recherche

Accueil > Argentine > Économie > Agroalimentaire > "Con los pies en la tierra" : notas sobre dos experiencias de campo

20 octobre 2005

"Con los pies en la tierra" : notas sobre dos experiencias de campo

 

"La vida es del color del cristal con que se mira."
Refrán popular

Por Lucas Rubinich
Apuntes de Investigacion del CECYP

I.

A la pregunta acerca de qué garantizan los pies en la tierra en una investigación en sociología (y se puede extender a cualquier campo), se debe responder lisa y llanamente : nada. Nada, porque si hay dificultades o soluciones exitosas se deberían encontrar no en el hecho de caminar más o menos por el campo, sino en la mochila cultural que se está cargando durante la caminata. Es quizás una obviedad sugerir que el hecho de la persistente presencia en campo del investigador no es garantía de la construcción de un objeto de investigación más interesante, que pueda decir algo, sobre la opacidad social. No obstante esto y, sin renegar de la importancia de las técnicas y de ciertos conocimientos de receta sobre el aspecto operativo del trabajo de campo, estas notas quieren reflexionar -desde el oficio- sobre las intromisiones de sentido común en la pregunta que el investigador lleva al campo como el obstáculo más relevante a tomar en cuenta en el proceso de construcción del objeto de investigación.

Sobre los aspectos más generales de estas intromisiones se ha reflexionado en las ciencias sociales, sobre todo en aquellos estilos de trabajo en los que los agentes concretos se encuentran cara a cara. Sin embargo, más allá de los reconocimientos intelectuales de esas cuestiones, sus manifestaciones concretas en la práctica -justamente su presencia práctica inconsciente, internalizada, hecha cuerpo- son capaces de destruir el ejercicio más diestro sostenido en técnicas sofisticadas. El relato de dos experiencias cercanas es la estrategia elegida en estas notas, para intentar decir algo sobre la cuestión.

II. Experiencia uno : "No todo es pan y manteca"

En un período comprendido entre el fin de la Guerra de Malvinas y los primeros años de la apertura democrática, se produjeron en distintos lugares del Gran Buenos Aires, movimientos de tomas de tierras, que dieron lugar a los llamados "asentamientos". En el marco de la difusión de los trabajos de Alain Touraine sobre los nuevos movimientos sociales (legitimada esta perspectiva por un reacomodamiento ideológico cultural que afectaba particularmente a las ciencias sociales, por las crisis de los grandes relatos, y por la "cintura" de la comunidad académica periférica que encuentra la oportunidad de probarse nuevas lentes y hacerlas ver con eficiencia), distintos investigadores atendimos a esta cuestión. Durante una visita a uno de esos nuevos barrios, un dirigente barrial y un investigador que estuvo realizando trabajo de campo en el lugar, me relataron una anécdota, en la que indirectamente aparecen los prejuicios de clase del profesional en el diagnóstico de una situación. Durante el proceso de la toma de las tierras e inmediatamente en la organización de la urbanización hay un equipo interdisciplinario que analiza la situación y uno de los ejes principales será el capital social y cultural que trae el grupo, lo que influirá en el tipo de organización barrial y aún en el tipo de urbanización que se dará el asentamiento.

