Portada del sitio > Los Primos > Perú > El Perú y su crisis política: ¿Hacia donde vamos?
Ya hay más de medio millón de trabajadores en huelga y movilización, y el lunes se suma millón y medio más, en total unos dos millones. Luego vienen algunas decenas de miles, y quizás luego algunas centenas de miles más.
Por José Ríos Ríos
Argenpresse.info, 25/05/2003
Este es, inocultablemente, un alto nivel de movilización de masas, en un contexto de claro agravamiento de la situación material de las masas. Si el frente de los que dominan se agrieta, las masas desarrollarán su camino independiente.
No hay vanguardia organizada, eso es más que evidente. Y la "izquierda" domesticada, en su rol de "ala izquierda" de los grupos de Poder, trata de encuadrar al pueblo en el aparato estatal, mientras que la ex "izquierda" militarista, en recomposición, busca incorporarse al sistema burgués (ya se habla del asunto en los "respetables" corrillos mediáticos).
Los sectores en conflicto han levantado programas económico-reivindicativos, no hay ninguna plataforma revolucionaria en cuestión, pero para lograr sus demandas necesitan que las reglas del juego vigentes sean cambiadas en forma significativa. Y las "reglas de juego", como sabemos, no se dictan en algún lugar del Perú, vienen desde la capital de otro país, desde la parte norte del hemisferio americano.
Si fuéramos independientes, como se dice que somos, las clases dominantes decidirían qué es lo que se tiene que hacer para arreglar nuestros asuntos, y tomarían una decisión en función de su propio proyecto político. Pero no, eso no sucede en nuestro país.
Toledo sigue cayendo, cuesta abajo, ya está en los 9 puntos según una de las encuestadoras, y hace unas 3 semanas estaba en 8% según estimados independientes. Esto no da para más, y aquel que se le pegue se ’quema’ como le ha pasado al líder del APRA, quien en afán de pescar a río revuelto en el electorado toledista (como antes en las aguas fujimoristas) ha salido perdiendo 7 puntos (cayendo de 39 a 32%, según la misma empresa).
Alejandro Toledo no puede acceder a las demandas populares, que no vienen a ser otra cosa que el cumplimiento de una parte de sus ofertas electorales, con calidad de compromiso adquirido frente al mismo pueblo que lo eligió, por la simple e incontestable razón que no es un verdadero presidente de una verdadera república, el es sólo un pequeño hombrecillo que administra la finca del verdadero dueño, del amo real. Por ello no puede ni siquiera autorizar un miserable aumento de 100 soles para esa masa de desheredados que es el magisterio nacional, como tampoco puede otorgar 3 puntos de arancel a los agricultores, masa de la cual él mismo ha emergido antes de insertarse en el sistema dominante, simplemente no está dentro de sus facultades, porque él no es un presidente real, es sólo un mandatario virtual, de esos que aparecen el los juegos en red, y nada más.
Aquí lo que cabe, por el descrédito, por la falta de credibilidad, por el agotamiento precoz de la capacidad de engañar que requieren los gobiernos de la burguesía; es un cambio de cabeza en la fórmula de gobierno, cambiar a Toledo por otro.
De ese modo todos contentos, por algún rato, la gente, anestesiada por el cambio de mandón, se hará expectativas, volverá a abrigar esperanzas, volverá a creer, y se volverá a engañar.
Y no porque crea, porque en el fondo, y no muy en el fondo, los de abajo no creerán, lo que se llama verdaderamente creer en los nuevos estafadores que se hagan del manejo de la cosa pública, harán como que creen, porque necesitan creer en algo mientras no lleguen a la convicción que esto hay que cambiarlo de raíz, y, sobre todo, mientras llegan a creer en cómo cambiarlo y con quiénes y con qué cambiarlo.
Ese es el fondo de las cosas, el capitalismo en crisis no sirve para resolver los problemas pero aún no hay una alternativa real, que pueda enfrentársele con la capacidad y la convocatoria necesarias.