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9 octobre 2003

El proyecto de exportación de gas a Estados Unidos : Vaciamiento de Bolivia por multinacionales voraces

 

Por Econoticias

El proyecto de exportación de gas a Estados Unidos, que amenaza con partir en pedazos a Bolivia, reportará a las transnacionales petroleras un ingreso promedio superior en veinte veces al que obtendría el Estado, según las estimaciones empresariales.

Por cada dólar que se entregue al Estado boliviano por concepto de impuestos y regalías, el consorcio de Pacific LNG, constituido por las trasnacionales British Gas (BG), British Petroleum (BP) y Repsol/YPF, obtendría 24 dólares.

Las proyecciones de Pacific, según dijo en su momento el presidente de British Gas, Edward Miller, establecen que el ingreso previsto para las transnacionales serán de 1.369,6 millones de dólares en promedio anual, mientras que el pago de impuestos y regalías oscilará entre 40 a 70 millones de dólares.

En un horizonte temporal de 20 años, periodo de duración del contrato de exportación, las transnacionales petroleras aspiran a lograr algo más de 27 mil millones de dólares, un monto lo suficientemente atractivo para que las megaempresas que operan en Bolivia ejerzan una asfixiante presión sobre el gobierno de Gonzalo (Goni) Sánchez de Lozada, que también es asediado desde la vereda contraria por los sectores sociales y populares opuestos al proyecto.

Los sindicatos y organizaciones populares urbanas y rurales demandan que los réditos de este multimillonario negocio beneficien a la población, considerada la más pobre de Sudamérica. Exigen, para ello, que el gas y el petróleo vuelvan al dominio del Estado.

Actualmente la totalidad de la industria hidrocarburífera del país está en manos de las transnacionales, a partir de la privatización parcial de la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), de una Ley de Hidrocarburos considerada como entreguista y de un decreto ilegal firmado en secreto en el anterior mandato presidencial de Sánchez de Lozada, todo ello durante la década de los años 90.

Con esta legislación neoliberal, la explotación de las ingentes riquezas energéticas de Bolivia están reportando millonarias ganancias para las transnacionales petroleras. ’La rentabilidad en la industria del petróleo y gas en Bolivia es sumamente alta : por cada dólar invertido, la empresa petrolera gana 10 dólares’, admitió hace poco Roberto Mallea, ejecutivo de Repsol YPF en Bolivia, empresa que intenta, junto a otras, desarrollar un atractivo negocio al transportar gas del sur boliviano hasta los mercados de Estados Unidos.

Proyecto de exportación

El multimillonario proyecto de Pacific LNG, consorcio conformado en junio del 2001 por las trasnacionales British Gas (BG), British Petroleum (BP) y Repsol/YPF, consiste en la exportación diaria de 36 millones de metros cúbicos de gas hasta los mercados de Estados Unidos durante 20 años. En todo ese tiempo se estima que, desde los campos hidrocarburíferos del sur de Bolivia, se suministraría un total de 6,26 trillones de pies cúbicos de gas a la industria y a la comunidad estadounidense.

El transporte del gas, un energético cada vez más valioso por ser ecológico y poco contaminante, se daría en dos fases. La primera, consistiría en el transporte del combustible en un gasoducto desde los campos de Tarija, Bolivia, hasta el puerto chileno de Patillos en el Pacífico, según el diseño de Pacific LNG. En ese puerto, se instalaría una planta para licuificar el gas.

En la segunda fase, el gas ya convertido en líquido sería transportarlo en barcos metaneros, vía marítima, hasta un puerto en Norteamérica donde se lo regasificará para luego ser transportado por la distribuidora norteamericana Sempra a través de ductos hasta California, en Estados Unidos.

En el puerto se prevé una inversión de 2.500 millones de dólares para infraestructura portuaria y una planta de licuefacción. El proyecto, en su conjunto, demandaría una inversión de 5 a 7 mil millones de dólares durante un quinquenio.

Todo en manos privadas

La ingeniería del proyecto, la elección del puerto, las negociaciones con los compradores en Estados Unidos (el consorcio Sempra Energy, subsidiaria de Enron) y los precios de compra y venta del energético son responsabilidad exclusiva de Pacific LNG. Como es un negocio privado, el Estado boliviano solo participa como coadyuvante en las gestiones de trámite internacional para viabilizar los contratos binacionales, en la concesión de los puertos de embarque y licuefacción del gas en el Pacífico y avalando los compromisos privados en el tiempo.

Sin embargo, la generalizada percepción ciudadana sobre los escasos beneficios que reportará este negocio para Bolivia y la elección de un puerto chileno como vía de salida virtualmente han obligado al gobierno a tratar de mostrar que en materia de gas el Estado es algo más que un simple cobrador de impuestos.

Como en Bolivia hay un arraigado sentimiento antichileno, resultado de la guerra del Pacífico de 1879 y de la pérdida del Litoral marítimo, las autoridades han intentado generar inútilmente un curioso y estéril debate nacional sobre la conveniencia de exportar el energético ya sea por puertos chilenos o por puertos del Perú, a pesar de que Pacific LNG ya hizo su elección por el puerto de Patillos, en Chile. El propósito gubernamental es distraer a la opinión pública sobre la verdadera naturaleza del problema del gas, como es definir quién es el propietario de esta riqueza : el Estado o las transnacionales.

La salida del gas boliviano por puertos peruanos nunca fue sugerida, ni menos alentada, por este consorcio transnacional, que es en definitiva quien tomará la decisión de exportar o no el gas hacia los Estados Unidos, según las normas propias de una economía de libre mercado, vigente en el país desde 1985, y el decreto inconstitucional firmado por Sánchez de Lozada que les entrega la propiedad de los hidrocarburos.

Todo ello, sin embargo, podría quedar en cero, si la rebelión que acosa al gobierno neoliberal, logra uno de sus dos propósitos fundamentales : la re-nacionalización del gas y el petróleo y/o la caída de Goñi.

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