Accueil > Empire et Résistance > Cómo resistir
Con el fenómeno de la « starificación » en todos los ámbitos - una « estrella » es, cualquiera que sea su legitimidad y sus competencias, el producto de un sistema, presentado con fines comerciales o ideológicos - y la introducción de la vida privada en el debate público, la política se ha convertido en un espectáculo.
Pero la política, la verdadera política, es ante todo una cuestión de pragmatismo y sentido práctico-común. Más allá de las imágenes y los eslóganes, debe ser ante todo funcional. ¿Acaso su esencia no es la elevación social, económica, cultural y tal vez moral de los ciudadanos que esperan formación y reconocimiento, a cambio de un trabajo realizado precisamente para la comunidad ?
Políticamente, vivimos un momento crucial, en el que la gente ha perdido toda confianza en la autoridad que la gobierna, que ha traicionado en gran medida sus misiones fundamentales de federación, protección y elevación. Nuestros políticos « starificados » prefieren, por comodidad, dedicarse a la gestión a corto plazo de las creencias de la gente y a la pereza ordinaria antes que a la lucha sacrificada a largo plazo por el progreso humano.
En Francia, país democrático si hay alguno, vacaciones gubernamental del verano pasado acabó de convencernos de la inutilidad de los cargos representativos, de los ministros y otros testaferros sometidos a todo tipo de lobbies, multinacionales y consultorías ; el buen funcionamiento de una sociedad descansa sobre todo, concretamente, en las « pequeñas manos » de la administración y de la economía real : empresarios, artesanos, profesiones liberales, etc. La escasez de médicos y el hundimiento del sistema sanitario son sin duda los signos más evidentes de una sociedad en crisis.
¿Esta toma de conciencia general anuncia el fin de la política espectáculo, con sus ilusionistas profesionales por un lado y sus comentaristas compulsivos por otro ? ¿Nos encaminamos hacia la anonimización del poder, única forma de eliminar los conflictos de intereses, las luchas territoriales y los egos del proceso político ? ¿Y por qué no utilizar seriamente la inteligencia artificial en la gobernanza de nuestras sociedades, paralizadas por las leyes del favoritismo y la subordinación ideológica ?
Los resistentes son, por definición, personas de razón : ante todo, se resisten a la locura organizada de la humanidad : la guerra, la violencia, la injusticia, la corrupción, la censura, etcétera. En el fondo, actúan por pragmatismo, en la urgencia de la paz, en realidad menos para defender un ideal que para preservar un cierto equilibrio. Este equilibrio, que considera el fundamento de la convivencia humana en la Tierra, exige un estado constante de vigilancia crítica frente a los diversos ataques y maniobras de una autoridad cuyo poder vertiginoso le hace perder fácilmente todo sentido de la moralidad y la lucidez. Este equilibrio es terriblemente frágil.
Más allá del impulso intuitivo de rebelión, cada cual debe preguntarse contra qué lucha. Contra qué excesos, contra qué peligros. Si la lucha nace de una historia personal, de un entorno social o de una naturaleza particularmente vigilante, no tiene nada de absoluto y siempre implica una forma de ambivalencia emocional.
Luchamos ante todo por nuestros orígenes, nuestras sensibilidades, nuestros propios intereses o con quién nos asociamos. En la perspectiva de una armonía duradera o con la nostalgia de la infancia, cuando seguíamos nuestros instintos y creábamos con nuestras manos. También luchamos con una relación particular con la autoridad, más o menos conflictiva. Pero es importante distinguir claramente entre autoridad legítima e ilegítima, y la dificultad reside en establecer una definición común para ambas.
La función pedagógica del discurso es esencial. Sin embargo, no creo que exista una lucha universal eficaz, salvo para el ermitaño que ve en la auto-exclusión una respuesta radical a la injusticia... La política no puede pretender ser literatura, ni puede contentarse con ella. Porque la abstracción no resuelve nada. Las palabras no resuelven nada ; pueden ser una herramienta de comprensión y seducción, pero en cierto modo impiden la acción y ahogan la iniciativa. El comportamiento, más que las palabras, inspira y determina la acción. Y ahí radica la diferencia entre el ejecutor y el comunicador : uno encarna la lucha mientras que el otro la desencarna.
