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21 février 2012

Pura « Literatura » la propiedad de la tierra en Colombia...

par Antonio Caballero

 

La propiedad de la tierra sigue siendo en Colombia el generador de todas las violencias, como lo ha sido desde los dias de la Conquista.

Ojalá esta vez sí. El presidente Juan Manuel Santos se comprometió a pasar a la historia gracias a su ley de restitución de tierras a los campesinos despojados, y a cargo de esa iniciativa de estirpe liberal (los dos Lleras, López Pumarejo) se encuentran dos conservadores serios : Juan Camilo Restrepo en el Ministerio de Agricultura y Juan Manuel Ospina en el Incoder. No solo en el Congreso o ante las cámaras de televisión, sino también ante campesinos despojados de carne y hueso ha reiterado Santos ese compromiso : en Barranquilla, en Necoclí. Y que sea el gobierno quien moviliza a los campesinos para reclamar la tierra -como en esas recientes marchas, o, más bien, actos estáticos con buses-, en vez de echarles bala a los campesinos cuando se movilizan ellos mismos, es un progreso. Casi una revolución.

La cual, por lo demás, y como es natural, tiene enemigos. Todo el uribismo agrario y rural, tanto el modernizante que en su tiempo impulsó el ministro Andrés Felipe Arias, como el más veterano de los narcoparamilitares, como el feudal de los terratenientes tradicionales. Ya antes de Uribe, fue ese uribismo sociológico el que paró en seco las tentativas de reforma agraria con la Anuc de Carlos Lleras, con el Incora de Alberto Lleras, con la Ley de Tierras de Alfonso López Pumarejo en el año 36. Y esos enemigos ya han empezado a actuar : ya se cuentan por docenas los muertos de la restitución. La propiedad de la tierra sigue siendo en Colombia el generador de todas las violencias, como lo ha sido desde los días de la Conquista. Los dineros del narcotráfico son el acelerador de las violencias. Pero la raíz del problema son la tierra y sus productos : las drogas prohibidas, claro ; pero también los marranos y las gallinas de que habló Tirofijo en el Caguán, cuando tanto se burlaron de él los partidarios de las grandes agroindustrias marraneras y polleras al modo de las fazendas brasileras.

Seguimos en la época de la Conquista. Cómo será de retrógrada la historia de Colombia (marcha hacia atrás, como esos astros que giran en órbita retrógrada. Aunque ¿de verdad alguien cree que la historia va hacia delante) que estamos viendo como un progreso, y casi una revolución, esta propuesta santista de volver a la situación que había antes de que los narcoparamilitares hicieran su propia contrarreforma agraria a punta de motosierra. Una vuelta al statu quo ante bellum : a lo que había antes de esta última guerra, o sea, a la tierra como la había dejado, en manos de los terratenientes tradicionales, el Pacto de Chicoral promovido por el presidente Misael Pastrana para frenar la prometida reforma de su predecesor Carlos Lleras. Y ni siquiera es seguro que se logre semejante avance retrógrado, si así puedo llamarlo : puede quedarse todo reducido a la figura del uti possidetis, en donde cada cual conserva lo que conquistó en el conflicto, o pierde definitivamente lo que le fue arrebatado.

Ya todo está dicho y escrito al respecto. Docenas de discursos (en algunos, las cifras dadas por el presidente Santos han sido refutadas luego por el senador Jorge Enrique Robledo). Textos de ley. Ensayos académicos, tesis de grado, artículos de prensa, tweets de 140 caracteres. Entre lo más reciente figura un libro de más de 400 páginas, con muchas fotos, firmado por el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural bajo el título de Política Integral de Tierras, en el que recopila discursos, leyes, directivas ministeriales. Novelas. Cuentos. Siervo sin tierra, la novela trágica de Eduardo Caballero Calderón sobre el problema agrario, termina cuando el pobre campesino protagonista de la historia consigue ahorrar por fin con qué comprar la tierrita soñada, pero se muere y tienen que gastar esos ahorros en pagarle el entierro. Nos han dado la tierra, el cuento tragicómico de Juan Rulfo sobre la reforma agraria mexicana, concluye con la queja de los campesinos favorecidos ante el señor licenciado : « Pero si no hay agua ». A lo cual les responde el funcionario : « Eso díganlo por escrito ».

Ojalá esta vez no se vuelva a quedar todo en mera literatura.

Semana. Bogotá, 18 Febrero 2012

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