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28 janvier 2003

Las patentes son el precio del conocimiento ?

 

Por Xavier Caño Tamayo

Casper Gutman es un gangster de modales exquisitos y palabra culta (un personaje de "El halcón maltés", de Dashiell Hammet), dispuesto al asesinato para conseguir una valiosísima figura de oro y piedras preciosas. Cuando se le pregunta qué derecho de propiedad tiene sobre esa joya responde : "Un objeto de tal valor pertenece indudablemente a quien lo consiga". Ésta parece ser la filosofía del actual sistema de patentes : el conocimiento, para quien se apropie de él. De ahí surge la nefasta concepción de la propiedad intelectual (las patentes),
celosamente defendida por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
Según Noam Chomsky, "los derechos de propiedad intelectual no son más
que protección del control que garantiza a las megacorporaciones el
derecho a cobrar precio monopólicos". Denuncia también a las
corporaciones que se empeñan en patentar productos porque -dicen- los
descubrieron, olvidando que partieron de conocimientos y hallazgos de
biología y ciencia, conseguidos con dinero público en instituciones
públicas.

Hay patentes desde hace siglos, pero en los ochenta, los países ricos
se pusieron nerviosos porque Estados asiáticos se convirtieron en
competidores : eran capaces de imitar lo que hacían pero lo vendían más
barato. Entonces el norte echó mano de la OMC para que estableciera
algún sistema que volviera las aguas a su cauce y se inventaron los
"trips" (derechos de propiedad intelectual relacionados con el
comercio), una forma de frenar a los países en desarrollo del sudeste
asiático y de perjudicar a los países pobres.

Los ciudadanos tuvieron conocimiento de la voracidad y miseria moral
de los países del norte en asunto de patentes con el conflicto entre
medicamentos y genéricos (más baratos) para emergencias sanitarias.
Suiza, Canadá, EEUU, Australia y Japón se opusieron a que la OMC
autorizara el uso de medicamentos genéricos para combatir el sida,
porque los derechos de patentes de las farmacéuticas estaban vigentes
(¡durante 20 años !). Intermon Oxfam denunció que los países ricos
continuaban defendiendo los beneficios de la gran industria contra el
derecho a la salud de los más pobres. Una fuerte presión internacional
hizo que se llegara a un acuerdo de fabricación de genéricos sin pagar
derechos de patente, aunque con condiciones ambiguas.

Esta muestra de codicia se dio en un mundo en el que mueren cada año
diecisiete millones de personas por no poder conseguir medicamentos,
según Médicos Sin Fronteras y la Organización Mundial de la Salud
(OMS). Infecciones respiratorias, malaria, sida, tuberculosis y
enfermedades sexuales diezman a los países pobres porque los fármacos
tienen precio prohibitivo. En Europa, el tratamiento de una neumonía
con antibióticos equivale a dos o tres horas de salario, pero en
África representa el sueldo mensual. Un tercio de la población mundial
no tiene acceso a los fármacos.

Las macroempresas farmacéuticas dicen que el sistema actual de
patentes garantiza financiar la investigación, pero, según la OMS,
sólo dedican el 0,1% de los fondos de investigación a buscar algún
producto contra la malaria, por ejemplo. La malaria es desconocida en
los países ricos, pero hay 500 millones de casos en el mundo y causa
el 3% de muertes en países pobres. Por otra parte, los grandes
laboratorios solo producen un 1% de fármacos para enfermedades
tropicales y apenas se dedica 10% del gasto mundial de investigación
en el 90% de los problemas sanitarios mundiales, como denuncia el Foro
Global para la Investigación de la Salud.

La intransigente y voraz propiedad intelectual custodiada por la OMC
no atañe solo a los medicamentos ; también a los recursos naturales :
plantas, animales y microorganismos están en el punto de mira de
corporaciones transnacionales y, al tiempo que niegan fármacos
parapetados tras las patentes, saquean los países pobres, ricos en
recursos naturales : envían a sus ejecutivos-exploradores a averiguar
qué plantas, semillas o microorganismos de países pobres pueden
proporcionar grandes beneficios. Cees J. Hamelinck, profesor de la
Universidad de Ámsterdam, denuncia que "en varios países pobres se
saca partido del conocimiento local para fabricar medicamentos muy
rentables, sin el consentimiento informado de los habitantes del
lugar".

Ya es hora de reclamar los derechos de los habitantes de una zona
sobre los recursos naturales de ese territorio ; no son "partes
interesadas" con los que firmar contratos leoninos, sino titulares de
los derechos sobre sus tierras. En el Foro Internacional Indígena
sobre Biodiversidad, celebrado en Holanda, se ha proclamado que 600
millones de indígenas, y no los Estados, son los dueños de los
recursos genéticos extraídos de plantas y animales de sus
territorios." No somos inquilinos. Es nuestra tierra".

El naturalista español Joaquín Arriola ha denunciado que "el dominio
de las patentes por países del norte es uno de los factores que
dificultan la industrialización de países del sur" y Cees Hamelinck
escribe en el "Unrisd news" de la ONU que "cada vez existen más
pruebas de que las cláusulas de la OMC sobre propiedad intelectual
constituyen un obstáculo para la generación de conocimiento de las
sociedades en desarrollo y favorecen el saqueo de los recursos del
sur." La transferencia de tecnología no perjudicial para el medio
ambiente es fundamental para que el sur salga del subdesarrollo y
ahuyente la pobreza. El actual sistema de patentes es un impedimento
insalvable para ello.

El derecho al conocimiento es demasiado esencial para los seres
humanos como para permitir que dependa de poderes económicos e
intereses comerciales. Por eso, el informe del PNUD de 1999 presentó
el conocimiento como nuevo patrimonio de la humanidad y base
imprescindible de posibilidad de desarrollo. Lo que nos lleva de la
mano a negar el actual sistema de propiedad intelectual.

*Escritor y periodista xavicata@wanadoo.es
Agencia de Información Solidaria

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