Portada del sitio > Los Primos > Uruguay > A tres años... la inserción internacional en la encrucijada en Uruguay.
Por Antonio Elías (*)
La República, Montevideo, el 18 de noviembre de 2007.
Al igual que lo que sucede respecto del modelo de desarrollo, el Frente Amplio continúa enfrentando una contradicción interna respecto a su inserción internacional. Los caminos que se adopten no son, ni serán, solamente producto de su dinámica interna ya que está fuertemente condicionado por factores externos.
Hay varias dimensiones que son fundamentales para entender dicho proceso. Por un lado, lo que hace a las relaciones económicas estructurales de un pequeño país periférico y dependiente del mercado regional y mundial. Por otro y por más que se pretenda adoptar una actitud "pragmática", separando negocios y política el uso del poder económico de EEUU para lograr que Uruguay sea un obstáculo al desarrollo de procesos de integración independientes. Por último, los avances en emancipación y soberanía de los demás pueblos latinoamericanos.
UNO. Las ambigüedades de la política de integración internacional del FA no pueden analizarse al margen de las fuertes limitaciones del Mercosur. Estas dieron pie a que se plantearan nuevas formas de inserción internacional que son contrarias a la tradicional postura latinoamericanista del FA, y que se amplificaran los cantos de sirena a favor de los TLC.
En el interior del acuerdo regional, con matices y diferencias en cada país, se desarrollaron políticas que intentan profundizar el proceso de globalización que adjudica a nuestro continente el papel de proveedor de materias primas en bruto o con poco valor agregado.
Entre estas políticas se destacan: la prioridad que otorgaron los gobiernos al comercio como mecanismo fundamental de integración; la exagerada confianza en los resultados de la políticas de liberalización y el regionalismo abierto; la persistencia de barreras al intercambio entre los miembros que impide la existencia de un mercado ampliado efectivo que permita que los pequeños países puedan atraer inversiones con destino a la región.
No sólo no se han resuelto las grandes asimetrías existentes, sino que éstas se agravaron como consecuencia, entre otros aspectos, de políticas cambiarias contradictorias en la región; la ausencia de complementación productiva que provoca una relación centro-periferia en el interior del bloque; falta de un sistema de financiamiento regional con costos diferenciales para promover el desarrollo de los países económicamente más débiles. Tampoco se avanzó en la coordinación de políticas macroeconómicas.
La estructura institucional es frágil e insuficiente para resolver los múltiples problemas de una integración liderada por una alianza estratégica entre Brasil y Argentina, que mantienen un espacio de acuerdos bilaterales y siguen siendo el sostén y bastón de mando del Mercosur.
Esas carencias se exhiben con meridiana claridad en la incapacidad de incidir en la resolución del conflicto entre Buenos Aires y Montevideo por el tema Botnia. Por lo cual, paradójicamente, el sur termina recurriendo al norte: la Corte de la Haya y el rey de España.
Qué pena que un problema entre rioplatenses tenga que ser "facilitado" por un monarca, heredero de los colonizadores, que pretendió en un gesto soberbio, antirrepublicano y antidemocrático hacer callar a un presidente latinoamericano electo por su pueblo.
DOS. Los que propusieron la voltereta histórica que significa un acuerdo con Estados Unidos, utilizaron parte de esos argumentos y agregaron que en el Mercosur se había dejado de lado el regionalismo abierto y se recurría a políticas proteccionistas contrarias a las centradas en el mercado y la apertura que impulsa el equipo económico. Se sostuvo, por supuesto, que el conflicto con Argentina demostraba que no existían razones ni condiciones para mantenerse dentro del bloque.
En el marco de esa concepción, en la Cumbre de las Américas de diciembre de 2005 los cancilleres de Uruguay y Estados Unidos confirmaron el Tratado de Protección Recíproca de Inversiones, el que fue ratificado por un parlamento con mayoría absoluta del FA.
Dicho tratado implicará muchos de los efectos perniciosos del TLC porque favorece a las transnacionales y al capital financiero y afecta bienes, servicios, regulaciones comerciales, propiedad intelectual, normas laborales y ambientales; riesgos de pérdida de mercados para los productores uruguayos, y una competencia devastadora en el sector de servicios.
