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20 de febrero de 2006

El curioso escenario electoral peruano

 

Por Ricardo Jiménez*
Columnista de porlalibre en Perú
18.02.06.-

EL GRAN GIRO EN MARCHA.

Venido de una familia hondamente comprometida con el nacionalismo y la búsqueda de justicia social, Ollanta ha dado desde hace unos años un gran giro ideológico y político que le ha valido el distanciamiento de ella, pero que le ha permitido convertirse en una alternativa refundacional viable para el Perú. Este giro ha sido hecho respecto del eje original "etnocacerista", movimiento fundado junto a su hermano Antauro en el seno del ejército en 1988. Tras el alzamiento contra el régimen Fujimori/Montesinos en el año 2000 y la caída de éste, Ollanta fue agregado militar en Francia y Corea. Antauro, en enero de 2005, encabezó, frente a "reservistas" (retirados del ejército) un ataque a un cuartel militar en Andahuaylas con la intención de derrocar el gobierno pero, tras la muerte de 6 personas, fue detenido y encarcelado hasta hoy. Ollanta deslindó toda responsabilidad en el hecho y empezó el giro que los distancia crecientemente hasta hoy.

Mientras los "etnocaceristas" (nominación tomada de Andrés Avelino Cáceres, líder de la resistencia a la invasión chilena en la guerra del Pacífico y posterior Presidente de Perú) cambiaron el nombre de su periódico de "Ollanta" a "Antauro" y eligieron como candidato presidencial a Ulises, el otro hermano Humala, vocero de Antauro, Ollanta amplió su base de alianzas y reformuló la ideología y el programa nacionalista, alejándose de los elementos chauvinistas, filo fascistas y filo racistas del "etnocacerismo". Hoy mismo en su periódico, los "etnocaceristas" hablan explícitamente de las razas (concepto ya abandonado por las ciencias sociales) como fundamento de la política y hasta critican a Ollanta por sus asesores "judíos", al más puro estilo nazi; muestran un militarismo casi caricaturesco en su prensa; ofrecen fusilamientos a quienes malversaron fondos públicos y, según rumores de la calle -que, ciertos o no, muestran la imagen que proyectan al público- hasta a los homosexuales; y muestran un anti chilenismo irracional, xenófobo por definición.

Frente a ello, Ollanta abandona el tinte militarista para acercarse a un amplio proyecto de carácter civil; basa su nacionalismo, no en la raza, sino en el programa y la identidad y dignidad nacional; amplia sus alianzas, empezando por el partido del ex candidato Pérez de Cuellar, Unión por el Perú (UPP), a través del cual postula; plantea reivindicaciones a Chile, pero en función de un proyecto regional cercano al del Presidente Chávez y abandona posturas fascistas de ofrecer fusilamientos y aludir a los "judíos"; a pesar de que sus detractores insisten malintencionadamente -y logran confundir a algunos- en endilgarle esas declaraciones que no son suyas. Su acercamiento a Chávez (ambos son oficiales de artillería, asiduos lectores y admiradores de Velasco Alvarado) y su distanciamiento de Antauro -mostrados como elementos negativos por la derecha neoliberal y el "etnocacerismo", respectivamente- son, de hecho, objetivamente, un gran giro en marcha que afina y fortalece el nacionalismo humalista como alternativa refundacional viable para el Perú, inserta en un proyecto de unidad latinoamericana que, aunque desigual, se abre paso incontestablemente en la región.

LAS DENUNCIAS EN SU CONTRA.

Innumerables son las denuncias contra Ollanta desde todos los sectores, las más graves de ellas relacionadas a supuestos crímenes contra los Derechos Humanos en la lucha contrasubversiva hace más de una década. Éstas encuentran ciertamente posibilidad en el contexto de una guerra sucia innegable, pero resultan sospechosas al presentarse hoy, justo cuando el nacionalista aparece como alternativa electoral viable, a pesar que los supuestos crímenes datan de inicios de los 1990 y de que Ollanta es públicamente conocido desde su alzamiento anti fujimorista en el año 2000. También le restan credibilidad a las denuncias el hecho de que provienen de sectores políticos y medios que sustentan también muchas otras denuncias contra él, las cuales son vergonzosamente ilógicas, irresponsables o sin fundamento. A ello se suma el hecho que una de las razones de su ruptura con los "etnocaceristas" fue, precisamente, porque éstos cuestionaban los juicios por crímenes contra los Derechos Humanos. Más allá del curso que tomen estas denuncias -hasta ahora basada en meras presunciones y claras animosidades- resulta objetivamente un flaco favor a la auténtica lucha por la justicia a los violadores de Derechos Humanos, esta clara manipulación electoral (muchos de los detractores de esta lucha recurren ahora oportunistamente a ella para usarla contra Ollanta) de un tema que merece un más elevado estatus.

* Sociólogo chileno informando desde Perú

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