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14 février 2003

La política exterior del nuevo gobierno brasileño

par Luiz Inácio Lula da Silva

 

Foreign Affairs, en español, Enero-Marzo 2003

La política exterior del gobierno democrático y popular que se inicia el 1 de enero de 2003 será un instrumento importante para hacer viable el programa de transformaciones económicas, sociales y políticas que pretendemos poner en marcha en Brasil en los próximos años.

El Brasil que vamos a gobernar es un gran país, con más de 170 millones de habitantes, con una economía que se encuentra entre las 10 más grandes del mundo. De 1930 a 1980 Brasil tuvo un extraordinario crecimiento, pero hace dos décadas se estancó, agravándose así las profundas desigualdades sociales que caracterizaron nuestro desarrollo en el siglo XX.

Es cierto que a partir de 1985, con el fin del régimen militar, y en 1988-1989, con la nueva Constitución y el regreso de las elecciones directas, respectivamente, se inició en el país un prolongado ciclo democrático. Pero también es verdad que la crisis social que vivimos en ese largo periodo, fruto de desastrosos experimentos económicos, acabó por convertirse en una amenaza potencial para la democracia.

Algunas decisiones de política económica volvieron a nuestro país aún más vulnerable en el plano internacional. Los últimos gobernantes juzgaron mal la situación internacional y creyeron que la subordinación de nuestra economía a los flujos del capital financiero internacional acarrearía más ventajas que dificultades. Pero no sucedió así.

Hoy nos enfrentamos a la necesidad de atacar la pobreza y la miseria absoluta que afligen a decenas de millones de brasileños. El cambio de modelo económico no se puede hacer de un día para otro : tomará tiempo, sobre todo porque no queremos que vuelva la inflación, y estamos firmemente dispuestos a mantener el equilibrio fiscal -tal como lo hicieron siempre los gobiernos municipales y estatales del Partido de los Trabajadores-, a respetar los contratos y a asegurar las condiciones internas que resulten atractivas para las inversiones productivas nacionales e internacionales.

Asimismo, tendrá que haber un periodo de transición, durante el cual tendremos que soportar las limitaciones que afectan a la economía brasileña hoy en día y, al mismo tiempo, iniciaremos los cambios económicos, sociales y políticos que desean los casi 53 millones de brasileños que votaron por mí. Para lograrlo, es necesario cambiar la posición de Brasil en el mundo.

La prioridad de la política exterior brasileña será América del Sur. Tenemos una frontera común, sin ningún tipo de conflicto de jurisdicciones, con casi todos los países de la región.

Hace algunos años creamos con Argentina, Uruguay y Paraguay el proyecto del Mercosur, al cual se unieron Chile y Bolivia. Esta experiencia, que se inició con grandes expectativas, tuvo, en cierta medida, un desarrollo decepcionante. Las grandes disparidades macroeconómicas entre Brasil y Argentina durante un periodo relativamente largo frustraron el avance del Mercosur. Por ello, algunos llegaron incluso a proponer el fin de este proyecto, o su regresión a una simple zona de libre comercio.

Nuestra posición es distinta. Queremos que el Mercosur sea algo más que una unión aduanera. Que pueda transformarse en un área de convergencia de políticas activas en el ámbito industrial, agrícola, social y científico-tecnológico. Que pueda promover un acercamiento cultural efectivo, una articulación de nuestras universidades y centros de investigación. Para profundizar el Mercosur es necesario contar con instituciones sólidas para la resolución de controversias y una Secretaría de Estado que realice una coordinación político-administrativa eficiente y posea, al mismo tiempo, una visión estratégica de la integración.

Ante los presidentes de la región, expuse la tesis de que deberíamos establecer un parlamento del Mercosur, electo mediante el voto directo de los electores de nuestros países. Así haremos que los ciudadanos participen en el proceso de integración regional, y le daremos más fuerza y legitimidad.

El Mercosur deberá construir una coordinación macroeconómica entre sus bancos centrales, condición sine qua non para llegar a la creación de una moneda única. Asimismo, buscará atraer a otros países de la región. Con aquellos de los que nos encontramos separados por diferencias de aranceles, por ejemplo, tenemos que crear alternativas que permitan avanzar en la integración. Con los demás tendremos que emprender rápidamente la construcción de puentes comunes.
Un Mercosur consistente y ampliado deberá poseer una política exterior común, que nos permita realizar un diálogo eficiente con la Unión Europea y con Estados Unidos, sobre todo en el proceso de negociación para la formación del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA).

La ampliación de nuestras exportaciones es fundamental para imprimir un nuevo dinamismo a nuestro sistema productivo, y también para equilibrar nuestras cuentas externas. En ese sentido, la apertura del mercado estadounidense para los productos brasileños tiene una importancia esencial.

Éstas son las razones de nuestro interés en el proyecto de la creación del ALCA. Sin embargo, se tropieza con tres dificultades. La primera se relaciona con las disparidades de la economía estadounidense en relación con las economías del resto del continente. Si no se establecen medidas compensatorias, esas disparidades tenderán a aumentar. La segunda dificultad es un resultado de las medidas proteccionistas (no arancelarias) que Estados Unidos impuso y que afectan profundamente a las exportaciones brasileñas. La tercera y última es que Estados Unidos actúa selectivamente cuando propone que algunos asuntos, cuya solución presenta dificultades en el ALCA, se discutan en la Organización Mundial del Comercio (OMC), mientras, al mismo tiempo, intentan apresurar, en la negociación del Área de Libre Comercio de las Américas, la discusión de temas más complejos, aún no resueltos en la OMC. Nuestro gobierno quiere volver a examinar esos problemas, y también deberá asumir una posición más sólida en la OMC, donde se están decidiendo asuntos que serán muy importantes en los próximos 20 años.
Brasil intentará ampliar sus relaciones bilaterales con África del Sur, India, China, Rusia, México y otros países que en sus regiones respectivas tienen mucha importancia económica y geopolítica. Con ellos será posible llevar a cabo iniciativas comunes en los organismos multilaterales.

Mi gobierno trabajará en la reforma y fortalecimiento de la Organización de las Naciones Unidas, que atraviesa por una nueva configuración de su Consejo de Seguridad. Esa política de democratización de los organismos multilaterales será una constante de nuestra política exterior.

Queremos un mundo más equilibrado en lo económico y en lo social, libre de las amenazas de la anarquía financiera internacional que golpea sobre todo a los países en desarrollo. Es necesaria una acción solidaria que beneficie a África, como parte de un esfuerzo global en pro de la paz y de la justicia social. El combate a la pobreza y a la exclusión tiene un papel importante en la lucha contra el terrorismo y las guerras civiles que desgarran a tantas regiones del mundo.

Finalmente, la lucha por la paz es la prioridad absoluta. Por esa razón nos inclinamos hacia las políticas de desarme, sobre todo nuclear, y defendemos la solución negociada de los conflictos que hoy afectan a la humanidad.
Brasilia, diciembre de 2002

Luiz Inácio Lula da Silva es presidente de la República Federativa de Brasil.

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