Una característica significativa sería la diferencia con la población llamada vulgarmente "villera", con una cultura de la pobreza, inserta en el sector informal del mercado de trabajo, que por lo menos, en el aspecto más visible (la distribución física de las viviendas en el espacio), adopta un estilo diferente al patrón urbano general y su vida social y cultural tiene las particularidades que se derivan de esto y de ser fácilmente clasificado por el resto de la ciudad como un espacio diferente. Estos grupos de tomadores de tierra, por el contrario, son generaciones jóvenes con tradición obrera que se vieron afectados por las transformaciones del modelo de acumulación, específicamente por la reducción de zonas del mercado de trabajo formal. Se encuentran en una situación de relativa exclusión y a la vez son portadores de una cultura de la integración. Aun en el caso de no existir una historia personal en el mundo obrero, son parte de una cultura obrera. Sus padres fueron obreros y ellos compartieron los beneficios de esa situación y, sobre todo, un estilo de vida. Este estilo de vida se manifiesta de diversos modos : en sus expectativas de consumo, en su relación con la salud, con la educación, en su manera de planificar la vida familiar y, entre muchas otras cosas, su idea de lo que es una vivienda, asociada a su historia y que supone una vivienda obrera del Gran Buenos Aires, tal como lo fueron las surgidas de los barrios por loteo desde los años cincuenta en adelante. Algunos aspectos de este estilo de vida son apuestas de diferenciación con el inmediato inferior social que es el villero. No necesariamente con el villero real, sino con el arquetipo social del villero. Por ejemplo la vocación por el orden y la limpieza en la vivienda a veces exagerada, o la necesidad de la previsión y la planificación a futuro, son apuestas por el orden contra el caos ; a favor de una mirada que hipotetiza aun sobre los imprevistos, contra otra que sólo es capaz de llegar hasta el presente más inmediato. Esta necesidad de diferenciación es más notoria porque los otros son los inmediatos inferiores en el espacio social y no son una abstracción : pasan caminando por la vereda y viven apenas a un par de cuadras

Entonces el eje principal de este análisis es observar la singularidad de estos tomadores de tierras relacionada con la portación de una cultura obrera. Las manifestaciones inmediatas y más evidentes de esta tradición aparecen en el diseño mismo del barrio. Como los barrios de loteos, en estos hay una continuación de la trama urbana : espacios significativos reservados a lugares públicos (plaza, escuela, sala de primeros auxilios y sociedad de fomento), un determinado del tamaño del lote. A la vez el grupo organizador se encargaba del cumplimiento de los mandatos de asamblea referidos a la voluntad de integración : no engancharse ilegalmente para obtener luz eléctrica y gestionar en cada casa una conexión legal ; construir casas exclusivamente de material, etcétera.

Es en uno de los primeros meses de vida de este asentamiento que surge por parte de una ong una propuesta destinada a la obtención de recursos a través de una actividad poco convencional. La propuesta consistía en que cada casa adoptara para su baño un sistema de retretes portátiles que permitirían el almacenamiento de la materia fecal en cajas especiales. Estas serían recogidas en un determinado lapso de tiempo y utilizadas para producir abono. Las ganancias de esta producción serían destinadas en su mayoría para la organización barrial y si se lograba generar una planta de procesamiento en el barrio se completaría el ciclo de producción y se estudiaría la posibilidad de que los habitantes del barrio participaran de la venta del producto.

La propuesta fue presentada en primera instancia a miembros de la comisión directiva de la asociación barrial que consultaron a los investigadores en tanto analistas de lo social, sobre la posibilidad de que este proyecto obtuviese o no consenso en el grupo de vecinos. El análisis objetivo de la situación presentaba un marco favorable : población recién establecida, prácticamente iniciando la construcción de sus viviendas ; obviamente grupos sin recursos, lo que los lleva a producir este movimiento. Desempleados, dispuestos a generar nuevas formas de trabajo y como si esto fuera poco, portadores de una cultura obrera racional, proclive a planificar el futuro, a organizar racionalmente la vida cotidiana familiar, permeable a la innovación. Todo estaba dado para la aceptación y posterior puesta en marcha del proyecto.

Con el escepticismo de los dirigentes barriales y la optimista evaluación objetiva de los investigadores, se convocó a una asamblea en la que los profesionales de la ong responsable de la idea expondrían el proyecto. La presentación del proyecto fue clara, sistemática y se abundó en detalles para que no quedasen dudas acerca de lo que se trataba. Finalizada la exposición, pidió la palabra un vecino, dijo poco y también fue claro. Dijo más o menos lo siguiente : "Lo que usted dice está muy bien… Pero sabe lo que pasa… a nosotros nos gustaría ir al baño como va el resto de la gente". Y fue suficiente para cerrar el tema. En el fondo quedaban las risas de los vecinos asambleístas y un sinnúmero de bromas con respecto a la materia prima del producto.

