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17 novembre 2019

Argentina ante Estados Unidos y el espejismo de la inmortalidad

par Alcira Argumedo*

 

En su clásico « Estudio de la Historia » publicado entre 1933 y 1961, el historiador británico Arnold Toynbee (1889-1975) desarrolla el concepto de « espejismo de la inmortalidad ». En grandes líneas, esta idea señala que en el curso de la historia, los grandes imperios o poderes mundiales, acostumbrados a ejercer durante largos períodos un dominio inapelable, piensan que son inmortales y no pueden percibir que sus bases de sustentación se están debilitando, que su poderío se desarticula. Es una inmortalidad ficticia, un espejismo que afecta a los poderosos en etapas de decadencia, cuando su histórica preeminencia está en proceso de desintegración. Sin coincidir necesariamente con sus interpretaciones de la historia, consideramos que algunos aportes, en particular en lo referido al proceso de decadencia de la civilización occidental, permiten plantear interrogantes referidos al papel de Estados Unidos y Europa Occidental en el actual escenario internacional y sus estrategias hacia América Latina.

En sus escritos de los años del fin de la II Guerra, Toynbee señala que, de los imperios y poderes mundiales existentes a principios del siglo XX, sólo habían sobrevivido dos capaces de desempeñar el papel de grandes potencias en la lucha por la existencia entre estados nacionales : Estados Unidos y Rusia convertida en la Unión Soviética. En el transcurso de ese siglo, había finalizado el predominio del Imperio Otomano y del Imperio Austro-Húngaro luego de la Primera Guerra Mundial, mientras el Imperio Británico, el Imperio Francés, el Imperio Holandés, el Imperio Belga y el Imperio del Sol Naciente, se desarticulan al finalizar la Segunda Guerra. Con características propias, a ellos debe sumarse, también en el siglo XX, la desintegración de la Unión Soviética con su símbolo en la caída del Muro de Berlín en 1989. La mortalidad de los imperios no significa que los países que ejercieron esos predominios se transformen en sociedades pobres o débiles ; pero van a carecer del poderío y la soberbia que les permitían considerarse superiores y gozar de los privilegios de la explotación y el sometimiento de pueblos supuestamente inferiores, obligados a subordinarse a la voluntad o sacrificarse para sustentar la grandeza de los centros imperiales por los cuales estaban dominados.

Para Toynbee, el espejismo de la inmortalidad caracteriza un fenómeno que tienden a compartir las culturas en su apogeo, cuando piensan que todo permanecerá igual y será igual para siempre ; un pensamiento que predomina justamente en los momentos en que comienza su decadencia y no logran percibirlo. Así, cuando los ciudadanos de un Imperio se enfrentan a su fase de decadencia o disolución, tienden a creerse inmortales, al persistir en ellos la creencia o el convencimiento de que la suya es la forma final de la sociedad humana. Esta ceguera que alimenta el espejismo de la inmortalidad, ha afectado en la historia a los pueblos de distintas civilizaciones : baste mencionar la decadencia de Grecia o de Roma. Una faceta de la decadencia que tiende a ocultar el espejismo, es el incontrolable impulso de esos poderes desequilibrados, a intentar lo imposible para recuperar la grandeza a través de un militarismo suicida. La creencia que todas las disputas pueden solucionarse por el mero uso de las armas ; y que « la embriaguez de la victoria será capaz de superar la desmoralización que afecta a quienes han coronado una gesta y se consideran por encima de todo límite moral y humano ». [1]

Hoy el interrogante es hasta dónde Estados Unidos está sufriendo su espejismo de la inmortalidad, alimentado entre otros incentivos por las ideas del “fin de la historia” y el « triunfo final de la democracia y el libre mercado » en la construcción del Nuevo Orden Mundial de carácter unipolar liderado por Estados Unidos, que proclamara Francis Fukuyama en la eufórica década neoliberal de 1990. En contraste con esta euforia, considerando que el proceso de decadencia supone la pérdida del liderazgo ostentado en los ámbitos geopolítico, tecnológico y económico, el inicio del siglo XXI marcará un punto de inflexión con dos sucesos clave para la supremacía norteamericana : la caída de las Torres Gemelas en septiembre y el ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio en diciembre de 2001. Dos acontecimientos que van a signar el declive de la hegemonía a nivel mundial de Estados Unidos en términos geopolíticos, económicos y tecnológicos.

