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IAR, 2 de Diciembre de 2009.
Lo aplaudieron a rabiar. Casi como si fuera uno de los suyos. Chávez y los presidentes izquierdistas lo elogiaron calurosamente y le dieron la mano en la cumbre de Río. Parecía, mágicamente, que el Imperio mansamente (y sin balas) se había reciclado en un « hermano mayor democrático » de sus colonias en el patio trasero.
El sueño (como el baile de asunción de Obama) duró hasta que el presidente « negro » se sacudió el marketing electoral de encima y comenzó a hacer lo que debía: Gestionar para Washington y los intereses de los bancos y empresas de Wall Street. Y allí comenzó la peregrinación del izquierdo-progresismo hacia una pregunta esencial: ¿Viró hacia la derecha Obama?.
Replanteemos la pregunta: ¿El Imperio queda a la izquierda o a la derecha?. Depende de que perspectiva geográfica circunstancial se elija para llegar a la Casa Blanca de Washington.
En realidad, el Imperio no tiene puntos cardinales ni ideologías: Puede estar a la « izquierda progresista » cuando fabrica alternativas « mediático-democráticas »para vender presidentes, o puede estar a la "derecha" cuando el Estado norteamericano ejecuta sus políticas de supervivencia imperial invadiendo países, fabricando cipayos o alienando cerebros masivos con la « democracia » made in USA. ¿Acaso se le puede pedir peras al olmo?
Fukuyama habló de la « muerte de las ideologías », pero en realidad las ideologías no murieron: Solo se fusionaron. A tono con la dinámica « globalizadora », la « izquierda » y la « derecha » se fusionaron en una sociedad con roles claramente diferenciados: La izquierda habla con la « democracia », la derecha ejecuta con el Pentágono.
Más precisamente: Obama habla, el Imperio realiza. Y el izquierdo-progresismo (a tono con su estilo ideológico-cultural) está rengo y sordo de un oído: Solo evalúa y analiza las palabras de Obama que ahora va por « Bin Laden » y Afganistán para « terminar el trabajo ».
Obama mete bala, ¿Y que mete el izquierdo-progresismo »? Por ahora, parece que descubrieron (tardíamente, como siempre) la idea de que Obama es el presidente del Imperio.
Tal vez, dentro de un año más, se les termine de caer el ídolo y descubran que Obama, en realidad, es la reencarnación viviente de George W. Bush.