En esta situación se estaba como efectivamente se había analizado, ante una cultura obrera racional, pero también ante una cultura de la integración en la que la primera se encuentra subsumida. Son los elementos heredados de esa cultura de la integración los que iban a impedir al grupo ser desplazado de manera estructural hacia una cultura de la pobreza tecnocrática. El grupo de vecinos en su mayoría estaba conformado por hijos de obreros nacidos en la ciudad. La idea de un retrete no es seguramente algo extraño en sus historias de vida. Si no en el momento de su nacimiento, quizás antes hubo retrete en su casa paterna. Pero en un proceso de mejoramiento progresivo de las condiciones de vida, enteras franjas de los sectores populares urbanos (urbanos urbanos o migrantes internos que se urbanizaban) fueron dejando atrás elementos que recordaban la extrema subordinación económica social y cultural : un consumo restringido a mínimas necesidades, la imposibilidad de circular por la ciudad, del descanso y el tiempo libre, etcétera. También la idea de una habitación de pensión, de vivienda tipo rancho. Y en ese mejoramiento está la conquista de la casa propia y en ella un modelo de baño como el de las viviendas de los planes del primer peronismo -como "la gente"-, que es también como los baños de las clases medias. Más allá del diseño práctico y austero que este retrete pudiera tener, la sola mención de la palabra en el proyecto significó probablemente una vuelta atrás. No suponía necesariamente volver atrás un proceso de empobrecimiento que deriva en la toma de tierras, porque puede ser pensado como el ejercicio del derecho a la casa propia que es negado por condiciones económico-sociales. No es una vuelta atrás estar habitando en una carpa mientras se construye la casa de material y se asiste al crecimiento de un barrio con escuela, plaza, sociedad de fomento y sala de primeros auxilios, pero sí es una vuelta atrás incorporar como elemento estable un retrete independientemente sea cualquiera su forma y presentación. Es de alguna manera, por más racional que sea el proyecto en su conjunto, la presencia resignificada de un pasado cultural del que se pudo salir y al que no se quiere volver, y también de la imagen del otro cercano inferior social del que hay que diferenciarse. Es (independientemente de que el proyecto cuidaba al máximo aspectos estéticos y de higiene) la expresión del abandono, la despreocupación por la higiene familiar, la falta de orden. Es el fantasma del villero. Es la herencia de una cultura obrera racional, pero es también la herencia de una cultura de la integración que quiere liberarse de estigmas culturales que en algún momento alguna zona de la sociedad relacionó con las clases populares : suciedad, abandono, desorden.

¿Qué hay en la evaluación de los analistas que impide ver, más que el rechazo al proyecto, los elementos culturales que van a funcionar sosteniendo ese rechazo ? Si existió la construcción de un objeto de investigación en donde el eje central estaba puesto en la cultura de la integración, por qué no se podía entender que la propuesta contrastaba con esa cultura (que -insisto- es parte del objeto construido por los investigadores). Puede haber ocurrido simplemente que los investigadores hayan olvidado su pregunta y su reflexión interesante en función de la resolución de problemas básicos y entonces que ante una situación tan determinante como la posibilidad de sobrevivencia no se tomen en cuenta estas dimensiones que parecen más extravagantes. Max Weber, decía, refiriéndose al comportamiento de grupos obreros frente a una situación en que las reivindicaciones no estaban basadas en aspectos materiales, ni en cuestiones relativas al mejoramiento inmediato de la calidad de vida que "no todo es pan y manteca". En este caso ocurre que no todo es pan y manteca y en realidad esto no debería extrañar a investigadores que en ese momento estaban inmersos en un contexto en el que se discutían cuestiones acerca de la relativa autonomía de las variables culturales. Quizá no necesitabamos mucho esfuerzo para pensarnos a nosotros mismos bajo ese lema, una verdadera bandera teórica que atiende a la complejidad de la vida social y abjura de reduccionismos fáciles. Pero, puede ser diferente si se trata de otros. Por más cercanos que parezcan, se trata de otros y a los otros, sobre todo si son parte de las clases subalternas, se los piensa desde la ciencia social, pero también desde el sentido común. Sentido común progresista, para el caso, que adquiere esta vez la forma de etnocentrismo de clase casi paternalista, cuando reconociendo teóricamente el peso de las tradiciones culturales, se las deja de lado en función de un razonamiento costo/beneficio para el cual las opciones se jerarquizan ahistóricamente en función de las necesidades elementales. Esto independientemente de que la opción del retrete pueda seguir pareciéndome una buena opción. En este caso se estaba tratando de observar cómo funcionaría una determinada tradición cultural ante una situación, no cuál es la mejor opción.

