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9 de agosto de 2016

¿En qué momento se perdió Brasil?

 

En estos momentos de asombro diario en que Brasil se va haciendo cada vez más irreconocible, me viene a la memoria el primer capítulo de Conversación en la catedral, sin duda la mejor novela de Mario Vargas Llosa, y no porque la haya escrito cuando aún era un intelectual de izquierdas. En un reencuentro tardío, Zavalita, el fracasado periodista, tiene una larga y etílica conversa con Ambrosio, un antiguo empleado de su familia. Exhumando recuerdos de un pasado esperanzador y enterrado, se pregunta: « ¿en qué momento se había jodido el Perú? ». Ahí estaba despedazado el prometedor Perú bajo las botas de la dictadura de Odría en los años 1960. Aquí estamos nosotros, bajo algo que no tiene nombre exacto, bajo esta deconstrucción diaria de lo que fue, bajo diversas formas de violencia e una duda recurrente: ¿habrá salvación para nosotros y para el Brasil? ¿O del actual descarrilamiento surgirá un país destrozado, en el cual las partes ni se entienden ni se reconocen?

A finales del año pasado, Lula comparó el Brasil con un tren descarrilado, pero eso sólo era el principio. A lo largo de este año, el surrealismo se fue imponiendo y todo se fue volviendo normal. Nos parece normal que haya una presidenta elegida y apartada de su cargo sin responsabilidad clara y probada de delito, a pesar incluso de algunas declaraciones en sentido contrario y de algunas confesiones sobre la poca importancia de los aspectos legales ante un imperativo político, el cambio de guardia en el poder. De hecho, el viernes 29, la víspera del mes preferido para tragedias políticas, el vicepresidente en ejercicio Michel Temer explicó lo que entendía por impeachment: « la cuestión del impeachment en el Senado no depende de nuestra actuación; depende de la evaluación política –no de una evaluación jurídica-, que está haciendo el Senado. Considero que el Senado evaluará las condiciones políticas de quien actualmente está en la Presidencia y de quien estuvo hasta hace poco ». En otras palabras, se trata de la posibilidad de elegirlo a él o a Dilma Rousseff, sin la participación del pueblo, sin voto y sin urna. Si esto no es un golpe, democracia no es. Pero todo parece normal, la vida sigue y los ipés [1] comienzan a florecer.

Parece natural, también, que el vice, al ocupar interinamente el cargo, no haya tenido ningún tipo de reparo a la hora de actuar como si hubiese sido elegido, cambiando todo e incluso promoviendo purgas, como si hubiese sido elegido con un programa opuesto al de la fórmula presidencial que le dio la victoria.

Debe de haberse perdido en algún desván el país que en el año 2010 aprobaba por más del 90% al presidente que, debido a todas las transformaciones positivas propiciadas durante su mandato, se convirtió en uno de los más populares de la historia: Luiz Inacio Lula da Silva. Hoy en día, según una encuesta difundida por el instituto Paraná Pesquisas, el 47% defiende su detención. ¿Crímenes? Ninguno que se haya probado. Pero hay una operación, un juez y algunos fiscales que incluso a pesar de eso están dispuestos a condenarlo por unas obras hechas en un local que no es suyo y en un apartamento que renunció a comprar. No hay evidencias de que Lula hubiese recibido, por los beneficios concedidos a los contratistas, ningún soborno. No importa, hay indicios, dicen.

Los mismos periódicos de hoy reportan noticias que en otro tiempo hubiesen sorprendido. Lula presentó al Comité de Derechos Humanos de la ONU, a través del abogado inglés Geofferey Robertson, una petición en que denuncia la violación del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y los repetidos abusos de poder cometidos contra él por el juez Sergio Moro, que dirige la operación Lava Jato. ¿Lula corre peligro y es perseguido en su propio país?, se preguntarán por ahí fuera. Aquí, las autoridades ignoraron un hecho tan grave y único. Excepto el juez Moro y la operación Lava Jato, que en venganza filtró más información acerca de las obras en dicho local: Lula determinó que se hiciesen, determinaron. Honestamente, la dictadura cívico-militar se molestaba mucho más cuando transcendía al exterior alguna denuncia sobre los crímenes que cometía contra los derechos humanos. Al menos las desmentía, atribuyéndolo todo a los « enemigos de la revolución ».

Pero, ¿qué es lo que hizo Lula para que, actualmente, haya tanta gente que quiere verlo fuera de las presidenciales de 2018 a cuenta de esos « indicios »? Obviamente, las nubes de veneno que fueron lanzadas sobre nosotros y que ahora están precipitando. Brasil es un país intoxicado y no parece haber un antídoto capaz de su antigua homeostasis, esa vieja forma de vida en la que existían diferencias y donde todo el mundo tenía su otro, pero no quería destruirlo.

Deshaciéndose de Dilma Rousseff, de Lula, del Partido dos Trabalhadores y de la izquierda y con políticas « populistas » para los pobres, el país se pondrá en marcha, dicen los vencedores del golpe desde el estrado de la ilusión, pues los mismos periódicos que pintan el mundo de colores para vender esta fantasía y abrir camino al mes de agosto, está obligados a publicar noticias que desmientes su mundo de ilusión. Este viernes (29 de julio) de tristes noticias el Banco Central informó de que el resultado de las cuentas públicas para junio y para el primer semestre fue el peor de la serie histórica iniciada en el año 2001. Pero, ¿Temer no había venido a deshacer el desaguisado que dejara Dilma Rousseff?

