Accueil > Notre Amérique > Frère Indigène > Nahuas demandan territorio
Recorriendo una fina línea entre dos mundos, grupo indígena recientemente asentado busca título de sus tierras ancestrales. Curaca nahua José Dispupidiwa Wasi hizo un largo viaje para reclamar tierras amazónicas Shinai Serjali
Por Barbara J. Fraser
Noticias Aliadas, 6 Enero 2004
Tomó una semana a José Dispupidiwa Wasi viajar desde su comunidad hasta Lima, capital de la nación. Dispupidiwa Wasi es el curaca o jefe tradicional de la comunidad nahua de Serjali, en lo profundo de la selva centrooriental del Perú. Con otras cuatro autoridades de su comunidad, hizo un penoso viaje -unos cinco días por río y dos para cruzar los Andes en bus- para buscar el título de las tierras ancestrales de su pueblo.
El viaje siguió a cartas que los líderes nahuas enviaron a las autoridades hace unos meses. "Esperábamos y esperábamos una respuesta, pero nunca llegó", dijo Jader Flore Gómez, presidente de la comunidad de Serjali.
Aunque los nahuas y otros grupos seminómadas suelen ser llamados pueblos "no contactados", el término es inapropiado. La mayoría ha tenido algún contacto con el mundo exterior, particularmente con taladores o trabajadores de empresas petroleras. Víctimas de abuso o de enfermedades para las que no tenían resistencias, huyeron a lo profundo de los bosques, haciendo más precaria aún su existencia.
Debido a que rehuyen el contacto con gente del exterior, no hay estadísticas completamente confiables sobre estos grupos. Pero con base en informes de antropólogos y trabajadores de salud, así como información de taladores y otros que han tenido encuentros con ellos, se estima que hay entre 10 y 15 grupos en varias partes del bosque tropical peruano.
Sin embargo, incluso el "aislamiento" es relativo. Durante la bonanza del caucho a inicios del siglo XX, muchos pueblos indígenas en la Amazonia fueron virtualmente esclavizados por aventureros y barones del caucho. Décadas después, cuando el gigante petrolero Shell empezó a trabajar en la extracción del gas de Camisea (NA, Oct. 8, 2003), cerca del río Urubamba, en los años 80, sus trabajadores informaron de contactos con pueblos indígenas nómadas. Las carreteras y senderos abiertos por la empresa permitieron también a taladores y colones ingresar a la zona, trayendo enfermedades -algunas tan simples como la gripe o el resfrío- para las que el pueblo nahua, también conocido como yoras, no tenían resistencia.
El resultado, según Vladimir Pinto, de la Asociación Pro Derechos Humanos, con sede en Lima, fue " prácticamente un genocidio ". Expertos estiman que entre 40% y 70% de los nahuas murieron.
En un esfuerzo por evitar desastres similares, en 1990 el gobierno estableció la Reserva Nahua-Kugapakori para proteger a los pueblos nómadas que vivían en aislamiento y a los que se encontraban en las etapas iniciales de contacto. Con sus grupos familiares diezmados, muchos de los nahuas sobrevivientes se asentaron, estableciendo la comunidad de Serjali en el río del mismo nombre en el departamento centrooriental de Ucayali.
La reserva, que es administrada por el gobierno, pretendía ser transitoria, para brindar protección hasta que los grupos indígenas que vivieran dentro de sus límites establecieran asentamientos y reclamaran los títulos de sus propios territorios. Las 260 familias que viven en Serjali son las primeras en hacerlo. Durante su visita a Lima a mediados de noviembre, los líderes de la comunidad pidieron la titulación de 180,000 Ha, casi 40% de la reserva de 457,435 Ha.
Esto en sí mismo crea un dilema.
"Lo que nos preocupa es que esto significa la disolución de la reserva en un momento muy crítico donde hay diversas presiones para los indígenas que habitan allí", dijo Pinto.
Varios otros grupos -entre ellos otros nahuas, algunos nantis y posiblemente un grupo de familias machiguengas- viven todavía una vida nómada dentro de la reserva. No está claro si sus andanzas los llevan a las tierras que reclaman los habitantes de Serjali, dijo Pinto. Si lo hacen, otorgar títulos por estas tierras podría constituir una infracción a sus derechos.
"Lo de los nahuas es una situación muy particular y luego de un proceso traumático de contacto. No podemos olvidar ese antecedente y simplemente decir que son un pueblo que quiere la titulación. Su derecho está y hay que canalizarlo, pero busquemos la manera de que eso no afecte al resto de los pueblos de la reserva", dijo Pinto.
El Perú ha asignado cinco reservas a los pueblos indígenas nómadas. Como éstas están protegidas, a menudo constituyen el último bastión de la caoba de valor comercial. El resultado es que son atractivas para los taladores que ingresan en las zonas ilegalmente. Para agosto del 2001, según informes, 16 grupos de taladores ilegales estaban trabajando dentro de la tierra que los nahuas reclaman como su territorio. Para junio del 2002, los taladores habían cortado 600,000 pies³ de caoba y cedro, según Shinai Serjali, organización no gubernamental que trabaja con los nahuas de Serjali.
Durante su visita a Lima, los líderes de la comunidad pidieron también que el Instituto Nacional de Recursos Naturales (INRENA) controle la tala ilegal en la reserva y les dé el derecho a vender madera extraída ilegalmente que haya sido decomisada por INRENA. No recibieron una respuesta inmediata.
Una cuestión espinosa fue su solicitud de que se les permita cortar árboles selectivamente dentro de la reserva en la tierra que reclaman como su territorio. Excepto por Camisea, el uso comercial de los recursos naturales en la reserva está prohibido actualmente. A algunos observadores les preocupa que si se permite a los nahuas cortar y vender madera, podría sentarse un precedente para la depredación de recursos naturales en otras zonas protegidas.