Accueil > Argentine > El "derecho a decidir sí o no" : Estrategias para lograr el aborto legal y (…)
Una marcha convocada por el Encuentro Nacional de Mujeres recorrió todo el centro rosarino bajo la consigna de luchar por el "aborto libre y gratuito y el derecho a los anticonceptivos". Por primera vez ese reclamo se transformó en una bandera común para las militantes que provienen de experiencias diferentes del país. La marcha estaba compuesta casi totalmente por mujeres. Solo se sumó un pequeño grupo de hombres. Los demás aplaudían a su paso.
Por Marta Dillon
Página 12, 18 de agosto 2003
El eco de un carnavalito viajaba nítido a través de dos cuadras desiertas empujado por el silencio reverencial de la gente que, asomada a los balcones, esperaba en la esquina de la peatonal Córdoba y Corrientes que se acercara la fuente de esas voces. "Si el Papa fuera mujer, el aborto sería ley. ¡Basta de patriarcado y que nos digan lo que hay que hacer", era el estribillo que, con la música de la puna, hacía callar hasta a los perros en pleno centro de la ciudad de Rosario. Los valet parking del Hotel Presidente no sabían de qué se trataba, pero se apuraron a mover los autos, asustados por ese murmullo que parecía anunciar un alud. No era una catástrofe, sin embargo, lo que iba llegando. Era una columna de más de diez mil mujeres piqueteras, viejas, feministas, provincianas, indias, jóvenes, lesbianas, cabecitas, madres, solteras o casadas que hicieron visible, con el sencillo recurso de usar pañuelos verdes con inscripciones, un reclamo común que atravesó todas las identidades : el derecho a decidir sobre sus propios cuerpos. Un acuerdo espontáneo que en este XVIII Encuentro Nacional de Mujeres se hizo evidente como nunca antes.
Fueron por lo menos dos horas de una caminata que a veces se convertía en saltos, que provocaba aplausos de los balcones y una sorpresa muda de quienes vieron convertirse al elegante boulevar Oroño en un río de mujeres dispuestas a hacerse ver y escuchar. Eran tantas que la misma bandera que reclamaba el derecho al aborto libre y gratuito, que parecía inmensa en el salón de actos de la Facultad de Ciencias Económicas, de pronto se había empequeñecido. Qué podía importar.
El reclamo atravesaba las ocho cuadras de la columna, iba de boca en boca y se anotaba en los pañuelos que reclamaban la despenalización del aborto, el derecho a la anticoncepción y a decidir cuándo y cuántos hijos tener, o no. Los triángulos de tela que siendo blancos se convirtieron en un símbolo de la resistencia contra el terrorismo de Estado y la impunidad, ahora sirvieron, teñidos de verde, para simbolizar una misma demanda sobre las pecheras de las organizaciones populares, las banderas de los lugares de origen o cualquier otro distintivo que servía para agrupar a los colectivos de mujeres. Fueron la señal más visible de que, más allá de los reclamos sectoriales de cada grupo de mujeres, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo se transformó en una demanda transversal.
Hubo algo de reivindicación en esta marcha. No en vano cada tanto la masiva columna se jactaba de que "a pesar de todo, les hicimos el Encuentro". Y es que en muchos talleres la discusión se hizo tan engorrosa que cuando comenzaba la tarde parecía que la dinámica del consenso se iba a romper por primera vez en 18 años consecutivos. Y de hecho así fue en algunos talleres, sobre todo en aquellos en los que se trataba, justamente, anticoncepción o anticoncepción de emergencia y aborto. Con un discurso unificado y bien aprendido (ver aparte), decenas de mujeres católicas se lamentaron "porque acá se habla de que las mujeres pueden morir en los abortos clandestinos, pero los que mueren seguro son los niños inocentes que no tienen voz para defenderse", dándoles a los embriones entidad de infantes. Sin embargo, las discusiones terminaron con el derecho al aborto como posición de mayoría y la prohibición como disenso de minoría.
