Accueil > Réflexions et travaux > Poder permanente y poder temporal en Nuestra América
En medio de la vorágine de dos convulsos procesos universales de gran envergadura y signo negativo, entre las décadas de 1980 y 1990 la izquierda latinoamericana tuvo que refundarse para sobrevivir en un mundo en cambio. Uno de esos cambios fue el agravamiento de la crisis sistémica del capitalismo provocado por el agotamiento de la capacidad de reproducción expansiva del capital, que intensificó la concentración de la riqueza y la exclusión social, legitimada y guiada por la doctrina neoliberal. El otro fue la crisis terminal del llamado socialismo real,que desembocó en la implosión del bloque europeo oriental de posguerra, incluido su núcleo fundamental, la Unión Soviética, entre cuyas consecuencias resaltan el cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor del imperialismo, en especial, del imperialismo norteamericano, y el descrédito en que en un primer momento quedaron sumidas las ideas de la revolución y el socialismo.
Mientras los países socialistas de Europa se desmoronaban, la Revolución Cubana resistía el recrudecimiento del bloqueo y el aislamiento imperialista, y las organizaciones revolucionarias político militares latinoamericanas de los años sesenta, setenta y principios de los ochenta desaparecían o negociaban acuerdos de paz y se transformaban en partidos políticos legales, se abría una nueva etapa de luchas en la que los movimientos sociales populares en contra del neoliberalismo y de toda forma de opresión y discriminación alcanzaban un auge y una efectividad sin precedentes, y surgían nuevos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas « multitentencias », en los que convergían líderes, lideresas, activistas, militantes y simpatizantes de organizaciones sindicales, campesinas, femeninas y de otros sectores populares, partidos progresistas y democráticos, organizaciones marxistas de corrientes políticas e ideológicas divergentes que hasta ese momento se habían excluido entre sí, movimientos político militares también diversos, y mujeres y hombres del pueblo en general.
De manera aparentemente paradójica, en momentos en que se enseñoreaba la tesis del fin de la historia, las nuevas fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina ocuparon espacios hasta entonces vedadoso en extremo restringidos en gobiernos locales y legislaturas nacionales, y desde finales de esa última década, sus candidatos y candidatas fueron electos, y en la mayoría de los casos varias veces reelectos, a la presidencia en Venezuela, Brasil, Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Honduras y Paraguay. Esta paradoja aparente es el resultado de al menos cuatro factores : el acumulado histórico de las luchas populares, en especial, durante la etapa histórica abierta por el triunfo de la Revolución Cubana ;el rechazo a los métodos represivos de dominación tradicionalmente utilizados en la región, en particular, por los Estados de seguridad nacional de las décadas de 1960 a 1980 ; el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, que tributa a la organización y la lucha política electoral ; y el voto de castigo de amplios sectores sociales contra los gobiernos y las fuerzas políticas neoliberales.
Debido al devastador impacto político e ideológico de la caída del « socialismo real » y a la política del imperialismo y las oligarquías latinoamericanas destinada a evitar que fuerzas revolucionarias ocuparan espacios en los poderes e instituciones del Estado, y a cooptar a quienes abandonaban la lucha por la emancipación, los órganos de dirección y la capacidad decisoria de las fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias nacidas en ese momento,fueron copados por lo que hoy conocemos como « progresismo », por lo general, proveniente de sectores democráticos de los partidos tradicionales, y por lo que podríamos llamar la « nueva socialdemocracia latinoamericana ».
Lo esencial de la nueva socialdemocracia latinoamericana no es que esté integrada por partidos miembros de la Internacional Socialista, aunque algunos pertenezcan a ella ; tampoco que sean fuerzas políticas que se consideren a sí mismas como socialdemócratas, aunque algunas lo hagan.Ese nuevo vector, agrupamiento o tendencia está compuesto por una amalgama de corrientes políticas e ideológicas que sería imposible caracterizar aquí. Al margen de cualquier elemento organizativo o doctrinario de la socialdemocracia tradicional que pueda estar presente en él, lo esencial es que piensa y actúa de manera muy similar a la socialdemocracia europea de finales del siglo XIX y las primeras seis décadas del XX.
