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29 mai 2009

Michel Foucault, Julien Coupat y Francia hoy.

La prolongación de mi detención es una pequeña venganza.
(Título original )

 

A continuación, las respuestas de Julien Coupat a las preguntas que le hicimos por escrito. Inculpado el 15 de noviembre del 2008 por "terrorismo" junto con otras ocho personas, interpeladas en Tarnac (Corrèze) y París. Es sospechoso de haber saboteado las catenarias de la S.N.C.F. (Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses). Es el único que todavía sigue encarcelado. (Pidió que pusiéramos algunas palabras en cursiva.)

Par Isabelle Mandraud et Caroline Monnot
Le Monde
. Francia, 26 de mayo de 2009.

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¿Cómo vive su encarcelamiento ?

Muy bien, gracias. Hago flexiones, corro, leo.

¿Puede recordarnos en qué circunstancias fue detenido ?

Un grupo de jóvenes encapuchados y armados hasta los dientes se introdujo en nuestra casa por la fuerza. Nos amenazaron, nos esposaron y nos llevaron con ellos no sin antes haber arrasado con todo. Nos secuestraron a bordo de potentes bólidos que iban por la autopista a más de 170 km. por hora. En sus conversaciones citaban con frecuencia a un tal señor Marion [ex jefe de la policía antiterrorista] con cuyas hazañas viriles se divertían, como por ejemplo la que consistía en abofetear alegremente a un colega en medio de una reunión de despedida. Nos tuvieron secuestrados durante cuatro días en una de sus "cárceles del pueblo" asediándonos con preguntas en las que lo absurdo le hacía la competencia a lo obsceno.

El que parecía ser el jefe de la operación se disculpaba vagamente por todo ese circo explicando que la culpa era de los "servicios", en altas esferas, en donde se agitaba toda clase de gente en nuestra contra. Hasta la fecha, mis secuestradores andan todavía sueltos. Además, ciertos hechos recientes indicarían que aún siguen causando estragos con total impunidad.

Los sabotajes de las catenarias de la S.N.C.F. [Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses] fueron reivindicados en Alemania ¿qué dice usted de eso ?

Cuando nos detuvieron, la policía francesa ya tenía en su posesión el comunicado que reivindicaba, además de los sabotajes que quieren atribuirnos, otras acciones realizadas simultáneamente en Alemania. Este pasquín presenta numerosos inconvenientes : fue echado al correo en Hannover, fue redactado en alemán y fue enviado exclusivamente a periódicos del otro lado del Rin, pero sobre todo, no concuerda con la fábula mediática sobre nosotros, la de un grupúsculo de fanáticos que atenta contra el corazón del Estado colocando tres pedazos de hierro en las catenarias. Por lo tanto, se esmerarán en no mencionar demasiado ese comunicado, ni durante el proceso, ni en la farsa divulgada al público.

Claro que el sabotaje de las líneas ferroviarias perdería buena parte de su halo de misterio : simplemente, se trató de una protesta contra el transporte por vía férrea hacia Alemania de desechos nucleares ultra radioactivos y al mismo tiempo, de denunciar la gran estafa de la "crisis". El comunicado termina con el muy usual S.N.C.F. "se agradece a los pasajeros de los trenes afectados por su comprensión". ¡Qué tacto el de estos "terroristas" !

¿Se identifica con las denominaciones de "movimiento anarco-autónomo" y "ultra-izquierda" ?

Permítame que comience con un poco de retrospectiva. En Francia, en la actualidad, vivimos el fin de un período de parálisis histórica cuyo acto fundacional fue el del acuerdo entre gaullistas y estalinistas en 1945, para desarmar al pueblo con el pretexto de "evitar una guerra civil". Los términos de ese pacto se podrían formular, para ir más rápidamente, de la siguiente manera : mientras que la derecha renunciaba a su tendencia abiertamente fascista, la izquierda en su conjunto abandonaba toda perspectiva seria de revolución.

