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26 août 2003

El desastre del monocultivo en Argentina

 

* Jorge Eduardo Rulli*
GRR. Grupo de Reflexión Rural*
Buenos Aires, 31 de julio de 2003

Texte en français

El proceso de Globalización le impuso a la Argentina en los años 90 un modelo de país productor de transgénicos y exportador de forrajes. Las consecuencias son ahora fáciles de advertir : inmensos territorios vaciados de sus poblaciones rurales, cientos de pueblos en estado de extinción, cuatrocientos mil pequeños productores arruinados y muchísimos más endeudados con los Bancos debido a la incorporación de nuevos paquetes tecnológicos con gran dependencia a insumos, semillas OGMs, herbicidas de Monsanto y carísimas maquinarias de siembra directa.

El mercado impuso las reglas impiadosas del productivismo, y la principal de ellas fue la necesidad creciente de disminuir costos para competir. Los Fondos de Inversión aportaron durante esa década los recursos financieros para la implementación de los nuevos monocultivos de soja RR en una escala gigantesca.

La vieja oligarquía pastoril desapareció en medio de la mayor transferencia histórica de tierras de la pampa húmeda, para dar lugar en su mismo nicho histórico a una nueva clase empresarial y oligopólica. La concentración de campos y la expulsión de poblaciones sintetizaron el modelo neocolonial impuesto por el proceso globalizador.

Los emigrados del campo conformaron nuevos e inmensos cinturones de pobreza urbana, y descubrieron en la ciudad el festival de las importaciones baratas en simultáneo con el creciente desempleo producido por el cierre masivo de las empresas industriales.

Un vasto plan de asistencialismo y de empleos basura subsidiados por el Estado y cargados a la creciente Deuda Externa, la distribución de raciones alimentarias y un tejido férreo de control político en las barriadas organizado por los aparatos políticos mafiosos, contuvieron por años la creciente pobreza y transformaron a muchas de las luchas sociales y podríamos incluir en ella a la mayoría de los movimientos piqueteros, en funcionales al sistema de exacción y de control del territorio por las grandes empresas.

El predominio de visiones urbanas sin arraigo cultural y reverénciales de tecnologías y de modelos simiescos del progreso en los países centrales, colaboró asimismo de manera eficaz en mantener invisibles las causas últimas de la creciente crisis : el rol que nos fuera asignado de país exportador de materias primas (commodities)y una agricultura sin agricultores subsidiada por Monsanto para la producción masiva de transgénicos.

Pero la emergencia alimentaria y el desplome de la clase política barrieron a partir de finales del 2001 con todas las construcciones de domesticación y amenazaron con estallidos sociales descontrolados. De hecho, en el nuevo modelo neocolonial impuesto en que la soja ha desplazado a otros muchos cultivos alimentarios, la Argentina no tiene ya la capacidad de alimentar a su propia población. Los restos del Estado en disolución se atrincheraron en el aparato represivo pero aun así no lograron impedir que el movimiento popular de protesta se manifestara con crecientes y extendidas movilizaciones.

En medio de la catástrofe, cuando muchos desde las posiciones de una izquierda premoderna creyeron ver en los saqueos y en las manifestaciones populares las condiciones prerrevolucionarias que anticipaban cambios radicales, las empresas de Biotecnología y sus personeros en el campo de la producción, de la ciencia y en especial de los medios, imaginaron proyectos asistencialistas planificados con criterios de apagafuegos. Nacieron así en los años 2001/2002 los planes de Soja Solidaria que se basaron en la donación por parte de los productores de un kilo de soja por Tonelada exportada y que propusieron a la soja como panacea capaz de reemplazar a todos los alimentos tradicionales ahora inhallables o fuera de la capacidad de compra de la mayoría de la población.

Para este Plan de Soja Solidaria la Cultura devino en un obstáculo declarado que se hizo preciso remover para que pudieran ser incorporados los nuevos hábitos alimentarios que se nos proponían. Miles de cursos rápidos de cocina formaron y continúan formando y adoctrinando a los nuevos discípulos que predican en las zonas castigadas por el hambre la buena nueva de Monsanto y de Cargill : la soja forrajera y transgénica como panacea alimentaria de los argentinos. Miles de comedores para indigentes y especialmente escuelas y merenderos infantiles son abastecidos con regulares donaciones de soja. Una campaña ensordecedora aplasta toda crítica y toda duda, mientras los gobiernos, tanto como la oposición, los piqueteros radicalizados al igual que las organizaciones religiosas como CARITAS, incorporaban los nuevos hábitos alimentarios. La Argentina se transformaba de esa manera y definitivamente en país laboratorio.

