Accueil > Notre Amérique > Terrorisme d’Etat > Exil > El exilio argentino en España y la crisis actual de Argentina : (…)
"¿Y hasta qué punto puede tener alguna influencia que hayan muerto 30.000 soñadores, que se hubieran ido de Argentina ? 30.000 como tú..." [1]
"Uno de los motivos de que las cosas estén como están en Argentina es que este país tuvo hace 25 años unos criminales que asesinaron a 30.000 jóvenes que ahora ocuparían algún puesto dirigente, y echaron a cientos de miles, a la flor y nata" [2]
Por Guillermo Mira Delli-Zotti* [3].
Universidad de Salamanca, 2002
Introducción :
Sintéticamente, los hechos : a mediados de los años 70 miles de argentinos se vieron obligados a abandonar su país. Muchos de ellos recalaron en España, pasaron penurias, fantasearon con volver a su tierra, sintieron desdén y a veces rechazo por el país de refugio, o al contrario ; hasta que, cuando se abrió la posibilidad de regresar, unos decidieron hacerlo y otros prefirieron quedarse. Hoy, año 2002, cientos de miles (tal vez millones) de argentinos sueñan con poder instalarse y vivir en el extranjero, preferentemente en España.
Esta evidencia -entre trágica y paradójica- merece una reflexión, aunque más no sea porque la inmensa mayoría de los argentinos que hoy está marchándose o desearía irse a España (o a otros destinos, como Italia o Estados Unidos) ignora las razones y las circunstancias que provocaron el alejamiento de tantos compatriotas en la segunda mitad de la década de 1970 ; y ni remotamente vinculan aquellos hechos con su suerte actual.
Aquí sostenemos que existe una estrecha conexión entre el proceso que llevó al exilio a miles de argentinos como consecuencia del golpe de Estado de 1976 y la crisis que atraviesa Argentina en la actualidad ; pero también, que sólo la profundidad de esta crisis (que alcanzó un momento culminante en diciembre de 2001, cuando dimitió el gobierno encabezado por Fernando de la Rua) ha permitido explicitar -a través de voces aisladas como las que encabezan este artículo- una relación de causalidad entre ambos fenómenos. Relación que, por otra parte, todavía está muy lejos de constituir un sentimiento mayoritario en la sociedad argentina cuando ésta se interroga por las múltiples razones que condujeron al país al borde del abismo.
Hasta ahora (año 2002), el hecho del exilio masivo del 76, de vastas consecuencias para cualquier sociedad, en el caso argentino había afectado sólo muy tangencialmente la conciencia de la sociedad sobre su propio devenir.
Este artículo propone que el exilio argentino del 76 (como cualquer otro hecho histórico) fue adquiriendo interpretaciones y significados cambiantes conforme a cómo ha ido pasando el tiempo, y aquí presentamos una visión que rescata la perspectiva de aquellos que no retornaron y ayuda a ponderar las transformaciones operadas durante el cuarto de siglo transcurrido [4].
A la idea tradicional de que el pasado explica el presente superponemos la teoría de que el presente construye el pasado, aunque sin anular la visión opuesta [5] ; antes bien, buscando su integración ; y dando por bueno que la percepción y el discurso sobre los hechos discurre paralelamente y se entrelaza con la actuación concreta de los sujetos.
De los muchos destinos donde recalaron los argentinos huidos de la dictadura, España es el que presenta mayor entidad. Frente a lo que ocurre hoy, este dato invita a ir más allá del exilio como fenómeno episódico, para resituarlo dentro de la crónica salida de argentinos al exterior desde hace medio siglo (y que en los últimos años ha cobrado magnitudes insospechadas) ; y a interpelar -a la luz de las motivaciones que orientan el éxodo actual hacia España- las modernas teorías sobre los flujos migratorios.
I.-Exilio
Así describieron dos periodistas la dictadura militar encabezada por Videla, Massera y Agosti, responsables del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 en Argentina :
"Con el argumento de la lucha antisubversiva [los militares] instalaron un sistema represivo que tuvo cuatro elementos totalmente originales :
– La clandestinidad.
– La violencia.
– La figura del "desaparecido" (personas secuestradas por fuerzas del Estado sobre las que nada volvía a saberse).
– El ocultamiento de los hechos.
Había rumores sobre gente que se esfumaba (...) Había censura. Las autoridades no informaban a los familiares, ni a nadie. Había miedo. El ocultamiento parecía destinado a ser el eslabón perpetuo de la cadena. Primero, como negación de lo que había ocurrido. Y más tarde, como olvido" [6].
Entre las consecuencias más funestas, dolorosas y desatendidas de la represión ejercida por la dictadura figura el exilio : la huida del país de miles (posiblemente cientos de miles) de personas contra su voluntad, buscando cualquier sitio donde poner la vida a salvo.
Amparados en la atmósfera de terror, censura y ocultamiento, utilizando su férreo control de la información y la opinión pública, los aparatos ideológicos de la dictadura filtraron a una sociedad paralizada e inerme la idea de que los exiliados eran los subversivos que habían conseguido huir del país y disfrutaban en Europa de un "exilio dorado". Su traición y su anti-patriotismo se verían confirmados por la campaña que orquestaron contra la organización del Campeonato Mundial de Fútbol que se iba a celebrar en Argentina en 1978 [7].
