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27 de agosto de 2003

Isaac Alfie, un ministro en Uruguay para decir: No!

 

A 48 horas de haberse producido el sorpresivo relevo en el Ministerio de Economía y Finanzas, lo único que está claro es que se avecinan tiempos económicos y sociales muy duros. Eso explica que "un halcón" haya ocupado el lugar de "una paloma", aunque sea más delicado decir que es momento de técnicos y no de políticos. Salvo el embajador de Estados Unidos, nadie vio con optimismo el recambio, sus causas ni sus posibles consecuencias.

Por Guillermo Waksman
Brecha

Todavía no está claro si Alejandro Atchugarry renunció por su propia voluntad o si lo hizo a pedido del presidente de la República. La información disponible permite apostar por cualquiera de las dos hipótesis.

Quizás Atchugarry no sea menos neoliberal que Alfie, ni que Alberto Bensión, Ariel Davrieux o Jorge Batlle. Sólo que es más "político", al menos en el sentido del mensaje del presidente de la República, de que los "tiempos políticos" deben dejar lugar a los "tiempos técnicos". Debe ser, además, junto con Liber Seregni, el dirigente político con mayor aceptación extrapartidaria (quizás la diferencia entre ambos en ese aspecto sea la mayor aceptación que tiene Atchugarry dentro de su propia fuerza política).

No se puede descartar, entonces, que haya sido Batlle quien decidiera tomar el timón de la conducción económica en este último tramo -poco más de año y medio- de su trayecto de un lustro que inició en la estación Carnelli, o al menos compartirlo con alguien más afín a su carácter. Tal vez haya querido terminar su mandato siendo más coherente con lo que pensó toda su vida, y en ese sentido haya preferido a Alfie, un economista ortodoxo con menos cintura que un pollo, y abandonar el estilo componedor de Atchugarry. Tal vez Batlle se haya cansado de ser, como en estos últimos 13 meses, sólo la reina de Inglaterra y no, además, Tony Blair, como al fin y al cabo está consagrado en la Constitución de la República, y de haber cedido a Atchugarry, en los hechos, la condición de primer ministro. Es posible que Batlle haya razonado que, ahora que los blancos no sólo han abandonado la coalición de gobierno sino que además ni siquiera le votaron la rendición de cuentas, ha llegado la hora de ponerles a un ministro que, en definitiva, no es más que una versión aumentada y corregida de Bensión, su verdadero mentor económico, que los ex socios de la coalición terminaron de voltear.

También es probable, por supuesto, que Atchugarry se haya alejado del Ministerio de Economía y Finanzas por voluntad propia. Eso sí: de todos los motivos que se han manejado en estos dos últimos días -algunos de índole personal, como el agotamiento físico y anímico o el deseo de dedicar más tiempo a sus hijos-, y sin perjuicio de que cada uno de ellos pueda haber tenido alguna incidencia, parece claro que el principal sería el inminente endurecimiento de la política económica, con el consiguiente enfrentamiento del gobierno con varios sectores sociales.

El propio Atchugarry ha negado que le interese ser candidato el año próximo. No hay por qué dudar de su palabra, pero en política muchas veces a los dirigentes "los obligan a salir". El ex ministro es el único que puede cargarse al hombro a la alicaída lista 15, ya sea para lograr un equilibrio dentro del Partido Colorado, para integrar quizás una fórmula presidencial común con el candidato del Foro Batllista o bien para trabajar de locomotora, como primer candidato al Senado, y permitir a su sector conservar algunas bancas en las dos ramas parlamentarias para que el desempleo no afecte también a varios de sus actuales legisladores. Es cierto, como se ha dicho, que si éste hubiese sido el motivo todavía tenía tiempo para irse del ministerio. Pero una cosa es el plazo necesario para dedicarse a la campaña electoral -que podría haber sido diciembre, o incluso marzo- y otra el momento más conveniente para irse, antes de que el hombre tranquilo, bonachón y negociador, se viera obligado a cambiar el talante y a adoptar esa actitud de ductilidad y simpatía que siempre caracterizaron, entre otros, a Davrieux y a Bensión.

Pero más allá de que la iniciativa del alejamiento del ministro haya partido del propio Atchugarry o de Batlle, o de que haya existido, como en tantos divorcios, mutuo consentimiento, lo que está claro es que el factor decisivo fue el panorama que el país tiene por delante. (Véase, también, el artículo de Gabriel Papa en las páginas 2 y 3 de la separata Detrás de los Números.)

Septiembre

El lunes 1 comenzará a regir un nuevo aumento de las tarifas públicas. Su magnitud dependerá de la voracidad recaudadora del gobierno y será una primera ocasión de medir el grado de fanatismo del nuevo ministro en materia de ordenamiento de las cuentas públicas, que es nada menos que su especialidad y su obsesión, teniendo en cuenta que en este caso existirá la tentación de tratar de acercarse lo máximo posible al muy lejano 3,2 por ciento del pbi de superávit primario comprometido con el fmi.

