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14 octobre 2003

Adolfo Alsina (1829-1877)

 

Integrar al indio sin genocidio

Adolfo Alsina

Adolfo Alsina, caudillo popular urbano y líder del autonomismo bonaerense destacase en la política argentina por distintos méritos, pero dónde su personalidad alcanza perfiles definidos, a mi juicio, es por su orientación inteligente, nacional, integradora, en cuanto a la conquista del desierto, según se ha denominado a las campañas por las que el Estado Nacional logró ocupar a fines del siglo pasado, las zonas dominadas por las tribus indígenas en el centro y sur argentino.

Con él, la política liberal se tiñó de populismo, y fue, por sobre todo, un hombre comprometido, con sus aciertos y sus errores, al progreso económico, social y cultural argentino. A diferencia de Sarmiento, Alberdi y Mitre, prácticamente no dejó obra escrita. Prejuiciosamente, la historiografía tradicional lo ignoró, creyendo que solo aquellos políticos, pensadores o estadistas que dejan libros escritos son los llamados a buscar un juicio de la posteridad.

Nació Adolfo Alsina en Buenos Aires el 14 de enero de 1829 y por línea materna era nieto del doctor Manuel Vicente Maza, gobernador de Buenos Aires y presidente de la Cámara de Representantes. Siendo niño aún, en 1835, le tocó seguir a su padre, al destierro en Montevideo. Vuelto al país, después de Caseros, se afilió a la logia política Juan Juan, creada por los porteños para luchar contra Urquiza.

En Cepeda, tuvo a su mando un batallón de Guardias Nacionales. En 1859 se graduó de doctor en leyes. En Pavón, ubicado en la segunda línea de combate como jefe de una brigada en infantería, destacose por su arrojo personal y táctica militar.

Jefe del Autonomismo

Después de haber sido convencional en 1860, dos años después fue elegido diputado nacional por su provincia, y de esta época data su rompimiento don Mitre, a raíz del proyecto de federalización de Buenos Aires. La actitud resuelta e intransigente que demostró en esas jornadas, lo convirtieron en líder indiscutido del movimiento de oposición que, en buenos Aires, surgió contra el proyecto de Mitre.

Nació así, de la escisión que se produjo en las filas del partido liberal porteño, el Partido Nacional, que dirigió Mitre. Tomando como bandera la defensa apasionada de la autonomía provincial, Alsina conquistó rápidamente, el entusiasmo de vasto sectores del electorado porteño, especialmente entre las capas populares.

La lucha entre ambos partidos, que se calificaban mutuamente con los motes de crudos (los autonomistas) y cocidos (los nacionalistas), adquirió entonces una intensidad extrema, que se tradujo en repetidos actos de violencia, incluso electoral, entre los años 1864 y 1874. A lo largo de todo ese período, la figura de Adolfo Alsina descolló como uno de los más brillantes y combativos conductores políticos que haya producido el país, después de Sarmiento.

Integrar la pampa

Nombrado ministro de Guerra y Marina por el Presidente Avellaneda (12 de octubre de 1874), se dedicó de lleno a la preparación de la campaña contra los indios que asolaban la frontera. Personalmente dirigió las operaciones y ocupó Carhué el 23 de abril de 1876, y luego Guaminí, Puán, Trenque Lauquen y otras poblaciones. Con posterioridad a su regreso de la campaña del desierto, advirtió, a fines de 1876, una nueva conspiración militar de sus opositores.

Para detenerla se puso a trabajar por la conciliación de los partidos, inspirado en una idea del gobernador bonaerense Carlos Casares. Lograda la conciliación en octubre de 1877, volvió a la campaña contra los indios, con el plan de llegar a la frontera, más allá de río Negro. El 29 de octubre de 1877 inició su marcha hacia Azul logrando diversos triunfos sobre las fuerzas indígenas dirigidas por Namuncurá, Catriel y Pincén. Pero estando en plena campaña lo atacó un grave mal y tuvo que regresar a Buenos Aires donde murió el 29 de diciembre de 1877.

El problema económico

Al ocupar Avellaneda la presidencia de la República, la solución del problema de las fronteras interiores constituía el tema fundamental del país, a él se ligaban cuestiones económicas y sociales, íntimamente relacionadas con el progreso de la República, y las no menos importantes derivadas de la imperiosa necesidad de ejercer plenamente la soberanía nacional en los territorios cuestionados por Chile, en el Sur.