A lo largo del 2002 y del 2003 las previsibles consecuencias de la ingesta de soja develaron para quienes quisieron verlo, el genocidio alimentario llevado adelante por los grandes productores y exportadores de Soja y alentado por las complicidades, la ignorancia y la estupidez de buena parte de la dirigencia política, así como por la indiferencia y la visión estrecha del progresismo y gran parte de la izquierda nativa que sigue considerando accesorio lo que la gente come. Los hechos hoy dan razón a todas esas anticipaciones y además las exceden. Más de dos tercios de la población infantil argentina sufre de anemias y carencias de hierro, sin embargo una buena parte de ellos son alimentados con las mal llamadas leches de soja que carecen de calcio y de hierro y que inhiben la asimilación del calcio y del hierro de otros alimentos. Los niños muertos por desnutrición se extienden como estadística por la creciente geografía de la indigencia argentina, acompañando a los monocultivos y a la distribución de la soja como nuevo alimento de una clientela cautiva por el hambre.

También se extienden la enfermedades y malformaciones que acompañan a los nuevos hábitos alimentarios : mamas generalizadas en varones y hembras, hipotiroidismo a edades tempranas, osteoporosis en adolescentes, pubertades anticipadas y menarquías en niñas de siete y ocho años, inflamaciones intestinales, crecientes alergias, anormalidades inmunológicas y en el timo.

Vastas zonas de las provincias del interior no conocen otro alimento más que las sojas transgénicas. Los Gobiernos provinciales suelen ayudar a instalar las llamadas "vacas mecánicas", maquinarias donadas por los exportadores que facilitan la cocción de la legumbre mágica. Plantas procesadoras se instalan en diversos sitios con inversiones millonarias en dólares para producir leches y subproductos de la soja. La Iglesia avala también estos proyectos sin mayor cautela y a pesar de las advertencias del Vaticano frente a la Biotecnología, y CARITAS, su organización social para la distribución de ayuda y de comedores para pobres, se suma entusiasta a la distribución de las sojas OGMs. Una extendida penetración de las Transnacionales en los medios periodísticos, en las Universidades y en los círculos de investigación y de extensión, acalla toda crítica y orquesta las generalizadas complicidades. Las estadísticas del hambre y las muertes por desnutrición, ocultan el verdadero rol de las sojas de Monsanto y de Cargill. Esa invisibilidad que alientan innumerables complicidades protege la verdadera naturaleza "Matriz" de la Republiqueta Sojera.

Mientras el mundo observaba el estallido del modelo neoliberal en la Argentina y la creciente fuerza de las movilizaciones populares que aspiraban a desplazar a la dirigencia política corrupta, poco se advertía como causa de la catástrofe el modelo de monocultivos y el rol impuesto a la Argentina de país exportador de forrajes. Menos aún se visualizaba la transformación de la Argentina en extraordinario país laboratorio de la ingesta masiva de sojas transgénicas. Esta invisibilidad de la dependencia profunda a un rol asignado en el plano internacional, no hacía sino reflejar las sesgadas miradas interiores que ponían las mayores energías en denunciar las iniquidades evidentes pero no el modelo que las producía. Esta ceguera en sectores supuestamente críticos no deja de sorprender y obliga a reflexionar sobre el extraordinario retraso de buena parte del pensamiento de izquierda, congelado en las luchas de los años setenta y aún sin poder comprender su grado de corresponsabilidad en los fracasos y en las derrotas colectivas.

Hace 26 años comenzó en la Argentina con el golpe militar y el Terrorismo de Estado un proceso de genocidio, pero también un proceso de destrucción cultural de la propia experiencia de varias generaciones de argentinos, cuyas capacidades de generar los propios discursos y de transmitir la propia sabiduría, fueron abolidas brutalmente como consecuencia del miedo y de la disolución social de la Sociedad. Sin embargo, el vendaval social que barrió al Gobierno de la Alianza en el 20 de diciembre 2001 hizo pedazos buena parte de los mecanismos del miedo y de la sumisión. La Argentina se transformó en un hervidero de luchas y de proyectos sociales aunque en la mayor fragmentación, de organización de los desempleados en los asentamientos, de asambleas en los barrios y de nuevos espacios plurales que fueron imponiendo la participación de los ciudadanos en la vida pública.

