Portada del sitio > Argentina > Economía > Agroalimentario > « El Campo » : Blanco sobre negro en los campos argentinos
Los últimos relevamientos sobre la realidad del sector agropecuario mostraron una coincidente realidad: la escasa participación en la generación de nuevos empleos y la primacía de la informalidad en el modo de contratación de la mano de obra.
A la hora de hablar del trabajo registrado, los informes no dudan en calificar como de « masiva informalidad » a la realidad laboral en el sector rural. Los relevamientos aseguran que el campo argentino mantiene a tres de cada cuatro trabajadores « en negro ».
Uno de los estudios, realizado por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino sobre la base del Censo 2010, consigna que la cantidad de asalariados registrados en el sector rural asciende a 335.000 personas, sobre 3.400.000 habitantes en zonas rurales. En el relevamiento se calcula que si la tasa de participación laboral se fija en un 40 por ciento, los trabajadores rurales deberían superar largamente el millón.
Esta realidad nacional no es ajena a lo que se vive a nivel provincial.
Casi simultáneamente, un informe realizado sobre la base de datos del Ministerio de Trabajo de la Nación mostró que en La Pampa, en los últimos ocho años, la generación de nuevos empleos muestra notorios altibajos. Mientras que el promedio general de puestos de trabajo registró un crecimiento del 35 por ciento, a nivel rural el mismo rubro no alcanzó ni siquiera al 4 por ciento, lo que lo transforma en el sector que menos nuevos empleos incorporó.
Estos números, lejos de ser refutados o desmentidos, fueron justificados por la dirigencia del sector, que se limitó a argumentar que el problema de pasar a sus trabajadores informales al sector registrado radica en que « el costo en el tema de aportes es muy importante ».
Seguramente, otra forma de pensar deben tener los restantes empresarios, principalmente los de la construcción, la hotelería y la gastronomía, que se animaron a « blanquear » en los últimos ocho años a sus empleados, con los aportes correspondientes, en un número tan significativo que permitió elevar el promedio en un 35 por ciento. Es probable que esta diferencia descanse en una forma distinta de valorar y respetar al trabajador, o de fijarse en el cumplimiento de las leyes laborales. O tal vez sea que exista mayor control sobre unos sectores que sobre otros.
De todos modos, queda en evidencia un marcado contraste cuando se miran otros datos de la realidad económica, en la que los números no dejan de ser altamente positivos para el sector agropecuario. Dos informes comparativos, sólo por citar ejemplos de la última semana, hablan de llamativos y siempre favorables porcentajes de rentabilidad para el campo.
Uno de los estudios se ocupó de comparar los números obtenidos por los productores de soja desde 2001 a la fecha y llegó a la conclusión de que quienes se dedican a esta actividad en la actualidad están obteniendo un 87 por ciento más de ganancias, con la misma explotación, que hace diez años. El otro relevamiento está relacionado con el valor de las tierras productivas, en el que se estimaron incrementos que van del 100 al 200 por ciento, siempre comparando los precios de 2001 con los de 2011.
La realidad del campo, en consecuencia y una vez más, queda así en blanco sobre negro: el sector agropecuario lidera en la « clasificación » de las ganancias y las valuaciones, pero se va al descenso cuando hay que hablar de dar empleo digno a sus trabajadores. No hay más que recordar, sin ir más lejos, las tristes imágenes del « trabajo esclavo », mostrando enormes explotaciones rurales con numerosos trabajadores alojados en condiciones infrahumanas.
La Arena. Santa Rosa, La Pampa, 9 de agosto de 2011.