Accueil > Empire et Résistance > Organismes et ONGs de domination > El modelo actual de las Naciones Unidas està agotado.
Por Jorge Gómez Barata
14 de Octubre de 2006.
Los partidarios de reformar la ONU carecen de fuerzas para cambiarla y la organización de energías para sostenerse. No se trata de que convenga su desaparición, sino de que el escenario político para el que fue concebida colapsó.
El mundo de posguerra y el sistema de seguridad colectiva del que la ONU sería eje, fue simplificado por la victoria aliada. La idea directriz de evitar la guerra entre las grandes potencias y mediar en otros conflictos menores parecía alcanzable.
El mundo en que tal empeño debía ser logrado, estaba en considerable medida regido por los Estados Unidos que, al finalizar la guerra se consolidaron en el liderazgo de occidente, hecho complementado por la vigencia de la alianza con la Unión Soviética, que hasta la muerte de Roosevelt parecía inconmovible. Aquellas realidades explican ciertas características de la organización internacional, entre otras, el papel del Consejo de Seguridad, el famoso Capítulo VII y el veto.
Como quiera que Alemania, Japón e Italia quedaron excluidas por figurar entre los derrotados, el Consejo de Seguridad estaría formado por los Estados Unidos, la Unión Soviética y Gran Bretaña, que en las conferencias de Teherán Yalta y Potsdam diseñaron el mundo de posguerra. Finalmente, se dio entrada a Taiwán que usurpaba el lugar de China y a Francia.
Sin las brumas de la Guerra Fría iniciada después, el mecanismo debía funcionar placidamente. Unicamente el Consejo de Seguridad podía decidir el uso de la fuerza y para hacerlo, se necesitaba el voto de los cinco miembros permanentes, cláusula que dio lugar al veto y que aseguró que jamás la ONU emplearía la fuerza contra alguno de sus santos barones.
Lo peor del veto no es que sea antidemocrático, sino que es un seguro de impunidad y una virtual patente de corso. La fuerza quedó reservada para ser usada en el momento en que los integrantes del Consejo de Seguridad estimaran que algún país, nunca uno de ellos, hacia peligrar la paz.
El sistema comenzó a fallar cuando en 1950 se adoptó la resolución para intervenir militarmente en el conflicto entre Corea de Norte y del Sur, sin la presencia de la Unión Soviética, voluntariamente ausente, y en 1956 cuando Inglaterra y Francia inconformes con la nacionalización del canal de Suez, invadieron Egipto y, dado su condición de miembros del Consejo de Seguridad, paralizaron a las Naciones Unidas.
No obstante, el mayor fracaso de la ONU ha sido su incapacidad para detener la carrera de armamentos, especialmente la proliferación nuclear, que constituyó un apremiante mandato de los fundadores que incluyeron en la Carta los artículos 11 y 26, relativos al control de armamentos y al desarme.
En 1946, a siete meses después de su fundación, la Asamblea General de la ONU creó la Organización Internacional para la Energía Atómica, con el mandato de asegurar que el átomo sólo fuera utilizado con fines pacíficos.
En aquel marco, Estados Unidos, entonces único país con armas nucleares, presentó el llamado Plan Baruch, una propuesta maximalista que incluía la internacionalización de la energía nuclear, el control por la ONU de las reservas mundiales de uranio y de las instalaciones nucleares, así como la creación de un sistema internacional de inspección y otras acciones impracticables que provocaron la oposición de la Unión Soviética.
Lo mejor que ha logrado la ONU en materia de contención nuclear fue el Tratado de No Proliferación que, al aplicarse con omisión de las obligaciones contraídas por la potencias nucleares de avanzar en el desarme y no impedir que los países que no poseen armas nucleares sean amenazados con ellas, también ha resultado ineficaz.
Al aceptar como válida la doctrina norteamericana del ataque preventivo, incluso con armas nucleares, a veces llamado "derecho preferente", de hecho se ha creado un virtual estado de necesidad que impulsa a naciones que se sienten amenazadas a buscar medios de disuasión.