Portada del sitio > Imperio y Resistencia > Santo > Los socios del poder y los marginados de la iglesia católica argentina
Desaparecedores, desocupadores y el ex cordón industrial del Gran Rosario. De Ponce de León a la esperanza del milagro individual.
San Nicolás de los Arroyos formaba parte del centro industrial en la geografía que el poder económico diseñó entre los años cincuenta y sesenta.
Le tocó las generales de la ley del Gran Rosario.
A partir de los años setenta, la crisis del modelo fordiano hizo que las grandes plantas dejaran de ser funcionales.
En el mundo desarrollado se organizó una red estatal de seguros de desempleo y créditos a baja tasa de interés para que el proceso de reconversión industrial no fuera violento y no tenga costos sociales altos.
En América latina esto era impensable.
El estado fue cooptado a partir de 1955 en beneficio de diferentes grupos empresariales que hicieron que los créditos sirvieran para sus industrias, en forma paralela que se subsidiaba la producción o, en algunos casos, las empresas estatales se vaciaban en beneficio de los intereses particulares.
Ese tipo de estado no estaba configurado para invertir en la construcción de una red social.
La Sociedad Mixta Siderúgica Argentina, SOMISA, constiuida y pensada desde la década del cuarenta pero que recién en 1963 puso en funcionamiento a uno de sus hornos; que había dado ocupación a más de 14 mil personas y que hizo crecer a San Nicolás demográfica y económicamente; debía reconvertirse y eso significaba, privatización, ajuste y despidos.
Somisa hizo de San Nicolás una ciudad industrial.
Albergó en su seno a una de las delegaciones más poderosas de la Unión Obrera Metalúgica y, al mismo tiempo, barrios enteros de familias obreras.
En ese caldo de cultivo, surgió una pastoral que necesariamente debía acompañar el pensamiento, la vida cotidiana y los problemas de los obreros metalúrgicos.
Así lo entendió el obispo de San Nicolás, Carlos Ponce de León, quien distribuyó a sus sacerdotes por los distintos barrios de la ciudad.
Aunque no estaba enrolado en el Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo, Ponce de León creía en un magisterio encarnado en la clase trabajadora.
Carlos Ponce de León nació el 17 de marzo de 1914 en Navarro, provincia de Buenos Aires, y en 1962, fue nombrado obispo auxiliar de Salta, acompañando a monseñor Roberto Tavella. Desde allí Ponce de León se hizo lugar para ser el asesor del Sindicato del Personal Doméstico y dar asistencia a los barrios de emergencia "donde es reconocida su obra en las villas General Belgrano, María Esther, Alto Molino, El Milagro, San Antonio, 20 de Junio, General Lavalle y San José", como indica una biografía oficial difundida por el arzobispado de San Nicolás.
Ponce de León participó del Concilio Vaticano II, en Roma, y se tomó en serio sus conclusiones acerca de la necesidad de reformar la institución.
La Jerarquía al poder
Una figura surgida de la arquidiócesis rosarina, monseñor Antonio Caggiano será el principal inductor de ideas fuerzas que luego se convirtieron en el piso consciente e inconsciente del sentido común.
En forma paralela, las raíces de la institución serían conmovidas por el Concilio Vaticano II y a partir de ese momento, un espiral de contradicciones aparecerían en las sociedades del tercer mundo.
Los socios del poder y los marginados por ese mismo poder tendrían como escenario sintetizador al amplio campo de la iglesia católica argentina.
Dos referentes: Caggiano y Onganía.
El coronel Juan Francisco Guevara, que perteneció a la plana mayor del general Eduardo Lonardi, fue el mascarón de proa de un proyecto político - cultural que Rogelio García Lupo definió como "una sociedad secreta" que vinculara los empresarios católicos más poderosos, los militares y la jerarquía, a usanza de las experiencias de la derecha francesa.
Se hizo representante de Cité Catholique, el grupo de militares franceses que habían participado durante las guerras coloniales contra los pueblos de Indochina y Argelia, y luego comenzó a traducir y editar la revista Verbe, divulgando la obra del escritor francés Jean Ousset. Este hombre escribió "El marxismo leninismo" y su traducción al español correspondió a Guevara, mientras que el prólogo de la edición argentina fue producto del cardenal Antonio Caggiano, el mismo que había introducido el Opus Dei en la Argentina, en 1950, cuando fuera arzobispo de Rosario.
