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24 août 2017

Argentina : Desindustrializar, apertura importadora, especulación financiera y disminución del mercado interno

par Bruno Susani *

 

La reprimarización de la economía genera poco empleo y los salarios reales retroceden, configurando una distribución del ingreso regresiva. El límite a ese proceso en Argentina es su inviabilidad sociolaboral.

El término desindustrialización se utiliza cuando se verifica una caída de la producción industrial en valores absolutos o cuando se produce una baja, en porcentaje, de la parte de la industria manufacturera en el PIB. En los países de altos ingresos, la desindustrialización comenzó cuando el ingreso per capita sobrepasó 25.000 dólares por año, en valores del 2000. Esta situación resulta a la vez del cambio en la composición de la demanda y de la deslocalización de algunos sectores industriales.

Cuando se incrementa el ingreso per capita, cambia la composición de la demanda del consumo de bienes y servicios. El gasto se desplaza de los bienes primarios, alimentos, textiles, servicios públicos básicos, a los bienes de industriales y luego, si el ingreso sigue aumentando, a los servicios, bienes culturales, vacaciones, esparcimiento. Esto no implica afirmar que la demanda de bienes industriales disminuya sino, simplemente, que aumenta a un ritmo menor que el incremento del ingreso. Se dice entonces que la demanda del bien tiene una elasticidad ingreso negativa.

Los estudios económicos contemporáneos muestran que la ralentización de la demanda de ciertos bienes industriales lleva a que su producción sea deslocalizada de los centros de la economía mundial, como sucedió en los ‘90, hacia otros países de bajos costos laborales de una parte del procesos de fabricación promovida por las propias empresas. Esto con la anuencia de los gobiernos, lo cual redujo la capacidad industrial y generó un alza del desempleo estructural y la decadencia de ciertas regiones. En los Estados Unidos se manifestó en la aparición lo que se llama el “cinturón oxidado” (Rust Belt), con sus homólogas en el Reino Unido, el eje Liverpool Manchester, en el País de Gales o en Francia en las regiones del norte, las devastadas por el desempleo.

La Argentina sufrió en el período 1976—2002 lo que se denomina una “desindustrialización precoz”, una baja de la producción industrial tanto en valor absoluto como en la participación de la industria en el PIB, pero esto ocurrió cuando el ingreso per capita era alrededor de 5 veces desindustrialización inferior al señalado. La precoz fue iniciada por la dictadura militar y seguida por Alfonsín, Menem y de la Rua. En valores constantes, el nivel más elevado del Producto industrial per capita había sido logrado en 1974, durante el gobierno peronista, y sólo volvió a alcanzarse, luego de una abrumadora caída, en el 2014. Esto fue el resultado de la política neoliberal extremista de apertura del mercado interno a los productos extranjeros de las multinacionales que producían los bienes en países asiáticos.

Desde principios de 2016 la baja de la producción industrial ha recomenzado. Y disminuyó del 7,0 por ciento en 2016 y durante el primer trimestre 2017 del 2,4 por ciento. Las medidas económicas aplicadas por la administración de Macri, apertura del mercado interno sin contrapartidas compensatorias, rebaja de los aranceles, aceptación del dumping ecológico, salarial y fiscal, baja de la demanda interna están provocando una nueva fase de desindustrialización precoz. Esto es un factor negativo para el crecimiento ya que la industria es el sector más dinámico de la economía. Es el que tiene la demanda potencial más significativa, que introduce mayores dosis de progreso tecnológico, el que crea más empleos por unidad de inversión, que produce el mayor valor agregado per capita y donde la productividad es la más elevada. Su expansión es funcional con el rol de la Argentina en la integración latinoamericana. El análisis de la evolución del PIB muestra una perfecta correlación entre el consumo global y el sector industrial, vale decir que tiene un efecto de arrastre del conjunto de la economía.
Bicicleta

La financiarización de la economía es una consecuencia de la desindustrialización. La baja de la demanda global limita las perspectivas de inversión y deriva los activos hacia la especulación financiera. En la economía mundial, la financiarización se desarrolló a comienzos de la década del ‘80 y prevaleció en los países industriales hasta la Gran Recesión en 2007 siendo una de sus causas. Economistas neoliberales inventaron durante ese período un concepto microeconómico llamado la “creación de valor” que sustituyeron subrepticiamente al “crecimiento de la economía”, vale decir a la disponibilidad de una mayor cantidad de bienes. Esto hizo que la importancia del sector financiero en las economías aumente (por caso, 25 por ciento del PIB en el Reino Unido) hasta provocar cambios en el sistema social.

