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La categoría de sionismo es la única forma de garantizar que no se acuse indiscriminadamente a todos los judíos de un crimen en el que muchos de ellos se consideran ajenos. El antisionismo no es el equivalente del antisemitismo, sino su única muralla.
El primero dice: « El sionismo nunca habría triunfado sin el Holocausto ».
El segundo añade: «Netanyahu dejó que esto ocurriera a propósito para reconquistar Gaza». ¿Quiénes son estas personas? ¿Dónde hablan? ¿Cuánto tiempo pasará antes de que sean vilipendiados en todos los medios de comunicación, citados por la policía y detenidos? Pues son Daniel Cohn-Bendit y Luc Ferry, en (la cadena de televisión ultra) LCI, el 19 de mayo de 2025. En cuanto a la desaprobación pública y la citación en comisaría, seguimos esperando. Así funciona la tectónica de placas.
El asombroso giro de 180 grados que se está produciendo ante nuestros propios ojos, y el autoblanqueo colectivo que le siguió, quedará como un caso de manual en la historia de la propaganda. Un giro de la parte más hipócrita del bloque propagandístico: los « humanistas ». Horvilleur, Sfar, Sinclair. Celebrados por sus grandes conciencias -que habían asumido perfectamente dieciocho meses de matanza masiva- habían arrastrado por el fango a quienes, teniendo razón desde el principio, habían corrido todos los riesgos: simbólicos, jurídicos, incluso físicos, para clamar contra el crimen genocida y contra la despreciable equiparación entre cualquier apoyo a Palestina con antisemitismo. Una vez que los intocables dieron la señal, la masa de negacionistas se sacudió miméticamente, fingiendo abrir los ojos; mejor aún, fingiendo que siempre los habían tenido abiertos.
Pero, ¿cómo se decidieron finalmente los « humanistas »? No por un sentimiento universal de conciencia, sino para proteger una serie de intereses: en primer lugar, sus propios intereses simbólicos y de reputación, demasiado amenazados por seguir la estela de un crimen que no conoce límites; y en segundo lugar, los intereses del proyecto sionista, cuyas credenciales políticas y morales deben mantenerse a flote en medio de un naufragio, precisamente encarnando la cara «humanista» del proyecto.
Y sin embargo, aquí está el hueso al desnudo: la cuestión del sionismo, el axioma que había que preservar a toda costa, ya sea por silencio o por contrición, pero que mantiene lo esencial: el lugar donde, durante el gran retroceso, continúa la represión. Hace un mes, los socialistas y los ecologistas, que el 7 de octubre se unieron al campo colonial, negando setenta y siete años de ocupación, censurando todas las voces que intentaban hacer oír la causa palestina, silenciosos ante la masacre hasta que se les autorizó a hablar, votaron a favor de la infame ley de censura universitaria que mantiene la igualdad entre antisionismo y antisemitismo – y penaliza el primero en nombre del segundo. Y esto es una aberración más, aunque la categoría de sionismo es la única forma de garantizar que no se acuse indiscriminadamente a todos los judíos de un crimen en el que muchos de ellos se consideran ajenos. Así pues, el antisionismo no es el equivalente del antisemitismo: es su única muralla.
Hay que decir que en estos asuntos el pánico europeo alcanza su apogeo: ¿por qué los autores del judeocidio deberían encontrar culpables en el Estado de Israel? La aplastante culpa de la historia, agravada por la más atribulada de las conversiones filosemitas La captation du mot « juif » par l’Occident ou la deuxième mort d’un monde – (Rebellyon.info), conducía lógicamente a un cheque en blanco… y el mensaje fue recibido. Pero he aquí la cuestión: no habrá arreglo ni en la región ni -por un clásico efecto dominó- aquí, a menos que nos alejemos de los miserables eufemismos humanitarios de los «humanistas» y volvamos a la política, es decir, que volvamos a poner sobre la mesa lo indiscutible.
Empezando por saber qué significado damos a las palabras. Conocemos las numerosas definiciones históricas y doctrinales del sionismo y del antisionismo. También podemos adoptar una visión conceptual. Por ejemplo, por sionismo entendemos la posición política que considera que la instalación del Estado de Israel en un territorio ya habitado y la expulsión de sus habitantes no plantea ningún problema de principio. El antisionismo puede deducirse de ello como la posición política que considera que el establecimiento del Estado de Israel en la tierra de Palestina plantea un problema de principio. Además de su simplicidad, esta definición tiene la ventaja de ser abierta, es decir, de plantear un problema cuya solución no presupone. Por ello, el antisionismo sólo puede tergiversarse como un plan para «arrojar a los judíos de Israel al mar».
En realidad, por indiscutible que pareciera después de la Shoah, la promesa sionista de dar a los judíos no sólo un Estado, sino, como solemos decir, «un Estado en el que puedan vivir con seguridad», era desde el principio una falsedad, de hecho una contradicción en los términos. Habría tenido que ser terra nullius para no serlo. Mientras la tierra perteneciera al primer ocupante, el Estado de Israel podría nacer, pero no sería seguro: no se desposee a la gente sin que ésta luche por recuperar lo que le pertenece. Así que la bancarrota del «Occidente» europeo se cuadró, y el asesinato industrial en masa de los judíos se « reparó » mediante un arreglo político imposible: Israel. Shlomo Sand lo resume sucintamente: « Los europeos vomitaron sobre los árabes » Shlomo Sand, historien : « L’État juif n’a pas d’avenir sans les Palestiniens » | Mediapart .