En lo referido al campo geopolítico, la emergencia de China en alianza con Rusia como un nuevo polo de poder mundial, comenzará a neutralizar el poderío militar norteamericano y su estrategia diseñada a inicios del siglo XXI de agresión hacia los países incluidos en el Eje del Mal : Afganistán, Irak, Irán, Siria, Libia, Somalia, Sudán, Yemen. Significativamente, son países con recursos petroleros y mineros o situados en áreas geográficas clave. Esta política se inicia con la invasión a Afganistán en 2001 como castigo por proteger a Osama Bin Laden, ese antiguo discípulo de la CIA y autor intelectual del atentado a las Torres. Entre 2003 y 2011, bajo la falsa acusación de la existencia de armas de destrucción masiva e invocando una lucha contra la dictadura de Saddam Hussein, se despliega la guerra en Irak.

En 2011, la lucha para derrocar dictadores también será el fundamento de las guerras en Libia contra Muhamar Khadaffi y en Siria contra Bashar al-Assad. Pero no podrá cumplir su deseo de invadir a Irán : ese año, un acuerdo entre el primer ministro ruso Vladimir Putin y el presidente chino Hu Jintao, plantea que van a defender a Irán ante cualquier agresión de Occidente, aunque ello signifique iniciar una guerra. Lo nuevo en esos años será que China y Rusia comienzan a participar activamente en la mayoría de los conflictos, que aparecen como guerra civiles, étnicas o religiosas, pero detrás de cada bando estará uno u otro de los polos de poder, en una disputa por áreas y recursos estratégicos principalmente centrada en Medio Oriente y África.

Al finalizar la segunda década del siglo XXI, será evidente que Estados Unidos ha perdido la disputa por la hegemonía frente al bloque chino-ruso. En términos geopolíticos, ha disminuido sensiblemente la presencia occidental en los países asiáticos menores en favor de China. Sin emitir juicio sobre las bondades o no de sus políticas, China también ha ido desplazando de África a los países del Occidente central, con las oportunidades que brindan la Ruta de la Seda y las inversiones en caminos, represas y similares, además de las becas a jóvenes africanos para estudiar en las universidades chinas.

La política norteamericana de intervenciones militares en Medio Oriente ha tenido resultados que dejan muchos interrogantes. Luego de 17 años, la decisión de retirarse de Afganistán da cuenta de una derrota similar a la de Vietnam. En Irak, Saddam Hussein fue ejecutado, esa sociedad y gran parte de sus recursos han sido destruidos, pero Estados Unidos no ha logrado imponer una presencia consistente. En Libia, Muhamar Khadaffi fue asesinado ; pero el país está sumido en una anarquía devastadora que nadie puede controlar. En Siria no lograrían destituir al presidente Bashar al-Assad, respaldado por su alianza con Rusia e Irán ; y el presidente Trump plantea la necesidad de retirarse, lo cual implica aceptar su derrota. Arabia Saudita define una reorientación hacia China, para convertirse en uno de sus principales proveedores de petróleo, dado que Estados Unidos ya no demanda ese recurso al haber alcanzado su autosuficiencia energética. Las intervenciones militares directas o indirectas en África, no han tenido mejores resultados en Somalia o en Sudán del Sur.