Aunque no somos ni seremos seguramente el país que alguna vez fuimos y pese a que más de una generación fue destrozada en los años de plomo, desapareció o fue condenada al silencio y a la emigración, nació a partir de aquellas jornadas de diciembre y del cataclismo y la emergencia una Argentina diferente, una Argentina cuyos rasgos son todavía una gran incógnita por develarse. La posterior y reciente derrota del proyecto neoliberal frente al balotaje constituye de por sí una gran esperanza de encontrar nuevos rumbos. El gobierno de Kirchner expresa sin lugar a dudas un nuevo estilo de conducir y una propuesta de recuperación de la dignidad y de la soberanía nacional. Es deseable que también signifique la capacidad de recuperar Políticas de Estado, y el que la Democracia delegativa pueda ser reemplazada por una democracia participativa y de mandatos. Mucho depende de lo que seamos capaces de construir en los próximos meses. Se abren nuevos espacios de juego limpio, que ahora pueden ser recuperados para la acción ciudadana y para los innumerables protagonismos de un país que aún carece de proyectos de conjunto, pero que canaliza su energía tumultuosa en miles de proyectos pequeños y locales.

En medio de la catástrofe nacen así esperanzas nuevas y nuevos debates que tienen relación con los modos de asumir la participación ciudadana. Nuestra emergencia desesperada sigue siendo una frontera de la Globalización y también de la crisis interna de la mayor multinacional de las semillas. Si se cae el modelo argentino de monocultivos de soja, es muy posible que la crisis arrastre a la multinacional Monsanto, si se cae Monsanto cambiarán seguramente las relaciones del comercio mundial alimentario y en especial el de las sojas que ellos monopolizan en más de un 90%, quizá cambien también los paradigmas de la producción agrícola en el mundo. Si se modificaran los modelos agrícolas extensivos basados en los criterios de la Revolución Verde y de la Revolución Biotecnológica que hoy expresan un puñado de transnacionales, la humanidad podría hallar una esperanza de vida por encima de las terribles acechanzas actuales del cambio climático y de la destrucción de los recursos no renovables.

Todo el entramado del modelo de explotación en la Argentina tiene bases frágiles y enormes vulnerabilidades, el hambre como consecuencia de los monocultivos, los impactos terribles de las aerofumigaciones con Agrotóxicos sobre el suelo, la biodiversidad y sobre las poblaciones, y además, el infanticidio por ingesta de sojas. Si el nuevo Gobierno del Presidente Kirchner, comprendiera que la Argentina productiva que nos propone requiere el correlato de espacios de Seguridad alimentaria…. Que los nuevos recursos, los mercados y la recuperación de ciudadanía común suramericana que nos ofrece la reconstrucción del MERCOSUR, exige respaldar a la pequeña empresa agropecuaria, a la producción de semillas propias, el repoblamiento de los pueblos muertos, el aliento de los mercados locales y las Economías regionales…. Si comprende que los ataques de parapoliciales a los campesinos del MOCASE no es un folklorismo santiagueño sino una consecuencia de la expansión explosiva de los monocultivos y que esos ataques deben equipararse a los innumerables atentados que sufren las urbanizaciones periféricas cercadas por los monocultivos de soja, o a las aerofumigaciones que liquidan a las colonias de autoconsumo tanto en la Provincia de Córdoba, como en Formosa o en la propia Buenos Aires… Entonces sí, si pudiéramos construir esa nueva mirada de conjunto del país, se podrían reagrupar en un gran Proyecto Nacional las energías disponibles que ahora se esfuerzan por reencontrarse consigo mismo.

Este modelo de producción de materias primas (comoditis) nos fue impuesto en los años 90 por las transnacionales para obtener divisas con que pagar la Deuda. Si el Presidente de los Argentinos se propone llevar a cabo su afirmación de que la Deuda no se pagará con el hambre y la miseria de nuestra gente, entonces habría llegado la hora de hacer de la Soberanía Alimentaria y del reordenamiento poblacional del territorio nacional el nuevo programa de gobierno de una Argentina capaz de revertir el estado de catástrofe.

(*)GRR. Grupo de Reflexión Rural

* GRR. Grupo de Reflexión Rural
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