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28 de octubre de 2011

Libre Comercio, etapa superior del neo-liberalismo

¿Quién gana con la globalización?

por José Francisco Puello-Socarrás *

 

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El pasado 12 de agosto (¡exactamente 2 meses antes de « destrabarse » la ratificación de los Acuerdos de Promoción Comercial – antes denominados TLCs con Colombia, Panamá y Corea del Sur en el Congreso de los Estados Unidos!), C. Fred Bergsten, director del Peterson Institute for International Economics, realizó una intervención titulada: « Los Estados Unidos en la Economía Mundial ».

La presentación era parte de una serie de conferencias sobre temas «de actualidad » que anualmente patrocina la Institución Chautauqua a lo largo de una temporada de nueve semanas en las orillas del lago que lleva su mismo nombre, en la ciudad Nueva York [1].

El discurso pronunciado por Bergsten cuestionaba con un tono muy característico, las actitudes tanto del Presidente de los Estados Unidos, Barack Obama como del Partido Republicano en el Congreso usamericano, en lo que él consideraba un persistente desdén por parte de ambos frente a los asuntos estratégicos del comercio internacional de ese país.

En opinión de Bergsten, esta « indiferencia » le estaría acarreando a los Estados Unidos perder « una gran oportunidad para crear empleos », un problema que - sabemos - se torna cada vez más preocupante para la gran mayoría de los países « desarrollados » y que se agrava aún más con las llamadas « crisis de las deudas soberanas » [2]. Bergsten sugería la necesidad de avanzar inmediatamenteen este terreno a partir de una tríada de medidas prácticas de las cuales se obtendrían resultados muy rápidos.

Lo que podría ser interpretado como una anecdótica conferencia dentro de las miles que seguramente se vienen realizando sobre estos temas – y, especialmente, por esta época de crisis capitalista - en la primera potencia mundial, contiene sin embargo algunos aspectos que ilustran las perspectivas hoy disponibles desde los principales centros hegemónicos del poder frente a los desafíos que plantean las reconfiguraciones que se vienen experimentando en la economía política actual, tanto en los espacios usamericanos como en diferentes ámbitos más generales a nivel planetario.

El discurso, su forma y contenido, llama la atención por varias razones.

Como primera medida, por su lugar de enunciación. Bergsten – lo decíamos – ha sido el director del Instituto Peterson para la Economía Internacional desde 1981 (año de su creación) y hasta el día de hoy.

Este centro de investigaciones es ampliamente reconocido como « el think-tank (tanque de pensamiento) más influyente en el mundo ». Ciertamente, las « visiones » y dictámenes ofrecidos desde allí han sido histórica y sistemáticamente acogidos por las autoridades responsables en materia de política económica (fundamentalmente respecto a los aspectos internacionales) en los Estados Unidos durante - por lo menos - las tres últimas décadas.

Bastaría recordar que entre el staff de investigadores se encuentran figuras académicas que trabajan en varias de las más « prestigiosas » universidades de los Estados Unidos y su equipo permanente, en algún momento y la mayoría de veces en simultáneo, estrecha vínculos carnales con los principales organismos gubernamentales, estatales y multilaterales con sede en Washington – empezando por la Presidencia de la República – y también con el complejo circuito de lobby alrededor de Wall Street. No obstante, entre todos ellos, sobresale especialmente uno: John Williamson, economista que desde hace un par de décadas saltó a la fama por dar a luz el Consenso de Washington. De hecho, el Instituto para la Economía Internacional (hoy: Peterson Institute) fue la institución « responsable » de organizar durante 1989 las conferencias en las cuales el tristemente célebre Consenso tuvo lugar y, tiempo después, sus sucesivas « versiones » [3]. Esta breve reseña ya pone en perspectiva sobre quiénes estamos hablando y las « nuevas » fórmulas que intentan promocionar.

El texto del discurso – en segundo término - inicia resumiendo la situación actual de la economía usamericana. Bergsten advierte, entre otras cosas, que los Estados Unidos importa hoy la mitad del petróleo que requiere su economía; casi la mitad de los balances contables de las 500 primeras compañías usamericanas se derivan de operaciones internacionales [4]; la mayoría de la deuda del gobierno pertenece a los inversores extranjeros, capital que - según Bergsten – financia buena parte de la inversión doméstica requerida para mantener un crecimiento económico « decente » y gracias al déficit comercial registrado por ese país durante más de 30 años, los Estados Unidos hoy es el primer deudor mundial: posee una deuda externa bruta total de aproximadamente 23 trillones de dólares- la mayoría en manos de China, Rusia y varios países del Medio Oriente, precisamente (¡qué casualidad!) los principales exportadores de petróleo – y pide préstamos al mundo del orden de 500 billones de dólares anuales.

