Accueil > Empire et Résistance > La jerga del libre comercio : Hablando en arameo
Por Aziz Choudry
Znet
Ya basta de poner los ojos en blanco.
Modalidades, condiciones previas, la nación más favorecida, normas de origen, estándares fitosanitarios, ADPIC, MIC, AGCS, OMC, APEC, ALCA, TLC. Las partes negociadoras, los gobiernos, la prensa y muchas organizaciones no gubernamentales (ONG) nos están bombardeando con informes rebosantes de sopas de letras con acrónimos y una jerga técnica incongruentes.
La torrentera está bastante ajetreada en estos momentos. Otra reunión ministerial de la Organización Mundial del Comercio es inminente y la cumbre de las Américas en noviembre no queda lejos, cuando ministros de economía y funcionarios se reunirán para debatir sobre el Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Un acuerdo comercial y de inversiones entre todos los países americanos excepto Cuba.
El vocabulario misterioso de las negociaciones comerciales y de la economía mundial se parecen al farfullar incomprensible de aquellos que, en estado aparente de éxtasis religioso, se creen movidos por una fuerza divina y hablan en lenguas. Bien se trate de la creencia en la salvación divina bien en la economía global del mercado, los "verdaderos creyentes" acostumbran a creer que sólo ellos conocen la verdad, conocen la luz y el camino.
La inaccesibilidad de esta terminología proporciona a los intereses económicos -gobiernos y multinacionales- una gran ventaja para, a partir de ella, sacar adelante iniciativas como la OMC y el ALCA, con las que persiguen moldear el mundo, de manera que el capital pueda hacer lo que le plazca, cuando quiera, como quiera y con quien quiera. Es como si hubieran diseñado un código secreto para mantenernos a la mayoría de nosotros, excepto a los más listos, ignorantes de lo que han estado haciendo y tampoco particularmente interesados en averiguarlo.
Éste es su modo de asegurarse de que el conocimiento general, el debate público y la disensión son mínimos.
Hace ya algunos años, la jerga densa e ininteligible, y la naturaleza bastante abstracta de la Ronda de Uruguay para el Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, que instauró la OMC) hizo que el tema fuera denominado como "mata audiencias" por la prensa neozelandesa. Han sido la sensibilización popular y el activismo en relación con estos y otros acuerdos -especialmente con movilizaciones masivas y acción directa no violenta- lo que ha llamado la atención de los medios de comunicación.
La deconstrucción y la desmitificación de la OMC y de la economía internacional a través de la educación popular con palabras que todos podamos comprender es una tarea importante si queremos ir más allá del activismo y de las redes de ONG, para poner en pie un auténtico movimiento de masas que pueda combatir seriamente el poder del capital mundial y de las elites locales.
Pero los que seguimos de cerca las negociaciones comerciales con preocupación y fascinación morbosa, como si fuéramos adictos a un culebrón de televisión, también estamos predispuestos a adoptar semejante galimatías. Quizá hay algo de hipnótico y extrañamente seductor en ese vocabulario, una vez que hemos descifrado lo que significa. Después de la perplejidad y el enajenamiento iniciales, parece incorporarse rápidamente a nuestro diccionario. De manera que en seguida queremos utilizar, orgullosos, nuestro nuevo léxico. ¿Por qué tantas ONG críticas con la OMC emplean tanto tiempo hablando el mismo idioma que los burócratas librecambistas ?
¿Es acaso para buscar legitimidad a los ojos de los funcionarios y las instituciones ? "Tomadnos en serio, nosotros también podemos utilizar largas y enrevesadas palabras y expresiones".
¿Es un rito iniciático a un mundo más afable, a salvo del tenso y no muy glamuroso cometido de movilizar a la población ? "No soy uno de esos repugnantes anticapitalistas, hablemos pues de modalidades".
Cuando tratamos de combatirlos con su propio lenguaje lo hacemos a riesgo de sacrificar el poder de poner nombres a nuestro mundo y de afirmar nuestros propios valores.
Los análisis de las políticas, de la investigación y de la estrategia son importantes pero deben dirigirse y ser utilizados para satisfacer las necesidades y las demandas en el ámbito local, no los intereses de las ONG que quieren mantener buenas relaciones con los gobiernos y con los funcionarios, mostrando que ellos también hablan y entienden el mismo idioma, tanto literalmente como en sentido figurado. No es sorprendente que tal lenguaje tienda a excluir cualquier crítica del colonialismo, el capitalismo o el imperialismo.