Un elemento básico de su pensamiento es asumir la maniquea concepción de la democracia burguesa como sistema político supuestamente imparcial e incluyente, que en América Latina solo funcionó con relativa estabilidad en Uruguay y Chile,y solo lo hizo mientras el imperialismo las oligarquías de esos dos países no identificaron a la izquierda como una amenaza al sistema, pero tan pronto las percibieron como tales,en ambos implantaron férreas dictaduras. Otro elemento que lo caracteriza es el juego de roles « socialdemócrata »realizado por la dirección de esas fuerzas, que usana su« ala izquierda » para atraer el voto de los sectores populares en tiempo de campañas electorales, y le entrega al « ala derecha » la « joya de la Corona » cuando ocupa el gobierno, es decir, el control del gabinete económico,que sigue funcionando con esquemas neoliberales« moderados ».
En el momento en que se produjo la refundación de la izquierda latinoamericana, se llegó a hablar de una supuesta ruptura epistemológica con la historia anterior de la humanidad, un « borrón y cuenta nueva » con la historia de la dominación y las luchas emancipadoras que les impidiera a las viejas generaciones mantener vivos sus ideales, sus principios y sus objetivos políticos, económicos y sociales, y a las nuevas generaciones conocer y comprender de dónde vienen y decidir con fundamento hacia dónde quieren ir. Se daba por sentado que ya no había clases sociales, ni contradicciones antagónicas,ni ideologías, ni necesidad de organización política popular, más allá de los partidos como pragmáticos aparatos electorales. Se acuñó el término « democracia sin apellidos », sistema político y electoral pretendidamente imparcial e impoluto, que no estaría sometido a la presión y la injerencia de los centros de poder imperialista, ni a la acción de los defensores de los intereses de las oligarquías criollas incrustados en los poderes del Estado y organizados en poderes fácticos. Los opresores de antaño reconocerían civilizadamente sus derrotas electorales y, con igual civismo, les permitirían gobernar a las fuerzas progresistas y de izquierda, frente a las cuales se limitarían a realizar la comedida función opositora característica de la alternancia entre partidos del sistema.El triunfo electoral sería, supuestamente, el « acceso al poder », es decir, una híper simplificación y equiparación absurda de los conceptos gobierno y poder. De ahí parte la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de haber sido expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo—sin haberlo visto venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y revertirlo—, y de haber sido criminalizadas y judicializadas, o de estar a punto se serlo, siguen manifestando el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana, y también de ahí que la mayor parte de los análisis y reflexiones publicados al respecto, se limiten a denunciar las manipulaciones, transgresiones y violaciones que la derecha hace contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, y poco o nada se mencionen las deficiencias y errores de estas últimas que contribuyeron torcer la correlación regional de fuerzas en su contra.No es que los elementos reales de la situación política de la región fueran ignorados por todas y todos los dirigentes, cuadros y militantes de estas organizaciones, sino que sus liderazgos desconocieron, negaron o subestimaron la crecientemente deteriorada correlación de fuerzas sociales y políticas, la cual debieron haber reconocido, enfrentado y revertido cuando tenían mayores y mejores posibilidades de hacerlo, en lugar de acorralarse haciendo más concesiones al capital, que nunca cesó de intentar expulsarlos de los espacios por ellos democráticamente conquistados, y de divorciarse más de sus base sociales y de los electores que en comicios anteriores les dieron su voto, no porque compartiesen sus ideas, sino como castigo a la derecha neoliberal. De esa manera, perdieron el voto fluctuante no comprometido de amplios sectores sociales, y fomentaron la abstención de castigo de sus propias bases sociales.
Nada más lejos de la intención de estas líneas que dibujar una grosera caricatura monolítica de los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda de América Latina. En cada país, la lucha de esas fuerzas se desarrolla en condiciones singulares. Pero, en sentido general, pueden hacerse cuatro agrupamientos sobre la base de similitudes y diferencias :
El rol dominante que ejercen el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana se aprecia con mayor nitidez en los partidos, organizaciones, frentes y coaliciones políticas « multitentencias » que ejercieron o aún ejercen el gobierno en Argentina, Brasil, Uruguay. Pero eso no significa que sea un fenómeno circunscrito a esos tres países de América del Sur. Por el contrario, es un fenómeno manifiesto en toda América Latina :
por una parte,está presente, en mayor o menor medida, en toda fuerza progresista y de izquierda que ejerce o ha ejercido el gobierno, aunque su liderazgo principal y su rumbo estratégico se orienten a la transformación social revolucionaria, pues son fuerzas plurales que incluyen a dirigentes, cuadros, militantes y corrientes internas partidarias del progresismo y/ode la nueva socialdemocracia
por la otra,monopoliza la dirección de numerosos partidos, organizaciones, frentes y coaliciones que no son objeto de análisis en este ensayo porque no ocupan, ni han ocupado el gobierno
En cuanto a Honduras y Paraguay, en la primera predominó el elemento del candidato presidencial de un partido tradicional que « se dio vuelta », y en el segundo, se trató de una figura de la Iglesia cuyas posibilidades electorales lo convirtieron el punto de convergencia de fuerzas burguesas y populares que buscaban quebrar el monopolio del poder ejercido por el Partido Colorado, sin que en uno u otro caso hubiese fuerzas progresistas y de izquierda fuertes, bien organizadas y maduras.
