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22 janvier 2003

Colombia : Uribe ¡Pena máxima !

 

Por Lucho Garzón
desde Colombia, especial para ARGENPRESS.info

Nuestro habitual colaborador colombiano analiza los límites de la política instrumentada por el Presidente Uribe Vélez.

El balance, hasta ahora, del presidente Uribe, lo sintetizó el propio mandatario : ’mucho discurso, poco gol’. Es decir, el Gobierno ha movido mucho las manos, pero poco los pies ; a no ser que, hablando en la terminología del fútbol, las cosas se están haciendo a las patadas.

Por ejemplo, el líbero del equipo presidencial, el superministro Londoño, corre desesperado por toda la cancha, repartiendo puntapiés a quien se atreva a regatearle el balón. Ha sido capaz de emprenderla a guayazos contra sus propios coequiperos : por ejemplo con De la Calle, a quien no sólo no le permitió calentar, sino que dejó en claro que no lo dejará jugar ni siquiera en la suplencia.

Marta Lucía, puntera derecha, corre, corre y no duerme, pero no sabe muy bien qué hacer. El Capitán le dice que los persiga a todos : a los barrigones y a los flacos, pero el líbero le grita que solo persiga a los flacos ; pues según él, los primeros no combaten y así el partido no tiene gracia.

Los mediocampistas, Junguito y el otro Londoño, el de la cuesta, en lugar de buscar el arco contrario van y derrumban la tribuna popular a punta de impuestos, reducción de salarios y han llegado hasta a quitarles la boleta pensional a los hinchas más abnegados y sacrificados por la defensa del espectáculo. La canciller parece que no fuera del equipo, pues actúa como un árbitro al que se le califica de bueno precisamente porque resulta intrascendente en el grupo. Botero intenta que el minagricultura se vaya a sembrar pasto en la segunda división.

El resto del equipo no es que juegue mucho. Es como si todos se sintieran suplentes de un equipo de barrio. Patean para todos lados, bartoleando y tirándole el balón hasta a la orquesta que toca el himno nacional.

El Capitán Uribe, con razón, está preocupado. Es que las cosas no están para tener un equipo de puro uniforme. Ya la hinchada aplaudió y se sacaron la foto reglamentaria en el centro del campo para vender imagen. Vendieron chicharrones y echaron voladores a la entrada, pero el eclipse está pasando, y no deja ver el sol de frente sino a las espaldas. Por eso, los grandes patrocinadores están pidiendo resultados. Hay que ver a los ajustadores del FMI gritando desde el banquillo : ’marquen a presión al otro equipo... que se ahoguen... pero me pagan lo que les presté’.

Álvaro ya comienza a entender que de pronto hay que hacer cambios en la estrategia del equipo. Reconoce que hay que hacer un acuerdo de juego limpio, no importa que sea intercambiando humanitariamente las camisetas con las Farc, y acepta que el comisario de campo sea el señor Lemoyne, de Naciones Unidas, a quien descalificó hace un año como mediador. Algo similar a lo que ocurre con la Comisión Facilitadora, a la que hoy recurre para los diálogos con el Eln, a pesar de que siempre la miró con absoluto desdén en su época de candidato.

Ahora advierte dificultades en el terreno económico, pues la incertidumbre se va apoderando del equipo, porque se ven los nubarrones de la recesión. La devaluación amenaza con venirse de un momento a otro como un aguacero, dado que para financiar el referendo habrá que poner a funcionar la maquinita de hacer billetes.

Incluso manda besos de aire social a la tribuna para mantenerla apaciguada. A muchos de los que estaban programados para jugar todo el partido se les está acabando el aire y parece que los cambiarán antes de que termine el primer tiempo.

Los roces entre los jugadores ya se notan : le toca al Capi hacer señitas para que se calmen. Como si fuera poco, el líbero se puso a decir que él solito iba a meter goles a la lata en el primer cuarto de hora : acabaría el narcotráfico y las plantaciones ilícitas, a la guerrilla la metería en cintura y declararía el perdón y olvido para todos los delitos, suplantando hasta la justicia divina.

Ahora se apresta a presionar a los árbitros constitucionales, como ya lo hizo con los congresistas ’admirables’, para que le aprueben un reglamento acomodado. O al final se inventará un penalti para poder meter los goles con que está soñando.

Pero, por si las moscas, ya comenzó a pedir que le manden jugadores más altos, monos y decididos a arrasar hasta con el estadio. ¡Pena máxima !

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