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Por Naief Yehya
Letras Libres. Nueva York, Mayo de 2002.
La disidencia murió con la tiranía.
Chris Marker
Para los muchos que aún nos negamos a dar por muerta a la utopía socialista y que esperamos el día de gloria en que volverá la revolución triunfante, no hay mejor duchazo de realidad que el más reciente filme del documentalista y poeta de la imagen Chris Marker, Le fond de l’air est rouge (que se podría traducir como El fondo del aire es rojo). Se trata de una monumental recopilación de imágenes históricas sacadas de filmes propagandísticos, noticieros, entrevistas, documentales y cine de ficción. Marker terminó esta disección de la condición de las izquierdas del mundo en 1977, cuando dio a su filme el subtítulo : Escenas de la tercera guerra mundial, 1967-1977. "Algunos piensan que la tercera guerra mundial comenzará con un misil nuclear. Para mí que así es como va a terminar", declaró en aquel momento. Marker decidió reeditar esta obra épica de tres horas en 1993, tras la caída de la Unión Soviética. Ese enorme acontecimiento obviamente daba una nueva perspectiva al trágico destino de las izquierdas, así que añadió y eliminó material pero conservó el espíritu de la obra.
Chris Marker (Christian François Bouche-Vielleneuve, nacido el 21 de julio de 1921 en Neully-sur-Seine) es uno de los realizadores más oscuros de nuestro tiempo (pocas veces se ha dejado fotografiar o entrevistar), un artista talentoso que ha desarrollado un estilo peculiar de asociación de palabras e imágenes (a veces simples fotos fijas). El crítico Serge Bazin denominó este estilo "edición horizontal", debido a la relación vital que establece entre juegos de palabras y juegos de imágenes, de forma que la reflexión, impregnada de humor y sarcasmo, se torna hipnótica pero mantiene de manera sutil la seriedad del tema. El cine, así como otros trabajos multimedia de este autor, consiste antes que nada en recuentos orales que se valen de las imágenes sin que éstas predominen en la historia. Marker perteneció al grupo de intelectuales de la Rive gauche, junto con Alain Resnais y Agnès Varda. Su trabajo más conocido es el prodigioso mediometraje La jetée (1962), el cual sirvió de inspiración a El ejército de los doce monos, de Terry Gilliam (1995). No obstante Le fond de l’air est rouge es su obra maestra indiscutible.
Este filme, como la mayor parte del trabajo de este realizador que debutó en la dirección en 1956 con el corto Domingo en Pekín, es una especie de diario de viaje por las trincheras de la lucha revolucionaria, desde Venezuela hasta Vietnam y de París a Santiago. Un viaje por los archivos fílmicos que comienza con imágenes de la prodigiosa cinta de Eisenstein El acorazado Potemkin. La célebre secuencia donde las tropas zaristas acribillan a la multitud en las escaleras de Odessa (famosa por definir la visión rítmica de la imagen de este realizador) se contrapuntea con diversas imágenes de manifestaciones reprimidas violentamente por la policía. Este documental, como el filme de Eisenstein, tiene en la masa a su héroe, pero la diferencia entre las dos obras está, como señala J. Hoberman, en que, mientras Eisenstein trató de manufacturar una realidad histórica Marker trata de descubrirla y revelarla. Comenzar de esa manera es también pertinente, ya que tanto Eisenstein como Marker tienen en común que hicieron de la edición la parte medular de su proceso creativo : el momento clave en que el documento histórico, cuando queda de contexto y se introduce en una nueva narrativa, deja de ser una representación, logra articular un acontecimiento en la memoria, y se torna un símbolo.