La pregunta es qué es lo que posibilita que estos investigadores produzcan este movimiento poseyendo como poseen un capital cultural complejo para el análisis y habiendo construido un objeto en el que están presentes los elementos que luego ignorarán. ¿Por qué de pronto transforman la vida social en una hoja cuadriculada en donde las piezas se mueven en una relación estímulo-respuesta y las conexiones se realizan sólo en función de la satisfacción de necesidades más gruesas ? En realidad en las visiones de sentido común son corrientes dos extremos de simplificación para explicar la acción social que se relacionan entre sí : en un extremo están los razonamientos que transforman a actores sociales que por definción son productos histórico-culturales en piezas ahistóricas portadoras de una racionalidad restringida costo/beneficio, y en el otro, la incorporación de elementos culturales esencializados que operarían como obstáculos para el despliegue de esa racionalidad. El primer caso es casi siempre el deber ser y el segundo lo que efectivamente se encuentra en la realidad. Por supuesto con variaciones de acuerdo al procesamiento de diversas tradiciones ideológicas. En este caso el sentido común progresista de sectores medios (dicho esto con la suficiente ambigüedad para posibilitar la coexistencia y mezcla de diversos elementos) se encuentra a la vez con un objeto complejo producto de la investigación y también con un actor concreto que demuestra un movimiento coherente en defensa de sus intereses como grupo. Tanto que en esa defensa produce rupturas de la legalidad vigente. Paradójicamnente viola la propiedad privada levantando la bandera del derecho a la casa propia. ¿Cómo ese actor portador casi de una acción racional con arreglo a fines no va a contemplar la posibilidad de producir ingresos estables a bajísimo costo, haciendo abstracción de las características singulares de la producción ? En este caso el investigador priorizó su visión de ciudadano preocupado por la desigualdad social, sobre ese actor concreto, y descuidó el objeto sociológico que había construido. Había muchos pies en la tierra y se caminaba en función de preguntas complejas, sin embargo la mirada se arma desde tradiciones científicas y también desde una inserción social que produce gestos inconscientes, naturalizados, que operan poderosamente sobre cualquier agente social.

III. Experiencia dos : la fascinación por el color local

En un trabajo que realicé con fuerte presencia en el campo, atendíamos a cuestiones relativas al deterioro de la cultura del ciudadano en general y del ciudadano social en particular en generaciones jóvenes en sectores bajos urbanos. No para confrontar con un modelo ideal, sino con los aspectos concretos expresados en la conciencia de derechos, expresada, entre otras cosas, en el tipo de relación que se entabla con instituciones del Estado y la sociedad civil. Si bien estos jóvenes a diferencia de sus padres tenían una mayor trayectoria dentro del sistema educativo, no conocían la experiencia de un trabajo estable y no participaban de las tradicionales instituciones generadoras de lazo social. Ni la sociedad de fomento, ni el club, ni el sindicato, ni el partido político (quizás escasamente la escuela) habían influido en la conformación del estilo de vida de estos jóvenes. Probablemente encontraban otras instituciones contenedoras, pero que sin embargo no poseen el carácter fuertemente integrador y democrático que las que funcionaron en el auge y decadencia del estado de bienestar.

La particularidad del barrio en el que realizábamos el trabajo es que es un complejo de monoblocks con una saturación de población que llega a los 40.000 habitantes y que la creciente expulsión del mercado de trabajo de los adultos y la exclusión directa de los jóvenes han producido situaciones muy significativas en el mundo de estos últimos. Específicamentede la incorporación de estos jóvenes al mercado de venta de droga se transformaba en un eje importante para entender nuevas formas de relacionamiento y participación. La participación explícita de la agencia policial en una etapa de la distribución, hacía el fenómeno más complejo. En principio nos encontrábamos efectivamente ante un proceso de desciudadanización y también con nuevas relaciones con el Estado y generación de redes sociales que operaban sustituyendo las instituciones integradoras.