Ousset decía que "o la iglesia da su sentido a la sociedad o esta sociedad se ordenará en contra de ella. La neutralidad es imposible. Es imposible que una doctrina no reine sobre el Estado. Cuando no es la doctrina de la Verdad será una doctrina del error".
El arzobispo de Paraná, monseñor Adolfo Tortolo, decía que "Dios no es neutral. Aprueba o desaprueba; en él no cabe tercera posición. Nadie puede servir a dos señores".
Era el anticipo de la alianza del poder profundo.
Lo dijo el 23 de agosto de 1963.Cinco años después, Tortolo se convertiría en el vicario castrense, reemplazando en el puesto, nada menos que a Antonio Caggiano. Sería vicario hasta 1981. Sus arengas serían la justificación ideológica de la dictadura más sangrienta de la historia argentina.
En forma simultánea, Cité Catholique argentina y la Obra de Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey, surgieron en el país.
Tres generales participaron de aquel origen: Eduardo Señorans, Franciso Imaz y Eduardo Conessa. Comenzaron a desarrollarse los encuentros de adoctrinamiento, los llamados cursillos de cristiandad en los que participaron militares en actividad, entre ellos el general Alejandro Lanusse. En 1966, el general Onganía comenzó a formar parte de estos cursillos.
Rogelio García Lupo describió la influencia de tal partido secreto: "el primer gabinete ministerial de Onganía se constituyó básicamente con los hombres de Cité Catholique, a la que pertenecían, por lo menos, cuatro ministros: el de economía, Jorge Salimei, representante de capitales eclesiásticos y empresario que había dado empleo durante años a los generales Señorans y Conessa; el de Bienestar Social, Roberto Petracca, un industrial del vidrio que falleció poco tiempo después; el de promoción y asistencia a la Comunidad, Roberto Gorostiaga, que renunció al cabo de algunos meses, y el de Interior, Enrique Martínez Paz, miembro notorio de la Hermandad del Santo Viático, una organización católica cuyos miembros pueden administrar los sacramentos a un moribundo si no hay un sacerdote cerca".
Entre 1964 y 1967, se concretaron 49 retiros espirituales o cursillos, con presencia mayoritaria de personas provenientes de Córdoba. Para Lupo, "el cónclave de 1966 liquidó el gobierno de Illia; el de 1967, a los hermanos Alsogaray".
En el notable libro de Tomás Abraham, "Historias de la Argentina Deseada", el filósofo titula a la época del onganiato como "introducción a la vida fascista".
"En el año 1966 llega al poder en nuestro país un grupo dirigente sembrado de intelectuales de buen nivel... Eran claros en el sentido de que había un acuerdo sobre lo que debía ser la república, una ciudad católica. Oscuros porque no constituyeron un movimiento con un líder doctrinario, uno que agrupase en un movimiento las diferentes tendencias. Onganía era un líder político en busca de una doctrina nacional y católica aplicable al momento histórico de nuestro país", y Abraham es más contundente: "nada de lo que ocurrió en el Proceso hubiera sido posible sin la meticulosa preparación ideológica y cultural de la conocida Revolución Argentina".
Caggiano pontificó: "Estamos en plena lucha y no acabamos de persuadirnos de que se trata de lucha a muerte organizada y dirigida con inteligencia y sin frenos morales, llevada con decisión y sin rehuir medios de conquista...el marxista parte del supuesto de que el hombre es sólo materia y de que su origen obedece a un principio casual. Algún día demostrable por el cálculo de probabilidades, lógico es pensar en la evolución permanente indefinida de ese ser natural, centro del universo, dios de si mismo, artífice de su destino a la par que su propia víctima: que puede y debe ser sacrificada cuantas veces convenga a ese horrible Saturno que en vez de devorar a sus hijos, se devora a si mismos sin saciarse ni arrepentirse, porque de este autodevorarse obtiene el alimento que lo hace vivir, durar, perfeccionarse, crecer".
Pero para demostrar quién tiene el poder político en serio del país surgido un 25 de mayo de 1810, Onganía -luego de despojar a Arturo Illia de su lugar- estampa "su firma junto a los ministros, antes de que -por primera vez en la historia argentina- el Cardenal Primado Monseñor Caggiano ponga la suya en el libro rubricado de la patria", cuenta con ironía el ya citado Abraham.