La cinta, cuyo objetivo es demostrar que "la disidencia murió con las tiranías", está dividida en dos partes, la primera de ellas : Manos frágiles, debe su título a un letrero en una manifestación parisina que dice, "Los obreros arrebatarán la lucha de las manos frágiles de los estudiantes". Esta parte tiene a su vez dos secciones ; en la primera, "De Vietnam a la muerte del Che", el cineasta nos lleva a una demostración de equipo y técnicas antisubversivas en La Florida que, poco después, vemos aplicadas de nuevo en Vietnam. Un piloto estadounidense comenta lo mucho le divierte bombardear gente mientras pasea en su avión, como una especie de guía de turistas, a un entrevistador sobre el campo de batalla. El cineasta contrapuntea a un grupo de neonazis que se manifiestan a favor de bombardear Hanói, con otro grupo de ejecutivos de Wall Street, que en otra manifestación exigen lo mismo. Pero aparte de las reacciones de la derecha, Marker muestra cómo la guerra de Vietnam se convierte en una fuerza para movilizar y unir a las izquierdas del mundo (comparable a la Guerra Civil Española) pero a la vez para fragmentarlas. Aquí comienza una "revolución dentro de la revolución", un cisma que se radicaliza en 1967, tras la muerte del Che, con el abandono de ciertas causas revolucionarias como las guerrillas venezolanas y bolivianas, y con la aparición de serias divisiones ideológicas entre quienes quieren seguir en el camino de la lucha y aquellos que optan por encontrar un lugar en el sistema.
La siguiente sección es Mayo de 1968 y todo eso. Aquí el realizador nos lleva en una gira por el mundo en esos días que sacudieron al planeta. Vemos manifestaciones violentas y el furor utópico de la era, pero muy significativamente, esta parte culmina con las manifestaciones en contra del festival de artes escénicas de Aviñón, en el cual los jóvenes revolucionarios se comportan de manera semejante a los fascistas al atacar el arte como una expresión burguesa y al querer imponer, por medio de la fuerza, la intimidación y el sabotaje, sus fantasías de un arte ideológico y comprometido.
La segunda parte del filme es Manos cortadas, cuya primera sección es De la primavera de Praga al Programa Común de Gobierno en Francia, donde Marker prueba que "la rivalidad entre las superpotencias se ha transformado en una alianza divina de los ricos contra los pobres y en una co-eliminación selectiva de las vanguardias revolucionarias". Se mira el XIV Congreso del Partido Comunista Checo antes de la invasión soviética, y poco después a Fidel Casto justificando la acción militar, la cual, si bien "no tiene fundamento legal, los socialistas tienen el derecho de mantener su integridad". Jorge Semprún habla de la vieja tradición de comparar toda acción política con una militar y cómo eso corrompió al socialismo en el poder. Trotskistas y estalinistas luchan por conquistar a la clase obrera, cae el grupo Badder-Meinhof y tiene lugar el escándalo Watergate. La última sección del filme es De Chile a ¿dónde ? y muestra la llegada de Allende al poder, el golpe de estado de la Junta, las manifestaciones de desempleados de 1977 y el estado de confusión que se impuso en la clase obrera a partir de entonces.
Marker va más allá de catalogar o lamentar oportunidades perdidas, traiciones a la causa, errores de estrategia y ambiciones mercenarias de quienes tuvieron acceso a alguna forma de poder. Trata de reflexionar respecto de la relación entre la imagen y la memoria, y establecer el papel protagónico de la cámara al registrar la historia. Esto se enfatiza en la sección Manos trémulas, donde la vibración de la cámara es el comentario sobre la infame justificación que hace Castro de la invasión soviética a Checoslovaquia, un momento histórico tan relevante que cualquier opinión adicional resultaría redundante. A pesar de que la historia le ha dado la razón, y que la situación de las izquierdas en 1993 era mucho más desesperada y caótica de lo que era en 1977 (por no hablar del estado catastrófico en que se encuentran hoy, con la vaga esperanza de los movimientos antiglobalizadores), Marker conservó el final de su versión original, en el que muestra a un equipo de cazadores matando lobos desde helicópteros, sobre lo cual comenta, con una dosis de optimismo amargo : "Algunos lobos sobrevivirán".