El testimonio de una víctima traza un cuadro bien diferente : "De todos los ’ex’ posibles, el exilio es quizá el más antiguo. Usado como castigo en la Antigüedad, en nuestro caso fue un salvoconducto hacia la vida. Logramos sobrevivir, y era eso lo que queríamos. Si fue exilio con dolor o dorado no viene al caso. Cada uno tuvo el suyo, y formó parte de la construcción de una persona nueva, definitivamente distinta de la anterior" [8].
No se sabe el número de argentinos que se fue (posiblemente nunca se conozca). Sí sabemos que España fue el destino más importante [9]. Antes de analizar las principales características que revistió este exilio argentino en España habría que hacer dos puntualizaciones.
En primer lugar, los exiliados no empezaron a llegar después del golpe de Estado de 1976 ; venían haciéndolo desde 1974, como consecuencia del accionar de un grupo paramilitar, la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), que tenía nexos con las Fuerzas Armadas pero cuyo mentor era un alto cargo peronista, José López Rega, y cuyo núcleo duro integraba gente afín a la "burocracia sindical" del peronismo, enfrentada al ala izquierda del mismo movimiento (la Juventud Peronista y los Montoneros) y, en general, a los militantes e intelectuales progresistas más destacados del país. La Triple A se había cobrado varios centenares de víctimas antes de producirse el golpe de Estado [10].
Hay un segundo aspecto a subrayar : los argentinos estaban llegando a España como emigrantes, en cantidades crecientes, desde 1970. Esto, a su vez, empalma con una tendencia cuyos orígenes se remontan a la década de 1950 : la salida de técnicos, científicos, profesionales, becarios, que abandonaban el país en busca de mejores horizontes personales y económicos ; lo que en la década de 1960 fue bautizado como "fuga de cerebros" [11]. Un episodio relevante en todo este proceso fue el golpe de estado del general Juan Carlos Onganía, que inauguró la "Revolución Argentina" (1966-1970), atacó (físicamente) y abolió la autonomía universitaria, con el resultado de que unos 3.000 científicos (pertenecientes al campo de las ciencias duras en un alto porcentaje) se fueron del país, especialmente rumbo a Estados Unidos y Francia. En este último destino, la mayoría pasó a engrosar las filas del CNRS, convirtiendo a los científicos de nacionalidad argentina en la primera minoría extranjera dentro de aquel prestigioso centro de investigaciones francés [12].
De modo que si bien la llegada de Videla al gobierno provocó una avalancha de exiliados, ya existía un contingente de argentinos viviendo en España, que habían partido antes por diversas razones : económicas, laborales, ... y también políticas.
A su vez, los que llegaron como consecuencia de la implantación de la dictadura militar del 76 en Argentina lo hicieron a partir de situaciones individuales también muy variadas :
"El exilio fue una cosa muy extraña. Si bien hubo una razón general para abandonar el país [la dictadura militar], cada uno tenía sus propias razones particulares para salir y buscaba cosas diferentes. Argentina es un país muy desarticulado, siempre lo fue y esto se refleja en el exilio (...), diferente que el chileno, mucho más organizado" [13].
¿Es válido afirmar que todos los que salieron hacia España eran exiliados ? ¿Hay correspondencia entre los que se percibían a sí mismos como exiliados y la significación del término ?
"Estuve a veces tentado de sentirme un exiliado, en el sentido de alguien condenado al ostracismo, pero me parecía que eso no era legítimo, porque era como asumir que el poder me había aplicado una pena y yo la había aceptado, con lo cual aceptaba también haber cometido algo incorrecto. Pero, para muchos de nosotros, nuestra situación objetiva es un poco la del emigrante que ha venido a ver si podía ocupar un lugar en otra sociedad" [14].
La cuestión no es irrelevante. En cuanto a la distinción entre exiliado y emigrante económico, Silvina Jensen deja bien claro que el exilio comporta una marca inicial de violencia : alguien abandona su país coaccionado por razones políticas [15]. Sin embargo -y aquí opera la calculada y truculenta ambigüedad de la dictadura-, muchas personas abandonaron Argentina por miedo a que les pudiera suceder algo, aunque no estuvieran directamente amenazadas [16]. En su estudio sobre ex-exiliados argentinos radicados en Madrid, Margarita del Olmo propone una visión ligeramente diferente :
"En situaciones como la descrita [se refiere al terror y la incertidumbre sembrados por la dictadura], creo que las causas de la salida poco ayudan a plantear un análisis, y creo que en este caso, son las expectativas hacia el futuro las que pueden ayudar a distinguir a un exiliado, de otro que es simplemente un inmigrante económico : aquél cuyo proyecto de vida esté destinado exclusivamente a ser desarrollado en el país de origen, puede ser considerado un exiliado fuera de su país, en tanto no poseía expectativas en ningún otro lugar, y la salida implicaba forzosamente una ruptura con la propia identidad individual. En tanto que considero inmigrante económico o profesional, a pesar de que en su expulsión del país interviniesen causas de carácter político, a aquél en cuyo proyecto de vida cabía la expectativa de ser realizado en algún otro lugar fuera del país de origen, puesto que en este caso, y pese a que su adaptación en otro lugar requiera la renuncia a parte del proyecto, se mantienen en esencia las expectativas fundamentales de la persona" [17].
En cualquier caso, puede afirmarse que todos eran fruto de un contexto muy particular [18]. Marcado por la heterogeneidad, el exilio aglutinó casos muy distintos, gente muy diversa, en cuanto a ideas, militancia política, formación cultural, expectativas, adscripción generacional... Y esto explicaría que la experiencia de pasar compulsivamente una temporada lejos del país fuera vivida, sufrida, soportada y procesada de maneras muy distintas.
