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31 mai 2004

Lo que esta en juego en Colombia

 

Por Amylkar D. Acosta *
ARGENPRESS.info, 25 de mayo del 2004.

Como se suele decir en la Costa, más es la bulla que la cabuya, con ese tal TLC. Por muchos meses no se hablará en este país sino de él. En su anuncio oficial al Congreso estadounidense, el Representante comercial gringo, Robert Zoellick, puso de antemano 37 exigencias perentorias, para sentarse a negociar con Colombia, extensivas, desde luego, a nuestros socios y vecinos, Perú y Ecuador. Si Bolivia se tuvo que conformar arrimándose a la mesa, como observador, fue sólo por que aún no ha terminado de arreglar sus pleitos con empresas americanas, como sí lo han hecho los otros, apremiados por el Departamento de Comercio de los EEUU y en nuestro caso por nuestro propio embajador en Washington [1]. La verdad sea dicha, con la iniciación de la ronda de negociaciones no hay nada nuevo bajo el sol ; ya sabemos a qué atenernos con los Estados Unidos.

Este no es el primero ni será el último acuerdo comercial que se tramita ; ya son casi 300 los que se han cristalizado, entre países y grupos de países, en todo el mundo y se está negociando un número superior a los 100. Se destacan entre ellos y cobran relevancia por su proximidad a Colombia, el tratado de libre comercio entre Estados Unidos, Canadá y México (NAFTA) y más recientemente, los Estados Unidos arribaron a acuerdos bilaterales con Chile y Centroamérica. El atascamiento de la negociación del ALCA, llevó a los Estados Unidos a emprender la iniciativa de los tratados plurilaterales, a modo de plan B. Estos tratados bilaterales están todos cortados por la misma tijera y se parecen tanto unos a otros como una gota de agua a otra gota de agua ; son como especie de proformas.

Cuando uno lee el contenido de tales tratados, le queda la impresión de estar en presencia del doblaje de una misma película, en donde cambian los actores y los escenarios, pero el libreto y el repertorio son los mismos. No nos podemos hacer muchas ilusiones, no son muchos los beneficios que le pueda deparar al país el TLC, pues el margen de maniobra que les queda a nuestros países es escaso. Ya se nos advirtió por parte de voceros de los Estados Unidos de que nos olvidáramos del ATPDEA, ’por que eso va a expirar. Empecemos de cero a negociar el tratado’. Con ello quisieron anticiparse a las aspiraciones de los países andinos objeto de tales beneficios arancelarios, en el sentido de pactar su permanencia en el tiempo. Y de paso, se nos dijo, que nos fuéramos midiendo el traje chileno, dándonos a entender que lo que se pretende es calcar el tratado que firmaron con el país austral recientemente. De ello debe percatarse el país, pues, como dice Abel Antonio Villa quien no conoce el tema sufre de engaño. Una de dos : o nadamos contra la corriente unanimísta o nos dejamos arrastrar por ella !

Lo mínimos a que podría aspirar Colombia es a que se le mantengan los beneficios del ATPDEA de que hoy goza, los cuales a la hora de la verdad no son tan unilaterales como parecen. No sólo por los condicionamientos que entraña, tan onerosos como los que vienen aparejados con el TLC, sino que además ellos obedecen a la corresponsabilidad que tienen tanto los Estados Unidos como la Comunidad internacional con Colombia en la lucha contra el flagelo de la droga. O acaso Colombia se deberá dar el lapo en solitario, mientras se nos trata como parias por el resto de países, quienes de victimarios pretenden hacerse pasar por las víctimas de este vitando negocio.

En la negociación, Colombia no puede ser ni timorata ni temeraria, pues el TLC es una arma de doble filo ; ofrece oportunidades, pero también amenazas ; eventuales beneficios pero también tiene sus costos. Es claro, entonces, que El TLC per se, no es ni bueno ni malo ; todo depende de qué prime al final, sólo que los antecedentes de cuantos han sido firmados por parte de los Estados Unidos no hablan bien de ellos. Y prevenido vale por dos ; por ello, hay que andar con pies de plomo, sin ligerezas, sin pecar de culiprontos. De allí que no resulte descabellada la iniciativa del Congreso de darle curso a una ley ’espejo’, llamada así, por que simplemente lo que se está haciendo es replicar lo que ya hizo el Congreso de los Estados Unidos, al establecerle a sus negociadores unas pautas, dentro de las cuales se deben mover (léase Fast Track Authority Act del 2002). Por qué, entonces, no puede el Congreso de la República de Colombia hacer lo propio con nuestros negociadores, sin que ello se tenga que interpretar como " una intención oportunista : meter un palo en la rueda de la negociación del TLC con los Estados Unidos " [2]. Mientras los negociadores de los Estados Unidos tienen que ceñirse a las más de 250 directrices que le fueron impartidas por el Congreso, aquí en Colombia se pretende que prime sólo la directiva presidencial, impartida hace ya un año, en el sentido de nuestros negociadores, al momento de reportarle a él sobre la marcha de las negociaciones, le digan ’…no por qué no se puede negociar, sino, por el contrario, qué debemos hacer para que el acuerdo sea posible’. Así, no se puede !

* Amylkar D. Acosta es presidente de la Sociedad Colombiana de Economistas.

Notas :

Notes

[1Ver : Amylkar D. Acosta M. La conciliaditis. Abril, 19 de 2004

[2El Tiempo. Carlos Caballero Argáez. Mayo, 8 de 2004

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