"Lo que yo digo es que esto tiene que servir más allá de la experiencia. Lo que discutimos acá y lo que acordamos tenemos que llevarlo a algún lado, al Poder Ejecutivo o a quien sea", dijo la dirigente piquetera del MIJP, Nina Peloso, "porque si no nosotras nos juntamos y ellos se hacen los boludos". Nina no es de las que usan eufemismos, menos esta vez en que se la veía orgullosa de haber aportado 500 compañeras de su movimiento a este Encuentro. Y lo cierto es que la presencia masiva de mujeres de movimientos populares y piqueteros, comprometidas con temas de género comola necesidad de mayor protagonismo en sus organizaciones, y preocupadas por los planes de salud que cada tanto interrumpen la entrega de anticonceptivos, deja en claro que a pesar de lo ecléctico del movimiento de mujeres y de la dificultad de retomar las conclusiones pasadas en cada nuevo encuentro, el crecimiento de esta convocatoria es evidente.
No hubo más de una decena de varones que se animaron a mezclarse entre la columna de mujeres. Ellos prefirieron saludar desde los márgenes, la mayoría aplaudiendo, unos pocos amparados en chistes clásicos que facilitaban los sombreros de bruja que anoche se habían multiplicado. Uno que otro atinó a atarse un pañuelo verde en el cuello y otros más prefirieron usarlo de collar para sus perros. En un solo momento alguien tiró un balde de agua de un balcón. Sólo sirvió para reforzar el fervor de un aquelarre dispuesto a disfrutar de la oportunidad de reconocerse y de caminar juntas.
Al final, una cuadra de la extensa columna se separó del resto para caminar hacia el Arzobispado de Rosario para acusarlos de intentar romper el Encuentro. La barrera de policías no alcanzó a evitar que sobre la pared quedara un pedido expreso escrito en aerosol : "Saquen sus rosarios de nuestros ovarios". Además de unas afichetas pegadas con engrudo en las que una muñeca Barbie vestida de monja y con portaligas decía "que no cunda el hábito".
La libertad de Romina Tejerina, la joven jujeña presa por matar al hijo que tuvo después de haber sido violada por su vecino, y la de Claudia Sosa, la mujer que decidió poner fin a los golpes de su marido policía matándolo con su arma reglamentaria, fueron reclamos que se corearon con fuerza inaugurando también una problemática invisible en otros encuentros.
Queda una noche más de peña y baile para las mujeres que se reunieron en Rosario, que durmieron en escuelas y clubes, que colmaron la capacidad hotelera de una ciudad que hizo silencio para escuchar una voz que eran muchas pero cada vez más consigue unificar sus demandas.
Estrategias para lograr el aborto legal y seguro
Sobre la base de la experiencia en Sudáfrica, donde en 1997 fue sancionada una de las leyes sobre aborto más completas, ONG de 18 países elaboraron una guía de recomendaciones para encarar el más universal reclamo femenino.
Por Sandra Chaer
Página 12, 18 de agosto 2003
En 1997 fue sancionada en Sudáfrica una de las leyes sobre aborto más liberales que hay en el mundo. Las activistas pro choice (derecho a decidir) de diferentes países se preguntaban cómo lo habían logrado. Así surgió la Iniciativa de Johannesburgo, un proyecto solventado por la Women’s Health Project para que se investigara sobre la experiencia de advocacy (estrategias públicas para concretar un proyecto) en diferentes países. Fueron convocadas ONG de 18 países, y las experiencias de 11 de ellas fueron publicadas en Estrategias para el acceso al aborto legal y seguro, que editó recientemente en Argentina el Foro por los Derechos Reproductivos. Los países incluidos fueron Australia, Sudáfrica, Estados Unidos, Bangladesh, Brasil, Kenia, Italia, Polonia, Guyana, India, y la ciudad de México.
El libro es una herramienta más que útil para cualquier grupo que luche por la reivindicación social y legislativa de un derecho. Se describen las estrategias usadas para movilizar y hacer alianzas con políticos, legisladores, medios de comunicación, agentes de salud y sociedad civil ; el proceso que llevó a la sanción de cada ley ; la implementación de la misma y la autocrítica sobre el proceso. Barbara Klugman -ex directora del Women’s Health Project- señala aspectos que las activistas no deberían descuidar : la sanción de la ley es importante, pero no siempre es lo primero que se logra, y una vez conseguida hay que hacer un seguimiento que garantice el acceso a los servicios. También resulta necesario establecer la discusión en el ámbito de la salud pública ya que uno de los mayores obstáculos para la sanción de leyes es lo que Klugman llama "debate moral" : la injerencia de la Iglesia en el tema.
