Portada del sitio > Imperio y Resistencia > Batalla por la información > La gran prensa pierde credibilidad en Estados Unidos
En la gran crisis ética que sacude a la sociedad modelada por George Bush, una reportera del New York Times arriesga un año y medio de cárcel por negarse a descubrir a sus informantes para un artículo que, además, nunca publicó sobre un hecho que estremeció al mundillo político y al espionaje de Estados Unidos.
Por Ernesto Carmona *
13 de octubre del 2004
Entretanto, estudios y encuestas revelan que los estadounidenses creen cada vez menos en los grandes medios de comunicación corporativos y comienzan a informarse a través de la Internet o, simplemente, renuncian a saber qué pasa en su país y en el mundo.
Periodistas que inventan noticias, estrellas que falsifican documentos y empresas que manipulan la información conforman el gigantesco pantano ético en que se hunde la prensa en EEUU y los medios repetidores del resto del planeta.
Judith Miller, del New York Times, podría pasar hasta 18 mes en prisión si no le cuenta al juez Thomas Hogan quien le dio las pistas de la filtración de información que quemó a la espía gringa Valerie Plame por venganza política. Esta es una historia sucia porque la mujer CIA fue sacrificada en las altas esferas del poder de la Casa Blanca para perjudicar a su marido, el ex embajador Joseph Wilson, un crítico de la política de George W. Bush en Irak.
Lo absurdo es que el poder castiga a una periodista porque "sabe", pero todavía no escribe nada. ¿Y qué sabe?
Tiene indicios de quiénes armaron toda la intriga. El absurdo más importante es que la justicia no investiga quién delató a la Plame, o dónde fue develado el secreto de su secreta condición de espía, sino cómo lo supo el periodismo, quien lo contó. Se tipifica un "delito" que más que "saber" consiste en "cómo" se supo. De todas maneras, es un castigo al "conocimiento".
Una periodista que se las trae
Pero la Miller también se las trae. Cuando estuvo en Irak, mintió hasta por los codos, utilizando a su fuente principal, nada menos que Ahmed Chalabi, un banquero y agente de la CIA que se desempeñó como miembro del desaparecido Consejo de Gobierno que cantaba las canciones que a Bush le gusta escuchar. Por mucho tiempo, a través de la Miller, Chalabi estuvo poniendo noticias fantásticas que alimentaron el hambre guerrerista de Bush. Sus lectores todavía lamentan que la periodista no haya pedido las disculpas que ameritan su conducta profesional anterior. Chalabi cayó en desgracia y ahora enfrenta problemas.
Quemar a un espía es un crimen federal que se paga con prisión, según la ley estadounidense. Si la periodista mantiene la boca cerrada puede estar un año y medio entre rejas. Pero el gran delator de toda esta historia que comenzó en junio de 2003 fue el periodista Robert Novak, un amigo de la Casa Blanca, que identificó a la Plame como agente encubierta de la CIA, citando "fuentes oficiales pero anónimas", en una columna del diario "The Washington Post", después que el ex embajador Wilson, su marido, dijera en otra columna del "The New York Times" que Bush utilizó información falsa, o sea mentiras, para justificar su invasión a Irak.
Novak, que es un columnista conservador muy bien relacionado el gobierno, se niega a revelar quién le dio la información sobre Plame, después que las críticas de Wilson irritaron a la Casa Blanca. Wilson está convencido que la venganza del gobierno fue revelar que su esposa había trabajado para la CIA. Se desconoce hasta hoy si los investigadores han entrevistado, interrogado o citado a declarar a Novak, pero sí lo han hecho con montones de otros periodistas que más adelante publicaron artículos sobre quiénes pudieron darle la información a Novak en la Casa Blanca.
El abogado de Miller, Floyd Abrams, apelará alegando que la periodista ni siquiera había escrito un artículo sobre el caso Plame. Sólo había reunido material para escribirlo. "Realmente es para asustarse cuando se puede enviar a prisión a los periodistas porque hacen su trabajo de manera eficaz", dijo Miller.
El fiscal federal Patrick Fitzgerald, a cargo de la investigación, citó también a otros periodistas de la cadena de televisión NBC, la revista "Time" y el diario "The Washington Post". Algunos dieron información sobre sus fuentes después que Lewis Libby, jefe de gabinete del vicepresidente Dick Cheney, los liberó de su compromiso de mantener la reserva.
Miller y el director ejecutivo del "New York Times", Bill Keller, dijeron que no aceptarán "bajo ninguna circunstancia" ofrecer testimonio. A finales de agosto quedó anulada la declaración de desacato dictada por un juez federal contra el periodista Matthew Cooper, de la revista "Time", que decidiera declarar en el caso para librarse de una condena de 18 meses y salvar a su revista de una multa de mil dólares diarios.