En el complejo escenario reseñado en las páginas anteriores, con intenso fulgor brilló la labor política, ideológica y pedagógica del principal líder histórico del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Schafik Jorge Hándal, quien como he dicho en muchas ocasiones y seguiré diciendo,en mi opinión, fue el intelectual y dirigente político revolucionario que mejor comprendió y explicó el impacto que en la izquierda latinoamericana tendría el efecto combinado de la globalización neoliberal y el derrumbe de la URSS, y formuló valiosas consideraciones y recomendaciones organizativas, políticas e ideológicas para la refundación revolucionaria del FMLN y la izquierda latinoamericana en general. En su natal El Salvador, junto a otras compañeras y compañeros, Schafik lideró la batalla política e ideológica, y encabezó el trabajo educativo para que el FMLN no se convirtiera en una más de las fuerzas políticas de la nueva socialdemocracia latinoamericana, ni en un partido dogmático que repitiera los errores del Partido Comunista de la Unión Soviética y otros que copiaron su modelo.
Quienes estudiamos, compartimos y continuamos aplicando y desarrollando las ideas de Schafik, no nos sorprendemos del cambio en la correlación social y política de fuerzas ocurrido en los últimos años en detrimento de los gobiernos y partidos progresistas y de izquierda de América Latina. Las líneas que a continuación siguen están dedicadas a exponer, en forma sintética, algunos elementos de caracterización del poder en la sociedad capitalista y sus correspondientes consideraciones sobre la lucha por la conquista o la construcción de un poder socialista, temas a los que Schafik dedicó gran atención, entre ellos la interrelación entre poder permanente y poder temporal, con la esperanza de que esto facilite una mejor comprensión del porqué de los cambios ocurridos en la correlación de fuerzas en detrimento del progresismo y la izquierda latinoamericanos, y contribuya a darle el necesario vuelco a esa situación.
Desde la irrupción del marxismo en el entonces incipiente pensamiento socialista, ocurrido con la publicación, en 1848, del Manifiesto del Partido Comunista, quedó planteada la necesidad de luchar por el poder, en aquel momento solo potencialmente accesible por medio de una revolución que rompiera de manera tajante con el sistema de dominación del capital.Con el salto el desarrollo económico y social dado por las principales potencias capitalistas en virtud de la Segunda Revolución Industrial, a partir de la década de 1860 comienza a entretejerse en ellas la democracia burguesa, impulsada por la interacción de dos factores :
La democracia burguesa introduce cambios fundamentales en la naturaleza, la ubicación yel ejercicio del poder, que en el feudalismo era detentado por la Corona sobre la base dela correlación de fuerzas entre el rey o la reina y los señores feudales con los que intercambiaba privilegios por servicios, y que en etapas previas del capitalismo era ejercido por la Corona sobre la base de negociaciones con la naciente burguesía con la cual intercambiaba concesiones por préstamos.
En el nuevo estadio del desarrollo económico y político del sistema capitalista, el poder se desdobla en « poder permanente » y « poder temporal » :
La democracia burguesa se caracteriza por la división y búsqueda de un equilibro entre los poderes del Estado, a saber, el poder ejecutivo, el poder legislativo y el poder judicial, entramado institucional concebido para forzar y canalizar la solución de contradicciones y promover la creación de consensos, en primer término, entre los grupos de poder políticos y económicos de la clase dominante y, en segundo lugar, entre las clases y sectores sociales dominantes y dominados.