La ventaja con la que juega y de la que goza, desde hace cuatro años, la pandilla sarkozista, es la de haber tomado la iniciativa de romper con ese pacto, unilateralmente, reanudando "sin complejos" con los clásicos puramente reaccionarios - en lo que se refiere a enfermos mentales, religión, Occidente, África, trabajo, historia de Francia o identidad nacional.

Ante este poder en guerra que se atreve a pensar estratégicamente y que divide el mundo en amigos, enemigos y multitudes despreciables, la izquierda permanece paralizada. Es demasiado cobarde, está demasiado comprometida para oponer la más mínima resistencia a un poder al que no se atreve a tratar como si fuera un enemigo y que le arrebata, uno a uno, sus más astutos componentes. En cuanto a la extrema izquierda estilo Besancenot, cualesquiera que fueran sus resultados electorales e incluso, superando su condición de grupúsculo en la que vegeta desde siempre, ésta no tiene una perspectiva más atractiva que la de ofrecer la grisácea opción soviética apenas retocada en Photoshop. No tiene otro futuro que el de decepcionar.

Por lo tanto, en la esfera de la representación política, el poder establecido no tiene por qué temerle a nadie. Y con seguridad, no serán esas burocracias sindicales, más vendidas que nunca, las que van a molestarlo, ellas, que bailan con el gobierno desde hace dos años un ballet extremadamente obsceno. En estas condiciones, la única fuerza capaz de oponerse a la banda sarkozista, su auténtico enemigo en este país, es la calle, la calle y sus viejas tendencias revolucionarias. Sólo ella, durante los disturbios que tuvieron lugar después de la segunda vuelta del ritual plebiscitario de mayo del 2007, supo ubicarse, por un tiempo, a la altura de la situación. Ella sola, en las Antillas o en las recientes tomas de empresas o universidades supo hacer que se escuchase otro lenguaje.

Este escueto análisis del teatro de operaciones se ha debido imponer desde muy temprano dado que los servicios de inteligencia ya hacían publicar en junio de 2007, bajo la pluma de periodistas a sus órdenes (y especialmente en Le Monde) los primeros artículos revelando el terrible peligro al que los "anarco-autónomos" expondrían al conjunto de la sociedad. Se les atribuía, para comenzar, la organización de los disturbios espontáneos que "saludaron el triunfo electoral" del nuevo presidente en numerosas ciudades.

Con esta fábula sobre los "anarco-autónomos" se diseñó el perfil de la amenaza, a la que dócilmente la ministra del interior se ocupó de darle forma con detenciones apuntadas y redadas mediáticas, para ponerle cara y ojos a la amenaza. Cuando ya no se logra contener lo que se desborda, aún se le puede encasillar a uno y encarcelarlo. Ahora bien, la casilla del "activista callejero" en la que a partir de ahora se coloca aleatoriamente a los obreros de Clairoix, a los jóvenes de los suburbios, a los estudiantes que toman las universidades y a los manifestantes anti-cumbres, y que siempre demuestra su eficacia en la gestión corriente de la pacificación social, permite la criminalización de los actos pero no de las vidas. Y es la clara intención del nuevo poder la de combatir al enemigo como tal sin esperar que éste se exprese. Tal es la vocación de estas nuevas categorías de la represión.

Finalmente, poco importa que en Francia no haya nadie que se reconozca "anarco-autónomo" ni que la ultra-izquierda sea una corriente política que tuvo su período de gloria en los años 1920 y que luego jamás haya producido otra cosa a no ser esos inofensivos volúmenes de marxología. Además, el reciente éxito del término "ultra-izquierda" que le permitió a algunos periodistas apresurados catalogar con facilidad a los activistas griegos de diciembre pasado, mucho se debe al hecho de que nadie sabe lo que fue la ultra-izquierda y ni siquiera que alguna vez existió.

A estas alturas y en previsión de los desbordamientos que no harán más que sistematizarse ante las provocaciones de una oligarquía mundial y francesa acorralada, la utilidad policíaca de estas categorías pronto ya no debería ser objeto de debate. Sin embargo, no se puede predecir cuál de las dos, "anarco-autonomía" o "ultra-izquierda", recibirá finalmente los favores del Gran Espectáculo, con lo que se intentará relegar a la categoría de lo inexplicable una rebelión del todo justificada.

