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« La desobediencia civil », de Henry David Thoreau*, invita a un acto donde el individuo está en la capacidad de desatender a los legisladores de un Estado si las leyes que estos promueven son consideradas injustas o incorrectas.
Desde la filosofía y el derecho hay múltiples definiciones del concepto de desobediencia civil. El concepto carga con prejuicios e imaginarios lejanos de lo que significa actuar bajo su definición. Muchas personas creen que se trata de un asunto de rebelión y violencia, y han tildado a quienes apelan a él de agitadores y revolucionarios bajo un estigma peyorativo y nuevamente distante de la realidad.
Por ejemplo, John Rawls, filósofo estadounidense, definió la desobediencia civil como un « acto público no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido habitualmente con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno ». Y de eso se trata. Una persona tiene el derecho a declararse en desobediencia civil como una forma de libertad de expresión y de conciencia. Es ese un camino para acudir también a su derecho a la protesta y, por ende, una manifestación política válida que se da cuando uno o varios ciudadanos están en desacuerdo por las leyes que promueven sus gobernantes.
Henry David Thoreau, también filósofo estadounidense de la modernidad, habló de la desobediencia civil en una conferencia escrita que se publicó en 1849.
En ella, el pensador se pregunta :
Thoreau nos introduce en un tema mucho más complejo y subjetivo : la justicia. Para el filósofo estadounidense, « La autoridad del gobierno es una autoridad impura : porque para ser estrictamente justa tiene que ser aprobada por el gobernado ». En otras palabras, es imposible que el gobierno sea justo, pues tendría que corresponder a la justicia de cada uno de sus gobernados, y como en una sociedad impera la pluralidad y la diversidad, resultaría muy difícil acomodar las leyes para el beneficio de todas las individualidades.
Y también se pregunta :
Dos preguntas que introducimos aquí son fundamentales para entender la desobediencia civil vista desde Thoreau. Hay que entender la conciencia individual y una posible paradoja a primera vista cuando notamos que entre más leyes menos gobierno hay. El mismo pensador estadounidense afirmaba en el principio de su conferencia que un Estado ejerce mejor su autoridad cuando menos gobierno y leyes existen, pues es deber de todos, desde la ciudadanía, promover una conciencia individual que regule el comportamiento de toda la sociedad. A mayor número de leyes, menor capacidad de autoridad y menor control sobre los gobernados. Así podría entenderse.
Sobre la conciencia individual, lo que quiere decir Thoreau es que es deber del ciudadano presionar y resistir a una ley que lo perjudica. Para ponerlo en nuestro contexto, quienes se declaran en desobediencia civil por las medidas que toma el gobierno con respecto al manejo de la pandemia, lo hacen como una forma de protestar porque si bien esas regulaciones buscan evitar mayores contagios, afectan su economía y empeoran sus condiciones de vida. Y en nuestra país la realidad es tan compleja que los problemas se agudizan con las cuarentenas. La crisis social y económica crece. Y sí, la vida va primero, pero la vida en este caso también incluye condiciones mínimas para poder llevar lo básico a las casas y lograr subsistir.
El debate se extiende, y las medidas, que también como lo podemos ver con Thoreau, nos remiten a temas políticos y éticos. La conciencia individual para no aceptar una ley y desobedecerla pasa también por un deber de acudir al bien colectivo, de no ser indiferente a lo que puede afectar a otros. Algunos se preguntarán cuáles pueden ser las vías legales para no acudir a la desobediencia civil y un posible conflicto bélico entre las partes, pero sobre esto también aclara el filósofo estadounidense que, aunque sea « poco conciliador », la vida es muy corta para esperar a que por medio de un trámite se pueda abolir una norma que en lugar de servir, termina perjudicando a una sociedad.
La desobediencia civil es un método de protesta que siempre parte de una acción pacífica para resistirse a una ley considerada como injusta. Hablar de ella no es sugerir una guerra, o una revolución en términos peyorativos. En el caso de Thoreau, habló de ella para no pagar impuestos que consideraba innecesarios o injustos, y terminó preso por ello, pero estableció un concepto que sirve para la vida social y política en el sentido que nos lleva a hacernos conscientes de nuestra voluntad, de nuestra capacidad de influir en el poder y de exigir como ciudadanos mejores garantías y mejores gobernantes, esto para que no se trate de crear y crear leyes, sino de crear las necesarias y las más adecuadas para todos.
Andrés Osorio Guillott para El espectador
El espectador. Bogotá, 16 de abril de 2021