También está prevista para las próximas semanas la visita de una misión técnica del fmi cuyo cometido es hacer una revisión del cumplimiento de las metas ya acordadas (véase en esta edición la contratapa de la separata Detrás de los Números). En el documento más reciente de ese organismo se plantea la necesidad de hacer un nuevo ajuste fiscal y de acelerar el proceso de privatizaciones. Pero además, entre otros compromisos pendientes con el fmi, está la aprobación de un decreto que estimule la competencia en el sector de las telecomunicaciones, programada para antes del 31 de marzo último, y la reforma de la Caja Policial, que tenía plazo hasta el 31 de julio. La misión del fmi encontrará al frente del ministerio a uno de sus principales interlocutores durante los últimos años, junto con Davrieux y Carlos Stenneri, representante uruguayo ante los organismos financieros internacionales con sede en Washington. Si bien el fmi declaró su beneplácito por la designación de Alfie, sus autoridades saben que, en ciertos momentos previos a la crisis del año pasado, Uruguay llegó a presentar, bajo su firma, informes maquillados cuyas inexactitudes se conocieron tiempo después y dieron lugar a la suspensión en la entrega de algunas de las partidas prometidas, así como también a la "sugerencia" de que el Banco Central publicara en su página web, en forma periódica, los datos esenciales sobre la evolución de la economía uruguaya. La "invitación" tuvo la cuota de persuasión que caracteriza a las recomendaciones del fmi, al extremo que el bcu comenzó a publicar puntualmente esa información.

El 30 de setiembre vencerá el plazo de otro compromiso con el fmi: la reforma de la Caja Militar. El mensaje del Ejecutivo volvió a ingresar hace algunas semanas al Parlamento, después de una serie de idas y venidas que -ministro Yamandú Fau y mandos militares mediante- hicieron que, por alguna razón no revelada pero imaginable, los ahorros producidos en ese rubro no fueran, ni mucho menos, del orden esperado.

En la misma fecha habrá que presentar también la auditoría del Fondo de Estabilidad del Sistema Bancario.

Para otros compromisos internacionales en materia legislativa el gobierno tiene plazo hasta fin de año, aunque por las dificultades de cada uno de ellos, no es previsible que todos puedan cumplirse en tiempo y forma. Se trata del envío al Parlamento del proyecto de ley sobre la reforma de la Caja Bancaria, el decreto para desregular la actividad petrolera y la aprobación de la reforma tributaria.

Otro tipo de compromisos internacionales que tendrá que atender Uruguay son, por supuesto, el pago de los intereses de los bonos y el de los vencimientos de la deuda externa.

En materia de deuda interna, el panorama no es en absoluto alentador. El actual conflicto en Salud Pública no es más que un anticipo de las movilizaciones sindicales que pueden esperarse en los próximos meses, sobre todo en el sector público.

Ante este panorama, en lugar de tratar de buscar la paz social, el gobierno de Jorge Batlle prefirió prepararse para la guerra. Consideró que los tiempos por venir no eran los más propicios para Atchugarry o para alguien de sus características. Hace tres meses Marcelo Pereira escribía: "Gobernar Uruguay es hacer equilibrio entre presiones internacionales y dramas sociales. De eso se ocupa en gran medida Atchugarry, supervisor en jefe del conjunto de chacras en que se ha convertido el Estado (con el Foro Batllista como chacarero mayor). Los dirigentes blancos y encuentristas de mayor peso consideran que el ministro de Economía no lo hace mal, y que ellos no podrían afrontar la situación de otro modo. Algunos lo dicen, como el senador Danilo Astori, y reciben por ello palos. Otros piensan que es inconveniente decirlo, pero están convencidos de que sería aun más inconveniente, para la oposición y para el país, mover un dedo contra la permanencia de Atchugarry en su cargo". (BRECHA, 30-V-03, contratapa).

Otros dedos se movieron y Alfie fue seleccionado como el técnico ideal para los tiempos que vienen. Proveniente del grupo de jóvenes economistas del pachequismo, que integraron también Eduardo Ache (presidente de ancap cuando los negocios de triste memoria en Argentina), Julio de Brun (presidente del bcu) y Gustavo Michelin (director del brou), Alfie ingresó a la Oficina de Planeamiento y Presupuesto en 1985, a las órdenes de Davrieux. Seis años después pasó al Ministerio de Economía, en tiempos de Enrique Braga. Durante el segundo gobierno de Sanguinetti fue primero asesor de Luis Mosca y después director de la asesoría financiera del área macroeconómica, cargo que siguió ocupando con Bensión. Está considerado en medios académicos como un economista de manual -lo cual no es una referencia a su formación, sino una descripción de la manera de ejercer la profesión con un apego estricto al recetario de los organismos financieros internacionales- y es, en definitiva, el único sobreviviente del equipo de Bensión, un dato que puede haber sido decisivo a la hora de su designación. En cambio, hay quienes lo consideran corresponsable de la crisis, en la medida que, mientras el titular de la cartera se dedicaba al sistema financiero, él estaba directamente a cargo del área fiscal.