En síntesis, es posible afirmar que la tradicional hegemonía occidental, norteamericana o europea, que durante más de cuatro siglos y hasta la Segunda Guerra había logrado consolidar su predominio bajo formas coloniales o neocoloniales sobre el 80% de la población del mundo, está en pleno declive en la región asiática, en el continente africano y en Medio Oriente. En este contexto, durante la presidencia de Donald Trump se hará cada vez más evidente que su prepotencia en las formas y sus consignas « América Primero », « Volveremos a ganar guerras », « Seremos grandes otra vez » no hacen sino confirmar el temor ante su declinación. Como parte de ese proceso, se manifiesta un repliegue sobre América Latina, históricamente considerada su patio trasero y ahora también su retaguardia estratégica : es decir, aquellas áreas que no puede perder porque eso significaría el fin de su poderío. Continente donde el establishment estadounidense está dispuesto a desplazar y si es posible eliminar, el creciente peso del comercio exterior y de las inversiones chinas en distintas áreas, con mayor o menor presencia según los países ; y también a garantizarse el control de recursos y áreas estratégicas por medio de la instalación de bases militares o intervenciones en defensa de la libertad y la democracia contra gobiernos considerados hostiles.

Diversas investigaciones estiman que entre 2001 y 2017, las gloriosas luchas de Estados Unidos contra dictaduras en nombre de la democracia, aparte de incalculables daños materiales y la pérdida de invalorables reliquias de la humanidad en países como Siria e Irak, han producido muertes directas e indirectas a causa de esas guerras, que se estiman en 2.4 millones en Irak ; 1.5 millones en Siria ; y 1.2 millones en Afganistán y Pakistán, sin contar los mutilados y otras secuelas de los conflictos armados. Somalia arrastra una guerra étnica y religiosa desde mediados de los años 90´ que ha causado muertes masivas por los enfrentamientos o por sequías y hambrunas. También en Libia se hace imposible calcular las muertes debido a la anarquía reinante ; y en Sudán del Sur y Yemen el hambre y la magnitud de las crisis humanitarias que los afectan, alcanzan dimensiones de tragedia. Una advertencia ante las nuevas proclamas de Estados Unidos que convocan a luchar contra dictaduras en América Latina. [2]

A su vez, en lo referido al campo económico, la globalización neoliberal impulsada por los países del Occidente central desde comienzos de la década de 1980 y profundizada a partir de 1990 en el marco del Nuevo Orden Mundial liderado por Estados Unidos, luego de tres décadas se ha traducido en un rotundo fracaso y en un deterioro social y económico que afecta a las principales naciones occidentales, al igual que a una parte importante de las periféricas. Frente a una globalización liderada en el sector occidental por corporaciones, bancos y capitales financieros especulativos, bajo toda evidencia han triunfado las formas de inserción de China en la globalización : a diferencia de los países occidentales -y sin desconocer el carácter despótico de su sistema de gobierno- estableció una dirección política del ingreso a la globalización, regida por estrategias de corto, mediano y largo plazo. Un contraste con la anarquía y las crisis recurrentes en el campo occidental, resultantes de las orientaciones impuestas a la globalización por las « leyes del mercado » cuyas consecuencias han sido un crecimiento exponencial del desempleo y la pobreza, junto a una incontrolable polarización y concentración de la riqueza.

Teniendo como base una conducción política de la economía y el planteo de estrategias con objetivos establecidos en el tiempo, en China el sector público controla las finanzas, el comercio exterior, las fuentes de energía, el desarrollo científico-técnico con decisivos alcances en inteligencia artificial, un sistema educativo público de calidad en todos sus niveles y otras áreas clave como la producción de armamentos o el sector satelital, misilístico y nuclear. Para el resto de las áreas productivas, ofrece el mercado de 400 millones de personas de una clase media enriquecida y de alto nivel de consumo, además de mano de obra barata y disciplinada de jóvenes inmigrantes desde el sector rural, dispuestos a trabajar por muy bajos salarios : esta última situación se iría corrigiendo en el tiempo y en la actualidad el salario mínimo en China, calculado en dólares, es mayor que el de Argentina.

