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18 novembre 2009

El fascismo y la razón instrumental I y II
José Steinsleger

par José Steinsleger *

 

La Jornada</U>. México, 12 de Noviembre de 2009.

El imaginario vulgar asocia los términos "fascista" y "nazi" a la violencia, y a lo que fueron en Italia y Alemania : masas exultantes frente a líderes que golpeaban marcialmente los talones haciendo el saludo romano, antorchas iluminando cruces gamadas, monumentalismo arquitectónico y escultórico, los campos de exterminio en Europa Central, y la "guerra relámpago" (blitzkrieg), táctica de combate inventada por el oficial inglés Lidell Hart en la Primera Guerra Mundial.

El fascismo y su exégesis, el nazismo, estimularon la pasión y el sentimiento de pueblos enteros. Pero desde mucho antes de sus formas partidarias, se nutrió de un heterogéneo movimiento intelectual de pensadores, poetas y activistas sociales, convencidos de que el siglo XX anunciaba la era del instinto, donde lo sustancial era el "uno mismo", la vida en sí misma, la voluntad, las fuerzas telúricas, el "genio de la raza", la mística. Razón de la sinrazón, el fascismo omite cualquier razonamiento lógico o estructurado.

Época en que el marxismo clásico vivía su clímax, mientras la flor y nata del positivismo (de gran influencia en América Latina) valoraba el "racismo científico" con seriedad. La carnicería de la Primera Guerra Mundial y su secuela de desastres económicos y miseria dieron vuelo a las ideas irracionalistas del creer y no pensar, obrar y no reflexionar, obedecer y no discutir, síntesis del evangelio fascista.

Nada quedó en pie. Todos los valores fueron literalmente arrasados por la demagogia y el chovinismo, el culto de la violencia, el belicismo, la concepción totalitaria del Estado, la idea de progreso, la destrucción por dentro y por fuera de los movimientos progresistas. En 1919, Mussolini defendía a los trabajadores en el importante diario socialista Avanti, y el cabo Hitler iniciaba su carrera política como soplón del Ejército en el pequeño Partido Obrero Alemán. Diez años después, eran los máximos líderes democráticos de Europa. O sea : elegidos.

Nacionalismo de vencidos, el fascismo exaltaba el rol del Estado, y el nazismo los designios de la raza superior. Sin embargo, la prédica de ambos contra el capitalismo y el socialismo fue piadosamente tolerada por las democracias occidentales, y las Iglesias católica y protestantes interesadas en conjurar las "influencias judías".

Con grados de intensidad, el fascismo prendió en Europa y el mundo. A más del Ku Klux Klan (organización racista estadunidense fundada en 1865 que llegó a tener 4 millones de adherentes), Mussolini recibió el saludo de un célebre amigo de la botella : "Si yo fuese italiano - dijo Sir Winston Churchill- estoy seguro de que lo habría apoyado de principio a fin en su victoriosa batalla contra los bestiales apetitos del leninismo".

La revolución rusa escapó al vértigo del fascismo. No obstante, en el cuarto Congreso del Partido Comunista (1928), Stalin concluyó que la socialdemocracia era "la otra cara del fascismo", y se sacó de la manga el término "socialfascismo". Un año antes, en el Congreso Antimperialista de Bruselas, frente a los planteos nacionales de los comunistas latinoamericanos, el argentino Vittorio Codovilla, miembro del buró de la III Internacional, dijo : "Que perezcan por último, estos veinte pueblecitos, con tal que se salve la revolución rusa… A un comunista no le interesa sino la campaña de la III Internacional, aunque para sostenerla se sacrifiquen quince países". Receptivo, El Machete Ilegal (órgano del Partido Comunista de México) encabezó en junio de 1930 su primera plana con un titular desconcertante : La traición de Augusto C. Sandino. "El guerrillero nicaragüense, al aliarse al gobierno contrarrevolucionario de México, se ha convertido en instrumento del imperialismo yanqui."

La III Internacional despreció sistemáticamente la historia y las realidades de América Latina. Y cuando el fascismo era un término desconocido, Chile ya contaba con la Liga Patriótica (1911), homóloga de la que en Argentina apoyaban los sectores ultramontanos del Ejército y la Iglesia, y reconocidos intelectuales que contribuyeron al derrocamiento del gobierno democrático de Hipólito Irigoyen (1930).

En Brasil, tras el golpe militar de Getulio Vargas (1930), apareció Acción Integralista ; en Colombia, Los Leopardos (inspirados en el falangismo, versión cívico clerical del fascismo español) ; surgieron del Partido Conservador ; Bolivia tuvo su Falange Socialista (1937), y México la Unión Nacional Sinarquista, que atacaba al gobierno de Lázaro Cárdenas, guardando posiciones ambivalentes frente a la revolución. Estas organizaciones copiaban los rituales y símbolos del fascismo. Pero ninguna fue apoyada por las masas y, con los años, se diluyeron en los partidos derechistas.

El nazismo y el fascismo fueron las ideologías derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. Empero, entre los exégetas de la democracia "sin adjetivos" y la izquierda liberal, los términos "nazi" y "fascista", arreglados a fines (razón instrumental), suelen ser los de más uso y abuso.