Ahora bien, constatada tal heterogeneidad, también pueden identificarse muchos rasgos compartidos.
La inmensa mayoría era gente joven, encuadrada entre los 20 y los 35 años [19]. Provenía hasta en un 90 por ciento de las ciudades más pujantes y vanguardistas de Argentina, como Buenos Aires, La Plata, Córdoba, Bahía Blanca, Rosario, Mar del Plata, y en una proporción muy inferior, Tucumán y Mendoza [20] ; sedes, además, de las principales universidades del país. No es de extrañar que un número considerable de exiliados fueran estudiantes cuya militancia política había comenzado precisamente con la experiencia en sus respectivas facultades ; la inmensa mayoría no había concluido la carrera cuando se vio obigada a abandonar Argentina [21].
Si bien no todos podían exhibir estudios superiores,
en el minucioso registro que hizo Silvina Jensen sobre la presencia de argentinos en Cataluña entre 1973 y 1983, los profesionales aparecen muy bien representados : abundan técnicos, médicos, arquitectos, ingenieros, abogados, psicólogos, dibujantes, diseñadores, odontólogos, publicitarios, fotógrafos, traductores, editores, analistas de sistemas y un largo etcétera [22] ; y (una característica compartida con Madrid), muchas personas adscritas a lo que podría definirse como "el mundo de la cultura" : escritores, periodistas, docentes universitarios, artistas...
La temprana convicción, por parte de los afectados, de que la dictadura había planificado un auténtico genocidio cultural, quedó plasmada en la publicación Argentina, cómo matar la cultura, traducción al castellano del libro patrocinado por AIDA (Asociación Internacional para la Defensa de los Artistas y víctimas de la represión en el mundo), que apareció en París en 1980. Entre otras pruebas y testimonios de la barbarie militar, la obra recoge un listado con más de 100 artistas y la fecha de su desaparición [23]. Tuvieron que transcurrir 21 años para que una instancia oficial argentina reconociera a las víctimas de la represión cultural y requiriera su testimonio con vistas a algún tipo de reparación estatal [24].
Aunque no hubo una ausencia absoluta de otros tipos sociales (por ejemplo, líderes y militantes sindicales), la mayoría de los que buscaron refugio en España provenían de la densa, estratificada y multiforme clase media argentina. Esto explicaría que en las listas de desaparecidos confeccionadas por los organismos de Derechos Humanos, los obreros ocupen el primer lugar, muy por encima de estudiantes, maestros y otros profesionales de la docencia. Si bien la represión se cebó en ambos colectivos, estos últimos contaban con los recursos económicos para huir y salvar la vida.
A semejanza de las conclusiones que Jorge Castañeda extrae del ejemplo de la dictadura brasileña (1964-1985) durante sus años más crueles, acerca del blanco de la represión y sus repercusiones [25], se puede afirmar que por educación, adscripción de clase e ideas, los perseguidos por la represión en Argentina (los exiliados, entre ellos), representaban una contraélite intelectual y política ; por edad y formación, de allí debería haber salido la generación de recambio para conducir el país en un futuro cercano.
Ahora bien, el hecho de que el grueso de los exiliados fuese gente dotada con una sólida formación profesional o en vías de adquirirla, no fue garantía de una exitosa o favorable inserción en el mercado laboral español. En general, los exiliados se emplearon en trabajos por debajo de su cualificación y, en algunos casos (como en el de escritores, intelectuales y artistas), su condición ahondó el drama de la ruptura y el extrañamiento [26].
Para la inmensa mayoría, el exilio no fue dorado, sino todo lo contrario : una experiencia dura y traumática. Y si bien el contexto español no era el peor, distaba de ofrecer una situación ideal.
Las estrecheces materiales, los problemas psicológicos, el estigma del desarraigo, la crisis económica que atravesaba España y la dificultad para tener los papeles en regla, hicieron que los argentinos vivieran tiempos difíciles, incluso dramáticos durante sus primeros años en España. Circunstancias que llevaron a crisis de identidad, ruptura de parejas, que en algunos casos condujeron a depresiones profundas y en otros a re-evaluaciones no menos dolorosas del pasado inmediato [27].
II. ¿Desexilio ?
En un artículo periodístico Mario Benedetti, escritor uruguayo exiliado en Madrid, acuñó un término, desexilio, anticipándose a lo que podría suceder cuando comenzaran a desplomarse las dictaduras del Cono Sur (proceso ya en marcha en Argentina como consecuencia de la derrota de sus militares en la guerra contra Inglaterra por las islas Malvinas).
¿Qué iba a ocurrir con las personas que en su momento se habían tenido que marchar del país por razones ajenas a su voluntad ? Benedetti predecía, con agudeza y sensibilidad, una situación muy delicada planteada por el desexilio : quedarse o regresar sólo podía ser una decisión individual. Por lo tanto, habría que cultivar la comprensión (tanto de los que no se habían exiliado respecto a los que estaban fuera, como entre los mismos exiliados) y evitar los reproches mutuos [28].
Las dudas y la incertidumbre apuntadas por Benedetti acerca de irse o quedarse se vieron confirmadas en los hechos. Unos meses más tarde, a punto de celebrarse elecciones en Argentina, la revista Resumen publicó una encuesta realizada entre exiliados argentinos que vivían en Madrid sobre cómo evaluaban el nuevo escenario político en su país : las elecciones que tendrían lugar el 30 de octubre de 1983. Las respuestas fueron prudentes, impregnadas por una rara combinación de esperanza y escepticismo [29].