Subrayaba además el deterioro de la importancia económica de los Estados Unidos en términos mundiales, la cual viene literalmente en picada. Desde la Segunda Guerra Mundial la economía usamericana aportaba 50% al PIB mundial mientras que en este momento significa no más del 20% (Septiembre de 2011), sin contar el estancamiento de los salarios promedio por más « de una generación » y que la distribución del ingreso tiende cada vez más a empeorar. Desde luego, el panorama presentado, de ninguna manera, es halagador.

Para Bergsten, la situación de « crisis profunda » en la que se encuentra la economía usamericana, sin embargo puede ser revertida: lejos de modificar el rumbo de las decisiones hasta ahora adoptadas y que, según varios analistas en su mismo país, son las mismas que han acelerado las contradicciones económico políticas que se extienden globalmente – de lo que se trata ahora es profundizar - hasta sus últimas consecuencias - el « modelo de desarrollo » vigente (término con el cual eufemísticamente se denomina a las estrategias de expansión imperial en el capitalismo contemporáneo) y, en particular, aquel que ha rendido grandes beneficios para los capitales usamericanos: la globalización.

A pesar de los problemas por lo que atraviesa la economía usamericana, el balance en este sentido explica consistentemente esta apuesta: « Los Estados Unidos han ganado enormemente con esta globalización. Nuestro país – dice Bergsten –cada año es mucho más rico en más de 1 trillón de dólares gracias a la integración comercial. Esto equivale aproximadamente al 10% de toda nuestra renta nacional y más de 10.000 dólares por hogar. Se acumulan ventajas adicionales con la globalización financiera que ha acompañado los crecientes flujos comerciales (subrayo) [Nota: los « beneficios adicionales » podrían añadir otros 0.5 trillones de dólares al cálculo]. Lo anterior por el lado de las ganancias.

Mientras tanto las pérdidas (« costos » en términos de Bergsten) de la globalización para los Estados Unidos resultan ser bastante diferentes: « Cerca de medio millón de trabajadores (de una fuerza laboral total de 150 millones) pierden su trabajo anualmente, la mayoría por períodos temporales, como resultado del incremento en las importaciones. Algunos tienen que aceptar empleos con bajos salarios en el largo plazo, sufriendo una pérdida en ingresos durante toda su vida. Esos efectos totalizan aproximadamente 50 billones de dólares por año, un monto sustancial en términos absolutos pero sólo un vigésimo de la rentabilidad anual fruto de la globalización… » (resalto y subrayo). Lo anterior no podría ser más expresivo del históricamente deplorable y cínico estilo usamericano en estos asuntos: ¡Los negocios son los negocios!

La « globalización » – la cual puede ser de diferentes tipos, dimensiones y magnitudes – a la que aquí se refiere y adula hasta el paroxismo Bergsten es evidentemente aquella que favorece en exclusiva los intereses de los capitales usamericanos, es decir, la globalización de carácter neoliberal la cual, en estos momentos, en su concepto, debería avanzar hacia su fase superior: el Libre Comercio (total). Con este objetivo, los Estados Unidos deben insistir en una « gran campaña » – aún más agresiva de la que se ha visto hasta el momento, parece sugerir – para continuar « negociando » y ampliando nuevos Tratados de Libre Comercio bilaterales o plurilaterales (como el « Acuerdo P4 » o Transpacífico (TPP) que vincula Asia y América) [5].

Incluso, Bergsten en su tríada de « soluciones », anima a que, además de los TLCs, el mejor mecanismo para consolidar definitivamente el modelo usamericano de « crecimiento basado en las exportaciones » y la mejor forma para asegurar los mercados mundiales sería lograr un Tratado de Libre Comercio Global que reemplace (o reviva) la Ronda de Doha, la cual – en su opinión – ha sido un total fracaso después de una década de « esfuerzos en las negociaciones ». En estas tentativas propone la « utilización » de las instituciones económicas internacionales como el FMI y la OMC.

Quedaría hacer una observación clave también aludida en el discurso de Bergsten. Todavía no se ha remarcado lo suficiente que estos Tratados por más que aludan a un « Libre Comercio », desde luego inexistente en la práctica pues se trata de negocios de poderosos monopolios transnacionales, tampoco lo son estrictamente de « comercio ». Por el contrario, este componente tan sólo representa una mínima porción de lo que se negocia en ellos. Se trata mejor de Acuerdos de « liberalización de inversiones » en los cuales componentes como los « servicios » (especialmente financieros; las compras estatales, los derechos de propiedad, etc.) tienen un significado muy estratégico [6].