Alfie se declara votante de la 15, pero no militó en ningún sector colorado. A mediados del año pasado su nombre adquirió notoriedad al haber sido mencionado entre los altos funcionarios del gobierno que retiraron sumas importantes de sus cuentas en los momentos más críticos de la corrida bancaria, en un artículo de Samuel Blixen en el cual también se mencionaba al senador Ruben Correa Freitas, a los diputados Ronald Pais y Daniel García Pintos, y al economista Javier de Haedo (véase BRECHA, 14-VI-02). Alfie era, de todos ellos, el que por razón de su cargo tenía mayor acceso directo a la situación de la plaza financiera. Aunque en aquel momento la información no estaba disponible, BRECHA supo después que Alfie había retirado no menos de 200 mil dólares de una cuenta en Cofac. En estos últimos días la información fue confirmada, en distintos medios, por el presidente del brou, Daniel Cairo, y por el dirigente de aebu Juan José Ramos. En cambio, Alfie nunca negó haber hecho ese retiro ni consideró pertinente formular aclaración alguna sobre el asunto.

Festejo en el Parque Rodó

Ni Ramón Díaz ocultó su preocupación por el relevo en el Ministerio de Economía. En todo el territorio uruguayo sólo se escuchó una voz de alegría: la del embajador de Estados Unidos, Martin Silverstein, quien en un comunicado emitido el martes 19 consideró pertinente recordar que la víspera Alfie se había reunido con él y con Roger Noriega, secretario de Estado adjunto para el hemisferio occidental, y dejar constancia además de que "el nuevo miembro del gabinete ministerial es un reconocido y experimentado negociador". Agregó que confía "en continuar trabajando en forma estrecha con el nuevo ministro en los temas económicos de mayor importancia con el fin de cumplir con las expectativas internacionales relacionadas con la deuda externa uruguaya". Y dijo confiar también "en que el nuevo ministro de Economía y Finanzas continuará apoyando políticas económicas sólidas que ayudarán a Uruguay a enfrentar sus problemas económicos y a crear nuevas oportunidades de empleo".

Es posible que el embajador Silverstein haya imaginado que tres millones de suspiros de alivio escaparían de bocas uruguayas tras escuchar su testimonio. Pero no fue así: la principal consecuencia fue el anuncio del diputado Carlos Pita (Corriente Popular, ep-fa) de plantear en la Comisión de Asuntos Internacionales de la Cámara de Representantes que la cancillería le haga una observación al embajador de Estados Unidos por esta nueva injerencia en los asuntos políticos de Uruguay.

Mientras tanto, el flamante ministro, por si fuera necesario evitar equívocos, aseguró que no habría carnaval electoral, y con el sano propósito de tranquilizar algunos ánimos, tanto él como su antecesor se comprometieron a que todos los acuerdos que se estaban conversando tendrían continuidad. Alfie ha anunciado también algunas líneas de trabajo muy previsibles: por ejemplo, que habrá un severo control fiscal y que impulsará un proceso de transformaciones para mejorar la eficiencia del Estado y de la economía. Otras definiciones de Alfie, más categóricas, se conocieron una semana antes de su designación, en las Jornadas de Economía celebradas en el Banco Central (véase nota de Gabriel Papa, en BRECHA, 15-VIII-03, página 11). En esa ocasión defendió una vez más la tesis de que lo principal es mantener la ortodoxia fiscal y cumplir al pie de la letra los compromisos asumidos con el fmi, el Banco Mundial y el bid, reiteró su posición de que hay que buscar una apertura comercial mayor que la que puede lograrse con el Mercosur, entre otras cosas para evitar los desequilibrios que pueda sufrir la región, y buscar una aproximación mayor con Estados Unidos, y sostuvo la conveniencia de impulsar reformas comprometidas con el fmi, como la del sistema tributario (sin impuesto a la renta a las personas físicas, por supuesto).

Y, como si quisiera dar tranquilidad a los que temen que eso de ser técnico y no político puede ser un problema, dedicó el primer día de su gestión a visitar a Tabaré Vázquez, Julio María Sanguinetti y Luis Alberto Lacalle. A Vázquez le aseguró que uno de sus objetivos era dejarle la casa en orden al próximo gobierno, sea cual fuere. Parece que al líder del ep-fa se le escapó un "amén". Pero lo dijo tan bajito que nadie lo escuchó.

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