Las elecciones se celebraron con normalidad y Argentina recuperó la democracia (al menos como sistema político). Aunque no se produjo una avalancha o un retorno masivo, sí se registraron muchos regresos (que habían comenzado a fines de 1982 y durante todo el 83, después del desastre de Malvinas), y alcanzaron un volumen importante a lo largo de los años 1984, 1985 e incluso 1986 (¿tal vez 60.000 personas ?).
Muchos argentinos retornaron por una temporada para evaluar cómo estaban las cosas y después tomar una decisión definitiva [30].
El cómputo global tal vez nunca lo conozcamos ; la opinión de los protagonistas (en el caso de España) es que hasta un 50 por ciento decidieran no regresar. De aquí se desprenden varias cuestiones de interés :
– 1. ¿ Quiénes se quedaron y quiénes se volvieron, y qué factores influyeron en la decisión ?
– 2. ¿ Cómo fueron recibidos aquellos que decidieron regresar al país, y cómo se reintegraron a la vida cotidiana ?
– 3. ¿Cómo afectó esto a Argentina, al desenvolvimiento de su proceso democrático y a su futuro ?
En relación con el primer punto, en el artículo citado Mario Benedetti aventuraba una opinión :
"No todos los que regresen lo harán por los mismos motivos, ni todos los que no vuelvan tomarán esa difícil decisión por las mismas causas. Sin duda será más fácil que regrese quien por alguna razón tenga asegurados un trabajo o una fuente de ingresos y, en cambio, la vuelta será más difícil para quien sea conciente de que irá a engrosar las nutridas filas del desempleo. Más fácil será el regreso para aquellas parejas que no tengan hijos o los tengan de corta edad, que para aquellas otras que los tengan ya mayores y estén estudiando en el nuevo país o hayan establecido a su vez una relación de pareja" [31].
La indagación que hicimos al respecto (aunque se nutrió mayoritariamente de personas que terminaron radicándose en España -por lo que presenta un sesgo que podría modificarse en el futuro, cuando entrevistemos a los que regresaron-, permite observar que la sensatez de Benedetti se vio confirmada en algunos casos y refutada en otros : muchas parejas sin hijos, o personas sin pareja, permanecieron en España ; pero muchas parejas con hijos en edad escolar y que habían conseguido un trabajo estable, optaron por regresar [32].
Lo anterior no implica negar el peso de los factores familiares o laborales como fuertes condicionantes de la decisión, pero sí nos alerta para tomar en consideración otros elementos adicionales. Por ejemplo, se podría establecer una distinción entre aquellas personas que antes de abandonar Argentina ya disfrutaban de un espacio profesional, un prestigio, reconocimiento público, también una cierta edad : estos por lo general, optaron por regresar (por ejemplo, profesores universitarios que querían recuperar sus cátedras ; escritores, algunos artistas...) [33].
Por otro lado, habría un segmento mucho más numeroso (conformado por jóvenes en su inmensa mayoría), anónimos cuando salieron, con un horizonte vital mucho más abierto por su edad [34], que completaron una carrera universitaria fuera del país,que pudieron sobreponerse a la desazón y amargura del trance, y reencauzar su vida, o pusieron en sordina el pasado y empezaron una vida nueva ; pero -y aquí reside la perplejidad o indefinición -estos últimos no se decantaron masivamente por una u otra opción.
Señal de que es necesario atender a otros factores, que nos llevarían a otro tipo de cortes, que pueden coincidir o no con la edad o la situación profesional, o incluso con la cuestión familiar.
Como punto de partida deberíamos descartar una división esquemática de este tipo (que respondería a la imagen que a posteriori proyecta el éxito de tantos y tantos argentinos que viven en el exterior desde los años 70, en contraposición a la frustración, los infortunios o la postración de la mayoría de la población que reside hoy en Argentina) : entre quienes se quedaron estaban los que tenían mayor proyección de futuro ; quienes todavía no habían desarrollado todas sus potencialidades, en el plano profesional, académico, creativo, social, laboral y personal... Y, en cambio, volvieron los que tenían una posición más cristalizada, más asentada.
No, creemos que no es un problema simplemente de edad, sino mucho más complejo, donde se combinan mentalidades, psicologías, expectativas vitales, sentimientos personales muy profundos y a veces insondables (e inconcientes) y el procesamiento de la experiencia sufrida, entre otros factores [35].
Todos los que un día tuvieron que irse de Argentina están cruzados por un sinnúmero de circunstancias e imponderables que de una u otra forma condicionaron la decisión de quedarse o retornar. Una parteimportantede la gente que había salido a España era gente inquieta, con grandes potencialidades y posibilidades de evolución y crecimiento, con independencia de su edad. A posteriori podría decirse que los jóvenes de entonces que optaron por quedarse en España encontraron un contexto más favorable para desarrollar esas potencialidades, en contraposición a los que decidieron regresar a Argentina, que tal vez vieron constreñido su desarrollo personal y profesional en razón de tener que afrontar condiciones de vida mucho más precarias y adversas.
