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La canallada a la que asistimos nos hace un poco más lúcidos. La crisis de la UE no ha hecho más que empezar
Se trataba de castigar un desafío. Un desafío a la estupidez económica y sobre todo al principio de autoridad. Ahogar una quijotesca manifestación de dignidad para evitar el ejemplo. « No duden que la respuesta al referéndum será implacable », « Prepárense para el circo mediático que se avecina », escribimos el martes. Con « Grexit » o sin él, es lo que ha ocurrido. Pero, ¿a qué precio ?
Merkel ha salvado la cara ante el mayoritario sector de su opinión pública que cree en la leyenda de que la crisis es resultado del exceso de gasto social y de la mala administración de gobiernos manirrotos. Esta leyenda ofreció a « los griegos » como nuevos judíos. Con ella la Quinta Alemania tejió un mito para canalizar el enfado social y evitar una puesta en cuestión del sistema euro y del casino en general.
Con ese « los griegos », el nacionalismo alemán se ha retratado como lo que siempre fue : un asunto étnico y supremacista que alimenta la imposición y el dominio. Hoy muchos europeos regresan a la vieja idea de que es imposible una relación igualitaria con Alemania.
En la sala de tortura de Grecia, Francia representaba el papel de « policía bueno ». Funcionarios franceses ayudaron al gobierno griego a redactar los términos de su gangsteril capitulación. Hollande ha ejercido de « collabo », pero se alineó con fuerzas extraeuropeas, el FMI y el gobierno de Estados Unidos, para moderar a Merkel y su siniestro ministro. El Presidente ya ha comenzado la campaña de su reelección (2017) y apostó por la oposición al Grexit, una manera diferente de participar en el castigo. Sin embargo, esa diferencia y su recurso a los de fuera agrietan el mito del « eje franco-alemán ». Con Grecia, Alemania quería disciplinar de paso a Francia (e Italia), mientras que ésta quería poner en evidencia a Alemania. La bestia neoliberal, en sus dos alas, socialdemócrata y conservadora, está más dividida.
El Politburó de Bruselas, su régimen de soberanía limitada, su ideología (el estalinismo de mercado) y su comportamiento antidemocrático, se han hecho más obvios para más y más ciudadanos europeos. Los medios de comunicación aún menos creíbles. La canallada a la que hemos asistido nos hace, en definitiva, un poco más lúcidos. Un poco más de claridad sobre la Europa realmente existente y el malestar que siente cualquier persona decente en ella. La crisis de la UE no ha hecho más que empezar.
Rafael Poch* para su columna el Diario de París en La Vanguardia
La Vanguardia. Barcelona, 13 de julio de 2015.
El Correo de la diáspora latinoamericana. París, 13 de julio de 2015.