Esto sin lugar a dudas requería de un minucioso trabajo de campo : estar en el lugar, recorrerlo con los vecinos acompañándolos en su vida de todos los días, observar, hablar y estar principalmente con los jóvenes. En una sociedad relativamente integrada como la Argentina urbana, la posibilidad de encontrar en el otro otro claramente exótico se hace difícil y por lo tanto la ansiedad costumbrista puede frustrarse ante la evidencia superficial. Sin embargo en este caso existían elementos que hacían muy evidente la distancia social y cultural, sobre todo los derivados de la comercialización de droga y la relación con la agencia policial producían situaciones de extrema violencia. No es que la comunidad descubriera la violencia en estos días. El acto fundacional del barrio estaba marcado por el enfrentamiento entre distintos grupos del peronismo que presionaron por lograr el total desplazamiento del otro. Al no lograr su objetivo, ambos contendientes debieron afrontar una tensa convivencia. Debido a esta presencia de grupos políticos y agravado por su particular conformación dentro de la trama urbana que permitió que fuera evaluado militarmente como un todo homogéneo, el barrio vivió la violencia del terrorismo de Estado. Sin embargo los resultados de esta violencia ligada a la comercialización de droga barata, eran particularmente graves en relación a la historia del barrio ocupado en 1972, y se expresaba principalmente en la cantidad de adolescentes y jóvenes muertos en enfrentamientos armados : entre grupos del barrio y de los grupos con la policía.

Por supuesto no se puede pensar a la totalidad de los jóvenes del barrio implicados en el comercio de droga y en la violencia que de él se deriva. No obstante, a la par que un porcentaje alto está implicado con distintos grados de responsabilidad en esta actividad, funciona dentro del grupo de jóvenes como una práctica reconocida e incorporada a la vida cotidiana. Por varios motivos. En principio porque para los jóvenes puede proporcionar ingresos, y más allá del monto, no hay demasiadas opciones de actividades que proporcionen algún tipo de ingreso. También por una diversidad de elementos ligados a lo que podría llamarse una cultura juvenil de clase baja no obrera y en algún sentido a zonas de la cultura delincuencial. Esta actividad fundamentalmente juvenil, impregna de diversas maneras el conjunto de la vida cotidiana del barrio.

En fin, el otro en este caso, era claramente otro y no era fácil sustraer la mirada al asombro etnocéntrico. Las preguntas principales del trabajo, no obstante, estaban planteadas y su trabajo sobre ellas permitiría decir algo relativo a las formas que adquiría este proceso de desciudadanización en este grupo particular. ¿Cuáles eran los aspectos que aparecieron destacados sobre la experiencia de campo primero en una serie de notas y luego en un primer informe ?

Había por supuesto una buena cantidad de descripciones minuciosas del lugar. Claro que las descripciones, aun las de las notas de campo, se extienden siempre en el marco de las preguntas. Por supuesto en el informe sin escapar a las preguntas principales me detuve particularmente en la violencia juvenil. Describí la cantidad de cruces pintadas en las paredes de los edificios con nombres que recordaban a los caídos, atendí al hecho de que existieran jóvenes veteranos que exhibían sus heridas en "combate" y también intenté analizar cómo vivían los jóvenes esa violencia y ahí es dónde aparecieron dificultades importantes o, mejor, límites en la posibilidad de análisis debido a lo que podría llamarse la fascinación por el color local.