Pero en aquel momento, digamos entre 1982 y 1983, las cosas eran y se veían de otra manera. Y aquí es donde entra en juego otro elemento a tener muy en cuenta, que en una conversación informal sintetizó gráficamente uno de estos ex-exiliados :
"Desde el día en que llegaron había argentinos que no soportaban estar en España : nada les gustaba, se quejaban por todo, sólo pensaban en volver a Argentina ; otros no" [36].
Hay, evidentemente, una conexión entre lo que los argentinos traían dentro antes de llegar a España (sus ideas, sus valores, sus prejuicios, sus querencias), lo que vivieron mientras estuvieron en España -y cómo lo procesaron-, su decisión de retornar o no, y la concreción final (o no) de esa decisión.
Resta profundizar en la conexión subterránea (o psicoanalítica) para ver si hay correlaciones significativas entre los que se quedaron y los que se fueron, en relación con sentimientos primarios, desde cuestiones a priori trascendentes como creencias, ideas políticas, representaciones de la patria, prácticas políticas y sociales que cultivaban antes de exiliarse, hasta cosas aparentemente banales como gustos, caprichos, códigos y preferencias que también traían en la mochila de la diáspora.
A la espera de desarrollar estos análisis y sin menoscabo de los mismos, se yergue un hecho que, para el caso de España, parece irrefutable : un gran número de exiliados se quedó a vivir fuera de Argentina (y esto no fue privativodel caso español).
Por muchas razones este hecho no fue sopesado adecuadamente en el momento que se produjo. No hubo reflexión, no hubo debate público sobre lo que significaba que muchos de los que se habían ido a raíz de la irrupción de la dictadura, una vez que la dictadura se retiró, no regresaran.
"Ahora bien, si hay 2,5 millones de argentinos que están fuera del país, de algún modo seguiremos siendo parte de esa sociedad, una parte considerable que se ha generado porque hay una situación histórica muy especial ; 2 millones de personas en un país de 28 millones de habitantes no se van por casualidad. O sea que un grupo social que suele estar alrededor de cierta edad, de cierta preparación, que de algún modo pertenece a la sociedad argentina, más allá de que esta sociedad se haga cargo o no de él, eso no lo se. Son problemas que tienen que plantearse quienes viven allí, o no planteárselos. Pero da la sensación de que es tan grave este problema como otros gravísimos problemas que tiene el país, y de los cuales la sociedad no puede hacerse cargo, no tiene energías como para eso, y se ocupa de los problemas más inmediatos. Pero esto no se verá en lo inmediato, sino a más largo plazo" [37].
Una de las razones de la ausencia de este debate era la algarabía, el clima festivo que el retorno de la democracia había desatado por sí mismo. La grandes expectativas liberadas (muchas ilusorias), la explosión de las manifestaciones artísticas y culturales, la impaciencia por disfrutar de la nueva libertad cubrieron la escena pública y arrinconaron otras cuestiones, percibidas en ese momento como absolutamente secundarias o incluso inexistentes (como el tema de los exiliados).
En esta atmósfera, los exiliados que regresaron se fueron reincorporando discretamente al país, sin hacer ruido, creyendo que su silencio era la mejor contribución que podían hacer para la consolidación de la nueva democracia. Silencio que respondía a varias razones, a sentimientos contradictorios : a un sentido de culpa por haber sobrevivido (frente a las víctimas muertas), a haber escapado cuando el barco se hundía, a la idea de traicionar a los que se habían quedado dentro, a la idea de ser una víctima menor (si acaso) en relación con los presos torturados y, muy especialmente, con los desaparecidos.
Esta mezcla de sentimientos, percepciones confusas, malentendidos y silencios autoimpuestos, fueron arropados por la versión oficial que la sociedad se fue dando a sí misma, a partir de 1983, sobre el pasado reciente, potenciada y difundida desde el gobierno radical de Raul Alfonsín : la "teoría de los dos demonios" (cada uno de los cuales encarnaba a los movimientos guerrilleros y al Estado terrorista instaurado para reprimirlos), cuya puesta en escena se plasmó con el juicio y condena a los militares de más alto rango responsables del terrorismo de Estado durante los años de la dictadura [38].
El juicio a las Juntas trató de cerrar un pasado difícil de digerir : pero ni los organismos de Derechos Humanos (que nucleaban a las víctimas directas y sus familiares) ni -sobre todo- los militares (que no querían aparecer como chivo expiatorio de todas las culpas) lo consintieron. La fuerza de los militares fue decisiva : fue extendiendo el manto de la impunidad hasta lograr que el gobierno de Carlos Menem concediera el indulto para los condenados en 1990 y 1991 (y también para los principales jefes guerrilleros). Así se cerró (provisionalmente) la etapa de la búsqueda de la justicia para los damnificados, mientras se instalaba el olvido y la euforia por las grandes reformas que prometían a Argentina un futuro venturoso [39].
En síntesis, el hecho de que muchos argentinos que se habían ido a España a raíz de la proliferación de la violencia política desde comienzos de los 70, y su exacerbación con la dictadura de Videla, propiamente exiliados o no, decidieran no regresar al país una vez instaurada la democracia, constituyó una inestimable pérdida de capital humano y un factor no menor a la hora de explicar que la sociedad no fuera capaz, después de 1983, de torcer no sólo el rumbo imprimido por la propia dictadura, sino la deriva que habían tomado la economía y la política argentinas desde la décadade 1950, lastradas por fenómenos como la inestabilidad política, la falta de legitimidad y capacidad de representación de los dirigentes, la esclerosis de la clase política, la intolerancia y el sectarismo de ciertos factores de poder, la imposibilidad de alcanzar amplios consensos, la marcha errática de la economía y la ausencia de un crecimiento económico vigoroso y sostenido. Junto a los exiliados que nunca retornaron hay que agregar a otros grandes ausentes, los desaparecidos, además de todos aquellos supervivientes que ya no pudieron volver a ser quienes habían sido.