En el séptimo congreso de la Tercera Internacional Comunista (1935), Stalin metió reversa. En lugar de burguesía versus proletariado, la opción sería fascismo o democracia. Frente Popular con demoliberales y socialdemócratas. El "agente fascista" Trotsky, creador del Ejército Rojo, fue excluido del club.

Demasiado tarde. Cuatro años después, Hitler, Mussolini y Franco pusieron la cereza sobre el pastel español. Pero quien revise las actas de aquel congreso también encontrará en ellas el auto de fe de los movimientos antimperialistas. En la lucha de clases de la historia universal, los pueblos coloniales y semicoloniales debían sacar turno.

El caso argentino fue emblemático. Spruille Braden, embajador de Washington en Buenos Aires y "hombre sensiblemente democrático" (según Codovilla), impulsó la Unión Democrática contra Juan Domingo y Eva Perón. Besos entre comunistas, conservadores, socialistas y demoliberales. ¿No le había dicho Stalin a Churchill que él sabría encargarse del "fascista sudamericano" ? (1945)

Por su lado, los trabajadores argentinos intuyeron aquello de que lo externo condiciona, y lo interno determina. El gobierno de Perón nacionalizó los enclaves económicos angloyanquis, expidió proyectos de ley que dormían en los cajones de la izquierda parlamentaria, y planteó la integración latinoamericana como necesidad estratégica (1953).

Desde entonces, los politólogos y la sociología funcionalista a modo califican el peronismo de bonapartista, reformista burgués, conservador populista, democrático neoliberal, desarrollista posneoliberal, etcétera, carrusel conceptualizador de conceptos que en lugar de un trabalenguas parece un trabasesos.

A Brasil le fue mejor. Como Vargas había enviado tropas para luchar junto con los aliados, su gobierno no era fascista sino lo que no era : democrático. Mambo ideológico que en el decenio de 1960 ensayó otros pasos. Moscú acusó a los chinos de socialfascistas, y el cumplido fue devuelto : socialimperialistas.

En el decenio de 1970, algunos sociólogos marxistas estimaron que las dictaduras latinoamericanas obedecían a una suerte de fascismo militar "dependiente". Ahora, la opción sería fascismo o socialismo. Simultáneamente, desde Moscú, los expertos en América Latina explicaban que el continente se dividía en regímenes fascistas, dictaduras terroristas y regímenes no fascistas.

Como Argentina era fuerte exportadora de granos a la ex Unión Soviética figuraba entre los últimos. ¡Qué complejo ! En 1978, el filósofo Bernard-Henri Lévy entrevistó para la revista española Cambio 16 a Roberto Vallarino, miembro del comité central del Partido Comunista Argentino.

 ¿A quiénes considera usted elementos progresistas de la junta militar ?

 Si usted quiere nombres, yo se los nombro : Videla, Massera, Agosti, Suárez Mason…

 ¿Y las violaciones a los derechos humanos, no le preocupan a usted ?

 Sí, naturalmente. Nosotros tenemos incluso 71 militantes del partido que están desaparecidos.

En el decenio siguiente, los llamados "nuevos filósofos" (estructuralistas, posmodernistas, posestructuralistas) inventaron términos como "biopoder" y "fascismo de izquierda", dando oxígeno al desgarrado nihilismo barrial de los espíritus cosmopolitas. Así nació la "izquierda moderna".

Los Pactos de la Moncloa entre franquistas y socialistas bien peinados (Madrid, 1977) hicieron escuela en Chile. En México se quiso emularlos, pero no prosperaron porque México, cómo le digo… es México. Y en Argentina, una corriente gramsciana reciclada del guevarismo, redescubrió el liberalismo avant la lettre : con la democracia se come, se educa, etcétera.

En tanto, el capitalismo salvaje desmantelaba el Estado. Y los desempleados se llamaron "nuevos pobres" o "informales". La democracia pasó a ser cosa de la "sociedad civil" y los organismos "no gubernamentales" crecieron como hongos. Sólo que la caza y pesca de ayuda externa dependía del uso de la amigable palabra "gente", menos sudorosa que la palabra "pueblo", sospechosa de fascista o comunista.

Si decir "fascismo de derecha" equivale a tautología, resta por ver si toda forma de violencia estatal, discriminación racial, sexual, religiosa, es igual a fascismo. Porque en dado caso, quedaría probada la ley de Godwin.

Investigador de las analogías del lenguaje, Mike Godwin sostiene que a medida que una discusión se alarga, la mención de Hitler y el fascismo tiende al cien por ciento. Con lo que el debate se interrumpe. Godwin asegura que la tendencia a la simplificación y el panfleto se ha convertido en una vertiente naturalizada de la comunicación de masas.

Ahora, la opción sería socialismo o barbarie. Basta. En Colombia, la contrainsurgencia global se ha puesto en marcha y, aferrados a los retazos de legalidad que restan, los pueblos perciben que la incitación al suicidio no sólo rondaba en la cabeza de los intelectuales que vivían "detrás del muro".

En días pasados, con motivo del gran show en Berlín, un millar de anarquistas y antifascistas desfilaron por la avenida Under Der Linden. Sus pancartas rezaban una hermosa consigna : contra la dominación de la falsa libertad.

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