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12 février 2007

El porque del desteñido "socialismo" de Ségolène Royal.

 

Por Julio Burdman
Nueva Mayoría
. 9 de Febrero de 2007.

"La condición de mujer candidata de Royal es una novedad para Francia, uno de los países más masculinos de la política europea.... Y un imán para las políticas latinoamericanas, que ven en ella un modelo de integración, no sólo de la mujer, sino del discurso "oenegista" que rompe con las rigideces de las burocracias partidarias" Los congresos de las internacionales partidarias suelen ser bastante cordiales : reuniones de personas que, al fin al cabo, piensan más o menos lo mismo. La Internacional Socialista de 1999 en Paris, en cambio, fue un campo de batalla. La socialdemocracia europea parecía dividida en dos. Tony Blair exponía los principios de su "Tercera Vía" mientras Schroeder asentía : mantener los objetivos de la socialdemocracia de posguerra, incorporar las nuevas preocupaciones y tomar prestadas ideas del "neoliberalismo" para lograr todo ello. Un ofuscado Lionel Jospin le opuso una apología del socialismo "clásico y francés" : menos libre comercio, menos Washington, más "Estado providencia" y más regulación de la economía para alcanzar la redistribución y la justicia social. El argentino De la Rúa, recién elegido y a punto de asumir, escuchaba perplejo desde el auditorio.

Jospin no se había desahogado lo suficiente : días después, el 22 de noviembre del mismo año, publicó en diferentes medios de Europa una réplica -en nuestro idioma en El País de Madrid -, intitulada La inútil tercera vía de Tony Blair . Allí volvió sobre sus afirmaciones, pero en clave nacional. Hablaba de las particularidades de cada país. Solapadamente, decía lo siguiente : si socialistas británicos, italianos y alemanes necesitan reinventarse sobre sus antiguos fracasos, allá ellos ; pero en Francia sabemos lo que hacemos.

Pero en las elecciones presidenciales de 2002, los socialistas de Jospin quedaron terceros, y el balotaje se dirimió entre el gaullista Chirac y el xenófobo Le Pen. En términos del análisis político, Jospin había quedado atrapado en un incómodo no-lugar. Blair ocupó el centro de la oferta electoral, enfrentándose con la derecha (el Partido Conservador británico) y resignando las banderas de la izquierda tradicional a la interna de su propio partido. Jospin, en cambio, no sedujo a los independientes ni retuvo a la izquierda tradicional, que se volcó hacia Chevènement, José Bové y otros abonados regulares de las marchas antiglobalizacion y el Foro Social de Porto Alegre.

Millones de otrora votantes de Mitterrand se volcaron esta vez por la ultraderecha. El orgullo "socialista y francés" encegueció a Jospin y su generación de dirigentes frente a los problemas del siglo XXI. El PS, convencido de la infalibilidad del programa histórico, nunca terminó de asumir las tensiones que el ingreso masivo de inmigrantes no europeos estaba creando, en el empleo y la sociedad. El universalismo de 1789 no estaba funcionando para la nueva Francia multicultural. El estallido de los jóvenes árabes en las afueras de París y Lyon -recordemos los miles de autos incendiados- y el voto obrero por Le Pen son en parte una consecuencia del fracaso socialista.

La condición de mujer candidata de Royal es una novedad para Francia, uno de los países más masculinos de la política europea. Sobre todo, para el Macizo Central y las regiones del Oeste, mucho menos progresistas que la feminista París. Y un imán para las políticas latinoamericanas, que ven en ella un modelo de integración, no sólo de la mujer, sino del discurso "oenegista" que rompe con las rigideces de las burocracias partidarias. Pero con esta historia previa, el significado más profundo de Royal es la ruptura con la soberbia de sus predecesores.

Menos ideológica y más flexible, su precandidatura, como es usual en todo proceso de quiebre, fue al principio desestimada por Jospin, Fabius, Strauss-Kahn y otros contendientes, quienes continuaban negando su co-responsabilidad en la derrota de 2002, escudándose con el argumento de la mala racha económica. Las dos principales definiciones post-Jospin de Royal, tras haber ganado la interna, han sido, precisamente, su elogio de Tony Blair y su posicionamiento duro respecto de la inmigración, a tono con lo que hoy piensan los sindicatos franceses, norteamericanos y alemanes : restrictiva en función de las necesidades del mercado de trabajo.

El cambio de las preferencias sociales es evidente : hoy, Royal, el gaullista Sarkozy y Le Pen compiten por representar el voto de los franceses temerosos de la globalización.

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