Los grandes medios pierden credibilidad
La confianza de los estadounidenses en la gran prensa, entretanto, descendió al 38% en esta campaña electoral, después de haber estado en el 62% en 1987. La pérdida de credibilidad incluye al "The New York Times", que en mayo de 2002 tuvo que pedir disculpas por las andanzas de su periodista estrella Jason Blair, cuya fecunda imaginación elucubraba "reportajes" vinculados a la guerra en Irak sin salir de su departamento de Manhattan y ni siquiera usar el teléfono o Internet. Los grandes medios pierden su credibilidad. Pero el de Blair no fue el único caso.
Lo curioso es que los televidentes ya no creen en aquellos grandes medios que primero asumieron sin reservas las mentiras oficiales que justificaron la guerra y ahora, de nuevo, se las dan de "objetivos", simplemente porque el negocio se está cayendo. Dan Rather, la estrella de la CBS, que en 2002 más o menos dijo "ordene mi Presidente" y anunció que su cobertura no sería "objetiva" porque ante todo es un "patriota", hoy está en la picota por haberse pasado al lado del "periodismo de investigación" pero usando falsificaciones de documentos para demostrar cómo Bush evadió el servicio militar. En rigor, no hacía falta inventarlos porque el documentalista Michael Moore demostró, en "Fahrenheit 9/11", que existe bastante evidencia documentada en archivos públicos.
Los espectadores ya no se informan por las grandes cadenas de televisión, como CBS, mientras los electores prefieren buscar noticias en Internet y el público exhibe cada vez mayor desconfianza en los periódicos y en los periodistas. Muchos estudios académicos y encuestas vienen reflejando la desconfianza de los estadounidenses hacia los grandes medios de comunicación. Pew Research Center (http://people-press.org), con prestigio en investigación de medios, asegura que el contingente de quienes "confían en la objetividad de los periodistas" descendió del 62% que ostentaba en 1987 al 38% en la presente campaña electoral.
Según las cifras, los televidentes estarían convencidos de que la objetividad es un mito. Abandonan las cadenas de TV abierta que cultivan un supuesto "periodismo neutral", como CBS, NBC y ABC, y están inclinándose por otras claramente ideologizadas, hacia la extrema derecha, claro, como la Fox News, del australiano Rudolph Murdoch, que no tiene todavía cuatro años en el mercado y se distribuye limitadamente por cable y satélite. El espectador dejó de creerle a los "hombres ancla", como Peter Jennings, Tom Brokaw y Dan Rather, quienes perdieron su pedestal en los grandes informativos de la televisión.
Lo mismo que narran los "hombres ancla" el público interesado en la información veraz lo busca en Internet, si es de signo progresista, o se va de frente a las cadenas reaccionarias que le resultan favoritas. "Estas elecciones se van a recordar como el final de la era de los grandes informativos", escribió en "The Washington Post" Tom Rosenthiel, director del "Project for Excellence in Journalism" http://www.journalism.org . Los informativos tradicionales de la televisión abierta terminaron derrotados por las cadenas de noticias manipuladas de frente, como Fox News y CNN.
El "Rathergate"
El llamado "RatherGate" demolió a las estrellas de televisión. Según Broadcasting & Cable http://www.broadcastingcable.com, se trata de "el golpe más humillante recibido por las cadenas convencionales, que llevan 10 años sufriendo una erosión de prestigio, presupuesto y audiencia". La estrella de CBS pasó al cuarto de los juguetes desde que tuvo que pedir disculpas por haber exhibido en pantalla documentos falsificados sobre el pasado militar de Bush, pese a que existen pruebas auténticas como las mostradas por Moore.
Pero el síndrome Rather, o las andanzas al estilo de Jason Blair, no sólo han sacudido a la TV y al The New York Times sino a otros grandes medios corporativos, incluido el ’USA Today’. Por eso, David Broder, escribió en The Washington Post que siente "vergüenza y ridículo" por la pérdida de objetividad y prestigio en una profesión sometida hasta ahora a unas normas pulcras de "ética profesional".
CNN y Fox News convirtieron a la temporada de huracanes en un espectáculo trágico que puede observarse tranquilamente desde la calidez del hogar. CNN anuncia la "Temporada de Huracanes 2004" como si fuera la gira de un gran circo de los tiempos del "Ringling Barnund and Brothers". Y si no hay huracanes, todos los días existe un detalle estúpido que se convierte en noticia para embrutecer más al televidente, mientras los otrora importante noticiarios de TV pierden influencia por sus estafas y errores periodísticos, los periódicos no saben cómo salir de la crisis de lectores y prestigio.
"No sabemos todavía quién ganará las elecciones de 2004", dijo Broder, "pero sabemos quiénes las han perdido: los medios informativos de Estados Unidos han recibido una paliza".
* Ernesto Carmona es periodista y escritor chileno.