Las condiciones altamente favorables ofrecidas por China llevarían a un traslado masivo de corporaciones europeas, norteamericanas y japonesas, que se instalan en ese país para cubrir el mercado interno y exportar. Hacia 2018, el 55% de las exportaciones chinas a Estados Unidos correspondieron a empresas estadounidenses instaladas en China, agravando el persistente déficit de la balanza comercial, que incide en el balance de pagos norteamericano : estas razones llevaron al presidente Trump a declarar la guerra comercial. Una guerra que es claramente defensiva y se conjuga con los intentos de frenar los marcados avances científico-tecnológicos de China, especialmente en lo referido a las áreas vinculadas con robótica e inteligencia artificial : en los últimos treinta años, con el objetivo de alcanzar la delantera en el campo científico-técnico, se favoreció el ingreso de los jóvenes chinos a las universidades y actualmente cuenta con 200 millones de graduados universitarios. En sus principales ejes, la guerra comercial de Trump se sustenta en un proteccionismo que busca revertir las consecuencias de la globalización en la sociedad norteamericana, traducidas en desindustrialización, incremento del desempleo, caída del nivel de vida promedio, abandono de ciudades y regiones que pasaron de ser centros industriales dinámicos a transformarse en zonas fantasmas. Inglaterra ha sufrido un proceso similar, con el Brexit como una forma propia de proteccionismo y de limitación al ingreso de inmigrantes y refugiados.

Así, mientras Francia aparece incendiada por las protestas de chaquetas amarillas, Estados Unidos e Inglaterra, las dos naciones precursoras del neoliberalismo con Margaret Thatcher en 1979 y Ronald Reagan en 1981, lideran ahora un vuelco hacia políticas proteccionistas que les permitan defenderse de la vitalidad económica china y revertir las consecuencias de la globalización en sus sociedades. Por su parte, en Alemania, Angela Merkel ve trastabillar su fortaleza ante el crecimiento de fuerzas políticas abiertamente nazis, alimentadas por el deterioro de las condiciones sociales y el drama de los refugiados ; ambos problemas derivados de su participación en la globalización neoliberal y en las políticas militares agresivas de Estados Unidos y la OTAN. Un chico sirio de 12 años, rechazado por neonazis alemanes, dio ejemplo de una especial lucidez : « Yo no quiero estar aquí ; yo quiero estar en mi casa, con mis amigos, en mi colegio : ustedes dejen de bombardear Siria ».

Ante el espejismo de la inmortalidad que afecta al Occidente central -Estados Unidos y los países europeos- el repliegue norteamericano sobre América Latina se torna altamente peligroso. Aunque no es previsible que vuelva a promoverse el « incontrolable impulso de esos poderes desequilibrados a intentar lo imposible para recuperar la grandeza a través de un militarismo suicida » como ocurriera con las dictaduras genocidas de los años 70´ luego de su derrota en Vietnam y el estallido de la crisis económica a causa del aumento de los precios del crudo por parte de la OPEP. No obstante, todo indica que el continente estaría destinado a ser consumidor de sus productos industriales desplazando a China ; a convertirse en reserva hídrica ante la anunciada crisis del agua a nivel mundial, en especial el Acuífero Guaraní y los glaciares del Sur ; y a ser proveedor de recursos estratégicos a través de un extractivismo que nos define como « tierras de sacrificio » : porque luego de algunos años de explotación altamente depredadora, quedan páramos inhabitables e inservibles para cualquier producción. Productores exclusivos de granos transgénicos con utilización intensiva de glifosato, un agrotóxico que es cancerígeno ; técnica del fracking para extraer hidrocarburos no convencionales, cuyos impactos negativos son denunciados por las principales universidades y científicos de Estados Unidos ; y megaminería a cielo abierto, con utilización de cianuro y ácido sulfúrico : actividades prohibidas por el Parlamento Europeo en toda Europa, en tanto se evalúa que tienen « consecuencias catastróficas e irreversibles » en el ambiente y en la salud humana. Entre otros, el reciente accidente de Minas Gerais es una dramática advertencia.