En Argentina se vivió una situación similar con la “reforma financiera” realizada por Martínez de Hoz durante la dictadura cívico-militar, que favoreció la creación de innumerables bancos que terminaron en quiebra y estafaron a los ahorristas. Los bancos proponían importantes remuneraciones, drenaban los capitales, construyendo las “pirámides de Ponzi” y quebraban. En una segunda etapa, la Convertibilidad instituyó el dominio del sector financiero sobre la economía, proceso que terminó en la crisis de 2001 y los ahorristas perdieron una vez más.

La financiarización es letal para la economía en tanto genera una disminución de los incentivos y de las posibilidades de inversión, lo cual provoca un achicamiento de la estructura productiva y, por ende, del empleo y del ingreso. Las tasas de interés elevadas imponen tasas de beneficio incompatibles con el crecimiento económico y tasas de retorno del capital inalcanzables.

Las altas tasas de interés resultan, como es el caso desde la llegada de Macri al gobierno, de la desconfianza de los actores económicos. Solo quienes practican la usura pueden aceptar tasas de interés que excedan el rendimiento de los activos en la economía real. Es por esto que una parte importante la masa financiera se orienta hacia la especulación puesto que las tasas de interés son muy superiores al rendimiento de la inversión productiva, donde la especulación se nutre de la política económica recesiva que limita así mismo las perspectivas de inversión.
Economía extractivista

Desde 1976, con la dictadura cívico—militar hasta la crisis del 2001 se abogó por la reprimarización de la economía también denominada la “economía extractivista”. Esta política se nutre por un lado del concepto del modelo agroexportador de antaño y por otra parte de la necesidad de asentar el poder político en una estructura productiva dual dominada por los grupos oligárquicos.

La opción por la economía extractivista se funda en el supuesto poco realista según el cual la Argentina posee recursos naturales, renovables, la producción agrícola o no renovables como la producción minera y petrolera suficientes que permitirían de obtener, fácilmente, un nivel de ingreso per capita elevado, “el mito del Centenario”.

La estrategia de los sectores conservadores es que dos sectores –agricultura y minería– funcionan como una forma de integración de la Argentina al centro económico hegemónico y que este será lo suficientemente poderoso como para imponer una solución política favorable a la dominación oligárquica.

Dicho de otra manera el poderío del centro económico “asociado” suplanta la debilidad política del sector oligárquico y permite esquivar el desarrollo económico nacional y oponerse a las fuerzas sociales y políticas que lo sustentan. En este esquema solo cuentan las inversiones extranjeras en el sector minero y el comercio internacional. Esta reprimarización se observa en la caída de las exportaciones industriales y en el sometimiento a las exportadoras.

La escasa comprensión de las estrategias mundiales de las grandes potencias ha llevado a que pueda imaginarse al país como exportador de petróleo vía Vaca Muerta, de litio o de oro. La desazón del gobierno de Macri frente a las reticencias de las compañías extranjeras de hacer pozos en Argentina en lugar de hacerlos en Perú y Chile es el signo de la ametropía que padece la oligarquía. La reciente declaración de Macri de garantizar la seguridad alimentaria a los países involucrados en la iniciativa china de la “nueva ruta de la seda” es una muestra de ello ya que ningún país pone su seguridad alimentaria en manos de otro.

Cualquier inversor comprende que ese proyecto es incompatible con un país de 40 millones de habitantes con un nivel cultural avanzado como la Argentina. No obstante la caída del Producto industrial y de los servicios hace que la parte de los productos primarios, agricultura y minería, la economía llamada extractiva, aumente en porcentaje dentro del PIB. Es lo que está pasando en la Argentina en 2017 donde esta evolución no resulta de un incremento de la producción primaria, sino de la caída de la industria y los servicios no-financieros.

La problemática central de la reprimarización de la economía es que la economía extractiva tiene un coeficiente de empleo y de salarios por unidad de producto muy bajo con lo que se llega a situaciones como la chilena donde la distribución del ingreso es muy desigual.

Las medidas económicas de Macri –devaluación y apertura importadora de bienes de consumo– han llevado a trabar la continuación de la expansión del sector industrial y de los servicios no financieros y esta provocando una nueva desindustrializacion precoz.

Bruno Susani * para Página 12

*Bruno Susani. Doctor en Ciencias Económicas de la Universidad de París. Autor de El peronismo de Perón a Kirchner, Ed. de L’Harmattan, París, 2014. Editado en castellano por Ed. de la Universidad de Lanús, 2015.

Página 12. Buenos Aires, 20 de agosto de 2017

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