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12 août 2004

A menos democracia, menos soberanía en Ecuador

 

Por Alberto Acosta
Diario Hoy. Ecuador, 11 de agosto.

Ayer, hace 25 años, recordando festivamente el primer grito de la Independencia, el presidente Jaime Roldós inauguró el actual proceso democrático. Como resultado de un acuerdo militar-civil concluyó el período dictatorial más largo de la República. Fue una transición pionera en una región con abundantes regímenes de facto. Y -al decir del amigo Alfredo Pareja Diezcanseco- se "empezó a vivir una etapa histórica enteramente nueva, no sólo por la juventud de los triunfadores, no sólo tampoco por la gran votación que de jóvenes y mujeres recibieran, sino por tener ambos, en declaraciones doctrinarias y en compromiso con el pueblo, una certera visión de lo que es el país, y de lo que requiere para que la sociedad ecuatoriana impulse su desarrollo por los caminos de la justicia social y los de la libertad".

Viendo retrospectivamente, no cabe la menor duda de que la sociedad, al no ser certera aquella visión, no encontró los caminos del cambio. En lugar de ellos, ella se perdió en los senderos del ajuste neoliberal, que le alejan de las expectativas de antaño. Y en la medida que particularmente el manejo económico disminuyó la intensidad democrática, el país ha perdido soberanía ; pérdida que, cerrando este círculo perverso, limita los espacios democráticos.

Desde entonces, los gobernantes, más o menos complotados con las oligarquías y los organismos multilaterales de crédito, tomaron las decisiones -(casi) siempre ajenas al deseo de cambio- en un contexto donde la discusión democrática y el consenso estuvieron ausentes. El mismo ex presidente Oswaldo Hurtado, el otro joven recordado por Pareja, reconocería que "nosotros cuatro tomamos todas las decisiones. No discutimos los problemas con nadie más, ni consultamos a nadie... No consultamos ni a los ministros, ni a los partidos, ni a los diputados. Para mantener confidencialidad, les informábamos las medidas que íbamos a tomar horas antes de anunciarlas".

El resultado está a la vista

Ecuador está dolarizado, sin moneda nacional, o sea sin políticas monetaria y cambiaria. Su política fiscal se halla minimizada por las demandas de la deuda externa. Su manejo económico se determina en las Cartas de Intención al FMI, en donde, inclusive, se establece la agenda parlamentaria ; el Banco Mundial, compinche del Fondo, a través de unos cuantos dólares, influye en políticas claves, como la educativa. Su sistema jurídico cede espacios a arbitrajes internacionales. Su mar territorial es controlado por fuerzas navales yanquis, desde una base que les fuera entregada en Manta. Su política exterior depende de los humores de Washington y de los requisitos bélicos del Plan Colombia. Millones de compatriotas se han escapado del país o se aprestan a hacerlo. Incluso los grandes campos de petróleo de su empresa estatal, si se concreta la pretensión gubernamental, serían entregados a las transnacionales. Y, en estas condiciones, cuando ya no se festeja ni el día de la Independencia, con el Tratado de Libre Comercio desaparecerán más vestigios de soberanía reduciendo aún más la intensidad democrática, cuya recuperación es la vía para rescatar y construir nuevos espacios de soberanía, sobre todo regional, que permitan encontrar los caminos del cambio anhelado.

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