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Tras las actividades anti al-Qaeda que viene desarrollando el Departamento de Estado, en estas últimas semanas en que hemos visto operaciones en Libia, Somalia y Pakistán, se registra un nuevo episodio de lo que se debería interpretar dentro de la misma escalada.
Como si respondiese a una orden lejana, el miércoles pasado, el ejército turco ha atacado posiciones del Estado Islámico de Irak y la Gran Siria (ISIS), uno de los tantos nombres que toma al-Qaeda en Siria. Varias rondas de la artillería turca hicieron blanco contra el pueblo de Azaz, a unos quince kilómetros de la frontera, en territorio Sirio, con el fin de intimidar a las yihadistas que operan en el sector tras su retirada de la ciudad de Alepo.
Turquía desde que comenzó a desarrollarse la crisis siria ha tenido importante desempeño a favor de las bandas mercenarias y cualquier movimiento que intentara derrocar al presidente Bashar al-Assad, por lo que parece muy extraño este rotundo y repentino cambio de posición.
A pesar de tan buena predisposición turca con los grupos takfiristas, en julio pasado la embajada turca en Mogadiscio, Somalia, sufrió un atentado en el que murieron un guardia turco y dos atacantes. El asalto fue reivindicado por la milicia Shaabab, el mismo grupo que atacó el centro comercial en Nairobi, posiblemente en contestación al acercamiento comercial que está intentando establecer Ankara con Mogadiscio.
Recordemos que Turquía ha permitido el tránsito de yihadistas del Cáucaso norte, europeos y hasta ha limpiado sus cárceles de la peor escoria para enviarlos a pelear a Siria, en más de una oportunidad atacó con su aviación posiciones del Ejercito Árabe Sirio, que es quien responde oficialmente a Damasco y en estos ya más de dos años y medio que lleva el conflicto, ha amenazado varias veces con una intervención armada a favor de los golpistas.
En el mes de julio, tras una fuga masiva de cerca de 500 militantes de al-Qaeda de la prisión de Abu Ghraib (Irak) muchos de los evadidos que se incorporaron al frente al-Nusra se filtraron a Siria vía Turquía. Al inicio del conflicto, las bandas mercenarias fueron coordinadas por la OTAN desde la base de Incirlik, en territorio turco. No son pocas las pruebas y las razones con que se puede involucrar a Turquía con los elementos que combaten el gobierno sirio, por eso llama tanto la atención, no solo que haya comenzado a hostigar a los grupos islamitas sino que el ejército turco lo haya reconocido formalmente en un comunicado.
El constante apoyo que Turquía brindó a los mercenarios que marchaban contra Siria, más allá de cumplir directas disposiciones de los Estados Unidos, para Turquía la destrucción de Siria podría implicar el fin del problema kurdo de encima. Los mercenarios combaten contra el Partido para la Unión Democrática (PYD), la principal fuerza política kurda en Siria. El PYD controla la zona kurda del noreste de Siria, se consideran hermanos del Partido turco de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), que se alzó en armas contra Turquía en 1984.
Para Recep Tayyip Erdogan, primer ministro turco, la desmembrar Siria y crear un estado kurdo al que podrían agregarse los kurdos que viven en Turquía sonaba a una solución soñada. Pero al-Assad es un vecino demasiado difícil de controlar, nacionalista, independiente y con excelentes relaciones con Teherán y Hezbollah, hasta hace una semana los chicos malos del barrio, hoy quizás ya no tanto.
Tras el acuerdo ruso estadounidense, para resolver el tema de las armas químicas en Siria, Washington parece haber retirado todo su interés en el conflicto y tratando de ganar tiempo antes que la guerra siria se termine de resolver a favor de Bashar al-Assad y se pongan en fuga los miles de hombres (se estima entre diecisiete mil y treinta y cinco mil el total de mercenarios, no todos yihadistas) que todavía combaten.
Muchos de ellos tras años de lucha, la derrota y la perdida de los mil quinientos dólares por mes que reciben por sus servicios, buscaran distintas maneras de resarcimiento, algunos permanecerán en Siria y al igual que sucede en Irak, perpetraran atentados en los que las principales víctimas serán civiles. Nada se sabe sobre lo que sucederá con el núcleo más duro, experimentado y mejor armado. Se conoce la voluntad de los yihadistas y trataran de construir su propio califato en alguna de los muchos jirones que ha dejado en el Magreb y en el Mashreq la primavera árabe. Lo han intentado en Mali, quizás prueben en Yemen, Somalia, algún sector de Irak o Siria y la siempre permeable Libia. No les faltará sitio para intentarlo, lo que si ahora no tendrán tan pródigos financistas, como lo fueron Qatar, la Unión Europea los Estados Unidos y el resto de las petromonarquias.
Europa tampoco debe olvidar que existe un número indeterminado de sus ciudadanos de origen musulmán que han viajado a Sira a realizar su guerra santa, si bien la cifra es casi imposible de definir no podrían bajar de los 2 000 yihadistas. Lo mismo les pasará a muchos países musulmanes que alentaron el viaje de los yihadistas lanzados contra Bashar al-Assad, pero no los querrán de nuevo en sus países, como Marruecos, Argelia, Jordania, Yemen y Pakistán y la propia Turquía que ya tiene grupos instalados en sus fronteras. Un ejército buscará una región donde construir su medieval reino como lo practicó el talibán en Afganistán y ningún país estará ha dispuesto a soportar semejantes vecinos. Todos tendrán que estar preparados para darle batalla, como lo ha empezado a hacer Turquía, por aquello de cuando veas las barbas de tu vecino afeitar…
Guadi Calvo para Harmatia
Hamartia. Buenos Aires, 21 Octubre 2013.
El Correo. París, 29 octubre de 2013.
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