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4 février 2004

Los Huicholes de México, marginados, entre los marginados.

 

Por Isabel García
30 de enero 2004

"Tengo necesidad de hablar a los dioses
y las plumas que pongo a la flecha, el algodón, la
cuerda y la pintura expresan mis pensamientos (...)
hacemos flechas sagradas para ganar vida"

Un huichol

La Sierra Madre Occidental corre de norte a sur, paralela al litoral mexicano del Océano Pacífico. Al Oeste, entre la sierra y el mar, se extienden llanuras tropicales, y al este se encuentra un vasto desierto.

Ahí, en los límites de los estados de Jalisco y Nayarit (México), entre cadenas montañosas con angostos valles y cañones se encuentra el país huichol.

Los huicholes -marginados entre los marginados- se llaman a sí mismos Wisrrarika o Wixárika, que quiere decir ’gente que puebla lugares con plantas espinosas’, llamadas en México huizachales.
Los miembros de esta etnia viven en familias unidas por el parentesco, base de su sistema social.

Agrupados en rancherías por regiones, cada una con un centro ceremonial, se dedican a la agricultura, una incipiente ganadería y ocasionalmente comercian con sus artesanías.

Durante la conquista su contacto con los españoles fue reducido debido a lo accidentado del terreno y a la ausencia de minerales preciosos en sus tierras, además de una fuerte resistencia cultural.

Y aunque los conquistadores dejaron huellas visibles en su organización social y religiosa, ésta se limita a las imágenes traídas por los franciscanos que fueron incorporadas a su sistema religioso como miembros menores de su panteón ceremonial.

Así, podemos encontrar imágenes de la virgen de Guadalupe, cristos y algunos santos que conviven discretamente con los dioses principales, ya que rechazan todo cambio que atente contra sus tradiciones, su cosmovisión y su interpretación de la vida.

Resistencia heredada de generación en generación preservando su elemento fundamental, el equilibrio con la naturaleza.

El origen mítico de los huicholes se encuentra en Wirikuta, desierto donde nació el sol y se dio forma al mundo, de ahí los dioses siguieron el viaje hacia la sierra siguiendo el camino del sol.

Para ellos, los dioses son los dueños del mundo, lo crearon y lo protegen ; los hombres agradecen y los alientan con ofrendas y ceremonias.

Poseen una constelación de dioses con forma de animales, rocas, manantiales, cuevas, plantas, montañas y fuerzas de la naturaleza.

Explican el misterio de la vida como un sistema de fuerzas opuestas : tierra y agua-fuego y aire. Inframundo femenino-región masculina de arriba.

Creen en una trinidad suprema que protagonizó el drama cósmico, formada por el peyote (cactácea comestible con poderes alucinógenos), el venado y el maíz.

En el origen, los tres lucharon contra el caos y las tinieblas y surgió la enseñanza, a la que llaman ’el costumbre’.

Los ’marakames’, guías sagrados a quienes los dioses revelan sus deseos, cantan sus mitos. De los sueños y el peyote obtienen poder.

Ser marakame es un privilegio y una obligación difícil. El marakame requiere de fuerza y habilidad para vencer los obstáculos : con el uso de subterfugios, acertijos, dobles

sentidos y alegorías crea juegos para los iniciados.
Sólo el ejercicio de la imaginación fortalece el carácter y agudiza los sentidos.

El Padre Sol, el Abuelo Fuego y Bisabuelo Cola de Venado

El primer marakame cantador fue el Bisabuelo Cola de Venado, dios y héroe, el más antiguo de

los antepasados huicholes. Es como una persona pero con cuernos y cara de venado.
El peyote le enseñó al bisabuelo la clave para entenderse con el fuego, con el sol y el maíz.

Tatevarí, el Abuelo Fuego, reunió a los antepasados y los guió a Wirikuta, la tierra del peyote.

En un instante primordial y eterno, en lo alto del Cerro Quemado, les mostró la boca de un pozo infinito, entonces comieron el peyote y cantaron los hechos de la creación.

El Abuelo Fuego preside el centro del mundo, donde confluyen la región de arriba y el inframundo, quinto punto cardinal del Universo.

El Padre Sol es la fuerza de todas la fuerzas vitales pero necesita energía para vencer los obstáculos que le aguardan por la noche, por tanto debe ser alimentado y vigilado sin cesar.

El calendario ceremonial huichol se divide en dos fases, la primera coincide con las estaciones secas y la segunda con las lluviosas. Sus ritos están dirigidos a los tres dioses más importantes.

Los huicholes se reúnen en los centros ceremoniales guiados por los marakames cantadores y durante tres días protagonizan un complicado ritual en el que se ofrenda el peyote y la sangre del venado fertilizará la tierra.

La Persona Venado reposará junto al calor del Abuelo Fuego y ambos presidirán una fiesta de luz. Los cantos marcarán los rumbos coreográficos de hombres y mujeres, quienes con sus giros y movimientos recrearán el momento mismo de la creación del mundo : la danza del Hikuri Neirra o fiesta del peyote.

Una vez que la madre tierra haya sido atendida, los huicholes podrán iniciar el ciclo agrícola y regresarán a sus rancherías, satisfechos de haber cumplido sus obligaciones con los dioses.

Pobres entre los pobres pero ricos en tradiciones, orgullosos de sus dioses y sus ancestros, los wixárika siguen preservando su visión e interpretación de la vida.

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