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13 de febrero de 2003

Notas epistemológicas sobre la historiografía Estatal colombiana

 

Humberto Vélez Ramírez, es un intelectual colombiano, miembro de ECOPAIS, Fundación Estado Comunidad y País; Instituto de Educación, del Programa de Estudios políticos y Resolución de Conflictos, Universidad del Valle.

Por Humberto Vélez Ramírez

Con motivo de un balance del último y adelantado libro de Alejo Vargas [1], Ricardo Sánchez que, entre sus virtudes intelectuales y humanas, posee la de una elevada capacidad para descifrar el sentido histórico preciso de los escritos ’mayores’ de sus colegas, ha inaugurado un importante debate de epistemología alrededor del carácter y las tendencias de la historiografía sociopolítica escrita sobre Colombia. [2] El profesor Oscar Delgado, por su parte, en el más fresco y refrescante espacio virtual abierto a los intelectuales para el análisis-diálogo-debate, ha invitado a participar, con altura e imaginación, en esta confrontación teórico metodológica, en lo ideológico sabrosamente coloreada.

Al iniciar su balance, el profesor Sánchez hace explícita referencia a uno de los polos de un estilo analítico que, altamente controvertido por los más recientes estudios, constituye ’un combate intelectual por justificar la validez del sistema, reconocer la legitimidad del Estado, las instituciones y señalar la anomalía de las violencias como algo más bien excepcional y parcial en el proceso histórico’. [3] Particulariza en Malcom Deas y en Eduardo Posada Carbó a dos notorios y notables exponentes teóricos de ese punto de vista. En mi caso, conozco la obra historiográfica del primero mientras que al segundo sólo me he acercado vía sus escritos y ensayos periodísticos. En general, se trata de puntos de vista casi "arcádicos"; por cierto, dicen ellos, que se observan algunos males y ciertas perversidades, pero lo esencial de la "Arcadia nacional" ya se encuentra construido.

El otro polo de este talante analítico optimista lo constituye un grupo de estudiosos alinderados alrededor del combate intelectual por invalidar el estatuto fáctico del Estado colombiano y por destacar las violencias y su Cultura como una ley específicamente definitoria de la formación social colombiana. Si en el caso anterior la percepción del Estado se encontraba asociada a un imaginario colectivo de alguna forma de Arcadia, en éste la representación social dominante es la de un tremendo e inminente Apocalipsis. Esta mirada analítica se inició con la hipótesis del "derrumbe parcial del Estado" levantada en la década del 70 del siglo XX por el politólogo norteamericano Paul O’Quist como dispositivo central de explicación de los procesos de violencia interpartidista característicos de los mediados de la pasada centuria. [4]

En los años subsiguientes, al universalizarse, y acumularse en sus consecuencias,una pluralidad de violencias altamente desinstitucionalizadoras ( las ligadas al narcotráfico, a las dinámicas del conflicto armado interno, así como a una importante parainstitucionalidad fáctica normativa) se abrieron paso las hipótesis asociadas al "derrumbe casi total del Estado", al ’Estado colapsado’ ( N. Zartman), al ’Estado paria’ ( Rogue State) o a un ’cuasiEstado’ ( R. Jackson). Pero, según el profesor Frederic Masse ’ El Estado colombiano está debilitado o en un proceso de desinstitucionalización pero todavía no ha colapsado’. [5]

Buscando trascender toda forma de eclecticismo equilibrista, así como la fobia ’por principio’ frente a las posturas polares, habría que señalar que, al margen de idealizadas arcadias, así como de tremebundos colapsos, habría que decir que lo que en Colombia se ha impuesto ha sido un Estado real, dotado de ciertos niveles de efectividad social y de racionalidad, pero atravesado por la más aguda crisis estructural de múltiples y variados rostros.

Mi punto de vista al respecto lo condensé así en ’ Los intelectuales y las Reformas estructurales : ’ No se trata de continuar espantando incautos con una visión apocalíptica del Estado a partir de conceptos como ’Estado paria’ o ’Estado colapsado’; en definitiva, éste es un Estado real, altamente ’efectivizado’ por los dispositivos de un clientelismo reproductor de la corrupción, pero en la más aguda crisis estructural de muchos rostros; su crisis de autoridad es real, pero esa crisis va mucho más allá de la aplicación o no aplicación de la ley; se vincula a la elevada eficacia social de una parainstitucionalidad fáctica que, al margen, del derecho positivo, regula las relaciones cotidianas de los colombianos, a la baja legitimidad social del Estado asociada al sesenta por ciento de colombianos que desfallecen entre la pobreza y la miseria , a la exclusión política propiciada por el bipartidismo, a los obstáculos históricos a la construcción de democracia, al deterioro del poder socioterritorial del Estado ligado a las dinámicas del conflicto armado, a la baja capacidad de gestión comunitaria de su aparato institucional central, departamental y municipal, y, en el nivel simbólico, a la asumpción práctica del Estado y de sus instituciones como si fuesen un enorme latifundio donde cada quien reclama su correspondiente parcela individual o corporativa."