A todo lo anterior habría que sumar también la dinámica de una amplia mayoría de la sociedad argentina que, constreñida por la muy difícil coyuntura económica de los años 80, procesó de un modo muy particular los hechos ocurridos antes de la restauración de la democracia, basculando entre la hipersimplificación, la indiferencia y, en muchos casos, la amnesia.
III. Epílogo : crisis y éxodo
La actual crisis argentina (la más dramática que se recuerda en la historia del país) y los tiempos difíciles que la precedieron fueron moldeando el ánimo de la población en múltiples expresiones de malestar : pesimismo, resignación, depresiones, crispación social, aumento de la delincuencia, violencia en los campos de fútbol, abstención electoral, repudio a la clase política y un largo etcétera. Pero tal vez la reacción más desgarradora la constituya el deseo de millones de argentinos por abandonar el país.
Los dramáticos acontecimientos de diciembre de 2001 han puesto de manifiesto la voluntad de emigrar por parte de amplios sectores, al tiempo que sacaron a relucir un fenómeno que lleva años produciéndose, pero que últimamente se ha acelerado hasta constituir un verdadero éxodo [40].
De acuerdo con la Dirección Nacional de Migraciones de la República Argentina, entre enero de 2001 y enero de 2002, el saldo de los movimientos transfronterizos indica que 86.078 argentinos salieron del país y no regresaron [41]. Sólo en enero de 2002 hubo 2.206 argentinos que partieron rumbo a Estados Unidos. También es significativa la progresión de argentinos que se marcharon a Italia : de 592 en enero de 2001 a 5.808 en enero de 2002. Pero el destino predilecto fue y es España : una encuesta de noviembre de 2001 reveló que el 37% de quienes pensaban radicarse en el extranjero escogían hacerlo en España. El consulado de ese país en Buenos Aires ya había concedido 10.600 pasaportes en 1998, cifra que se elevó hasta alcanzar las 25.400 nacionalizaciones en el año 2000 [42]. Las calles de Madrid, Barcelona y Galicia atestiguan el desembarco de estos nuevos ¿"exiliados económicos" ? [43].
El círculo se cierra. No sorprende que hoy España constituya el destino preferido por los argentinos : segundo inversor en Argentina durante los años 90 (detrás de Estados Unidos), con una presencia cada vez mayor y una buena imagen, ligada por muy antiguos vínculos históricos, proveedora de la segunda comunidad de inmigrantes en tiempos del aluvión inmigratorio hacia Argentina... Y además, destino de contingentes de argentinos desde hace más de 30 años ; pero sobre todo -como hemos visto-, destino del grueso de los exiliados políticos de los años 70. Desde entonces, España no dejó de recibir emigrantes argentinos.
Con algunos matices dignos de reseñar (y que no acometemos por falta de espacio), el fenómeno estaría en sintonía con las modernas teorías sobre movimientos migratorios, especialmente los registrados después de la II Guerra Mundial. Si el origen de las migraciones hay que buscarlo en factores históricos y culturales, así como los habitantes de los países africanos, asiáticos o caribeños decidieron emigrar hacia sus ex-metrópolis, así también está ocurriendo con los argentinos y, en general, con los latinoamericanos [44].
Pero hay al menos tres diferencias importantes a destacar : primero, los países latinoamericanos no son países de descolonización reciente, habían roto con su metrópoli hace casi dos siglos y, a pesar de constituir la periferia del mundo occidental industrializado (aunque una periferia muy próxima) algunos de ellos (como Argentina) fueron capaces de desarrollar estados nacionales relativamente estables y consolidados.
La segunda diferencia es que a lo largo de la época independiente la gente no emigró de las ex-colonias a España, sino más bien al contrario : fueron los españoles y los portugueses quienes continuaron dirigiéndose a América. Esta situación comenzó a revertirse a partir de la década de 1960 y se convirtió en un verdadero aluvión emigratorio al revés, durante las décadas de 1980 y más aún de 1990.
Esto último responde a dos fenómenos paralelos : el devastador impacto de las políticas neoliberales sobre América Latina, y el sostenido crecimiento exhibido por España desde mediados de la década de 1960, que alcanzó su culminación en los años 90. Entonces sí España se convirtió en destino apetecible para oriundos de todos los países latinoamericanos, destacando los colombianos, peruanos, dominicanos, argentinos y últimamente ecuatorianos.
Queda aún una tercera cuestión a examinar : es verdad que Argentina surgió de la colonización española. Sin embargo, una vez alcanzada la independencia, nunca pretendió inspirarse en, o emular a su ex-metrópoli. Podría incluso afirmarse que hasta comienzos de los años 70 Argentina exhibía una sociedad más moderna que la española. Y aquí es donde alcanzamos el punto crítico : ¿cómo explicar la espectacular metamorfosis que desemboca en la estampida actual de argentinos rumbo a España ?
La coyuntura del exilio encierra claves explicativas poderosas. Es preciso atender a los cambios en la escena internacional, pero no hay que perder de vista sobre todo la marcha interna de los asuntos argentinos, que forzaron los exilios.
* Guillermo Mira Delli-Zotti, es Profesor Titular de Historia de América. Universidad de Salamanca.