La policía lo considera como el jefe de un grupo a punto de caer en el terrorismo. ¿Cuál es su opinión ?

Una alegación tan patética sólo puede provenir de un régimen a punto de caer al vacío.

¿Qué significa para usted la palabra "terrorismo" ?

Nada que nos permita explicar por qué el departamento argelino de inteligencia y seguridad, sospechoso de haber orquestado, con conocimiento de la D.S.T. [Dirección de la Seguridad del Territorio francés], la ola de atentados de 1995, no figura en la lista de las organizaciones terroristas internacionales. Tampoco nada que nos permita explicar la súbita transmutación del "terrorista" en héroe de la Liberación, en socio con el que se pudo tratar en los Acuerdos de Evián, y en la actualidad, a la merced de los últimos virajes de la doctrina estratégica estadounidense, en policía iraquí o "talibán moderado".

Nada, a no ser la soberanía. Es soberano, en este mundo, aquél que designa al terrorista. Quien se niegue a sacar tajada de esta soberanía se abstendrá de responder a su pregunta. Quien de ella codicie algunas migajas, reaccionará rápidamente. A quien no se atragante con su propia mala fe le parecerá bastante instructivo el caso de esos dos ex "terroristas" convertidos : uno en primer ministro de Israel, el otro en presidente de la Autoridad Palestina y para colmo, ambos habiendo recibido el Premio Nobel de la paz.

La confusión que planea sobre el término de "terrorismo" y la imposibilidad manifiesta de definirlo no dependen de ningún vacío temporal en la legislación francesa : están en la base de algo que sí se puede definir muy bien : el antiterrorismo, y son, en realidad, el fundamento de su funcionamiento. El antiterrorismo es una técnica de gobierno que tiene sus raíces en el antiguo arte de la contra-insurrección, de la guerra llamada, para quedar bien, "psicológica".

El antiterrorismo, al contrario de lo que ese término quisiera significar, no es una forma de lucha contra el terrorismo, es el método por el cual se genera, positivamente, al enemigo político como terrorista. Se trata, a través de un gran alarde de provocaciones, de infiltraciones, de propaganda, a través de toda una ciencia de la manipulación mediática, de la "acción psicológica", de la fabricación de pruebas y crímenes, y también, por medio de la fusión de lo policial y lo judicial, de aniquilar la "amenaza subversiva" vinculando, en el seno de la población, el enemigo interior, el enemigo político, a la afección emocional del terror.

En la guerra moderna, lo esencial es esta "batalla de corazones y mentes" en la que todos los golpes son permitidos. Aquí el procedimiento elemental es invariable : individuar al enemigo con el fin de separarlo del pueblo y de la razón común, mostrarlo ataviado de monstruo, difamarlo, humillarlo en público, incitar a los más viles a que lo cubran de escupitajos e instigarlos al odio. « La ley debe ser utilizada simplemente como un arma más del arsenal del gobierno y en dicho caso, no representa nada más que una cobertura de propaganda para deshacerse de los miembros indeseables de la población. Para su mejor eficacia, sería conveniente que las actividades de los servicios judiciales estén vinculadas lo más discretamente posible al esfuerzo de guerra », así aconsejaba ya en 1971, el brigadier Frank Kitson (general retirado del ejército británico, teórico de la guerra anti-insurreccional), que de eso sabía bastante.

Por una vez, en nuestro caso el antiterrorismo fracasó. En Francia, la gente no está preparada para dejarse aterrorizar por nosotros. La prolongación de mi detención por un período "razonable" es una pequeña venganza, bastante comprensible dado las medios movilizados y la magnitud del fracaso ; como también es comprensible el ensañamiento un tanto mezquino de los "servicios", desde el 11 de noviembre, en adjudicarnos, por medio de la prensa, las fechorías más caprichosas, o que se espíe hasta el último de nuestros compañeros. ¿Qué influencia tiene esta lógica de represalias sobre la institución policial y sobre el corazoncito de los jueces ?, es lo que habrán tenido el mérito de revelar, en estos últimos tiempos, los arrestos acompasados de los "allegados de Julien Coupat".