Dice Borges que Don Segundo Sombra, de Güiraldes "pese a la veracidad de los diálogos, está maleado por el afán de magnificar las tareas más inocentes. Nadie ignora que su narrador es un gaucho ; de ahí lo doblemente injustificado de ese gigantismo teatral, que hace
de un arreo de novillos una función de guerra" (Borges, 1960). Y si Güiraldes dejaba que su mirada etnocéntrica invadiera el relato produciendo un narrador no creíble, en este caso, la dificultad se duplicaba. A mi propia fascinación por el color local, se sumaba el monitoreo de esa fascinación por parte de mis interlocutores. Ese monitoreo daba como resultado relatos parecidos por momentos al policial negro, pero seguramente mucho más cercanos a las malas películas de pandilleros producidas por la zona basura de la industria del video. Si se toma a este encuentro de un investigador universitario con algunos de los grupos ligados a la venta de droga de mala calidad en un barrio de monoblocs del Gran Buenos Aires, como una relación social contextuada en la que están en juego distintas "credenciales" sociales y las visiones que cada grupo elabora sobre esas credenciales, es posible decir algo sobre esta confusión. ¿Cuáles son las formas posibles de presentación de un adolescente ligado a la venta de droga de mala calidad, frente a otro de evidente imagen clase media educada ? Las respuestas serán diferentes si es el miembro de una ong que trabaja contra el consumo de drogas y se propone insertar a los jóvenes en algún lugar legítimo socialmente, si es un sacerdote que simplemente escucha y ayuda de alguna manera, o si es un sociólogo o periodista que no puede evitar su fascinación por el descubrimiento de otro mundo. Una relación social (cualquiera que sea) y también la que se da entre agentes con distintas identidades sociales jerarquizadas desigualmente, supone un desempeño activo de ambas partes en el que hay un diagnóstico acerca del significado, para cada uno, de ese papel social. De acuerdo a las circunstancias de ubicación y de autoubicación en relación al otro es que se desempeña un papel. En el primer caso cualquiera de estos jóvenes hubiera priorizado su inserción, aunque débil, en el sistema educativo, o su también fragmentaria participación en el mercado de trabajo. Pero en este caso, en el que descubre un perfil de dispuesto a explorar sobre lo exótico y a valorarlo con cierta benevolencia, es que se insiste en el testimonio sobre lo que el otro percibe como exótico.

Los testimonios relatarían momentos que quizás efectivamente formaban parte de la vida cotidiana de esos jóvenes y seguramente (leídos luego de un tiempo) muchos otros más tenían que ver con relatos que circulaban en el barrio y que cambiaban a medida que se alejaban del hecho de referencia si es que este alguna vez había existido. Por supuesto que, independientemente de la veracidad del relato, tenía significación la existencia misma de estos relatos. El problema que surje en este trabajo se relaciona con la pregunta relativa al significado de la violencia para esos jóvenes.

La primera evaluación de los relatos supone que la violencia es parte central de la vida cotidiana de estos jóvenes (más allá de que participen o no de actos de violencia) ; que si sus padres se relacionaban estrechamente con el Estado a través de instituciones de salud y educación, para solicitar mediación en un conflicto laboral, ejerciendo entre otras cosas, sus derechos sociales, en este caso el Estado aparece casi exclusivamente a través de la policía. Para evitar confusiones quizá conviene mencionar que los relatos tampoco eran una caricatura. En ellos no todos los narradores eran primeros actores, incluso algunos podían asumirse decididamente como público ; había héroes, pero también quienes relataban hechos que habían presenciado de lejos. Desde actos que eran pura demostración de valor y no mostraban nada de respeto por la vida propia, verdaderos combates entre grupos o entre estos y la policía, pequeñas zonas liberadas ; hasta el relato de los miedos de muchos y la solidaridad de vecinos del barrio con jóvenes agredidos. Independientemente de la veracidad de los relatos, resultaba significativo la disposición a contarlos y la insistencia en el tema. Ciertos o no ciertos los hechos descriptos por los relatos ; los relatos eran verdaderos y sobre ellos se había trabajado. Y es verdad entonces que la violencia ocupa un lugar importante en sus vidas y que de ello se pueden derivar muchas cosas en relación al ejercicio de derechos comparando una población popular de este tipo tres décadas atrás.