La manera en que se presentan estas cuestiones con semejante terminología y el enfoque estrecho, limitado a aspectos técnicos en textos y procedimientos oficiales, difícilmente conduce a la sensibilización popular para la movilización y, por consiguiente, bloquea a la mayoría de la gente.
Esta adicción a la jerga técnica tiende a oscurecer, antes que contribuir a que la gente comprenda, esos procesos e instituciones y sus consecuencias en nuestras vidas. Impregna inevitablemente nuestros recursos para la "educación popular". Y corre el riesgo de conectar sólo con un pequeño segmento de la población en ciertas ONG, y con los activistas que están ansiosos por leer los boletines de correo electrónico diarios sobre las negociaciones en la OMC. Al no estar familiarizados con el ámbito más general, político, económico y ecológico y con las luchas por la justicia y la dignidad en las bases, sus actividades y análisis pueden parecer tan ajenos a ellos como lo está el emocionante mundo de los burócratas del librecambismo mundial.
Al referirse al ONGeismo, el activista estadounidense por la justicia global Patrick Reinsborough, dice que "una noción que se ha extendido de forma aterradora entre los "activistas" profesionales es la de que el cambio social es una profesión altamente especializada que es mejor dejar en manos de estrategas con experiencia, negociadores y avezados en relaciones internacionales. El ONGeismo consiste en el concepto de que basta con pagar al personal para salvar el mundo".
No tengo nada en contra de los análisis sólidos que son críticos con las políticas internacionales pero me preocupa hasta qué punto este lenguaje de los evangelios según la OMC (o el ALCA, Banco Mundial, FMI, etc.) logra determinar el contenido tanto de lo que hacemos como de lo que decimos. Es demasiado fácil desarrollar una grave estrechez de miras después de haber leído detenidamente complejos y prolijos documentos y adoptar la estrafalaria compartimentación de los asuntos de importancia vital a que se prestan los acuerdos, provisiones, artículos y cláusulas de los textos oficiales.
Algunos analistas de ONG hacen un trabajo excelente supervisando negociaciones y diseminando información. Tienen la capacidad de sacar a la palestra ejemplos concretos de procesos antidemocráticos y de las maniobras sucias que caracterizan a las negociaciones en la OMC. Pero siempre acostumbra a haber una sensación de desconexión entre sus prioridades y las prioridades y luchas de los movimientos populares. La mayoría de la gente más directamente afectada por las políticas neoliberales, que se moviliza en las bases puede no estar familiarizada con la jerga técnica pero tiene pleno conocimiento de lo que está ocurriendo y una visión mucho más amplia de la situación que, con frecuencia, está ausente en el mundo de los analistas profesionalizados.
Lo malo no sólo reside en la letra pequeña de los acuerdos librecambistas y económicos, sino en los programas económicos, sociales, políticos y medioambientales subyacentes en los que se sustentan. Demasiados análisis de las negociaciones económicas profundizan poco en el análisis político. Sobreestimamos la minuciosidad de esos acuerdos con el riesgo de perder de vista el hecho de que son manifestaciones de problemas estructurales mucho mayores, como el capitalismo y el colonialismo.
Cierto elitismo ya se ha desarrollado en las redes de "justicia global" donde "expertos" en políticas de organizaciones relativamente bien financiadas son elevados a la condición de gurús para que nos interpreten los textos y los contenidos de las negociaciones al resto. Estas interpretaciones, y las sugerencias para la acción que las acompañan, están frecuentemente divorciadas de las realidades vividas en las batallas diarias por la justicia y la dignidad, y alejadas de un análisis político desde una perspectiva más amplia. Estas recomendaciones normalmente urgen soluciones reformistas para intentar cambiar o insertar algunas palabras aquí y allá, en lugar de enfrentarse a los valores y los principios profundos en que dichos acuerdos se basan, o hacer caso de las demandas populares para la transformación radical del orden económico dominante.
Es preciso que estemos en guardia sobre el desarrollo de una clase emergente de altos sacerdotes del análisis de las políticas, que están pidiendo espacio, autoridad y poder para dictar estrategias y trayectorias a los movimientos por la justicia global. El abismo entre ellos y las aspiraciones de las gentes que pugnan en las bases necesita ser reconocido y corregido. Si alguien tiene que salvar el mundo de la vorágine del neoliberalismo, serán las movilizaciones populares y los movimientos de masas, no los ONGeros profesionales hablando en arameo.
Traducción de Maite Padilla y revisado por Felisa Sastre. Boletín EstaSemana, La Habana, Cuba, 7-11-03