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5 mai 2005

La Cité Catholique y la Argentina

 

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Iglesia y ejército confluyeron en los años sesenta con sus formas, contenidos y lógicas verticalistas. En 1950 Antonio Caggiano introdujo y propagó el Opus Dei en el país desde Rosario. En 1966 Onganía derrocó a Arturo Illia. La trama oculta había logrado sus frutos.

El coronel Juan Francisco Guevara, otrora vinculado al general Eduardo Lonardi, inició un proyecto político cultural denominado por el periodista Rogelio García Lupo como « sociedad secreta ». La comunidad de intereses entre empresarios católicos, militares y jerarcas eclesiásticos tuvo su modelo en la experiencia francesa.

El coronel Guevara fue el mayor representante de Cité Catholique en Argentina. Cité Catholique unió a varios grupos de militares franceses que habían participado en las guerras coloniales contra los pueblos de Indochina y Argelia. Cité Catholique comenzó a traducir y editar la revista Verbe. « La Obra » de Jean Ousset era la más difundida. Ousset escribió « El marxismo leninismo » y el coronel Juan F. Guevara lo tradujo con prólogo del Cardenal Antonio Caggiano.

En 1963 el Arzobispo de Paraná, Adolfo Tortolo, definió el pensamiento de una alianza que se iba construyendo. « Dios no es neutral. Aprueba o desaprueba : en él no cabe tercera posición. Nadie puede servir a dos señores », sentenció Tortolo. Más que un presagio era la respuesta de a quiénes iban a servir. En 1968 Tortolo reemplazó a Caggiano en el cargo de Vicario Castrense hasta 1981.

Cité Catholique Argentina creció y se alió con « La Obra de Cooperadores Parroquiales de Cristo Rey ». Los generales Señorans, Imaz y Conessa les brindaron su apoyo. Los encuentros de adoctrinamiento y los cursos de cristiandad tuvieron a Alejandro Lanusse como a uno de sus asistentes. En 1966 el « alumno » Juan Carlos Onganía empezó a iluminarse con la sabiduría de Cité Catholique.

García Lupo aseguró que « el primer gabinete ministerial de Onganía se constituyó básicamente con los hombres de Cité Catholique, a la que pertenecían, por lo menos, cuatro ministros : el de economía, Jorge Salimei, representante de capitales eclesiásticos y empresario que había dado empleo durante años a los generales Señorans y Conessa ; el de Bienestar Social, Roberto Petracca, un industrial del vidrio que falleció poco tiempo después ; el de Promoción y Asistencia a la Comunidad, Roberto Gorostiaga, que renunció al cabo de algunos meses, y el de Interior, Enrique Martínez Paz, miembro notorio de la Hermandad del Santo Viático, una organización católica cuyos miembros pueden administrar los sacramentos a un moribundo si no hay un sacerdote cerca ».

La « sociedad secreta » de los « mil elegidos » también aportó dos gobernadores después del derrocamiento de Illia.

El hoy deslumbrado filósofo Thomas Abraham en una de sus obras subrayó que « eran claros... sobre lo que debía ser la república, una ciudad católica. Nada de lo que ocurrió en el proceso hubiera sido posible sin la meticulosa preparación ideológica y cultural de la conocida Revolución Argentina ». El entonces gobernador de Buenos Aires, general Francisco Imaz, despejó las dudas sobre la alianza entretejida entre los poderosos. « La disyuntiva no es desarrollo contra atraso y miseria, sino sociedad con alma o sin alma. Sociedad con dios o sin dios ». Imaz - basta leerlo- fue contundente. Tan concluyente como la firma que Caggiano rubricó junto a la de los ministros que asumieron con Onganía.

En 1969 uno de los directores de la empresa Acindar, Carlos Cabrera, fue nombrado Subsecretario de Hacienda. Un año antes, tras la muerte de Arturo Acevedo, Martínez de Hoz desembarcaba en la acerería de Villa Constitución. La « sociedad secreta » marchaba a todo motor y bien lubricada. Después del golpe militar de 1976 Martínez de Hoz llegó al ministerio de Economía.

Otro religioso y amante de la austeridad supo precisar quién es Martínez de Hoz. David Rockefeller- en efecto- le contestó en 1992 a Ana Barón que « Martínez de Hoz es un viejo amigo... el precursor de todo en la Argentina fue Martínez de Hoz... Es un viejo amigo mío... Yo realmente creo que él es un verdadero patriota argentino que no pudo poner en practica sus ideas... Muchas de las ideas de Cavallo son iguales a las de Martínez de Hoz... ahora el sector privado tiene que aceptar la competencia ».

De Caggiano a Onganía y de Martínez de Hoz a Menem : la cité de dios culminó en un abrazo fraternal entre la fe y los negociados. Miles de crucificados- se sabe- lo padecieron. Lo padecemos, mejor dicho.

Fodema, 27 de noviembre del 2004



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