El análisis podía partir de este punto y quizá se hubieran dicho algunas cosas no demasiado diferentes de las que luego se dijeron, pero se estaba magnificando innecesariamente un aspecto considerándolo central, por la fidelidad a los relatos obtenidos de distintas maneras durante el trabajo de campo. Y esa centralidad de la violencia en los relatos estaba expresando sólo un aspecto más de la vida cotidiana de esos jóvenes, pero se transformaba en el elemento central, casi en el único ante el interlocutor percibido como un curioso que viene a recoger información para contar. Los jóvenes son parte de un clima de violencia, y en algunos casos son vendedores de droga barata, pero también son trabajadores en supermercados, en comercios cercanos, asisten a recitales de rock, van a ceremonias religiosas de distintas iglesias, participan de actos políticos, también reclaman por su derecho a trabajar aunque los reclamos no sean exitosos, asisten al colegio y algunos terminan el ciclo secundario. La violencia es un elemento a tomar en cuenta y probablemente estos jóvenes lo consideran como una posibilidad más de su vida cotidiana. Probablemente no ocupe demasiado lugar en sus charlas. Pero la cuestión es distinta cuando se está hablando al forastero que busca información. ¿Y qué otra información se puede recoger en este barrio -si no se llega con motivos de redimir al prójimo- que no sea la que lo ha hecho conocido más allá de las noticias de boca en boca a través de los medios de comunicación ? ¿Qué otra cosa le puede interesar a alguien que viene a observar el barrio que lo que se ha legitimado como su aspecto particular a través de los medios y que es la violencia de las pandillas ? Y es aquí donde se produce un contrato entre el entrevistador y los entrevistados marcado por el síndrome del guía de turismo. Seguramente algún gesto, aunque sea mínimo, del investigador reveló su atención por ese aspecto que de hecho existe, es significativo y es difícil sustraer a una mirada de clase que lo construya como exótico. Si se le suma la representación que del papel del investigador tiene el grupo, se hace efectiva una relación en la que el local cuenta lo que imagina que debe contar, lo que justificará el viaje delextranjero : lo específico,lo singular, lo que es difícil de ver en otros sitios, lo que no contaría a un miembro de su grupo o a un vecino o lo haría con el mismo énfasis que relata que el colectivo no se detuvo cuando hizo señas.

Quizá no resulte demasiado difícil romper ese contrato implícito para un sociólogo. Bastaría con observar la relación en que se está implicado y analizarla como se analiza cualquier relación social. Para este caso, en ese momento aparecerá explícito frente al investigador, el, o los guías de turismo, y se esfumará el síndrome que debe su persistencia a la ignorancia del investigador acerca del papel que está representando el otro.

IV.

Recuerda Bachelard (Bachelard, 1948) que la máquina de coser sólo pudo ser inventada cuando se dejó de imitar los movimientos de la costurera. Quizás en el mismo sentido se puede pensar como un acto de inutilidad el hecho de ir a buscar "la verdad" al campo, estando desprovisto de lo que es específico de nuestro papel : preguntas formuladas desde tradiciones científicas e intelectuales. Los pies en la tierra no garantizan nada, aunque siempre producen objetos interesantes cuando están sostenidos en buenas preguntas. Claro que la conciencia de no dejarse imponer una realidad preconstruida debería incluir tanto un llamado de atención sobre las prenociones de los agentes sociales analizados, como una reflexión sobre todo lo que implica la situación de analista. Cualquiera de estas dos experiencias -y probablemente se podrían relatar muchas otras reflexionando sobre la propia práctica- ponen sobre la mesa una cuestión que básicamente tiene que ver con la necesidad del reconocimiento por parte del investigador (y esto parece obvio) de estar inserto en un proceso social. Y aún más, la necesidad de incorporar este reconocimiento como un elemento constitutivo del proceso de construcción del objeto de investigación. Las fronteras sociales, con sus distancias inscriptas en los cuerpos, sus mandatos, sus inhibiciones, sus permisos, se despliegan en toda su densidad en cualquier relación social ; y como quizá se pudo ver en estas notas, también en la que entabla el investigador con -llamémosle de esta manera- su empiria.

Bibliografía :

 Bachelard, Gastón, La formación del espíritu científico.Contribución a un psicoanálisis del conocimiento objetivo, Buenos Aires, Argos, 1948.

 Borges, Jorge, Luis, "Sobre ’The purple land’", en Otras inquisiciones, Buenos Aires, Emecé, 1960.

Retour en haut de la page

El Correo

|

Patte blanche

|

Plan du site