En este marco, el desastre provocado en Argentina por las políticas de endeudamiento irracional y ajuste del gobierno de Mauricio Macri bajo las directivas del FMI, no es consecuencia de un error, sino de una clara subordinación a las nuevas orientaciones de Estados Unidos, que contempla además generosos beneficios a determinados núcleos locales y extranjeros. Por una parte, garantiza ganancias extraordinarias a sus amigos, a sus intereses familiares y a bancos, fondos financieros especulativos, corporaciones petroleras y distribuidoras de energía, mineras, agronegocios, peajes y similares, sumado a un acelerado crecimiento de la deuda externa que alimenta una intensiva fuga de capitales. Ante estas orientaciones, es posible afirmar que no estamos ante una crisis, sino ante un descomunal saqueo y una definición económica que otorga prioridad a determinados sectores -los actualmente beneficiados- y condena a la mayoría de la sociedad.

El objetivo es desarticular el tejido industrial, tanto de Pymes como de empresas grandes, en una aparentemente ilógica combinación de altas tasas de interés, tarifas de servicios dolarizadas que en algunos casos triplican las de Estados Unidos y una caída de la demanda que está llevando al cierre o a la quiebra de miles de establecimientos industriales, comerciales y de servicios. Estas políticas activas de desindustrialización, se conjugan con el sabotaje al desarrollo científico y tecnológico autónomo, mediante el acoso presupuestario y la voluntad de privatización de las áreas más avanzadas : porque se acepta dócilmente que la producción industrial y los avances científico-técnicos deberán ser patrimonio exclusivo de Estados Unidos. El crecimiento del desempleo y la pobreza garantiza la caída de los salarios en nombre de la competitividad y debilita la capacidad de resistencia de los trabajadores, sin importar el drama del hambre que afecta a sectores cada vez más amplios de la población, incluyendo al grueso de jubilados y pensionados que cobran los haberes mínimos.

Estos objetivos fueron explícitamente declarados por la inimputable vicepresidenta Gabriela Michetti ya en febrero de 2016. Refiriéndose a las aspiraciones del presidente Macri señaló : « El modelo de país que quiere Macri es India…Vamos hacia un modelo agroexportador y de servicios, basta de industrias ». Su afirmación ignora que el esquema de servicios en la India se sustenta en un poderoso desarrollo científico y tecnológico en las áreas de biotecnología, software, investigación espacial o energía atómica, acompañado por una amplia estructura de industrias textiles, automotriz, química, electrónica, siderúrgica, aeronáutica y aeroespacial, entre otras. Tal vez Michetti sólo se refiere a la India como modelo de sociedad. Históricamente, esa nación presenta un panorama social desolador : la esperanza promedio de vida es de 60 años ; con altas tasas de mortalidad infantil del 71 por mil ; un elevado analfabetismo que afecta al 39% de la población adulta ; y el 50% de los habitantes se ubican por debajo de la línea de pobreza, con duras secuelas de malnutrición. Hacia esos índices vamos si se consolida « el modelo de país que quiere Macri ». [[Diego Rubiznal : « [Escenario. La desigualdad en la India : el modelo Michetti->https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/47-9713-2016-10-23.html] ». Página12. 23 octubre 2016. ] El debate político argentino no debiera ignorar estos temas : la crisis es profunda e integral y las alternativas no son fáciles.

Alcira Argumedo para
El Cohete a la luna

El Cohete a la luna. Buenos Aires, marzo 2019

Título original : « El espejismo de la inmortalidad »

*Alcira Susana Argumedo argentina nacida en Rosario, provincia de Santa Fe. Es socióloga, política y docente universitaria. Fue electa como diputada nacional en 2009 y reelecta para el mismo cargo en 2013. Su mandato finalizó el 10 de diciembre de 2017.

Notes

[1Toynbee, Arnold : Estudio de la Historia. Emece Editores. Buenos Aires. 1961- Ortega Rueda, José David : Toynbee revisado : el Estudio de la Historia y el futuro de Occidente. Universidad Abat Oliba. 2011

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