estado Mercosur y Estados Asociados, las diferencias políticas y arancelarias cobran protagonismo dentro de un bloque que principalmente busca presentarse como un bloque contra hegémonico.

Todo comenzó cuando el gobierno brasileño anunció la suspensión de los aranceles que impone sobre importaciones de países externos al Mercado Común del Sur (Mercosur) que ingresen desde Paraguay o Uruguay.
Esta decisión brasileña adelantaría en forma unilateral el beneficio para los dos miembros menores del Mercosur, que se han quejado en diversas oportunidades de las limitaciones que encuentran en su relación con Argentina y Brasil.

La dificultad radica en que los productos extrazona pagan el Arancel Externo Común (AEC) al ingresar a un país del bloque y vuelven a hacerlo si pasan a un socio, en una doble tributación que es objeto de cuestionamientos históricos por parte de los socios menores.

Esta intención se materializó cuando el presidente brasileño, Lula da Silva, pidió a seis ministros suprimir trabas burocráticas que obstaculizan y complican a Paraguay y Uruguay, medida que cuenta con el respaldo del gobierno de Venezuela, según informase el Palacio Itamarati y que encierra el objetivo de ser presentada en la cumbre presidencial del Mercosur, organizada para el 18 de enero en Brasilia.

A su vez, las declaraciones del ministro brasileño de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, evidencian el interés de Brasil en eliminar los aranceles sobre productos importados que ingresen a través de esos países. Según el mandatario, la medida está resuelta políticamente y lo que se está estudiando es cómo instrumentarla dentro de la región.

Con ello se intenta flexibilizar las reglas internas de funcionamiento del Mercado Común del Sur para beneficiar a las economías más pequeñas, Uruguay y Paraguay. Brasil ejerce la presidencia pro tempore del bloque y considera conveniente eliminar anticipadamente el doble cobro del Arancel Externo Común (AEC) para Asunción y Montevideo, con el fin de incentivar las inversiones.

Por su parte, el gobierno uruguayo tomó con reserva el anuncio del gobierno brasileño de tomar medidas para suavizar la posición crítica de estos países. Las fuentes oficiales señalaron que "suena como muy poco", considerando los problemas de asimetrías y las diferencias estructurales que tiene el bloque; cuyos resultados hasta ahora son ampliamente favorables para Brasil y Argentina.

A esta realidad, se le suman los conflictos sin resolución entre Argentina y Uruguay, los cuales son producto del fracaso en las negociaciones bilaterales entre ambos países, en donde Argentina considera que el país vecino violó el Tratado del Río Uruguay al autorizar de modo unilateral la instalación de las fábricas de pasta de celulosa sobre la costa del recurso compartido.

En medio de esto, cada gobierno opina y se posiciona con relación a los demás. Se presentan nuevas alternativas que si bien responden a problemáticas estructurales de las relaciones entre los países, son leídas en un marco que pareciera impedir su fortalecimiento y crecimiento.

A pocos días de la Cumbre de Jefes de estado Mercosur y Estados Asociados, el escenario político latinoamericano vuelve a definirse como un espacio propicio para la integración y para la conformación de un bloque poderoso y opositor del poder hegemónico. Sin embargo, pareciera que hay ciertas realidades que no encuentran solución de parte del Mercado Común del Sur.

Se siembran contradicciones de la mano de medidas que buscan apaciguar ciertos incendios. La mayoría de los mandatarios se refieren a la necesidad de que América Latina se una y conforme un bloque, pero se lo promueve con discursos políticos que critican a otros gobiernos. No se busca la solución de las dificultades a partir del reconocimiento de la situación de América Latina, no se trabaja conjuntamente entre países para arrancar de raíz los problemas que presenta cada sociedad.

El Mercosur busca ser un todo pero pretende funcionar a partir de tomar decisiones en función de intereses particulares. Las partes no contribuyen de manera activa y constante en la búsqueda del bienestar de los latinoamericanos en general.

En caso de no ser así, el gobierno brasileño no anunciaría medidas para con otros países, Uruguay tomaría otra postura con relación a la construcción de las plantas de celulosa y Argentina no tendría que recurrir a la Organización Mundial del Comercio (OMC) para analizar las medidas que favorecen el comercio con Paraguay y Uruguay, definiéndola como temas comerciales.

En cuanto a esta última cuestión, el embajador de Argentina en Brasilia, Juan Pablo Lohlé, en una columna que publicó hoy en la página editorial del diario Folha de Sao Paulo, aseguró: "Una diferencia comercial es una diferencia comercial. No es una guerra, no terminó con un romance y no detonó el Mercosur".

Estos debates evidencian que no se trata exclusivamente de una unión aduanera o de temas económicos. Instauran la duda de si es posible la unidad Latinoamérica. Hoy, ¿se puede pensar en un bloque?, ¿Acaso todos los países participan de la resolución de los conflictos y de la repartición de las ganancias de los acuerdos bilaterales con empresas ajenas a Latinoamérica? ¿Por qué se busca legitimar en la opinión pública la necesidad de una unidad? ¿Qué hay detrás de eso?

Transcurre el tiempo y América Latina continúa ante su mayor desafío: ser consciente que, detrás de todo debate, imagen o discurso, hay algo más, algo por descubrir. Ojalá que esa incógnita no sea la ausencia de soluciones para los latinoamericanos.

APM. La Plata. Argentina, 9 de enero de 2007.

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