Por otra parte, me parece que la lucha más eficaz -y por ello mismo la menos espectacular-, adulta y realista es un compromiso carnal, llevado a cabo a escala local y humana. Resistir en casa, en tu barrio, en un territorio, en el trabajo, en el deporte o en un café, compartiendo tus causas mediante el contacto directo y el intercambio productivo, es lo que te hace realmente útil. Comprometerse con un barrio, resistir por la supervivencia del sentido común y la inteligencia en nombre de la Proximidad, es afirmar el poder político de la autorregulación, una vanguardia democrática regional que, a través de una forma de anonimato ciudadano virtuoso, haría obsoleta la necesidad de una autoridad global.
Lo único que hace falta es un poco de valor. El coraje de pensar, el coraje de ayudar, el coraje de decir no, etcétera. Todo el mundo puede hacerlo. Sin embargo, para la mayoría de las personas presas de cierto conformismo, el miedo -a ser juzgadas o excluidas- suele primar sobre la iniciativa. El episodio de Covid fue especialmente revelador de esta tendencia a mimetizarse con las manifestaciones más absurdas, incluso morbosas.
Apartar de la batalla las susceptibilidades y rivalidades de capilla, los delirios maniqueos e hipercomplacistas, las ambiciones personales y los éxitos virtuales, para dejar que la resistencia se coordine en un movimiento anónimo, apartidista y escurridizo, como los Chalecos Amarillos, de los anti-vacunas y anti-pass, de las clases medias y trabajadoras despreciadas por el poder neoliberal globalista, tal es el desafío de un pueblo víctima de la tiranía de los medios de comunicación y de la policía de las opiniones tanto como de la recuperación sindical e ideológica.
Más que líderes, salvadores o creadores de opinión, lo que necesitamos son sonrisas, gestos atentos, consejos, ánimos e intercambios con nuestro entorno. Después de todo, ¿no son los motivos del poder invariablemente depredadores y megalómanos ? ¿Es posible la empatía sincera entre los hombres del poder, que habrán utilizado todos los trucos del libro y todos los compromisos para acceder al poder ?...
Como sabemos, la primera forma de resistencia es la autonomía. Autonomía de pensamiento. Autonomía de la alimentación, de la energía, de la educación, de la medicina, etc. Porque la libertad del sistema comienza con la libertad de sus normas. Y las normas no son leyes, así que depende de cada individuo librarse de ellas. Irónicamente, podríamos decir que el futuro está en el « separatismo » ; en las comunidades rurales, las cooperativas, las federaciones de asociaciones y todas las iniciativas de autonomía local y solidaridad frente al imperio globalista tecnocrático.
Este divorcio de la autoridad requiere, además de un poco de coraje personal, una nueva habilidad para la coordinación popular. Esto, además, se inició con éxito durante las primeras manifestaciones salvajes de 2018 de los Gilets Jaunes en ciudades y campos, en una revuelta de la mayoría silenciosa, agredida y robada por la Macronie euro-atlantista. Así que antes de educarnos unos a otros, ¡empecemos por conocernos !
Y si la cultura te libera, también puedes simplemente resistir cultivándote o, según se mire, « descultivándote »... Tras la intoxicación, la re-información. Después, la lucha propiamente dicha : anárquica o metódica, anárquica y metódica, individual o colectiva, individual y colectiva, ¡con las gracias del kairós ! Mientras esperamos días más favorables, siempre nos quedará el factor sorpresa y el poder del boicot...
*Rorik Dupuis Valder para France-Soir
France-Soir, 20 de noviembre de 2024
Traduit del francés para El Correo de la Diaspora por : Carlos Debiasi.
El Correo de la Diáspora. París, 31 de enero de 2025.