Aquí estamos setenta y siete años después. La masacre genocida no fue un giro desafortunado en el curso de los acontecimientos, ni mucho menos el efecto de un líder monstruoso del que simplemente había que deshacerse. Lo cierto es que una parte aterradora de la propia sociedad israelí se ha vuelto literalmente loca. Otro título para este texto podría haber sido: «Cielo abierto». Desde 2005, Gaza era una prisión a cielo abierto; hoy es un campo de concentración a cielo abierto. Y ahora hay franjas enteras de la sociedad israelí (y diaspórica) como un hospital psiquiátrico al aire libre. Un psicólogo israelí, Yoel Elizur, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, ha recogido testimonios de soldados israelíes desplegados en Gaza ‘When You Leave Israel and Enter Gaza, You Are God’: Inside the Minds of IDF Soldiers Who Commit War Crimes – Opinion – Haaretz.com. Uno dijo: « Cuando entras en Gaza, eres Dios. Me sentí como… como un nazi. Era exactamente como si nosotros fuéramos los nazis y ellos los judíos ». Qué vertiginoso es contemplar este desastre total: psicológico, político e histórico… ¿Qué no sabremos de las abominaciones sádicas cometidas en el campo de tortura de Sde Teiman cuando se diga la verdad? ¿Qué podemos decir de la perversión que supone reunir a personas hambrientas en un punto de reabastecimiento para dispararles con cañones? Las redes sociales están inundadas de vídeos de soldados que documentan su propio disfrute de la matanza, y de civiles que gritan lo suyo ante el espectáculo de la matanza, exigiendo de paso que no se olvide a los niños.
Se dirá que los rechazos en las redes sociales, por numerosos que sean, no dan una imagen representativa del conjunto de la sociedad. Por supuesto que están los otros, los soldados moralmente rotos, los reservistas que se niegan a «volver», los opositores de toda la vida al consenso colonial que se ha convertido en el consenso erradicador. Eyal Sivan nos recuerda sus insignificantes proporciones Israël contre les Juifs – Hors Série . Una encuesta publicada en Haaretz estima que el 82% de los israelíes apoya la expulsión total de los palestinos de Gaza, y el 65% apoya el mito de Amalek y la orden de destruirlo Yes to Transfer: 82% of Jewish Israelis Back Expelling Gazans – Israel News – Haaretz.com . El cuerpo central de esta sociedad se hunde en la pura locura (véase a este respecto el artículo de Norman Finkelstein, Sansón y Casandra – Rafael Poch de Feliu N. del T.).
Inevitablemente llega un momento en que los proyectos políticos de dominación dicen su verdad y revelan su verdadera naturaleza. He aquí, pues, todas las características fundamentales del sionismo puestas al desnudo para que el mundo las vea: es colonial, racista -pero eso ya lo sabíamos- y en su caso genocida -eso es lo que ahora sabemos-. Y esto es bastante lógico: no hay más sionismo con rostro humano que la posibilidad de un Estado seguro para los judíos en una tierra conquistada por la fuerza. Esta es la alternativa histórica. O bien la sociedad israelí persiste en su desatado movimiento exterminador, pero entonces perece moralmente en el acto, y de hecho se prepara para su colapso final. O se da cuenta de que, desde el momento en que cometió la catástrofe de la Nakba, estaba preparando su propia catástrofe, y entonces ve la única posibilidad de una presencia judía en la tierra de Palestina: un Estado binacional totalmente igualitario -como suele ocurrir, es la utopía aparente el realismo real. Hay 7 millones de judíos en Israel, no se van a ir, nadie lo pide, ninguna posición antisionista seria lo pide. La demanda antisionista es… bíblicamente simple: igualdad. Igualdad para todos los ocupantes, igualdad en dignidad y en derecho, igualdad en el derecho al retorno de los refugiados, igualdad en todo.
Es fácil comprender los niveles de angustia que semejante perspectiva puede despertar en la mayoría de los israelíes, o de los judíos de la diáspora. Tanto más cuanto que, tras la Shoah, era inevitable que la angustia fuera la formación afectiva que domina la condición judía -también la que explica las reacciones de violencia y desorientación insensata en el momento en el que solución ansiolítica « Israel » es puesta en cuestión: » Es anormal, antihumano, que todo el mundo sea antisemita», explica Elie Chouraqui a un estupefacto Luc Ferry. Pero la intensidad de las emociones no cambia en nada los hechos objetivos de la situación: una tierra ha sido arrebatada a sus ocupantes. No hay nada, ni siquiera la Shoah, que pueda borrar, y mucho menos justificar, este hecho original. Queda la alternativa fundamental: a falta de una carrera precipitada hacia la masacre, el fracaso fundacional del Estado de Israel no tendrá otra resolución que la igualdad.
Frédéric Lordon* para su blog personal La pompe à phynance
Original: « Le sionisme et son destin »
La pompe à phynance París, 19 de junio de 2025.