El tratado prohíbe expresamente que se fijen requisitos de desempeño, por lo que Uruguay no puede exigir ningún contenido nacional en la producción, insumos o exportaciones ni transferencia tecnológica. Eso hace imposible que se fijen metas de desarrollo productivo y social, como creación de fuentes de trabajo; destinar parte de la nueva riqueza a inversión productiva (no se establece ninguna disposición que diferencie la inversión productiva y los beneficios a concederle del capital especulativo); recibir transferencia tecnológica o científica; capacitación de sus trabajadores; fortalecer la proyección exportadora del país.
En setiembre de 2006, después de meses de debates entre actores, de declaraciones gubernamentales contradictorias y de resistencia de organizaciones sociales, intelectuales y en el interior del propio Frente Amplio, el presidente Tabaré Vázquez decidió no firmar el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.
Pese a esta positiva decisión presidencial se continuaron las tratativas con los EEUU y en enero de 2007 se firmó el TIFA, acuerdo tendiente a la ampliación del comercio binacional que no incluye el nivel de compromiso vinculante de los TLC. Una solución intermedia que el equipo económico encontró para crear condiciones para rediscutir en el futuro un Tratado de Libre Comercio. Las reacciones contrarias generadas demuestran que la disputa al respecto continúa.
TRES. Las relaciones con Venezuela, al igual que con los países miembros o cercanos a la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), han estado sujetas a controversias en el gobierno como contrapartida del camino al TLC con Estados Unidos.
La presencia de Venezuela en el Mercosur modifica sustancialmente las características del bloque regional, abre una ventana para la reducción de asimetrías al limitar el poder de Argentina y Brasil y potenciar las posibilidades de avanzar en procesos de complementación productiva y apoyo a las economías menores. Uruguay gana con un mercado común ampliado económica y políticamente. No pueden desconocerse, además, los apoyos que Venezuela ha otorgado a Uruguay, como las inversiones de su Banco de Desarrollo (Bandes), los generosos acuerdos comerciales con Ancap para el abastecimiento de petróleo, las inversiones en Alcoholes de Uruguay, las contribuciones al Plan de Emergencia y otros programas de colaboración, como la remodelación del Hospital de Clínicas y a las unidades productivas recuperadas por los trabajadores.
Las diferencias internas respecto a Venezuela y a la relación con el Alba adquirieron mayor trascendencia pública en julio de 2007, cuando el ministro de Economía convocó a un encuentro de ministros del ramo excluyendo a Bolivia, Ecuador y Venezuela y, en segundo lugar, con un ataque contra el presidente Hugo Chávez, el que fue considerado un obstáculo para la realización de acuerdos entre el Mercosur y otros bloques regionales.
La posición de Astori respecto a las relaciones con Venezuela no coincide con la del Presidente de la República, al igual que lo ocurrido con el tratado de libre comercio con Estados Unidos y, más recientemente, con la aprobación de la participación de Uruguay en el Banco del Sur.
CUATRO. El gobierno progresista tiene ante sí tres opciones de inserción internacional que tendrán profundas implicaciones en el futuro del país: a) la profundización de la "neocolonización" y la dependencia con base en acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y sus satélites; b) la apuesta a un "neodesarrollismo" capitalista regional en un Mercosur, liderado por Brasil y Argentina; c) inscribirse en el proceso de transformaciones nacionalistas radicales con horizonte socialista (Cuba, Bolivia, Nicaragua, Venezuela y, eventualmente, Ecuador).
En el ALBA están aquellos países que avanzan en la recuperación de la propiedad estatal de los recursos naturales y de los sectores estratégicos y buscan un desarrollo autónomo que posibilite cubrir las necesidades de las mayorías, profundizar la democracia y crear condiciones para una alternativa socialista.
Las definiciones programáticas, latinoamericanistas y antiimperialistas del Frente Amplio deberían llevarlo a buscar formas de integración con el ALBA, sin desmedro de reafirmar la participación uruguaya en el Mercosur, dado que ambos procesos son compatibles como lo demuestra Venezuela. *
(*) Antonio ElíasDocente universitario, sindicalista, miembro de la Red de Economistas de Izquierda (REDIU)