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21 novembre 2012

Fuerte advertencia para Argentina : el paro general argentino del 20/11

par Guillermo Almeyra *

 

La primera huelga general proclamada durante los 60 meses de los dos gobiernos sucesivos de Cristina Fernández de Kirchner tuvo un importante éxito en todas las principales ciudades del país.

La CGT dirigida por el camionero y ex vicepresidente del Partido Justicialista Hugo Moyano, la CGT « Azul y Blanca » liderada por el peronista de derecha Barrionuevo, la CTA secretaría Pablo Micheli, opositora, y la Federación Agraria Argentina, que agrupa principalmente a arrendatarios y pequeños patrones rurales, con el apoyo de organizaciones sociales y partidos de izquierda llamaron a parar para obtener fundamentalmente la supresión del absurdo impuesto a las ganancias sobre los salarios obreros, para generalizar a todos las subvenciones familiares, por un importante aumento del salario mínimo y por la derogación de la llamada ley antiterrorista que permite encarcelar a huelguistas y luchadores sociales.

En la ciudad de Buenos Aires se suspendieron los vuelos y no funcionaron las líneas ferroviarias, salvo una, y tampoco la principal línea del metro, así como los bancos y buena parte del transporte colectivo, de las escuelas, del personal de los hospitales. La ciudad parecía un domingo y el consumo de energía industrial cayó a pico mientras Tucumán y Córdoba, al igual que otras ciudades, tuvieron fuertes manifestaciones en sus plazas centrales y los piquetes huelguísticos cerraron los puentes y acceso a la capital federal y cortaron rutas fundamentales en las provincias.

Pocos días antes decenas de miles de personas (105 mil según la policía federal, 700 mil según el fascista gobernador de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri) habían llenado las plazas céntricas de la capital (y las de algunas ciudades de provincia) con un cacerolazo autoconvocado mediante las redes sociales (y fomentado por la prensa opositora de derecha) exigiendo sobre todo la libre venta de dólares y protestando contra « el autoritarismo » y « la soberbia » de la presidenta.

Ésta, por consiguiente, ve agregarse ahora a una presión reaccionaria que, sin embargo, reflejaba algunas preocupaciones legítimas de vastos sectores de las clases medias que se contaron entre su votantes, una legítima e importante presión por la izquierda pues vastos sectores obreros se diferenciaron ahora claramente, con su acción organizada y con sus reivindicaciones sociales, de una polvareda social clasemediera que empieza a funcionar como la infantería de una oposición de derecha, que por ahora no tiene programa único ni dirigente creíble y posible.
El gobierno kirchnerista, formado socialmente en esos sectores de clase media que dice despreciar pero con los cuales tiene fuertes lazos (empezando por la propia Cristina, que fue menemista, y por su vicepresidente y sus principales ministros, que sirvieron a Duhalde o incluso provienen de la oposición conservadora) ha proclamado la teoría de la unidad nacional y, con su teórico Ernesto Laclau, la de la desaparición de las clases. Ahora un sector de la clase obrera, dirigido por un camionero, atropella precisamente como un camión a ese equipo desconcertado, que sólo atina a condenar las huelgas hablando de « extorsión » (el ministro del Interior, Randazzo) o a decir (el secretario de la Presidencia, Abal Medina) que no hubo huelga general y que todo fue un maniobra de un grupito de dirigentes sindicales deseoso de tener el apoyo del grupo mediático conservador La Nación-Clarín.

Como ningún fenómeno aparece nunca en forma pura, lo cierto es que en la huelga del 20 se mezclaron una lucha interna en el peronismo entre el sector kirchnerista y sectores más conservadores e incluso derechistas del aparato del partido, con los cuales coquetean Moyano y Barrionuevo, una lucha intercapitalista (entre los distribucionistas-asistencialistas y promotores del mercado interno que siguen a la presidenta y los partidarios de devaluar el peso y de reducir los impuestos agrarios que, para el caso, se aliaron con los sindicatos huelguistas) y una lucha intersindical (entre la CGT « de los Gordos », agentes de todos los gobiernos, reconocida oficialmente por el Ministerio de Trabajo) y su palera, la CTA Yasky, y la CTA Micheli, la CGT Moyano, la CGT Azul y Blanca). Los obreros y trabajadores en general que pararon y los grupos de izquierda que se movilizaron por el paro, en parte se aliaron momentáneamente con los burócratas sindicales que lo convocaron, en parte trataron de desbordarlos, en parte tomaron el paro como ocasión para ganar las calles por la izquierda contra el gobierno acallando el griterío de la derecha y también para autoorganizarse y reforzarse.

Deformadamente, y con dirigentes nada populares entre los trabajadores, éstos ganaron las calles en la primera huelga general en los dos gobiernos de Cristina Fernández (Néstor Kirchner había debido también enfrentar una, pero por el asesinato por la policía de un maestro en Neuquén). La lucha de clases que Laclau y la presidenta niegan está ahí para quedarse a pocos meses de las elecciones del 2013, y el 54 por ciento de los votos (cifra de la que se jacta siempre Cristina) se descompone rápidamente y polariza según los intereses contrapuestos de los votantes.

Para colmo, este paro alentará otras huelgas generales, sobre todo si el gobierno sigue siendo incapaz de entender el efecto social y político de la crisis que vive el país, no sólo como reflejo de la crisis mundial sino también de sus errores, su falta de reflejos políticos y su ceguera intelectual. Además, cerrada la posibilidad de un tercer mandato de Cristina Fernández, la presidenta está comenzando a tener que lidiar con un tercer frente- el de los alcaldes y gobernadores ultraconservadores, incluso del Opus Dei y de la derecha del aparato justicialista, que empiezan a juntarse detrás de la posible candidatura del ex vicepresidente de Néstor Kirchner y actual gobernador de la provincia de Buenos Aires, el peronista conservador Scioli. Los próximos meses serán movidos.

El Correo]. París, 20 de noviembre de 2012.

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