Entonces, la hipótesis que se sugiere es la de un Estado real, y hasta efectivo, pero atravesado por una crisis estructural de muchos y muy variados rostros.

En sus contenidos, la hipótesis podría condensarse así:

Al lado de su carácter de clase (un Estado cuyo sesenta por ciento de socios son o "pobres" o "miserables" no puede ser si no un Estado contrapopular); al lado de su marginamiento social (un Estado al que le contraponen el mercado como ordenador social básico, no puede ser si no una realidad tendencialmente residual), la exclusión política es su otra nota más definitoria. Y así tendría que ser, entre otras razones, porque el reinado político de la politiquería y la corrupción son incompatibles con un modelo de Estado políticamente incluyente. No es que este Estado no haya hecho cosas socialmente importantes, pero, en su historia, no ha habido obra más o menos importante que no haya presentado un significativo espacio para la acción de la politiquería y la corrupción. Como lo señalara unos años atrás: El Estado ha hecho muchas obras, ’grandes algunas, pequeñas y puntuales la mayor parte; conectadas unas, inconexas la mayoría; importantes en pequeña proporción, aunque casi siempre intrascendentes y sin sentido social. Como constante, casi todas las empresas agenciadas por la clase dirigente, consciente o inconscientemente han quedado marcadas por la ideología "patrimonialista" que, en su versión de patología social, ha producido uno de los países más corruptos del mundo. El Guavio y el robo del departamento de Caldas son dos importantes ilustraciones de la "hipótesis general". [6] Es decir,el Estado colombiano ha sido socialmente efectivo a cargo de ser intrínsecamente clientelista, politiquero y corrupto. Ha sido así como las prácticas clientelistas, politiqueras y corruptas han llegado a ser parte de la esencia de su efectividad social, relativa, parcial pero real, de este Estado. Ha sido por allí por donde ha logrado construir nichos de legitimidad, limitados pero reales, socialmente aberrantes pero efectivos.

Este gobierno, el de Uribe, en solo medio año de accionar constituye la mejor muestra del enorme vigor de la politiquería y la corrupción; ante su altar ha tenido que genuflexarse; su prometido proyecto de asepsia política nacional, desvirtuado y desmirriado, sólo ha podido hacer el tránsito a la vida nacional traspasado sobre los hombros de la más rancia y tradicional clase política Ha sido así como este referendo ha sido una obra maestra de la politiquería. Al margen del sentido neoinstitucionalista del proyecto anticorrupción de Uribe, incurrir en un elevado gasto de transacción con tal de erradicar una práctica social que como la de corrupción afecta severamente los niveles de ganancias y utilidades, así como las posibilidades de inversión, con los contenidos embutidos al Referendo, Uribe ha recibido la primera derrota política importante a su propuesta de nueva institucionalidad eficientista.

Han quedado así medio sugeridos tres estilos analíticos de interpretación de la historia nacional, muy en particular en relación con el problema del Estado: ni la arcadia ni el apocalipsis; más bien, un Estado real, en la más profunda crisis estructural y funcional.

Argenpress.info

Notas

[1Vargas Alejo. Las Fuerzas Armadas en el conflicto colombiano. Antecedentes y perspectivas, Intermedio Editores, Bogotá, 2002.

[2Sánchez Ricardo. Los actores armados en el teatro de la guerra, Bogotá, enero de 2003.

[3Idem

[4O’Quist Paul. Violencia, política y conflicto, Banco Popular, 1976.

[5[[Masse, Frederic.Guerra civil en Colombia, en, Coyuntura política, Revista, No 18, Corporación Diálogo Democrático, mayo de 2002, págs.21-23.

[6Vélez, Humberto. El Conflicto político armado en Colombia. Negociación o Guerra, Edit. Universidad del Valle, Cali 1998.

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