Portada del sitio > Los Primos > Perú > El costo de la indefinición en Perú
Por Raúl Wiener
Argenpresse.info, 19 de julio del 2004
El ministro de trabajo y el secretario general de la CGTP viven en el mismo país. Pero uno vio asistir al trabajo el día del paro nacional a más del 95% de la fuerza laboral (más que en los días normales), y el otro sostiene haber confirmado un acatamiento del 60% a la medida. Obviamente no hay punto de conciliación entre dos visiones tan extremas. Que además está presente en los debates que promueven los medios y en las opiniones que circulan en la Internet.
Es una polémica que por supuesto no va a llevar a ninguna parte. El ministro sabe que miente y que está cumpliendo el triste papel de blindar al gobierno contra las demandas. Pero Gorriti sabe también que este no es un tema de estadísticas. Es mucha la gente que no fue a trabajar y significativa la que marchó en Lima y más en puntos claves de provincias. Pero la razón del paro era el cambio de la situación política. Y a la luz de lo que sucedió ese día tenemos que admitir que nada esencial se ha modificado en el Perú, a pesar de la voluntad manifiesta de los elementos activos que se las jugaron el 14 de julio.
¿Cómo explicar esto? Para empezar hay que saber si los conductores del paro sabían que clase de cambio político querían provocar. O mejor aún, si estaban conscientes de qué tipo de curso político estaban buscando las personas que afirmaban reiteradamente estar a favor de la paralización. Cuando dentro de los organizadores se discutía la necesidad de que el paro pusiese en el primer plano la cuestión del gobierno de Toledo, daba la impresión que esta podía ser una típica controversia izquierdista sobre quién es más ’radical’ o ’realista’. Sin embargo, lo que estaba sobre la mesa era la proyección política de la medida y el enganche entre los núcleos organizados y militantes, con la masa desorganizada, despolitizada, pero francamente harta del gobierno actual.
El dilema del paro lo resumió Nicolás Lynch en la opción entre acuerdo o vacancia. Es decir entre pactar con Toledo o echar a Toledo. O el paro apuntaba a cambiar la política del gobierno o al cambio del mismo gobierno. No era un tema que se resumiese en el asunto de si pacífico o violento, que a tantos obsesiona, sobre todo por la presión de los medios. En determinadas circunstancias una lucha muy dura puede requerirse para conseguir logros aparentemente limitados: derogatoria de una ley, destitución de un ministro o alto funcionario, etc. Y aún una jornada de marchas y concentraciones sin enfrentamientos, puede tener una mayor o menor respuesta de la población, según la propuesta sea capaz de recoger lo que la gente realmente quiere.
El paro del 14 de julio tenía dos mensajes. Así los que eran preguntados en la calle porqué apoyaban la medida, respondían de inmediato que querían ayudar a que se vaya el gobierno de Toledo. Pero los dirigentes decían algo diferente: si el gobierno no atiende las demandas y no cambia la política económica, entonces habrá que luchar por la renuncia o vacancia de Toledo. Es difícil de creer que realmente pensaran que iban a ser invitados a un post paro que significara soluciones. Y más difícil imaginar en qué grado de paro se logra eso de hacer retroceder la intransigencia oficial y no afectar a la vez la gobernabilidad que a algunos tanto les preocupa.
Como lo ha recordado el propio Juan José Gorriti en estos días, el paro de 1977 tenía en el centro la consigna de fuera Morales Bermúdez y la salida de elecciones inmediatas y Asamblea Constituyente. El del 2004, impulsaba la Asamblea Constituyente pero dejando totalmente oscura su relación con el viejo gobierno. No estamos hablando aquí de un esquema insurreccional de paralización, que quisiera por su propia energía resolver la cuestión del gobierno, sino de una acción política de masas que exprese un sentimiento que existe en todas partes: que renuncie el presidente o lo vaque el Congreso, para dar paso a un gobierno provisional y a una Asamblea Constituyente que emprendan las reformas políticas y económicas que el país reclama.
Alberto Andrianzén que no ha estado precisamente en el campo de los ’radicales’, admite que un paro con la exigencia de la salida de Toledo hubiera sido apoyado con mayor amplitud y con más ganas por la población, especialmente por esos sectores que no tenían expresión en las reivindicaciones sectoriales de la plataforma. En una sociedad disgregada por efecto de la política neoliberal y políticamente desintegrada por la crisis del sistema de partidos y representación, ¿cómo puede uno hacerse parte de una paralización que se resume en no ir a trabajar y en un mitin de sindicatos y partidos izquierdistas, donde 20 personas quieren hacer uso del micrófono para no decir nada importante?
Ninguna de las directivas del paro consideró concentraciones en los distritos, cacerolazos, embanderamientos, bloqueos del tráfico y una consigna central de todo el pueblo. Es que plantearse tal cosa llevaba de facto a romper la ambigüedad. Millones de peruanos quieren un canal para manifestar su reclamo de cambio político. El paro de la CGTP pudo brindárselo. Pero se lo ofreció a medias, con indefiniciones graves.
Ahora el gobierno ha dado su respuesta que se resume en la pregunta del ministro de la producción: ¿cuál paro?, que equivale a decir que el gobierno no ve que es repudiado en todas partes.
La línea de presionar para ir después al acuerdo nacional está ahora agotada.
La CGTP y el Comando Unitario del Paro debieran evaluar seriamente la experiencia y dilucidar el camino hacia delante. Por cierto que hay ahora ocasión para hacer los contrastes entre Ilave, Ayacucho y el 14 de julio. Y habrá la tendencia a concluir que este gobierno sólo reacciona ante el desborde. Mirko Lauer lo ha resumido en una nota en la que se pregunta si Toledo está buscando que le den con más fuerza.
Puede ser.
Pero lo que es esencial es darse cuenta que si algo fundamental ocurrió en relación al paro fue la construcción de una amplia unidad política y gremial de alcance nacional, que si se mantiene y precisa sus objetivos políticos, puede representar el polo de referencia que el país está buscando para no sucumbir en el desorden y la caotización que meticulosamente impulsa el toledismo. El 14 de julio ha sido sin duda menos de lo que se necesita, pero no ha sido ni derrota ni retroceso para las masas populares que buscan concentrar sus fuerzas y ponerse al frente del malestar del pueblo.