Precisamente, lo anterior responde a que estos Tratados, recordemos, diseñados a la medida de los intereses usamericanos, reproducen las mismas estructuras productiva y de intereses que actualmente existen en los Estados Unidos después de varias transformaciones sufridas en ese país desde la década de los 80s. Hoy por hoy el sector manufacturero usamericano representa a lo sumo el 10% de la economía mientras que la Agricultura no más del 1% y los Servicios (sobre todo, los financieros) más del 80%. Este último sector provee el 25% de los empleos y ha crecido los últimos treinta años a tasas del 30% y con salarios 10% superiores a los de la manufactura.

Bergsten sugiere precisamente que los « esfuerzos internacionales » de los Estados Unidos deben enfocarse allí, máxime cuando en áreas como América Latina y el Caribe así como en las llamadas economías emergentes, la legislación en estos aspectos no se encuentra « acondicionada » (desregulada) lo cual supone una gran oportunidad para la « apertura de los mercados ».

Insistimos que las « alternativas » imperantes ante la actual crisis prevén solucionarla no sólo con más capitalismo sino, aún peor, con más neoliberalismo, cuestión que se torna dramática por la impronta salvaje que se deriva de un sistema que pone en peligro a la civilización entera.

* José Francisco Puello-Socarras. Politólogo, Ms Administración Pública y Doctorando en Ciencia Política. Docente de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).]]

El Correo. París, 24 de octubre de 2011.

* José Francisco Puello-Socarrás. Politólogo, Ms Administración Pública y Doctorando en Ciencia Política. Docente de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).

Notas

[1Bergsten, F., « US and the World Economy», (Speech delivered at the Chautauqua Lecture Series, « The US Economy: Beyond a Quick Fix », August 12, 2011).

[2En su justa proporción, se trata sólo de dos entre los múltiples elementos que se tendrían que considerar en el marco de un crisis global (no sólo afecta a un puñado de países en el Norte sino que, poco a poco se « globaliza » y afecta a las economías del mundo), estructural (no es un « desarreglo » superficial ni exclusivamente « económico » o « financiero » de la lógica capitalista sino que apunta a los mismos fundamentos y dinámicas que lo estructuran), integral (en este momento asistimos a la convergencia simultanea de diferentes crisis auspiciadas por el sistema: crisis alimentaria, energética, medioambiental, biológica, política, social, ideológica, etc.) y de largo plazo (retrospectiva y prospectivamente, con lo cual los anuncios sobre una pronta « salida » a la crisis carecen de fundamento) del sistema capitalista.

[3Sobre las diferentes versiones del « Consenso de Washington », cfr. Puello-Socarrás, J.F., Nueva Gramática del Neoliberalismo, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2008. Disponible en línea en: www.espaciocritico.com.

[4En esto llama la atención que del total de la deuda usamericana (750.000.000.000.000 de dólares):

 1) Los Derivados financieros son el 81,13% (600 billones de dólares que iguala en 40 veces al PIB de los Estados Unidos y como proporción del PIB mundial: 60 billones de dólares circa, es decir, el 10% lo constituyen los « derivados ») concentrados en 5 bancos usamericanos en 2009. En 2011 son 4 los bancos que concentran este rubro, cerca del 95,5% de los derivados (JP Morgan Chase, CityGroup, Bank of America y Goldman Sachs);
 2) Salud: 0,34%;
 3) Medicare: 8,06%;
 4) Seguro Social: 5,37%;
 5) FED: 3,18%;
 6) Deuda Pública: 1,92%.
Información proporcionada por el Contralor de Divisas de los Estados Unidos, disponible en: www.desdeabajo.info.

[5En realidad, y en la totalidad de los casos de TLCs, la regla no es la « negociación » sino la « imposición » vía presiones extraeconómicas, de tipo político y, según sea pertinente, militar (una variable a veces poco comentada pero consustancial al proyecto de expansión hegemónica), como lo documenta la historia más reciente en este sentido en tanto la « integración » económica deviene en una necesidad progresiva de militarización de los territorios como mecanismo para « asegurar » el flujo de mercancías y seguridad jurídica.

[6Cfr. Estrada Álvarez, J., Derechos del Capital, Bogotá, Universidad Nacional de Colombia, 2010. Disponible en línea en: www.espaciocritico.com.

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