La expansión económica, la defensa del territorio y su organización política, exigían con urgencia la posesión plena de la Pampa y de la Patagonia, y a esa tarea dedicó los últimos años de su vida Adolfo Alsina.

En su informe enviado en 1875 al Congreso Nacional, que firmó junto a Avellaneda, señaló Alsina con claridad cuáles eran sus ideas en torno del espinoso problema : "Si la industria pastoril se mantiene hoy estacionaria, si no toma vuelo y ensanche hasta producir lo bastante para cubrir la importación, no es por falta de mercados, no es por falta de material de ganados. Es que los campos al interior de la línea de fronteras están cansados o recargados y se necesitan otros, en que las haciendas estén desahogadas y sobre todo que no representen un capital crecido cuyos intereses devoren todo el fruto del trabajo".

Por eso "el plan del Poder Ejecutivo es ir ganando zonas, por medio de líneas sucesivas". El río Negro "debe ser la línea final de esta cruzada contra la barbarie, hasta conseguir que los moradores del desierto acepten, por el rigor o por la templanza, los beneficios que la civilización les ofrece".

La síntesis de Alsina era la siguiente : pensaba que sólo mediante el incremento de la producción ganadera, traducido, a su vez, en un incremento de las exportaciones, podría el país hacer frente al enorme déficit que arrastraba en su comercio exterior, y que, en definitiva, era el causante principal de la crisis. y para que la ganadería cobrase nuevo impulso, era necesario expandir la frontera y ganar al indio las tierras necesarias para la extensión de su explotación.

En ese mensaje, Alsina argumentaba que su plan era contra el desierto, para poblarlo, y no contra los indios para destruirlos ; éstos, a su juicio, serían obligados a retirarse al sur del río Negro, o a buscar la paz y reducirse a la ’civilización’, una vez desalojados de los sitios estratégicos que ocupaban.

En definitiva, Alsina, aparte de la operación estratégico-militar quería colonizar el Sur, realizar un relevamiento topográfico de La Pampa, extender la red telegráfica y mejorar las caballadas. Salvo la colonización, todo lo demás fue logrado por Alsina, que avanzó unas 2.000 leguas de tierra.

¿Colonización o latifundio ?

Muchas fueron la críticas hacia los planes estratégicos de Alsina. Los partidarios de la política ofensiva y total contra el indio satirizaron muchas de sus ideas. Entre otras, su famosa ’zanja’, destinada a contener los malones indios y que debía cubrir la frontera desde Fortín Cuatreros, en Bahía Blanca, hasta la laguna La Amarga, en el sur de Córdoba. Fue proyectada para una extensión de más de 600 kilómetros, de los cuales llegaron a construirse 374. La zanja tenía un ancho de tres metros por dos de profundidad (medidas que variaban según la naturaleza del terreno) y estaba completada con un talud.

La construcción fue dirigida por el ingeniero francés Alfred Ebelot, amigo de Alsina y su correligionario en la logia Luz del Desierto, organización masónica creada por esos años en la zona sureña por militares y civiles liberales, pero sí muchas de las ideas estratégicas de Alsina hoy pueden considerarse erróneas, y algunas lo fueron, al espíritu de su planteo, basado en la progresiva colonización de la Patagonia y del Sur argentino, sin el genocidio indígena, constituyeron un ideario progresista para la época.

Mientras en Estados Unidos la lucha contra el indio fue realizada principalmente por los granjeros que junto a sus familias fueron avanzando en búsqueda de nuevas tierras, y así expandieron la frontera, aquí no hubo colonización sino una conquista militar.

Todo esto derivó en un nuevo problema para el país, y fue la expansión, hacia el sur argentino, del latifundio improductivo. Entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el estado vendió, por pocas monedas, 41.787.023 hectáreas a 1843 estancieros y especuladores. Sarmiento, en 1885, denunció el hecho proponiendo ’traer los antecedentes y el origen de la expedición al Río Negro, a fin de fundar la crítica que haré a su tiempo de la expedición que ha tornándose en un crimen derrochando toda la tierra detienen la colonización’, Sarmiento, Obras, XLI, 40-1 ; 143 ;301).

La epopeya de la Conquista del desierto fue aprovechada por sectores poco interesados en crear un país moderno que malograron un ideal integrador, por muchos de cuyos principios luchó arduamente, con sus luces y sombras, don Adolfo Alsina y por el cual murieron muchos criollos, militares y civiles, en jornadas verdaderamente heroicas. La marcha hacia el sur y su integración total es aún un desafío argentino. Un desafío y una necesidad irrenunciable.

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