Claro que con en este asunto algunos se juegan una parte importante de sus lamentables carreras, como Alain Bauer (criminólogo) y otros, la inauguración de sus nuevos servicios, como el pobre señor Squarcini (director general de inteligencia del ministerio del interior), y otros aun, la credibilidad que nunca tuvieron y que jamás tendrán, como Michèle Alliot-Marie.

Usted proviene de un ambiente acomodado lo que podría haberlo orientado hacia otra dirección …

"Hay plebe en todas las clases" (Hegel).

Y, ¿por qué Tarnac ?

Vayan y comprenderán. Si no comprenden, me temo que nadie podrá explicárselo.

¿Cómo se define usted ? ¿Como un intelectual ? ¿Como un filósofo ?

La filosofía nace como el duelo parlanchín del saber originario. Platón ya consideraba la palabra de Heráclito como proveniente de un mundo caduco. En este período de intelectualidad difusa, no se vislumbra lo que podría caracterizar al "intelectual", de no ser la amplitud del abismo existente entre su facultad de pensar y su aptitud para vivir. En realidad, éstas son pobres denominaciones. Pero ¿exactamente ante quién habría que definirse ?

¿Es usted el autor de la obra La insurrección que llega ?

Éste es el aspecto más extraordinario de este proceso : un libro, en su totalidad, ha sido incluido en el legajo de la instrucción, los interrogatorios en los que se intenta hacerte decir que vives de acuerdo con lo que está escrito, que te manifiestas como lo preconiza La insurrección que llega, que saboteas las líneas de ferrocarril para conmemorar el golpe de Estado bolchevique de octubre de 1917, puesto que se menciona en La insurrección que llega, y los servicios antiterroristas que convocan al editor.

Si hacemos memoria, en Francia no se había visto, desde hace bastante tiempo, que el poder sienta temor a causa de un libro. En realidad, la costumbre era la de considerar que siempre y cuando los izquierdistas estuvieran ocupados escribiendo, por lo menos, no harían la revolución. Los tiempos han cambiado, sin lugar a dudas. La seriedad histórica está de vuelta.

Lo que fundamenta la acusación de terrorismo, en lo que nos atañe, es la sospecha de que existe coincidencia entre el pensamiento que uno tiene y la vida que uno lleva ; es lo que conforma a la asociación de malhechores, es esa sospecha de que la coincidencia no se limitaría al heroísmo individual sino que sería objeto de una atención colectiva. Negativamente, esto significa que no se sospecha que ninguno de los que firman con su nombre tantas críticas feroces del sistema establecido ponga en práctica la más mínima de sus firmes resoluciones ; la injuria es descomunal. Por desgracia, no soy el autor de La insurrección que llega - y en realidad, todo este asunto debería terminar de convencernos del carácter esencialmente policíaco de la función del "autor".

En cambio, soy un lector de esa obra. Volviéndola a leer, hace apenas una semana, entendí mejor la rabia histérica con la que desde las altas esferas se persigue a sus presuntos autores. El escándalo de este libro consiste en que todo lo que contiene es rigurosa y catastróficamente fiel, lo que no deja de verificarse cada día un poco más. Porque lo que se verifica bajo el aspecto exterior de una "crisis económica", de un "derrumbamiento de la confianza", de un "rechazo masivo de las clases dirigentes", es justamente el fin de una civilización, la implosión de un paradigma : el del gobierno que solucionaba todo en Occidente - la relación de los seres consigo mismos como también el orden político, la religión o la organización de las empresas. Hay, en todos los niveles del presente, una gigantesca pérdida de control para la que ningún curanderismo policíaco podrá ofrecer remedio.

Y no es atravesándonos con penas carcelarias, vigilancia puntillosa, controles judiciales y prohibición de comunicar, y argumentando que seríamos los autores de esa lúcida constatación, que hará que lo constatado se desvanezca. Lo propio de las verdades es que, apenas formuladas, abandonan a aquéllos que las formularon. Gobernantes, no les habrá servido de nada el llevarnos a juicio, todo lo contrario.