Notas :
[1] VALDANO, Jorge El País (Madrid, domingo 13 enero 2002), p. 6.
[2] SERRAT, Joan Manuel, El País (Madrid, jueves 2 mayo 2002), p. 29.
[3] Este trabajo se inscribe en el marco de una investigación más amplia : "Recepción y consecuencias del exilio argentino y uruguayo en la España de la transición", proyecto BHA2000-1341 financiado por el MEC.
[4] Nuestro trabajo tiene una deuda inestimable con Silvina Jensen y la ponencia que presentó a las VIII Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia : Nadie habrá visto esas imágenes, pero existen. A propósito de las memorias del exilio en la Argentina actual, Universidad Nacional de Salta, Argentina, 19-22 de setiembre de 2001. En este caso, enfocamos el problema desde la perspectiva y los testimonios de argentinos residentes en España.
[5] Sobre esta nueva perspectiva puede consultarse : DIAZ BARRADO, Mario (coord.)(1998), Historia del Tiempo Presente. Teoría y Metodología, Salamanca, Universidad de Extremadura.
[6] CIANCAGLINI, Sergio y Martín GRANOVSKY (1995), Nada más que la verdad. El juicio a las Juntas. La guerra sucia desde el golpe hasta las autocríticas militares, Buenos Aires, Planeta, Prólogo, p. 7.
[7] El tema del discurso que manejó la dictadura sobre los exiliados, cómo ésta reutilizó imágenes instaladas de antiguo en la sociedad argentina para estigmatizar a los que habían tenido que escapar al exterior, y la polémica abierta a fines de los 70 entre los intelectuales que se habían quedado frente a los que optaron por irse, recibe un tratamiento espléndido en JENSEN, Silvina, La huida del horror no fue olvido. El exilio político argentino en Cataluña (1976-1983), cap. V, pp. 103-112 y cap. IX, pp. 178-186.
[8] BRODSKY, Marcelo (2001), Nexo. Un ensayo fotográfico de..., Buenos Aires, Centro Cultural Recoleta, p. 25. Marcelo Brodsky fue víctima de un intento de secuestro en 1977 ; tuvo que exiliarse en 1978 ; en 1979 secuestraron a su hermano : nunca más se supo de él. Marcelo vivió en Barcelona y Madrid. Regresó a Argentina con la democracia. Hoy es un firme impulsor del rescate de aquel pasado doloroso a través de Buena Memoria Asociación Civil y de su arte fotográfico ; por ejemplo, Buena memoria (1997), Buenos Aires, La Marca Fotografía. Le agradecemos otros muchos datos relevantes que nos brindó sobre su experiencia en el exilio (Entrevista con Marcelo Brodsky, Buenos Aires, 13 julio 2001). Volviendo al corpus principal, obsérvese la fuerza del discurso dictatorial (exilio=exilio dorado) que impregna incluso el texto de Brodsky, aunque su resignificación resulte evidente.
[9] No vamos a entrar en especulaciones ni en una guerra de cifras. Las razones que dificultan conocer el dato preciso -cuántos argentinos vivían en España durante la segunda mitad de los años 70, cuántos se consideraban exiliados- las explicamos más adelante en el texto. Hacia fines de 1983 los propios interesados afirmaban que había entre 100.000 y 200.000 argentinos entre Madrid y Barcelona. De acuerdo con los registros oficiales -de ambos países- la cifra real parecería considerablemente más baja. Pero nunca menor a 42.000 personas, resultado que arrojan las investigaciones del colectivo IOE y que pueden adolecer también de un cierto sub-registro. Aún hablando de mínimos, sería un contingente cuatro veces mayor que el de los exiliados argentinos en México, segundo destino en importancia después de España. Ver DEL OLMO PINTADO, Margarita (1989), La construcción cultural de la identidad, Madrid, Universidad Complutense, p. 134-136. Para el exilio argentino en México : YANKELEVICH, Pablo (coord.)(1998), En México, entre exilios. Una experiencia de sudamericanos, México, ITAM.
[10] Entrevistas a exiliados argentinos de los años 70 que residen en España (Madrid, 24 de abril de 2002).
[11] JENSEN, op. cit., Primera Parte, caps. I a III.
[12] Entrevista con Silvia Sigal, París, 20 de mayo de 2001.
[13] Conversación telefónica con Blas Matamoro, 13 de febrero de 2002.
[14] Entrevista a Blas Matamoro : "Una distancia reflexiva", en DANIEL PARCERO, MARCELO HELFGOT y DIEGO DULCE, La Argentina exiliada, Buenos Aires, Centro Editor, 1985, p. 100. Blas Matamoro, periodista y autor de crítica cultural, huye de cualquier victimismo, pero hay que subrayar que no se fue de Argentina por gusto : la dictadura prohibió y requisó la edición de su libro Olimpo (1976).
[15] JENSEN, Silvina (2001), Nadie habrá visto... op. cit., p. 3 y 7.
[16] Carlos Ulanovsky, periodista que huyó dos veces a México para proteger su integridad física, dedica un capítulo al tema en Seamos felices mientras estamos aquí. Crónicas del exilio (2001)[1983], Buenos Aires, Sudamericana, cap. 3.
[17] DEL OLMO PINTADO, Margarita (1989), La construcción cultural de la identidad. Argentinos residentes en Madrid, Madrid, Universidad Complutense, pp. 134-135.
