Portada del sitio > Los Primos > Ecuador > Metamorfosis de la derecha ecuatoriana después de la derrota electoral
Por Kintto Lucas
Serpal. España, 27 de noviembre de 2007
En Ecuador, después de las elecciones del pasado 30 de septiembre muchos creen que la derecha fue definitivamente derrotada. Sin embargo, es importante reflexionar si eso realmente ocurrió, o solo se está procesando una transformación de la derecha ecuatoriana para poder sobrevivir y apostar con mejores posibilidades en el futuro.
Me atrevo a pensar que se está produciendo una metamorfosis, un cambio de piel, y ha surgido una nueva derecha con los mismos principios económicos de la vieja, pero con una cara más "vistosa" y un discurso "renovado". La nueva derecha habla de participación ciudadana, respeto a la diversidad, y hasta puede estar de acuerdo con la despenalización del aborto, a veces incluso se disfraza de izquierda.
Para esta nueva derecha, la participación ciudadana es individual, lejos del colectivo. El respeto a la diversidad se basa en la domesticación del "otro", lejos de la rebeldía. La ciudadanía es una idea aislada, casi abstracta, lejos de toda organización. El movimiento político es un ente vacío, quieto, pensado en singular no en plural. La libertad es el mercado, por lo tanto se puede comprar y vender. La solidaridad es sinónima de caridad. La igualdad es una teletón en la que se donan las sobras del almuerzo. La inclusión social es una tarjeta de UNICEF en el escritorio, o una alcancía en el banco y otra en el supermercado. La equidad es un celular con tarjeta de 3 dólares incluida. La participación un hecho burocrático. El gobierno, una forma de dinamizar la burocracia para que sobreviva como burocracia, no para la ruptura.
En el ámbito internacional el francés Nicolás Sarkozy, el venezolano Raúl Baduel y el argentino Mauricio Macri, son algunos nombres de esa nueva derecha. Aznar y Juan Carlos (al que algunos llaman rey) les gustaría ser considerados dentro del nuevo grupo selecto, pero huelen a moho para serlo.
A nivel nacional; Eduardo Maruri, Mae Montaño y Antonio Ricaurte, aunque insignificantes por el momento, son solo parte de la cara bonita de la nueva derecha, que también tiene su expresión en ciertos rostros de Acuerdo País. Jaime Nebot, imitando a Aznar, intenta ponerse una guayabera nueva, pero está demasiado amarillenta y necesita demasiado cloro para blanquearla.
La privatización de los aeropuertos, los puertos, la educación, la salud, la seguridad social, las carreteras, la telefonía, la electricidad e inclusive el agua (como establece la Constitución del CONESUP), disfrazada claro está de concesión o supuesta empresa de economía mixta; es ejemplo de una mirada económica que coloca el lucro privado por encima del bien público, la desigualdad por encima de la equidad, la dominación de clase como ejemplo de tolerancia, el diálogo como parte de la sumisión.
La reivindicación de la ciudadanía, el rechazo a los partidos, el discurso de la eficiencia como un fin en sí mismo, el combate a la corrupción desligado de las relaciones sociales, la estructura política y social como empresa y el cambio como eslogan y maquillaje, son parte de un discurso tan nuevo como el modelo neoliberal.
El retroceso del "consenso de Washington", norma imperial que articulaba y determinaba las estructuras del dominio capitalista, aporta en el retroceso de la derecha, pero no representa su caída. Ni en Ecuador, ni en América Latina, ni en el mundo.
El 30 de septiembre fue derrotada una derecha (también una izquierda), pero no la derecha como tal. La derecha tiene mayor capacidad que la izquierda de adaptarse al terreno de juego, de confundirse en la selva de los conceptos, de sobrevivir para perpetuar el capitalismo. Como el camaleón, la derecha cambia de colores según la ocasión, porque la sobrevivencia de las estructuras capitalistas así lo exige.
En Ecuador, ese cambio de color es contrarrestado por la sagacidad de Rafael Correa, quien sabe cuestionar el neoliberalismo desde lo simbólico y atacando uno de sus elementos más importantes, la privatización. De esa forma coloca en el imaginario colectivo la necesidad de que un puente o un aeropuerto respondan al bien común, sabiendo de antemano que eso nunca ocurrirá mediante la privatización o sea la concesión, porque la privatización solo puede responder al lucro, al usufructo del Estado por parte de los grupos de poder.
Cuando el presidente habla de atraco en la concesión de los aeropuertos de Quito y Guayaquil, se refiere claramente a que el modelo de concesión establecido, o sea de privatización, es un atraco al Estado, por lo tanto a la comunidad. Entonces obliga a que los indefinidos por convicción y los indefinidos por oportunismo se definan. De esa forma, el presidente comienza a colocar una línea divisoria entre izquierda y derecha.
Mientras la derecha puede cuestionar la concesión de un aeropuerto poniendo énfasis en procedimientos, formas, posibles errores técnicos, o cierta eventual corrupción, la izquierda cuestiona el modelo y marca la diferencia entre una mirada y otra.
Otro ejemplo de la metamorfosis está en el discurso. La derecha sabe cambiar las palabras pero no el sentido de lo que quiere decir con éstas. Entonces, puede pasar de la "economía social de mercado" como establece la Constitución neoliberal de 1998, a la "economía solidaria de mercado" como establece la propuesta de Constitución elaborada por la mayoría de la comisión integrada por el CONESUP (Consejo Nacional de Educación Superior) a pedido del gobierno.
Hablar de "economía solidaria de mercado", como propone la "Constitución" del CONESUP, es un contrasentido porque el mercado por si mismo no es solidario. Hablar de economía solidaria de mercado es lo mismo que hablar de "economía social de mercado", o "economía socialista de mercado", o "economía fraterna de mercado" o "economía revolucionaria de mercado", o "economía ciudadana de mercado", o sea un cuento más.
En una Constitución progresista, que es la más cercana a la izquierda pero no revolucionaria ni nada que se le parezca, no se puede dar preponderancia a la economía de mercado, así esté disfrazada de "social", de "solidaria", de "fraterna" o de "revolucionaria". En una economía solidaria, el mercado y el Estado están subordinados al bien común.
Desde la Comuna de París, la derecha tiene una capacidad casi natural de vivir una metamorfosis permanente, e imponer a la izquierda una metamorfosis a su medida. El presidente Correa sabe que derrotó a la vieja derecha, pero sabe también que es necesario derrotar a la nueva. Sus definiciones en distintos ámbitos, irán separando las aguas, y la nueva derecha tendrá que asumir un papel más preponderante saliendo del closet en que, por el momento, se encuentra. Sus definiciones obligarán a transparentarse a la nueva derecha, incluida la que se esconde dentro de Acuerdo País. En ese momento, la metamorfosis será más evidente.