Usted está leyendo Vigilar y castigar de Michel Foucault. ¿Este análisis le parece todavía válido ?

La prisión es justamente el sucio secretito de la sociedad francesa, la clave, y no la frontera de los vínculos sociales más presentables. Lo que se concentra en ella forma un todo compacto, no se trata de ese montón de bárbaros asalvajados, como se complacen en hacérnoslo creer, sino más bien del conjunto de disciplinas que traman, en el exterior, esa existencia llamada "normal". Celadores, comedor, partidos de fútbol en el patio, horarios, divisiones, camaradería, pelotera, fealdad de las instalaciones : hay que haber estado en prisión para darse cuenta de lo que la escuela, la inocente escuela de la República, contiene, por ejemplo, de carcelario.

Considerada desde este ángulo inexpugnable, no es la prisión la que constituiría una guarida para los fracasados de la sociedad sino que es la sociedad actual la que se presenta como una prisión fracasada. La misma organización de la separación, la misma administración de la miseria por medio del shit, de la televisión, del deporte y la pornografía reina en todas partes en otros lugares, seguramente con menos metodología. Para terminar, estos altos muros sólo ocultan a las miradas esa verdad de una banalidad explosiva : son vidas y almas similares en todos los aspectos que deambulan por un lado y por el otro de esos alambres de púas, y a causa de ellos.

Si se buscan con tanta avidez los testimonios "del interior" que revelen al fin los secretos que la prisión encierra, es para mejor ocultarles a ustedes el secreto que ésta representa : el de la servidumbre de ustedes, a ustedes, que son reconocidos como libres mientras que la amenaza pesa invisiblemente sobre cada uno de sus gestos.

Toda la virtuosa indignación que rodea la negrura de las celdas francesas y sus repetidos suicidios, toda la grosera contra-propaganda de la administración penitenciaria que pone en escena, ante las cámaras, a los matones dedicados al bienestar del detenido y a los directores de cárcel atentos al "sentido de la pena", en fin : todo ese debate sobre el horror del encarcelamiento y la necesaria humanización de la detención es tan antiguo como la prisión misma. Incluso forma parte de su eficacia, permitiendo que se combine el terror, que la prisión tiene la obligación de inspirar, con su estatus hipócrita de castigo "civilizado". El pequeño sistema de espionaje, de humillación y devastación que el Estado francés instala, más fanáticamente que ningún otro Estado en Europa, alrededor del detenido, no representa ni siquiera un escándalo. El Estado lo paga cada día multiplicado por cien en los suburbios, y con toda evidencia, se trata sólo de un comienzo : la venganza constituye la higiene de la plebe.

Pero la más notable impostura del sistema judicial-penitenciario es sin duda la de pretender que éste existe para castigar a los culpables cuando en realidad no hace más que gestionar ilegalidades. Cualquier patrón - y no sólo el de Total -, cualquier presidente de un Concejo general - y no sólo el de Hauts-de-Seine -, cualquier policía, sabe la cantidad de ilegalidades que se necesita para poder ejercer correctamente su oficio. En la actualidad, el caos que reina en lo legal es tal, que hacen bien en no intentar hacer respetar demasiado las leyes, y los estupas, ellos también hacen bien en solamente regular el tráfico en vez de reprimirlo, lo cual constituiría un suicidio social y político.

La línea divisoria no pasa entonces, como lo desearía la ficción judicial, entre lo legal y lo ilegal, entre los inocentes y los criminales, sino entre los criminales a los que se juzga oportuno demandar y aquéllos a los que se deja en paz como lo requiere la policía general : la sociedad. La raza de los inocentes se extinguió hace tiempo, y la pena no es a lo que nos condena la justicia : la pena es la justicia en sí, para mis compañeros y para mí, no se trata de ninguna manera de "clamar nuestra inocencia", como lo ha afirmado una y otra vez la prensa, dejándose llevar por la corriente, sino de derrotar la arriesgada ofensiva política que constituye este repugnante proceso. Éstas son algunas de las conclusiones por las que mi mente me incita a leer de nuevo Vigilar y castigar en la Santé. Y no estaría de más el sugerir, dado lo que los foucaultianos han estado haciendo con la obra de Foucault desde hace veinte años, que los envíen aquí, en pensión, durante algún tiempo.