[18] "Somos hijos del exilio...", banda sonora de la película El exilio de Gardel, de Fernando Solanas (Francia-Argentina, 1985).
[19] FONDO INTERNACIONAL DE INTERCAMBIO UNIVERSITARIO (FIIU)(1979), Informe. Situación de los exiliados latinoamericanos en España, Madrid, febrero 1979.
[20] La evidencia surge del conocimiento, a lo largo de casi 20 años, de antiguos exiliados radicados en Madrid. Tiene su confirmación en el estudio que hizo Silvina Jensen para Cataluña : vide JENSEN, Silvina (1998), La huida... op cit, Anexo 4, pp. 313-321.
[21] Entrevistas en Madrid, 18 y 19 setiembre 2001 (por citar sólo algunos ejemplos).
[22] JENSEN, Silvina (1998), La huida... op. cit., Anexo 3, pp. 303-312.
[23] Argentina, cómo matar la cultura. Testimonios : 1976-1981 (1981), Madrid, Ed. Revolución. Edición en castellano bajo el cuidado de Alberto Adellach, Mariano Aguirre e Ignacio Colombres, p. 215-219.
[24] JENSEN, Silvina (2001), Nadie habrá visto... op. cit., p. 12 y 13.
[25] CASTAÑEDA, Jorge (1995), La utopía desarmada, Barcelona, Ariel, cap. III, pp. 92-93.
[26] Se pueden consultar los testimonios de Héctor Tizón, Eduardo Mignogna y Horacio Salas en BOCCANERA, Jorge (1999), Tierra que anda. Los escritores en el exilio, Buenos Aires, Ameghino, pp. 81-93, 139-150 y 177-192 respectivamente.
[27] FONDO INTERNACIONAL DE INTERCAMBIO UNIVERSITARIO (FIIU)(1979), Informe. Situación de los exilados latinoamericanos en España, Madrid ; DEL OLMO PINTADO, Margarita (1989), La construcción cultural de la identidad, Madrid, Universidad Complutense.
[28] BENEDETTI, Mario (1983), "El desexilio", El País (Madrid, 18 abril).
[29] "El exilio y las elecciones", Resumen de la Actualidad Argentina, nº 95 (Madrid, 10 octubre 1983), p. 16-20. Una actitud muy similar se registró entre los exiliados que residían en Cataluña : vide JENSEN, Silvina (1998), La huida del horror..., p. 236-243.
[30] El cine ha reflejado esta circunstancia : vide Made in Argentina de Juan José Jusid (1986).
[31] BENEDETTI, Mario, "El desexilio", cit.
[32] Entrevistas a ex-exiliados argentinos radicados en Madrid a lo largo de 2001 y 2002.
[33] Esto lo reflejan varias compilaciones que recogen el testimonio de exiliados "famosos" (cuyo retorno despertó algún interés en la opinión pública) : PARCERO, Daniel, Marcelo HELFGOT y Diego DULCE (1985), La Argentina... op cit. ; GOMEZ, Albino (1999), Exilios (Por qué volvieron), Rosario, Homo Sapiens, o BOCCANERA, Jorge (1999), Tierra que anda. Los escritores en el exilio, Buenos Aires, Ameghino.
[34] "Por suerte el exilio me agarró joven, con 25 años" : Conversación con un exiliado argentino, Barcelona, octubre de 1983.
[35] Entrevistas a dos ex-exiliados argentinos radicados en Madrid, 23 de abril de 2002.
[36] Conversación con Fernando Giobellina Brumana, Salamanca, marzo de 1999.
[37] Entrevista a Blas Matamoro en PARCERO, Daniel y otros (1985), La Argentina... op. cit., pp. 99-100.
[38] Mario Ranalletti examina los factores que propiciaron la entronización de la "teoría de los dos demonios" como explicación sobre el pasado reciente del país y subraya el papel crucial del cine como vehículo de transmisión de esta idea. Vide RANALLETTI, Mario (1999), Film-Historia, vol. IX, nº 1 (Barcelona, p. 3-15).
[39] CIANCAGLINI, Sergio y Martín GRANOVSKY (1995), Nada más que la verdad. El juicio a las Juntas. La guerra sucia desde el golpe hasta las autocríticas militares, Buenos Aires, Planeta.
[40] MARTÍNEZ, Tomás Eloy (2002), "El éxodo argentino", El País (Madrid, 10-02-2002). En cuanto a los antecedentes del fenómeno de salida de argentinos en dirección a España, puede consultarse : MIRA DELLI-ZOTTI, Guillermo y Fernando Osvaldo ESTEBAN (2002), "El flujo que no cesa. Aproximación a las razones, cronología y perfil de los argentinos radicados en España (1975-2001), II Seminario Internacional Nuestro Patrimonio Común, Cádiz, en prensa.
[41] "El éxodo en cifras", Clarín (Buenos Aires, 24-02-2002).
[42] "Cada vez hay más argentinos que quieren alquilar casa en España", Clarín (Buenos Aires, 19-02-2002) ; "El éxodo en cifras", Clarín (Buenos Aires, 24-02-2002) ; "Cuando emigrar se convierte en una cuestión cultural", Página/12 (Buenos Aires, 25-02-2002).
[43] La expresión es de Fernando Esteban.
[44] Sobre movimientos migratorios, vide MALGESINI, Graciela (comp.), Cruzando fronteras. Migraciones en el sistema mundial, Barcelona, Icaria, especialmente Introducción y I, pp. 11-73.