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Durante la Guerra del Golfo, Bush padre que había vivido más y bebido menos que el hijo, aconsejado por un general moderado como Colin Powell, se detuvo a las puertas de Bagdad. La presa era fácil y grande la tentación, aunque demasiada la incertidumbre ; prefirieron el pájaro en mano.
Por Jorge Gómez Barata
Argenpress.info. Buenos Aires, 10 de enero de 2007.
George Bush, cuadragésimo primer presidente norteamericano y el segundo en ver a un hijo suyo ocupar la silla presidencial, heredó de Reagan la guerra sucia, un abultado déficit que terminó contrayendo la economía, y la "revolución conservadora" que puso el poder en manos de una derecha clerical y ultra reaccionaria, a la que Bill Clinton cerró el paso durante ocho años.
En el ámbito externo, el fundador de la dinastía Bush, explotó el éxito, y avanzó por la brecha abierta con la disolución del socialismo, el debilitamiento y el inglorioso fin de la Unión Soviética. Al invadir Kuwait, Saddan Hussein le sirvió en bandeja la oportunidad de establecer la presencia norteamericana en el Medio Oriente.
Reagan y Bush padre no eran menos conservadores que el hijo de Bárbara, aunque si más inteligentes, al menos lo suficiente como para no enredarse en aventuras de las que no pudieran salir. Granada, Panamá y la Guerra del Golfo fueron ejemplos de operaciones imperiales de bajo costo y altos dividendos.
Cuando en 1990 Saddan Hussein incurrió en la torpeza de invadir y anexarse a Kuwait, el mayor pozo petrolero con bandera del planeta, Estados Unidos vencedor en la Guerra Fría y superpotencia sobreviviente tuvo la primera oportunidad en toda su historia de involucrarse en una causa de liberación nacional.
Moviendo resortes convencionales a la maquinaria propagandística imperial no le resultó difícil demonizar a su ex aliado, cuyo prestigio se había quebrantado en la represión interna, la guerra contra Irán y las operaciones contra los kurdos, sumar a Europa, a los países árabes y a la ONU, creando la mayor coalición política y militar internacional desde Roosevelt. A ese potencial se sumó la incompetencia del mando militar iraquí, la escasa disposición combativa de sus fuerzas armadas y los errores políticos de Hussein.
Bush padre tuvo el suficiente sentido común para dejar las operaciones de la Guerra del Golfo en manos de los entendidos, cosa que no hizo el hijo, que desoyó a generales y diplomáticos, otorgando un excesivo protagonismo a Richard Cheney y Donald Rumsfeld, que resultaron ser los clásicos elefantes en la no menos clásica cristalería.
Con torpeza infinita, Rumsfeld no sólo modificó las directivas operativas de Powell, basadas en el dogma táctico de que la tropa atacante debe superar con fuerzas y medios a la que defiende, sino que promovió el abandono de la doctrina política de Franklin D Roosevelt quien estableció que : "Estados Unidos no administra países".
Todo indica que Rumsfeld desconocía el ABC de la ocupación de un territorio extranjero, contenidos en manuales de la wehrmacht nazi, según las cuales, los ocupantes ratifican a las autoridades locales que lo acaten y las utiliza para captar a los dubitativos y combatir a los rebeldes.
Al disolver a las fuerzas armadas, cuerpos de seguridad y policía de Irak, cesantear a los órganos gubernamentales a todos los niveles y prohibir el partido Bass, Rumsfeld hizo recaer sobre la soldadesca y los comandantes norteamericanos responsabilidades para las que no son competentes.
Para hacer más errática su conducción, el ex Secretario de Defensa, junto con el ex gobernador de Irak, Paul Bremen y el varias veces ex, John Negroponte, utilizaron el origen étnico de Saddan, para tratar de congraciarse con otras tendencias religiosas y atraer a la minoría kurda, manipulando irresponsablemente rivalidades confesionales y delicados equilibrios en una región donde todavía la política y la religión no se han separado e incluso, se mezclan con el ejercicio del poder.
Con sus acciones, la administración Bush que ahora busca desesperadamente un paliativo a su estúpido proceder, no ha hecho otra cosa que corroborar el axioma de que : "Cualquiera puede soltar a los gorriones, lo difícil es regresarlos a la jaula".