¿Cómo interpreta lo que le sucede ?

Desengáñense : lo que nos sucede a mis compañeros y a mí les sucede también a ustedes. Ésta es, por otra parte, la primera mistificación del poder : nueve personas serían inculpadas en el marco de un procedimiento judicial "de asociación de malhechores con fines terroristas" y deberían sentirse especialmente afectadas por esta grave acusación. Pero no, no existe el "caso Tarnac", como tampoco existe el "caso Coupat" o el "caso Hazan" [el editor de La insurrección que llega]. Lo que existe es una oligarquía vacilante desde cualquier punto de vista, y que se vuelve feroz, como cualquier poder, cuando se siente realmente amenazada. El Príncipe ya no tiene otro sostén que el miedo que inspira cuando su figura sólo despierta odio y desprecio en el pueblo.

Nos encontramos ante una bifurcación a la vez histórica y metafísica : o bien pasamos de este paradigma de gobierno a un paradigma que consistiría en investirlo a través de una rebelión cruel, aunque conmovedora, o bien dejamos que se instaure, a escala planetaria, este desastre climatizado en el que coexisten, bajo la férula de una gestión "desacomplejada", una élite imperial de ciudadanos y masas plebeyas mantenidas al margen de todo. Entonces, indiscutiblemente existe una guerra, una guerra entre los beneficiarios de la catástrofe y los que se hacen una idea menos escuálida de la vida. Nunca se ha visto que una clase dominante se suicide de buena gana.

La rebelión tiene condiciones pero no tiene causa. ¿Cuántos ministerios de la Identidad Nacional serán necesarios, cuántos despidos al estilo Continental, redadas de indocumentados u opositores políticos, cuántos jóvenes de los suburbios machacados por la policía, o ministros amenazando con privar de sus diplomas a los que todavía se atreven a tomar las universidades, para determinar que un régimen de este tipo, aun instaurado por un plebiscito en apariencia democrático, no tiene ningún derecho de existir y sólo merece ser derrocado. Es una cuestión de sensibilidad.

La servidumbre es eso que es intolerable y que puede ser infinitamente tolerado. Porque es una cuestión de sensibilidad y que este tipo de sensibilidad es directamente política (no es que uno se pregunte "¿a quién voy a votar ?", sino "¿mi vida es compatible con esto ?"), para el poder se trata de un problema de anestesiología que resuelve por medio de la administración de dosis cada vez más masivas de diversión, de miedo y de estupidez. Y allí donde la anestesia ya no produce efecto, este orden, que acumuló en su contra todas las razones para que uno se subleve, intenta disuadirnos por medio del terror afinado.

Nosotros, mis compañeros y yo, somos sólo una variable de este ajuste. Somos sospechosos, como tantos otros, como tantos "jóvenes", como tantas "bandas", de insolidarizarnos de un mundo que se derrumba. Y a propósito de este único punto no se nos miente. Por suerte, la pandilla de estafadores, impostores, industriales, financieros y jovencitas, toda esa corte de Mazarin bajo neurolépticos, de Louis Napoleón en versión Disney, de Fouché el domingo, que por el momento dirige el país, carece del más elemental sentido de la dialéctica.

Con cada paso que dan hacia el control de todo más se aproximan a su pérdida. Cada nueva "victoria" de la que se jactan propaga un poco más ampliamente el deseo de verlos a su vez derrotados. Cada maniobra con la que se imaginan consolidar su poder hace que se los odie más. En otras palabras : la situación es excelente. No es el momento de desanimarse.

Traducido por : Marina Almeida y Francisco Lara.

 Julien Coupat fue puesto en libertad condicional el 28 de mayo de 2009 o sea, dos días después de la publicación de esta entrevista en el diario Le Monde

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