Cada nación es un escenario de la interacción entre poder permanente y el poder temporal. Función esencial de la democracia burguesa y su división de poderes, es hacer que el poder temporal se ejerza en correspondencia con los dictados del poder permanente. En esta misma dirección operan poderes fácticos de primera importancia, como el militar, el económico y el mediático. De ello se deriva que la fuerza política que ocupe el gobierno ejerce el poder temporal con mayor discrecionalidad en la medida en que cuente con una mejor correlación de fuerzas en la legislatura y los tribunales, y reciba un mayor apoyo de los poderes fácticos.
La democracia burguesa es una de las formas de dominación y subordinación ejercidas de clase por la burguesía. Es el tipo de democracia que se corresponde con la sociedad capitalista, pero no en todas las naciones capitalistas hay democracia burguesa : en muchas imperan otras formas de dominación y subordinación, entre ellas, la dictadura, el autoritarismo e incluso la monarquía absoluta.
El sistema político democrático burgués es democracia para los grupos económicos y políticos más poderosos de la clase dominante —los únicos que compiten entre sí en condiciones de « igualdad »—, y es dominación y subordinación para el resto de la sociedad. Su basamento es el sistema de partidos políticos cuyos candidatos y candidatas asumen (en realidad se apropian de) la representación ciudadana en los poderes del Estado mediante elecciones. Sin menoscabo de esa definición, en los países donde los postulados dela democracia burguesa se llevan realmente a la práctica —en función de garantizar la reproducción de la hegemonía de la clase dominante—,dicho sistema político incluye la participación y representación de las clases dominadas, por lo que constituye un espacio de lucha social y política en que los sectores populares pueden arrancarle concesiones a la burguesía y hasta ocupar espacios en el Estado.
La modalidad de democracia burguesa imperante en la actual etapa de descomposición del sistema capitalista universal, que lo compulsa a blindar al Estado para eliminar la redistribución de riqueza y la asimilación de demandas sociales, es la « democracia neoliberal », que mantiene los elementos formales de la democracia burguesa tradicional pero busca restringir la alternancia en el gobierno solo entre partidos y candidatos neoliberales. Por supuesto que este concepto encierra un contrasentido porque la democracia y el neoliberalismo son antitéticos. Pero si partimos de la premisa marxista de que la democracia es una forma de dominación y subordinación social, el concepto queda claro, pues el neoliberalismo es la doctrina que en la actualidad legitima y guía esa dominación y subordinación. En última instancia, no solo el neoliberalismo es antitético con la verdadera democracia : también lo son el liberalismo y cualquier otra escuela de pensamiento que defienda los intereses del capital.
Los cambios en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder complejizan el terreno de las luchas populares. Si en la década de 1840 el tema del poder no admitía discusión, pues quien se lo propusiera solo podía hacerlo por medio de una revolución con ruptura tajante con el sistema capitalista, la apertura de espacios de lucha política ocurridos a partir de la década de 1860 abre un abanico de posibilidades en virtud del cual en el movimiento obrero y socialista proliferan los debates y choques por discrepancias sobre programa, objetivos, estrategias y tácticas de lucha.
En la propia década de 1860 ocurre una primera bifurcación en el movimiento obrero y socialista, entre las corrientes anarquistas, que rechazan al Estado y toda forma de organización y lucha política, y las corrientes socialistas, que incursionan en el nuevo campo de batalla.
En la década de 1980, el desarrollo alcanzado por la democracia burguesa y la legalización del Partido Socialdemócrata Alemán, que ocupó el liderazgo del movimiento socialista mundial desde la derrota de la Comuna de París, en 1871, se desata una segunda polarización, en este caso dentro del movimiento socialista, entre las fuerzas que deciden aprovechar los espacios de lucha social y política para arrancarle concesiones inmediatas a la burguesía (los fabianos y los laboristas ingleses, los posibilistas franceses y los revisionistas alemanes), tendencia que prolifera más en los países europeos occidentales donde funciona la democracia burguesa y, por tanto, existen espacios de lucha social y política legal, y que es más rechazada en los países europeos orientales, en especial, en Rusia, sometidos a poderes dictatoriales que proscribían y reprimían toda forma de lucha popular, en los cuales predomina la concepción marxista de no buscar reformas de corto plazo dentro del capitalismo, sino apostarlo todo a la revolución social. Esa contradicción provoca el choque entre los partidarios de la reforma y los partidarios de la revolución en la II Internacional en la década de 1890, que desemboca en la ruptura total entre socialdemocracia y comunismo, ocurrida a raíz del estallido de la I Guerra Mundial, en 1914, que se agudiza al extremo con el triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, primera experiencia universal de conquista del poder político y el inicio de una (luego frustrada) transición socialista hacia el comunismo. Es importante hacer tres observaciones sobre esta ruptura :
En el caso del llamado socialismo real, caricatura grotesca en la que degeneró el proyecto original de la Revolución de Octubre, no voy a profundizar. No porque carezca de importancia, ni para evadir el tema, sino debido a que esta ponencia se inspira en el pensamiento de SchafikHándal, y sus análisis y reflexiones sobre la burocratización antidemocrática del sistema soviético y los factores que impidieron el desarrollo pleno de las fuerzas productivas en la URSS, son conocidos y yo los comparto.