El último viernes antes de agosto nos informa, también, a través del IBGE / PNAD, que aumentó el número de personas que viven la angustiosa situación del paro. La tasa del segundo trimestre cerró en 11,3 %, frente al 10,9 % del primero. Es el mayor porcentaje, desde que se inició la serie en el año 2012. Son 11,6 millones de personas las que no pueden trabajar ni pagar sus facturas. ¿Alguna decisión al respecto? Temer ordenó un aumento salarial para los efectivos de la Policía Federal.

No mejoran las expectativas económicas, tal y como presumían que iban a hacer. Pero siguen creyendo en fantasías, porque si no, ¿en qué se habría de creer?

Volviendo de nuevo a Zavalita, ¿en qué momento se perdió Brasil? Un Zavalita mayor recordará que todo parecía ir bien, que hubo esperanzas y sueños entre los años 1945 y 1964, hasta que llegaron las corrientes del odio y caímos en una dictadura de 21 años. Terminada la transición a trancas y barrancas, incluyendo un impeachment –este con crimen demostrado—, a partir del gobierno Itamar Franco (1992 ) comenzó una nueva etapa en la que el tren iba por buen camino, avanzando hacia adelante. Con la inflación controlada por Itamar / Cardoso, Lula promovió el crecimiento y la redistribución de la renta. Ganaron los más pobres, ganaron los más ricos, ganaron las empresas. Estando en esas, llegó junio de 2013. A pesar de las explicaciones no están claras, fue en ese momento cuando el tren empezó a descarrilar, tanto en el ámbito económico como político. Poco después la operación Lava Jato tomó fuerza y se extendió el sentimiento de desolación. Nada vale la pena, nadie vale la pena, todo está podrido. Sálvese quien pueda. Incluyendo delaciones y filtraciones interesadas.

Hubo un cambio en el escenario exterior, es cierto, la caída de los precios de las commodities, que afectó a las exportaciones y al crecimiento interno. La propia Dilma reconoció que hubo un « error de cálculo » en las políticas anticíclicas, en las que el Estado empleó crédito fácil e inversiones propias para mantener la economía. No obstante, eso explica la desorganización fiscal, pero no el completo descarrilamiento de la vida nacional.

Dilma Rousseff gano en 2014 unas elecciones que parecía destinada a perder. Pero todo habría sido diferente si la oposición aceptase la derrota. Pidió el recuento de votos, dando cuerda a quienes empezaron a hablar de impeachment antes incluso de su segunda toma de posesión como presidenta reelegida. Hizo lo que le pedían y aceptó un ministro de Hacienda encargado de poner en marcha un ajuste fiscal. La Cámara quedó al mando de Eduardo Cunha, que tenía un grupo parlamentario conservador de más de cien diputados y, en lugar de ajuste, el Congreso votó medidas contrarias a la política de ajuste fiscal del gobierno Rousseff, demoledoras de las cuentas públicas. En esas llegamos al 17 de abril [2] y ahora viene a agosto.

La operación Lava Jato hubiese sido benigna si, al atacar la promiscuidad existente entre partidos/políticos y empresarios, hubiese dirigido su mirada al sistema y no al PT y su gobierno. Ese desvío de la atención contribuyó al golpe y terminó con esta cacería a Lula, que le llevó a denunciar en el extranjero las persecuciones sufridas en su país.

Pero cuando se empieza la demolición de un sistema político no hay forma de salvar algunas paredes. Ahí están nuevamente las noticias, aquí ya registradas, de que la Odebrecht denunciará al menos a diez gobernadores y ex gobernadores y a más de 100 parlamentarios.

El sistema se derrumba y no hay quien pueda restaurarlo. Únicamente más destrucción: de la economía, de las reglas democráticas, del sistema político-electoral y, principalmente, de todo lo que representaba Brasil y que ya no existe: la tolerancia a la diferencia, la capacidad de convivir con el otro, fuese rico o pobre, conservador o progresista, urbano o rural. Ahora, incluso tenemos intolerancia religiosa. Y una ideología retrógrada que se está suministrando de un modo muy sutil, mezclando racismo, misoginia y prejuicios de todo tipo.

Cuando todo se desmorona, los más jóvenes, que vivieron los últimos 20 años esperanzadores y no se acuerdan ni de la dictadura ni de la hiperinflación, tienen todavía más razones para preguntarse: ¿en qué momento se perdió Brasil?

Tereza Cruvinel* para
24/7

Traducción del portugués para Rebelión: Alfredo Iglesias Diéguez

*Tereza Cruvinel, una de las cronistas políticas más respetadas de Brasil, es columnista del periódico digital 247 y fue presidenta del ente público Empresa Brasil de Comunicaçao bajo mandato del presidente Lula.

Notas

[1El ipé es un árbol del género Tabebuia semejante al araguaney venezolano y el tajy paraguayo.NDLT

[2El 17 de abril de 2016 fue el día que se aprobó el impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff.NDLT

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