Accueil > Les Cousins > Pérou > El hombre sin agua de Perú y los promotores de grandes negocios
Por Raúl Wiener
Argenpress. 22 de febrero del 2005
En privado, el señor Cruz suele decir que su adhesión, en nombre de los limeños sin agua, a la campaña por la privatización de Sedapal, ha permitido que su problema se conozca y los medios les abran un espacio que de otra forma no tendrían. Esa es la parte del astuto. En público, en cambio, la imagen que está construyendo es la de un hombre que ha estado tocando puertas en el Estado y en la empresa pública, sin hallar respuesta, y que ha descubierto lo que a Diógenes le llevó la vida : privatizadores interesados en las necesidades de los que carecen del servicio, cuando normalmente están detrás de los que ya lo tienen y pagan por recibirlo. Esa es la parte del que le hace el juego a Jaime de Althaus, Rosa María Palacios y otros amigos de los pobres.
El señor Cruz luce muy enterado de las supuestas ventajas de la privatización en Chile, pero parece no estar al tanto de lo que pasa en Cochabamba y El Alto en Bolivia, donde los más pobres, los sin agua, se han encontrado tan enfrentados a la trasnacional de la privatización -que es la misma que quieren que sea la que venga al Perú-, que todo derivó en una serie de revueltas y en la expulsión de esta gente caritativa que levantó tarifas en 100% e incumplió sus compromiso de extender las redes a hasta las zonas más excluidas. Tampoco en el caso de la energía eléctrica, hemos visto en el Perú que privatización sea más luz en el campo y los barrios populares. Actualmente los déficits de cobertura siguen siendo atendidos por el Estado, mientras las operadoras disfrutan de los usuarios fijos que les aseguran ganancias excepcionales, a las tarifas más leoninas del continente. Quién diga que la electricidad se privatizó para resolver el problema de los sin luz, estará mintiendo olímpicamente.
Pero está el caso de los teléfonos. Que es el emblema que baten los privatizadores para decir que allí sí, la cobertura del servicio subió espectacularmente con los españoles y que ahora hay muchos más peruanos con un aparato en la casa o en el bolsillo. Admitamos el dato. Pero aclaremos que en el caso específico de las telecomunicaciones, la venta se realizó en un contexto de cambio tecnológico global, que para el mundo entero vino a significar un abaratamiento de los derechos de línea y una masificación de las conexiones. Nadie podía imaginar un negocio exitoso en el país con el tamaño de mercado que existía antes de la privatización. Aunque después nos hayamos tenido que ver con un altísimo porcentaje familias con largos cortes de servicio por falta de pago, con reclasificaciones sucesivas para intentar rebajas en tarifas, refinanciaciones onerosas, etc. Lo que no es exactamente muy amistoso con los que menos tienen.
Pero, lo que es cierto, es que ni en la electricidad ni el agua se aplican los principios que funcionaron con la telefonía. Porque los usuarios originales eran muchísimos más, y el negocio estaba asegurado del saque. Porque no hay cambio tecnológico global en camino, que permita una reducción dramática de costos que pueda ser disfrazada de milagro de la privatización, ni márgenes de utilidad lo suficientemente grandes como para bajar el gasto de instalación y trasladarlo a los ya instalados. En el caso del agua, llevar el precioso líquido a las muchas familias que no cuentan con conexiones domiciliarias, y que en gran parte se encuentran ubicados en zonas de ocupación relativamente reciente, en áreas de difícil acceso y titularidad precaria, representa una relación costo/beneficio tan poco atractiva que sólo el Estado podría hacerse cargo de ella por una decisión política, ahora que se habla tanto de acordarse de los pobres. Salvo que el señor Abel Cruz se haya cruzado con el buen samaritano y a este le alcance el dinero para suplir estas carencias.
En todas las experiencias de privatización del agua, el objetivo ha sido apropiarse de un servicio con un enorme mercado cautivo de familias conectadas (en Lima son casi tres millones) y capitalizar sobre la base del manejo sin competencia de las tarifas que van a crecer tanto como sean los compromisos de la concesión, la inversiones a realizar (modernizaciones, ampliaciones) y las expectativa de ganancias con las que se ingresó al negocio. Teniendo en cuenta que la tendencia mundial de aquí a cinco o a más años, es de escasez de agua potable, la privatización como fenómeno mundial impulsado por el FMI, el Banco Mundial y el BID, necesariamente se torna más agresiva, porque los distribuidores futuros tendrán mayores posibilidades de hacer muchísimo dinero y ahora es cuando tienen que posicionarse. ¿Está enterado de todo esto el señor Abel Cruz ?
Lo que es verdad es que Cruz y compañía han ganado los medios reaccionarios para la causa de los sin agua. Y están haciendo que esta gente que sufre la peor de las calamidades aparezca del lado de los promotores de los grandes negocios y enfrentado a la mayoría de la población que se siente razonablemente amenazada por la que se suele definir como la peor de las privatizaciones. El señor Cruz, tiene tribuna. La pregunta es, ¿para qué ?