"Yo creo que el tema de la Iglesia es político y no moral -señala Martha Rosenberg, miembro del Foro por los Derechos Reproductivos que participó de la Iniciativa-. La lucha por el derecho al aborto en Argentina es la lucha por el laicismo del Estado. La Iglesia aparece como el obstáculo más importante porque su rol de dictar la moral está instalado en el imaginario social, más allá de que la gente olvide las contradicciones de la propia doctrina y de las mismas mujeres católicas, que son el 80 y pico por ciento de las que se hacen abortos. Nosotros tenemos un movimiento por el derecho al aborto importante pero sin unidad ni proyecto táctico. Nos manifestamos en general a la defensiva de avances conservadores o ante la posibilidad de intervenir legislativamente. Falta una puesta en común de acciones estratégicas. Sin embargo, yo noto una permeación del tema en todos los niveles, hoy las consignas sobre la legalización del aborto se están planteando en los piquetes y las asambleas. Y la legalización es fundamental, porque recién cuando exista el derecho las mujeres podremos encarar bien el conflicto ético individual que significa la decisión de hacerse un aborto." Sobre el vínculo con los agentes de salud, una militancia lenta que según las experiencias recogidas en el libro es descuidada a veces por las activistas, más concentradas en los cambios legislativos, Rosenberg admite que es "una relación que deberíamos profundizar. En las encuestas anónimas hay muchísimo consenso, pero estas posiciones no se hacen públicas y después cada médico se arrincona en su pertenencia institucional".
La sanción de la ley sudafricana se dio en el contexto del fin del apartheid. Tres aspectos influyeron en el éxito de la legalización : el clima político e ideológico del momento, que garantizaba los derechos de los actores sociales hasta entonces excluidos ; el entrecruzamiento de actores de la sociedad civil y del gobierno -los técnicos del Consejo Nacional Africano, en el gobierno, eran los que hasta poco tiempo antes habían actuado desde la sociedad civil- ; la equidad cultural y religiosa de la ley. La Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo fue sancionada acomienzos de 1997 y autoriza el aborto a petición hasta las 12 semanas, y en una serie amplia de circunstancias hasta las 20 semanas. Las menores de 18 años no necesitan el consentimiento paterno y la intervención puede ser hecha por parteras capacitadas.
La implementación fue en términos generales positiva desde el accionar del gobierno y de las ONG -hubo centros de atención especiales, talleres para los agentes de salud, investigaciones e intervenciones en el sistema de salud, se capacitaron médicos y enfermeras en el método de aspiración manual endouterina y se auditó la implementación-. Sin embargo, el sistema de salud heredado del apartheid estaba en transformación y esto perjudicó el acceso. De los 246 servicios designados para proveer el servicio, sólo un 28 por ciento lo hacen ; de los servicios en funcionamiento, el 99 por ciento pertenece a zonas urbanas (mientras que la mitad de la población, y la de menos recursos, vive en zonas rurales). Tampoco fue buena la comunicación : hasta 2000 el gobierno no había hecho una campaña masiva, de hecho sólo el 53 por ciento de las mujeres sabían que los abortos son legales. Las ONG tampoco mantuvieron la cohesión después de la sanción, compitieron por los subsidios y volcaron su atención a temas urgentes como el sida o la violencia contra las mujeres
"El advocacy -puntualiza Rosenberg- busca el aborto legal y seguro como un bien para las mujeres. Lo contrario de esto es el aborto ilegal e inseguro, no el ’no aborto’, que no existe porque en la situación actual las mujeres recurren al aborto ante un embarazo involuntario." Señala a su vez Klugman : "En el pasado, todas las culturas contaban con formas de proveer abortos a las mujeres que, por diversas razones, no deseaban hijos. Sin embargo, en los últimos siglos, la sociedad ha tratado de limitar cada vez más la capacidad de las mujeres de controlar su capacidad reproductiva".