Accueil > Les Cousins > Colombie > La desnutrición ideológica de Colombia
Por Aurelio Suárez Montoya
La Tarde, 14 de mayo del 2004
Ante la inminencia del inicio de las conversaciones del tratado de Libre Comercio entre Colombia y los países Andinos, el Ministerio de Comercio Exterior ha iniciado una campaña en los medios de comunicación escritos a través de sus funcionarios, del ministro Botero para abajo, con el fin de convencer al país de la entrega en la negociación del mercado interno de cereales y oleaginosas al Tío Sam sin que signifique privar a la nación colombiana de su seguridad alimentaria.
Para tal propósito se ha recurrido a acomodadas interpretaciones de la definición de la seguridad alimentaria de la FAO y a rebuscados tecnicismos para concluir que lo primordial no es la producción de los géneros principales de la dieta básica en el territorio nacional sino que todo se reduce a adquirir divisas en el comercio exterior para poder comprar los alimentos a quien los tenga de sobra. Como el más indignante argumento para soportar el disparate se coloca como ejemplo de ese procedimiento para proveerse de alimentos a Burkina Faso, uno de los tres países más pobres del mundo, donde el 35% de los niños menores de 5 años son de estatura inferior a la normal y donde, según UNICEF, las enfermedades respiratorias, diarreicas agudas y la desnutrición han deteriorado los índices de mortalidad infantil.
Contrario a las teorías, ’desnutridas’ de Botero, existe una concepción distinta de este asunto ; la de George W. Bush, quien la expresó hace poco tiempo : ’Es importante para nuestra nación construir : cultivar alimentos, alimentar a nuestra población. ¿Pueden ustedes imaginar un país que no fuera capaz de cultivar alimentos suficientes para alimentar a su población ? Sería una nación expuesta a presiones internacionales. Sería una nación vulnerable. Y por eso, cuando hablamos de la agricultura norteamericana, en realidad hablamos de una cuestión de seguridad nacional’. Es curioso que aquí, donde se debería coincidir con Bush, no se coincide, es en lo único que discrepan nuestros funcionarios con la superpotencia.
El Ministro Botero manipula la definición de FAO sobre la seguridad alimentaria aquella que se alcanza ’cuando toda la gente, en todo momento, tiene acceso físico y económico a suficiente alimento nutricional y en forma segura, con el fin de suplir sus necesidades dietéticas y preferencias alimenticias para una vida activa y saludable’. Según él, tal estado se alcanza mediante la garantía de consumir lo que otros produzcan en alimentos, opinión contraria a la de Estados Unidos. También omite referirse a las palabras que la misma FAO señala como claves en el concepto, a saber : DISPONIBILIDAD, ESTABILIDAD Y ACCESIBILIDAD. No se puede reducir entonces el problema a aquellos casos donde la pobreza dificulta la seguridad alimentaria ; no, se trata de un ’asunto de seguridad nacional’. ¿O, será que con el mero consumo se alcanzan las claves dictadas por la FAO ?
Aquí también como en todas las discusiones sobre el ALCA y el TLC se pretende ocultar los efectos que en más de una década de aperturas el país ya ha sufrido. Por ejemplo, en 1990 la producción de maíz total por habitante en Colombia era de 33,7 kilos, para 2000 bajó a 27,96 y en 2002 a algo menos que en 2000. En arroz la línea descendente es mayor para no hablar de soya o algodón. Nos movemos en sentido contrario de lo que afirma la burocracia ministerial del Comercio Exterior. Estados Unidos, la locomotora de la economía, a pesar de su crecimiento económico no ha diversificado su producción agrícola, los ocho principales productos (trigo, maíz, arroz, algodón, soya, sorgo, cebada y avena) ocupan el 74% de su tierra cultivada.
Las inconsistencias teóricas de Botero y los suyos, aunque no lo quieran, los lleva a concordar con Malthus, no en aquella elemental especulación de si la producción superaría el crecimiento de la población, sino en la que de él hereda John Stuart Mill : que la pobreza es ’algo natural’. La desgracia para los colombianos es que esa ’pobreza natural’ se nos atribuye por quienes son los negociadores de los tratados comerciales. Eso también les permite armonizar con los del ’cuarto de al lado’ del Imperio quienes han manifestado : ’Una buena razón de la conveniencia del TLC con Colombia es lo que éste haría por la agricultura estadounidense…Es muy notorio que Colombia es absolutamente un gran importador de productos de la agricultura estadounidense’. Sólo resta, como dice el senador Carlos Gaviria, que los tecnócratas nos convenzan, también en este caso, que estamos satisfechos porque somos ’pobres pero no miserables’. No obstante, la miseria es de otro orden, la de nuestros oficiales ’desnutridos’ ideológicamente.