En América Latina no hubo condiciones para el desarrollo de una corriente reformista similar a la socialdemocracia europea, y la lucha armada que desembocó en el triunfo de la Revolución Cubana no tuvo el mismo desenlace en el resto de la región.Hubo reforma progresista enlos países donde se aplicaron proyectos nacional desarrollistas, entre los cuales resaltan México, Argentina y Brasil, y en lasnaciones donde, con carácter excepcional,funcionóla democracia burguesa, que son Chile y Uruguay, pero ninguno de esos dos tipos de reforma derivó en un proceso de rupturas parciales sucesivas con el capitalismo. No era ese el rumbo de las burguesías nacional desarrollistas en México, Argentina o Brasil, y en Uruguay y Chile se produjeron golpes de Estado cuando el imperialismo y las oligarquías nacionales sintieron amenazado su monopolio del poder político.
La revolución por ruptura tajante con el sistema político imperante triunfó en Cuba en 1959, y en Granada y Nicaragua en 1979. Solo en Cuba fue también una ruptura con el sistema social capitalista, y solo en ella el poder revolucionario se mantiene intacto. En Granada, el Movimiento de la Nueva Joya lo perdió en 1983 por pugnas internas que sirvieron de pretexto a una invasión militar estadounidense, y en Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional fue desplazado de él en 1990 por una guerra imperialista canalizada a través de fuerzas contrarrevolucionarias, pero logró mantener el control de parte de las instituciones del Estado, lo cual le facilitó,dieciséis años después,triunfar en tres elecciones presidenciales consecutivas. En otras naciones hubo, en unos casos derrotas, y en otros soluciones negociadas que abrieron espacios a las fuerzas populares para participar en la lucha política legal.
Ya se mencionaron en la introducción de esta ponencia los factores por los cuales, a criterio de este autor, entre finales de la década de 1980 e inicios de la de 1990, en América Latina se inicia una secuencia creciente de triunfos electorales de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda, incluida la ocupación del poder ejecutivo del Estado en varios países. En el tiempo transcurrido desde la primera de esas victorias, la cosechada por Hugo Chávez el 6 de diciembre de 1998, constatamos que los tres primeros factores mencionados, a saber, el acumulado de las luchas populares, el rechazo a los métodos represivos de dominación, el auge de las luchas populares contra el neoliberalismo, se debilitan y desvanecen a menos que ello se evite o se contrarreste con un sistemático y adecuado trabajo político e ideológico, y que el cuarto factor, el voto de castigo contra los neoliberales de amplios sectores sociales, se vuelve contra las fuerzas progresistas y de izquierda, entre otros motivos, por la camisa de fuerza que el poder permanente les impone, y por sus deficiencias y errores propios.
Es bien conocida la idea de Schafik de que el objetivo de una fuerza revolucionaria que entra al gobierno es cambiar al sistema, y no que el sistema la cambie a ella. Pero, para cumplir ese objetivo lo primero es comprender las dificultades que enfrentamos, entre ellas :
Roberto Regalado Alvarez El Salvador, 27 de enero de 2018.
Una primera versión de las ideas contenidas en estas páginas fueron expuestas en el IV Seminario Internacional « Vigencia del pensamiento de Schafik en la América Latina del siglo XXI », San Salvador, 26 y 27 de enero de 2018, y luego revisadas y ampliadas para su presentación como ponencia en el XXII Seminario Internacional « Los partidos y una nueva sociedad », Ciudad de México, 8 al 10 de marzo del mismo año. |