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"No habrá ceremonias ni cobertura de los medios en torno al personal militar fallecido." Directiva emanada del Pentágono en marzo, al inicio de la guerra de Irak, girada a sus bases militares.
Por Marcelo Colussi
1° de noviembre del 2003
El síndrome de Vietnam sigue persiguiendo a los estadounidenses. A todos : a gobernantes y a gobernados. Las 50.000 bajas sufridas en el país asiático continúan - y sin duda continuarán - siendo una deshonra nacional. La superpotencia no sólo no ganó esa guerra, sino que debió salir bastante maltrecha, sin rédito político, con un costo en términos económicos exorbitante capitalizado sólo por el complejo militar-industrial, pero que no benefició a la sociedad como un todo.
A partir de aquel momento los factores de poder de Washington reencauza-ron su doctrina de intervención militar. La consigna fue clara : nunca más un Vietnam. Y para muestra, ahí están todas las operaciones cada vez más asépticas que sus fuerza armadas han venido desarrollando en los últimos años. Operaciones ultra tecnológicas, con un peso cada vez más decisivo del componente instrumental y donde el factor humano va quedando relegado. La vez que los soldados de carne y hueso (en general más negros e hispanos que anglosajones) evidenciaron estar en alto riesgo como en el caso de Somalia, la intervención se detuvo. Para muestra también, la directiva emanada del Pentágono que prohíbe tajantemente la cobertura periodística en la última aventura imperial acometida en Irak.
En términos de comunicación social, la muerte ’vende’. En cualquier parte del globo la noticia truculenta, la nota roja, es siempre buena mercadería. Pero los muertos ya no son buena noticia cuando son los propios. Eso es lo que sucede con la guerra ; y ni qué decir si se arrastra el trauma de un fracaso como el vivido décadas atrás en Vietnam. De ahí que los medios periodísticos - el fenómeno es universal, pero se acentúa aún más en los Estados Unidos - contribuyan con su aporte y su silencio cómplice al mantenimiento del statu quo al mercadear la guerra como un show televisivo más, sin sufrimiento real, con ribetes hollywoodenses de buenos y malos, como un simpático videojuego.
La realidad, sin embargo, se empecina en no constreñirse a los guiones prefabricados. La realidad de la guerra, de la invasión, de cualquier inmoral e indefendible conquista tiene sangre, dolor, pesadumbre. Trae cadáveres, deja mutila-dos, conlleva huérfanos, olor a carne podrida, angustia. Es justamente eso lo que la directiva del Pentágono evita a toda costa que se divulgue.
La inmoral e indefendible invasión estadounidense a territorio iraquí está plagada de todo lo anterior. Desde el inicio de las operaciones hasta el 1º de mayo, cuando oficialmente terminaron las acciones ofensivas de Washington, todo eso ’no sucedió’, según su prensa. Ahora que eso comienza a suceder a sus tropas - por supuesto que a una escala infinitamente menor que la sufrida por la población iraquí - entonces es hora de preocuparse. Pero ahora, más que nunca, es cuando cobra vigencia la imposición del silencio, ahora que empiezan a llegar los cadáveres a la tierra patria, ahora que la tropa comienza a desmoralizarse, que aumentan los intentos de suicidio.
Desde el pretendido fin de la guerra, el goteo diario de soldados invasores muertos no cesa ; si bien no hay cifras exactas, no son menos de 200. Esto, más lo poco redituable de la intervención en términos económicos visto que el robo del petróleo no está dando de momento los dividendos esperados, está haciendo re-considerar el rumbo de la aventura a las altas esferas de la Casa Blanca.
Años atrás, en plena lógica de la confrontación entre sistemas capitalista y socialista, el ya mítico guerrillero Ernesto ’Che’ Guevara, en abril de 1967, refiriéndose al empantanamiento de la potencia imperial estadounidense en su guerra en el sudeste asiático, esperaba que se pudieran ’crear dos, tres... muchos Vietnam’, con los que ahogar al imperio. La historia no marchó hacia esos derroteros. El imperio sigue vivo, más poderoso, más impune. Vietnam, si bien técnicamente no perdió la guerra, tampoco ganó ; décadas después los efectos devastadores del conflicto sufrido siguen siendo un horrendo peso difícil de sobrellevar.
No hay dudas que la situación actual de Irak, en otro contexto y adecuando las circunstancias, marcha a ser - si no es ya - un nuevo Vietnam. Todo hace pensar que la resistencia del pueblo iraquí, más allá del partido Baas y su ex líder Saddam Hussein, irá en aumento, tanto en cantidad como en calidad. Por otro lado, ¿por qué no habría de ser así ? ¿Cuándo un pueblo aceptó pacíficamente una invasión ? ¿Desde cuándo somos los mortales sumisas ovejas que asentimos injusticias pasivamente sin protestar ?
La violencia trae violencia, sin dudas ; ¿pero qué otra alternativa tiene la población iraquí, ya tantas veces masacrada ? Hoy día el contexto mundial nos ha alejado de planteos en la línea de lo que pedía el Che Guevara más de 30 años atrás. Se ha puesto de moda la ’resolución pacífica de los conflictos’. Pero esto se dice, mientras la paz nunca llega. Los créditos leoninos que impone el Norte al Sur, las invasiones militares, el robo institucionalizado sobre el que se base el mundo : ¿qué otra cosa puede dar como resultado sino muchos Vietnam ?